Por:
Ramón Antonio Veras.
1.-
Por una u otra razón se observa en muchos de nuestros paisanos una actitud que
no refleja la parte bonita del ser humano, aquella que nos distingue como
personas sensibles. Lo que estamos viendo es a individuos que expresan el
proceder de los malvados, réprobos y desalmados. Las expresiones de odio,
inquina y desprecio son lanzadas a cualquier alma de Dios; al bonachón que no
ofende ni con la mirada; al ser humano que se compara, por lo buenazo que es,
con un pedazo de pan. Debemos liberarnos del pérfido que solo aporta maldad.
2.- Hay
que hacer todos los esfuerzos posibles por formar a hombres y mujeres de buenos
sentimientos; que respiren paz y transmitan alegría, felicidad y plena bondad;
necesitamos compartir con entes sociales de buena pasta y una sola pieza. No
debemos continuar alimentando a personas censurables, dañinas y deplorables por
completo; el avieso no debe tener el más mínimo espacio social porque trae
pesares y maldiciones. Cambiar la junta con quien daña, por aquel que nos
motiva paz, nos hace mejor personas porque entonces estamos libres de
infecciones.
3.-
Es una necesidad espiritual procurar estar en compañía de aquellos que nos
hacen el grato momento porque los temas que abordan son de componente social y
humano. Es de sabio no juntarse con los resentidos e insanos porque siempre
están cargados de inconvenientes, de deterioro, menoscabo, quebranto y
estragos. Quien anida en su mente cuestiones malas solo piensa en crear revés y
agravantes a las personas nobles.
4.-
El medio donde estamos viviendo hoy los dominicanos y las dominicanas impone la
creación de personas que sirvan para avanzar, desarrollar y contribuir con su
ejemplo a tener un mejor país. El hogar y la escuela deben convertirse en los
centros adecuados para la formación de esa mujer y ese hombre de nobles
sentimientos. Los modales de los futuros miembros de la comunidad dominicana
deben ser de solidez ética, moral y humanista.
II.-
Misión de buenos educadores
5.-
La formación que una persona recibe la acompañará en todo el curso de su
existencia; será la guía de sus actividades laborales, familiares,
intelectuales, sociales y morales. De las instrucciones que asimilamos va a
depender nuestra actuación en el medio donde desarrollamos distintas acciones
ante los demás. Los sólidos conocimientos adquiridos hacen posible
desenvolvernos y llegar a ser formales, conscientes y cumplidores con
responsabilidad de aquello a que nos dedicamos.
6.-
Formar a ciudadanos y ciudadanas para que en el futuro actúen apegados a
principios y normas de decencia, de correcto comportamiento, es moldearlas a
los fines de que ejecuten sus actos en base a como han sido configuradas para
el buen actuar. Darle forma al cerebro del ser humano partiendo de la
instrucción, es prepararlo para que materialice luego lo aprendido durante el
aprendizaje.
7.-
Todos aquellos que nos formamos conforme la instrucción escolar de la década
del treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta del siglo pasado, somos testigos de
los métodos utilizados por nuestros maestros y maestras para que, con ejemplos
prácticos, sacados de la cotidianidad, nos formáramos la idea de cómo actuar;
la forma de conducirnos en cualquier actividad. Ellos nos aconsejaban,
señalaban un modelo y la forma de manejarnos.
8.-
En los centros escolares de ayer, los instructores nuestros se preocupaban para
que tuviéramos una formación integral, lo más completa posible, con el claro
objetivo de que adquiriéramos conocimientos no solamente teóricos, sino también
prácticos. Nuestros orientadores se las ingeniaban para que nos acostumbráramos
a razonar, partiendo de una realidad objetiva, que fuéramos mujeres y hombres
portadores de ideas con referentes a los cuales podíamos señalar para no caer
en lo especulativo.
9.-
Los maestros y las maestras de ayer, en las aulas nos mantenían cautivos,
capturaban nuestra atención con prédicas que prendían de inmediato en nosotros.
Es verdaderamente fascinante escuchar a un profesor o a una profesora en un
lenguaje sencillo explicando la forma como debe actuar una persona en el arte u
oficio que ejecuta. Siempre resultaban edificantes las motivaciones que nos
daban nuestros instructores para que, en el mañana, actuáramos como personas
hechas para hacer las cosas a la perfección o lo mejor dentro de lo humanamente
posible.
10.-
El niño o la niña aprende con suma facilidad si en la explicación que se le da
se conectan los principios generales de la materia que se le ofrece con un
ejemplo. Las ideas se fijan en la mente cuando se articula lo narrado con la
estructuración de un objeto que las enlaza. El que recibe la instrucción en
forma natural y sencilla, no tiene que hacer mucho esfuerzo para acoplar
espontáneamente en su cerebro lo que se ha querido que comprenda.
