Homosexuales: discriminación, timidez y lucha
Por: Ramón Antonio Negro Veras
Introducción
Los dominicanos y dominicanas que aspiramos a vivir como seres
humanos libres, no podemos aceptar tranquilamente que ante nuestras propias
narices se sigan manteniendo discriminados y marginados a muchos de nuestros
compatriotas por el simple hecho de que han escogido su preferencia sexual,
atendiendo a una decisión libérrima suya.
La realidad nos dice que en nuestro medio social cada día se dan
fenómenos nocivos que se van apoderando del quehacer diario nuestro, como si
formaran parte de la cultura nacional, tal es el caso de la discriminación por
cuestiones de sexo.
Con el presente escrito busco tocar las fibras sensibles de los
hombres y mujeres del país liberados de prejuicios, de sectarismo y de todas
aquellas taras que limitan la profundidad del pensamiento.
I.- Mi niñez y la discriminación
Cuantas veces tengo la oportunidad de compartir con mis nietas y
nietos, aprovecho algunos momentos para hacerles distintas clases de bromas,
pero cuando quiero tomen en cuenta en firme un consejo, los siento a mi lado y,
con calma, les explico con detalles qué quiero que retengan.
En mi trato con los niños, familiares o no, trato de ser
sumamente cuidadoso porque desde siempre me he formado la idea que la niñez es
una etapa en la formación del ser humano en la cual se fijan muchos conceptos
que luego, en la adultez, van a servirle de guía en sus actuaciones ante los
demás.
Por lo menos yo, desde que era un niño, vamos a decir de unos
ocho años de edad, escuchaba con desagrado cuando ante mi se hablaba con desprecio
con respecto a los nacionales haitianos, árabes y chinos.
Aunque por mi corta edad no entendía lo que significaba
discriminación, me desarrollé con el criterio de que no era nada bueno
referirse a un ser humano hiriéndole por el color de su piel, sus rasgos
físicos, lugar de nacimiento u origen.
Las desagradables palabras que oí en mi niñez contra haitianos,
árabes y chinos, las lleve siempre en mi cabeza hasta el punto de que el primer
libro que escribí, “Inmigración, Haitianos y Esclavitud”, fue para denunciar la
discriminación y cruel explotación, en los ingenios azucareros del país, contra
los inmigrantes haitianos. Mi segunda obra, “Inmigración Caribeña y un Capítulo
Haitiano”, está dirigida a criticar la discriminación y marginalidad de los
haitianos en mí país, y de los emigrantes en cualquier lugar del planeta
tierra.
Con respecto a los árabes y chinos, mantengo con muchos de
ellos, residentes en el país, excelentes relaciones hasta el punto que tengo un
nacional árabe y un chino que ya no son mis amigos, sino mis hermanos.
II.- Discriminación hacia los homosexuales. Mi tío homosexual
El objetivo de comenzar este escrito haciendo mención de la
discriminación, es para referirme a un segmento de la sociedad dominicana que
desde siempre ha sido hostilizado; en contra de ellos se han utilizado todas
las palabras feas para herirlos, fastidiarlos, y mantenerlos marginados. Me
refiero a los hombres y mujeres con preferencias sexuales hacia otros y otras
de su mismo sexo, los homosexuales.
En nuestro país la discriminación por asuntos de sexo ha llegado
a convertirse en algo así como una afrenta hasta a nivel familiar.
Para que se tenga una idea de cómo se discrimina en nuestro
medio a los que tienen preferencia por un sexo igual al suyo, basta con tomar
como referencia lo ocurrido recientemente, cuando hombres y mujeres
identificados por los medios de comunicación como homosexuales, invitaron a un
encuentro a todos los candidatos que participaron en la pasada campaña
electoral, y solamente uno hizo acto de presencia; los demás hicieron caso
omiso a la invitación que se le había cursado y dieron el silencio como respuesta.
En lo que a mí respecta, parece ser que la vida ha puesto en mi
camino la realidad directa de las cosas para que tenga la posibilidad de
formarme mi propio criterio de ellas sin tener que recurrir a especulaciones.
Desde antes de yo nacer, mi madre tuvo como compañía permanente
en su hogar a un hermano suyo menor de edad que ella; mis hermanos, al igual
que yo, nunca le dijimos tío, sino Padrino.
Ese hermano de mi mamá, fue su mano derecha, protector y quien
la ayudó a criar y a formar a sus hijos e hijas.
Padrino trabajó primero como zapatero, luego de estudiar
ciencias comerciales, desempeñó en el país altos cargos en la administración
pública, hasta que decidió marcharse hacia New York, donde laboró en Tiffany,
una de las más famosas tiendas newyokinas de lujo, durante más de treinta y
cinco años.
