Por:
Ramón Antonio Veras.
I.-
Ayer, ni pensarlo
1.-
No, qué va; jamás en la vida mi generación pensó que podía ser testigo de lo
que está ocurriendo hoy en nuestro país a nivel de desenfreno juvenil. Los
excesos que observamos en muchos de los jóvenes de ahora dejan atónitos al más
sereno; el más impasible queda con la boca abierta, se siente desconcertado,
como quien ve visiones; patitieso, turulato.
2.-
A cualquiera se le hace un nudo en la garganta; como si se sintiera reducido a
la nada, pura y simplemente anonadado. La impresión puede ser tan grande que la
confusión se apodera hasta de aquel que se caracteriza por su lucidez. Lo que
está ocurriendo es para conturbarse por un largo rato. Lo de nuestra juventud
es para preocuparse y a la vez
angustiarse.
3.-
El más confiado de los que habitamos en el territorio de la República
Dominicana, de seguro que está pasando por una etapa de absoluta incredulidad.
Hay que estar aquí, en el país de nuestros amores y sinsabores, para saber que
sí, que es cierto, verídico, real lo que estamos mirando estupefactos.
II.-
Quién lo hubiera creído
4.-
Desórdenes y acciones violentas ejecutadas por adolescentes en centros
educativos ponen de manifiesto el deterioro de la sociedad dominicana y lo
agrietada que está la célula familiar. Resulta desazonador, inquietante los
actos que a diario ponen en práctica nuestros niños. Las acciones dañinas que
están haciendo los futuros ciudadanos y ciudadanas son para mantenernos con las
manos sobre la cabeza.
5.-
Cualquier país del mundo civilizado se mantiene impaciente al saber que un niño
de 13 años se presentó a un centro educativo con un arma de fuego, como ocurrió
en la comunidad de Jacagua, cerca del centro de la ciudad de Santiago de los
caballeros. El hecho de ese adolescente salir de su hogar, armado, revela que
de parte de sus padres no hay control, ya que se comprobó que el arma es
propiedad de su progenitor.
6.-
Con justificada razón se mantiene en permanente nerviosismo la parte sana de
los dominicanos y las dominicanas, al saber que un estudiante de 5 años resultó
herido luego de ser lanzado de un segundo piso por otro alumno de 8 años, como
ocurrió la pasada semana en una escuela en San Francisco de Macorís, provincia
Duarte. De seguro que no tienen la dirección en la formación de sus vástagos,
el papá y la mamá del niño que decidió tirar a su compañerito desde un segundo
nivel del centro educativo.
7.- Bajo un estado de sobresalto vive un
amplio sector de la sociedad dominicana porque sabe que en cualquier momento se
llena de pavor al tener conocimiento de que estudiantes del nivel secundario,
llenaron las calles aledañas a su centro escolar, de miles de hojas
desprendidas de sus cuadernos, como sucedió la semana pasada en Santiago. A
esto se le puede sumar la destrucción de pupitres y escritorios, por parte de
estudiantes, hecho ocurrido hace unos días en una escuela de la ciudad capital.
III.-
Las fallas en el hogar
8.-
En el hogar, esa ubicación que sirve de albergue originario al ser humano,
comienza el alineamiento mental de lo que será su conducta; y los que han de
labrarle su forma de ser son los padres con su accionar en la vivienda familiar
y en el seno de la sociedad. La forma como actuarán en el mañana los que se
formaron en la casa, los retoños no harán nada diferente a lo que saben y han
aprendido en la intimidad del hogar. Nadie nace de buena o mala familia, en el
común vivir, en el habitual actuar de los directores se va cincelando,
esculpiendo la figura de la prole.
9.-
Por la influencia de los progenitores en el proceder de sus descendientes, su
obra les sirve de modelo a seguir, de pauta, de precedente positivo o negativo
en el medio donde desarrollarán sus actividades.
10.-
La responsabilidad de padre se asume voluntariamente, no se impone. Nadie está
obligado a ser mamá o papá, pero quien decide serlo se hace responsable de
cumplir con los deberes que tal condición impone ante los descendientes y la
sociedad en general, misión que debe ser asumida con altura e hidalguía.
11.-
El núcleo familiar donde los niños observan de los guías de la familia un
actuar escrupuloso, limpio y en todo caso recto, de seguro llegarán a ser
adultos educados en actuaciones dignas a ser aprobadas, aplaudidas por los
demás miembros de la sociedad que también han sido encauzados, orientados como
mandan las normas del buen vivir civilizado.