11.-
Aquel que ha tenido una buena formación educativa la expresa en la actividad
habitual que realiza, sin importar que sea como triciclero, médico, abogado o
payaso. El hombre o la mujer formado correctamente debe actuar para hacer
sentir bien a los demás, no para sembrar cizaña, discordia y prejuicio; no como
el cizañero que prueba disfrutar el chisme, y las palabras hirientes que lanza
cuando comprueba que con sus actuaciones daña, estropea y perjudica a quienes
son de nobles sentimientos. La maldad es de la esencia del malévolo, del
perverso que se siente realizado haciendo diabluras, murmurando y echando
maldiciones a los buenos, a los bondadosos.
12.-
Las educadoras y los educadores deben interesarse por entregarles a la
comunidad personas eminentes; excelentes ciudadanos y ciudadanas preparados
para servir con calidad en cualquier actividad. La orientación recibida por un
estudiante proveniente de un maestro capaz, jamás da demostración de
mediocridad, exhibe vulgaridad, ni cae en ser insignificante. La fanfarronería,
jactancia y presuntuosidad que observamos hoy en muchas personas demuestran
estar formadas para ser fantoches, huérfanas de modestia y sencillez.
13.-
La persona educada para el buen comportamiento desarrolla su actividad laboral
en los marcos de la decencia y la prudencia. En el seno de la sociedad cada
quien actúa acorde con la instrucción recibida, de donde resulta que el
limpiabotas, el abogado o el periodista debe estar preparado para ejecutar su
oficio o profesión sin convertirse en un individuo fastidioso, detestable,
intolerable, pesado y de mal gusto. Es penoso tener que reconocer que en
nuestro medio sin elegancia alguna el caradura, desvergonzado y fresco ha
llegado a atraer con majaderías, pamplinadas y sandeces.
14.-
Es una necesidad comenzar a crear conciencia en el seno de nuestro pueblo en el
sentido de que se impone formar ciudadanos y ciudadanas que procedan en forma
cuidadosa para que den demostración de ser escrupulosos y se desempeñen con
absoluto esmero. No podemos continuar aplaudiendo, haciéndole gracia a aquellos
que tratan a los demás como si en este país para todo predominara la
chapucería. El ser humano hay que orientarlo para que todo lo que haga sea bien
hecho, y no ejecute como el charanguero.
15.-
A la niñez dominicana hay que educarla, formarla, advertirla para que lo que
decida hacer lo realice con elegancia; que demuestre estilo, dandismo en lo que
haga; enseñarla que es de mal gusto accionar fuera de tono, de medio pelo, con
vulgaridad. El país necesita contar con personas prestas a afanarse, a
remirarse para que no siga destacándose el negligente, el que actúa con dejadez
y sin formalidad alguna.
16.-
Es menester convencer a lo mejor de nuestro pueblo que no debemos continuar
aceptando como bueno y válido, acoger como si nada, que cualquier descalificado
se imponga con un estilo, una forma de actuar que desdice mucho de lo que es
una comunidad de personas civilizadas. La vulgaridad, la chabacanería y la
ramplonería, no deben motivar ovaciones, sino reprobación, total censura.
17.-
No debemos seguir aceptando que un afrentoso cualquiera pueda estropear nuestra
alegría y tranquilidad irrespetando las formas del normal comportamiento que se
impone en cualquier actividad. Se hace necesario poner en su puesto a los
necios que con sus actuaciones de mal gusto dañan y nos impiden reír,
procurando con sus majaderías hacerse los célebres; con expresiones de mal
gusto, arrebatarnos el disfrute de los pasatiempos que nos sacan del
aburrimiento.
Reflexiones
finales
18.-
La mutua correspondencia está tan ausente en el sentir de muchos de los
nuestros, que en su mente les resbala, que es algo así como una pifia al
actuar. Creen que ejecutar la reciprocidad es una necedad que pasó de moda en
el trato personal; un asunto de añeja
cortesía cuyo destino es el olvido.
19.-
Relacionarse con alguien debe tener como objetivo llegar a comprenderse de tal
forma que con el tiempo de la mutua bondad resulte la tolerancia y
condescendencia. En la persona es necesaria la capacidad de entendimiento
porque le permite penetrar en la conciencia de aquellos con quienes se codea.
20.-
El amigo que dispensa buen trato se hace merecedor de ser bien cuidado. Asistir
con gracia a quien se ha esmerado en hacerte disfrutar el momento, es tener
sentido de la reciprocidad. Hay que dar atención con delicadeza a aquel que fue
diligente demostrándote gran amabilidad.