Mis hermanos y yo siempre vimos en Padrino al hombre que nos dio
calor humano, nos transmitió solidaridad, nos hacía sentir que dentro de
nuestra pobreza, teníamos en él a una persona que se ocupaba de mamá y de sus
hijos.
Para las fiestas navideñas, Padrino siempre llegaba a la casa,
el día de navidad, en horas de la noche, con una pequeña funda conteniendo dos
o tres manzanas, una libra de uvas, y algunos dulces. De niño Jesús, a cada uno
de los hijos de mamá nos entregaba un regalito, aunque fuera una vejiga.
Particularmente conmigo, Padrino fue recto, me exigía mucho en
los estudios, al igual que a mis otros hermanos; se mantenía atento a todo lo
que se refería a nosotros; para mamá él era nuestro padre; así le quisimos y
respetamos.
Cuando ya yo tenía unos quince años de edad, por medio de un
amigo, me informé que Padrino era homosexual. Mi reacción fue de asombro porque
mamá nunca me había tocado ese tema, ni Padrino, en la casa, nunca dio
demostración de su preferencia sexual.
Después de la noticia que me dio mi amigo con relación a
Padrino, en nada cambié ante éste. A Padrino le quise siempre, le guardé un
gran respeto, y hoy me siento orgulloso de haber tenido, al igual que mi madre
y mis hermanos, en Padrino a un ser humano bueno, solidario y generoso.
Es más, luego de saber que Padrino era homosexual le quise mucho
más, porque de mi se apoderó el sufrimiento que, de seguro, él había llevado
encima al saber que por su preferencia sexual era discriminado, rechazado por
la sociedad, precisamente por esa misma sociedad cruel, injusta, hipócrita, de
simuladores, tartufos y mojigatos.
En la medida que me hice más adulto, valoré más y más a Padrino
y su gran aporte material y espiritual a toda la familia, lo que me llevó a
interesarme por demostrarle lo mucho que él representaba para toda nuestra
familia.
Así, por ejemplo, mí finada compañera Carmen, al igual que mis
amigos íntimos y de infancia, sabía lo mucho que significaba Padrino para mamá,
para mí y mis hermanos. Una vez Carmen y
yo tuvimos la posibilidad económica de construir una buena vivienda, acordamos
que la habitación más confortable sería la de Padrino, para que cuando viniera
de vacaciones al país se sintiera, como era nuestro deseo, bien cómodo.
Pero algo más. Le
testimoniamos, Carmen y yo a Padrino, nuestro cariño y distinción poniéndole el
primer nombre suyo a uno de nuestros hijos.
Siempre escuché a Padrino decirle a mi mamá, que el ideal de su
vida era algún día vivir en los Estados Unidos. Logró su objetivo, vivió en New
York, por espacio de cuarenta años, donde falleció en el año 2008. Hoy
comprendo por qué la aspiración de Padrino de vivir en los Estados Unidos: se
sentía discriminado, marginado en su propio país, por su condición de
homosexual.
III.- Mi actitud ante los homosexuales
El hecho de haber nacido, desarrollado y formado al lado de un
homosexual, y ver en él a un ser humano excepcional, de quien aprendí normas y
asimilé valores y principios que me han acompañado toda mi vida, me ha
permitido vivir liberado de prejuicios de toda índole.
En mi vida he tenido la dicha de tener entrañables amigos y
amigas que ocupan un lugar especial en mi corazón, y tienen preferencia por
personas de su mismo sexo.
Para mi ellos son mis amigos y amigas, les quiero, respeto y
admiro al igual que aquellos que tienen preferencias por seres de sexos
diferentes.
A mí nadie me va a borrar de mi mente el respeto y cariño que
tenga por una persona, por el simple hecho de su preferencia sexual. Aquellos
que sacan de su garganta palabras hirientes contra homosexuales, son pobres de
mente, dignos de pena.
Aquel que crea que me va a sacar de casilla refiriéndose a un
amigo mío diciéndole, en tono despectivo, pájaro, maricón, bugarrón, marica,
invertido, gay o lesbiana, se equivoca. Guardo el mismo respeto a un homosexual
que a un heterosexual.
No establezco diferencia en los seres humanos por el color de la
piel, nacionalidad, preferencia sexual, ni criterio ideológico; solamente
valoro a las personas por su comportamiento, por su actitud ante la vida, por
los aportes positivos que haga para el bien de la humanidad o comunidad donde
vive.
(Este trabajo continuará y concluirá mañana).
Santiago de los Caballeros,
14 de marzo de 2016.