12.-
El padre o la madre mala calaña, que ha tenido una práctica social de baja
estofa, no puede esperar que su hija o su hijo va a exhibir un comportamiento de
otra índole, porque su naturaleza está marcada por la de su prototipo.
13.-
La realidad nos está diciendo que el agrietamiento hoy de la sociedad
dominicana no es más que la fiel expresión del deterioro existente en la
familia. Se impone una amplia reflexión respecto a la situación de la familia
como célula principal del organismo social.
14.-
La familia dominicana hoy hecha añicos, refleja una sociedad de descendientes
abandonados a su suerte, malcriados y peor acostumbrados; negativamente consentidos por aquellos que,
en lugar de cuidar a sus adolescentes, se han ocupado irresponsablemente solo
de sí mismos.
15.-
Cuando en el seno familiar uno de los hijos comete una falta que constituye una
afrenta, no hay motivo de lamentos; lo que procede es tomar las medidas
necesarias de reorientación, aplicar los correctivos para que el joven en falta
cambie de comportamiento y en lo adelante sea hombre o mujer de bien, aceptada
por todos, y la acción pecaminosa sea vista como una falta, algo que debe
quedar en el pasado y no como una mancha en la familia.
16.-
Pura y simplemente, la sociedad dominicana y la familia están en crisis,
lesionadas, afectadas en su base y estructura, y para superar esa situación se
impone un cambio profundo, una transformación que llegue a todas las áreas del ordenamiento social del
país, sin excepción.
IV.-
Padres sin autoridad
17.-
El hábito de una hija o de un hijo obrar mal se origina en el hogar, allí donde
los padres son los que señalan las reglas de cómo proceder en el medio social.
El desenfreno notorio, las inmoralidades que asombran y la degeneración
descarada, son los defectos, las anomalías toleradas por cabezas de familias
contaminados, viciosos empedernidos.
18.-
Aquellos que dirigen la familia, el papá y la mamá, no pueden pretender salir
victoriosos al formar sus descendientes si no predican con el ejemplo, sirviéndoles
de modelo para que sean hombres y mujeres de bien. El buen actuar motiva a los
demás a proceder correctamente, con sentido de integridad, no así el que hace
de vulgar.
19.-
No es posible levantar una familia, y que sus miembros tomen la línea de la laboriosidad
y la honestidad, si el padre no es más que un ejemplar perezoso y practicante
de la corrupción. Una sociedad que no exalta al diligente, al esforzado, tiende
a santificar a quienes gustan de la vida fácil, al dejado y desganado.
20.-
Está descalificado para llamarle la atención al hijo que anda por el camino
equivocado, el padre que ejecuta acciones pecaminosas que lo convierten en una
afrenta social; para enmendar hay que tener calidad; el descendiente no
rectifica si quien puede orientarlo correctamente no está moralmente en
condiciones de sermonear. El progenitor en falta ante la sociedad, no califica
para dirigir una familia, porque para regañar a las niñas y a los niños hay que
disertar sin máculas.
21.-
La familia necesita tener una dirección correcta en la persona de los padres,
pues de lo contrario está abandonada a lo que decidan hacer o no hacer los
hijos que, desorientados, actúan sin escrúpulos, desaprensivos, atrevidos,
verdaderas escorias sociales.
22.-
Lo arruinada que está la familia en nuestro medio debe llamar a seria
preocupación a todos aquellos que consideran que se impone componer, ser
activistas para arreglar lo mal que anda la célula fundamental del ordenamiento
bajo el cual estamos viviendo. Comprender que la familia está en crisis nos
dice que está en dificultad, que el peligro en su seno es real, lo que debe preocupar a los padres y a las madres
por el destino de sus vástagos.
23.-
El trance que manifiesta la familia en nuestro medio es de una profundidad tal
que algunos progenitores han llegado a creer que su misión es la de ser
suministradores de recursos económicos a sus descendientes, olvidando sus
deberes de orientadores, formadores de los hombres y las mujeres del futuro.
V.-
Lo que está ocurriendo
24.-
Es evidente que no se está aplicando correctamente el conjunto ordenado de
reglas y principios indispensables para que los alumnos asimilen lo que se les
transmite y adquieran los conocimientos relacionados con la materia. En el
estudiante no basta el talento, sino también precisa de quién le orienta
adecuadamente para que entienda lo que se quiere que asimile.