21.-
Aquel que no da lo que recibe es un presuntuoso que tiene la falsa creencia de
que solo él es merecedor de atenciones. La petulancia impide al engreído
comportarse con elegancia con quien humildemente le hizo sentir distinguido. La
arrogancia nulifica al que debe correspondencia al que modestamente, con
sencillez, le dio trato de excelencia.
22.-
No tiene la menor idea de lo que significa corresponder, la persona que
habiendo sido objeto de un trato afectivo, luego se comporta fría frente a
quien le demostró calidez. La concordancia de trato solo es posible entre
aquellos que son sensibles y educados; los insensibles y patanes no pueden
comportarse demostrando reciprocidad.
23.-
El ser humano con sensibilidad y sano de
juicio no le es difícil proceder con reciprocidad, pues le basta actuar de la
misma forma como fue tratado. Ni más ni menos; simplemente servir como fue
servido. La asistencia que presta el que fue asistido se convierte en un camino
de dos vías, por el que se transita para ir y venir
24.-
Lo que se practica voluntariamente tiene que partir de nuestra forma de
proceder, de la actitud que tenemos de actuar porque así nos lo dicta la
conciencia. La conducta nos manda a comportarnos ante aquel de la misma forma
que nos atendió; quien nos hizo sentir amado.
25.-
Lo agradable que te sentiste por haber sido bien recibido y con gusto atendido,
de igual forma debes hacer sentir a quien fue tu anfitrión que merece percibir
que le has dispensado la misma atención de que consideró ser tú merecedor. Si no devuelves el gesto
que te dio aquel que te hizo feliz con su trato afectuoso, puede pensar que no
eres más que un inconsecuente engreído, privado de sentimientos tiernos.
26.-
No es más que un aprovechado aquel que goza con sentirse altamente atendido,
pero escurre el bulto cuando está en el deber de devolver las atenciones que en su momento recibió. El
ventajista no tiene las más mínimas condiciones humanas para la reciprocidad;
su ausencia de escrúpulos le impide corresponder atenciones. El desaprensivo
vive para ser servido, pero no sirve para servir.
27.-
En el medio social dominicano ha ido desapareciendo la amabilidad en la misma
medida que se ha agrietado la sociedad, la cual resulta adecuada para convivir
los atrevidos, desvergonzados e insolentes. Es algo imposible lograr que
proceda con correspondencia el caradura que no conoce nada de prudencia, y le
da lo mismo ser considerado un fresco que un ente social lleno de humildad.
28.-
El diario vivir nos está diciendo que está en extinción la persona con sentido
de solidaridad, y que su lugar lo está ocupando la que procede en forma
insolente, aprovechada, necia e impertinente. No es fácil encontrarse con el
hombre o la mujer juiciosa, templada, dominada por prudencia y comedimiento. El
entrometido se considera una figura de primer orden allí donde está ausente el
decente y mesurado.
29.-
Aquí se cultiva muy poco el buen trato porque abundan los sinvergüenzas, que no
se molestan si son objeto de justificados temas o motivos de murmuración; muy
pocos se sienten en el deber de comportarse bien ante aquel que lo hizo sentir halagado. El
deber, la obligación, la misión de tratar como fuiste tratado, desapareció aquí
el código de la afabilidad y la elegancia.
30.-
Una sociedad como la nuestra, en la cual la educación y el sistema educativo
dejan mucho que desear, ser cortés, delicado y obsequioso es mucho pedir, y
menos reclamar la cortesía, que encierra mucho de afabilidad, cordialidad y
caballeroso proceder.
31.-
A una comunidad humana que se mueve en un medio degradado social, ética y
moralmente, es casi imposible demandar de sus miembros entrega, que tiene mucho
que ver con formación familiar, buena orientación escolar y sensibilidad en los
actores sociales. La elegancia en el trato a los demás no se obtiene por
procuración ni a patadas; se necesita formación para ser atento, y estar
curtido en buenos modales de civilidad.
32.-
Aunque resulta incómodo acostumbrarse a compartir con personas de proceder
diferente al suyo, hay que hacer un esfuerzo para soportar a aquellos que
solamente saben ser bien atendidos, pero no tienen el más mínimo sentido de lo
que es dar igual trato. Por más finas atenciones que recibe el inconsecuente,
nunca llegará a unir sus sentimientos con los de quien le ha dado trato fino.
33.-
Aquellos que creen y practican la reciprocidad por convicción, no deben sentirse
aprovechables por quienes no sienten ni conocen la mutua correspondencia.
Debemos seguir teniendo la cualidad de útil, sin que nos importe que de ella se
beneficien los que anteponen la utilización a cualquier otra cosa.
Santiago
de los Caballeros, 29 de julio de 2019.