25.-
No son aislados los casos que están ocurriendo que ponen en entredicho la
efectividad de las normas y principios que aquí rigen el sistema de enseñanza.
La sospecha de la ineficacia de la educación se ha convertido en una
certidumbre, y la presunción de falla en la enseñanza ya es algo fuera de toda
duda.
26.-
Se hace necesario que nuestro país cuente con ciudadanas y ciudadanos que
logren descollar en las ciencias y la cultura; sobresalir por una fina
formación académica; despuntar por ser seres humanos distinguidos por su don de
dominar las diferentes disciplinas de la enseñanza, en fin, los nuestros están
en la obligación de probar tener cerebros cultivados por excelentes pedagogos.
Se impone formar personas físicas identificadas como paradigmas de los que
enseñan a aprender y señalan la pauta de lo que debe ser emulado para
superarlo.
27.-
El Estado está en el deber de propiciar un ambiente adecuado dirigido a sentar
las bases del desarrollo educativo del país, promover la cultura y las
ciencias, para que así las grandes
mayorías nacionales tengan a su disposición y alcance lo necesario para
una buena preparación educativa que les permita dominar el avance
científico.
28.-
Al propiciar una educación de calidad el
Estado hace posible el desarrollo a plenitud de las capacidades físicas,
intelectuales y espirituales, para así estimular sentimientos humanitarios; y
comportamientos, hábitos y éticas de buena conducta.
29.-
Además es obligación del Estado hacer efectiva la educación como derecho y
deber de todo dominicano y dominicana, con el objetivo de desarrollar su
talento y facultades intelectuales, sociales y morales.
VI.-
Mis reflexiones finales
a.-
La realidad está demostrando que en un ordenamiento social como el que predomina hoy en nuestro país, no
bastan los recursos económicos invertidos en el área de la educación para
formar hombres y mujeres con calidad humana; que rechacen la tendencia al
aislamiento, para no caer en el egoísmo y la falsa superioridad.
b.-
Las niñas y niños que a diario veo actuar en forma que desdice mucho de una
buena formación en el hogar y en la escuela, son víctimas del medio social en
el cual viven; son la expresión de una sociedad en descomposición y que cada
día se agrieta más. Lo que pinta la realidad dominicana es un cuadro feo, y lo
que ocurre con la enseñanza sirve para comprender que vamos `por mal camino,
por una ruta equivocada.
c.-
Los padres y los maestros cumplen con su deber como formadores de los futuros
ciudadanos y ciudadanas, si comprenden la complejidad y diversidad de los
fenómenos que se presentan en la vida a nivel educativo, y que el período de
sólida formación comprende un conjunto de procesos que han de abordar en
conjunto y no en forma particular, con el fin de inducir a las niñas y niños a
asimilar las buenas costumbres, los mensajes que se les dirijan para que sean
en el mañana hombres y mujeres de bien, formados para vivir en una sociedad de
personas libres, dignas y decentes.
d.- Las niñas y niños que me motivan a
escribir este trabajo no están perdidos; se pueden salvar si cambia la forma
como se están desarrollando, aunque para lograr una modificación en su conducta
se impone un cambio del modelo económico predominante.
e.-
La dinámica de la sociedad dominicana revela que, al parecer, la formación de la niñez no es una prioridad
estatal; que es lo mismo un alfabetizado pleno y un analfabeto funcional, y que
la mala conducta, el negativo comportamiento que exhiben las niñas y los niños
estudiantes es coyuntural, no sistémico.
f.-
Resulta penoso que en un medio social supuestamente civilizado como el nuestro,
se acepte con tranquilidad, como algo muy natural, que una niña o niño se forme
con el individualismo y el egoísmo; que sean indiferentes por la suerte de los
demás; que no tomen en cuenta la capacidad, la falta de escrúpulos y el robo de
los fondos públicos, y vean como simple
mercancía los valores, las virtudes que adornan al ser humano, y se impulsa a
ignorar las reglas éticas y la armoniosa vida con las demás personas.
g.-
En nuestro país debemos de estar convencidos que la educación depende de la
transformación social para hacer posible un acercamiento entre las condiciones
y necesidades de la vida social. La educación no constituye un elemento de
igualdad social, sino, por el contrario, un factor de jerarquía social.
Santiago
de los Caballeros,
10
de junio de 2019