miércoles, 23 de octubre de 2019

Correcta decisión de la Alcaldía de Santiago


Por: Ramón Antonio Veras.

1.- El día martes, 21 del mes de mayo del año en curso 2019,  con motivo de los inicios de la construcción de un hotel, en unos terrenos con el frente para la calle Del  Sol de la ciudad de Santiago de los Caballeros, se produjo un derrumbe  quedando imposibilitado el tránsito de vehículos de motor, de oeste a este, por la citada vía en la extensión que va desde  el tramo que se inicia en la Daniel Espinal hasta la penetración del elevado que queda a la  salida y entrada de nuestra ciudad.

 2.- El 29 de agosto de 2019, le enviamos al licenciado Abel Martínez Durán, en su condición de Alcalde del Ayuntamiento de Santiago, una comunicación en la que le expusimos los inconvenientes que está generando el cierre de un tramo de la calle Del Sol, luego del derrumbe y tragedia en los terrenos de un proyecto para la edificación  de un hotel.

3.- El día miércoles 23 de octubre de 2019, diferentes medios de comunicación del país publicaron la información de que: “El Ayuntamiento de Santiago, emplazó de manera urgente a una empresa constructora, para que proceda a la reapertura de un importante tramo de la calle Del Sol, que viene trastornando el tránsito vehicular y afectando seriamente las operaciones de varios negocios del área, situación causada por un derrumbe para la construcción de un edificio comercial”.

4.- Ante la atinada decisión de la Alcaldía de Santiago, se impone  que las organizaciones cívicas, gremiales y empresariales de Santiago manifiesten su apoyo  a lo decidido por la Alcaldía, en vista de que la medida tomada respecto al problema que representa la imposibilidad de tránsito vehicular  por un tramo importante de nuestra histórica calle Del Sol,  procura darle solución a una dificultad que afecta a la comunidad.

5.- En el hipotético caso de que los encargados de ejecución  y los dueños de la obra en proyecto, lugar donde ya  murieron varios trabajadores con motivo del derrumbe, no acaten la decisión de la autoridad municipal, corresponde al Ministerio de Obras Públicas, al  Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT), a la Gobernación de la Provincia de Santiago,  a la Procuraduría Fiscal de Santiago, con el auxilio de la Policía Nacional, hacer que se cumpla con lo decidido por la Alcaldía de Santiago.

6.- Los hombres y mujeres que quieren  y merecen vivir dignamente en la ciudad de Santiago de los Caballeros, están en el ineludible deber de hacer causa común   con todo aquello que sea para el bien y la tranquilidad material y espiritual de nuestra comunidad.

7.-  Ocuparse de lo que conviene a su pueblo  habla muy bien de sus autoridades, así como también da mala  impresión la de aquellos que abandonan a su suerte los destinos de los habitantes. Prueban ser indolentes quienes desprotegen y de cualquier forma desatienden procediendo inadvertidos y haciendo sentirse atropellados y arrinconados a los que están en el deber de salvaguardar.

8.- Las mujeres y hombres que están al frente del gobierno central de un país cualquiera dan muestra de preocupación por el eficiente funcionamiento de los órganos del Estado, para que cada uno de ellos preste los servicios públicos acorde con sus funciones y en provecho del pueblo. De igual manera, las alcaldías dan testimonio de respetar a las comunidades que las escojan, cuando las personas que se encargan de la administración municipal se comportan como verdaderos centinelas con el mantenimiento de la limpieza, el orden en la vía pública, en el tránsito de vehículos de motor y en todo lo que sea de bien para todas y todos los munícipes. Un gobierno local debe ser el vigilante de lo que es de interés de la colectividad.

9.- No olvidemos lo expuesto por  la escritora urbanista Jane Jacobs, en su obra: La vida y la muerte de grandes ciudades americanas: “La falta de confianza es claramente incompatible con el buen funcionamiento de una sociedad; lo mismo respecto a un asunto tan práctico como la vida urbana, y la limpieza y el civismo en la calle. Si no confiamos unos en otros, nuestras ciudades tendrán un aspecto horrible y serán lugares desagradables para vivir. Además, la confianza no se puede institucionalizar. Una vez que se desgasta es prácticamente imposible restablecerla. Y ha de ser alimentada por la comunidad, la colectividad, pues ninguna persona puede imponer a los demás, ni siquiera con las mejores intenciones, una confianza recíproca”.

10.- Para que Santiago de los Caballeros se convierta en un medio social habitable, higiénico y organizado, y  tenga el respeto y la consideración de las autoridades edilicias, lo primero es que debe contar  con un movimiento de contenido cívico, teniendo al frente a hombres y mujeres de vergüenza, y que quieran a su ciudad.


Santiago de los Caballeros,
23 de octubre de 2019.


El ingrato, uno que daña a la sociedad


Por: Ramón Antonio Veras.

Introducción

Lo mejor del pueblo dominicano esta hastiado de soportar fenómenos nocivos que constituyen verdaderos martirios. Son suficientes las razones para que los hombres y mujeres decentes tengan que estar  compartiendo con personas cuya presencia motiva repugnancia y afecciones que con dificultad se superan. Los  portadores de vicios sociales hacen acto de  su despreciable presencia en forma de emboscada, no dan tiempo a nada porque ejecutan con apresurada celada.

Pero lo  más molesto de todo es que los malvados se mantienen cebados de cinismo cubriendo la realidad con la apariencia. Su naturaleza descarada la cubren con sarcasmo muy propio de los inverecundos. Como prueba de un tarado de la sociedad que daña con su presencia, voy a desarrollar la persona  del ingrato.

I.- Características de un ingrato

1.- Por las diversas formas de proceder los dominicanos y las dominicanas, observamos que en los últimos tiempos, acorde con el  deterioro social, se hace más notoria la presencia de un  espécimen, un modelo de persona que con su  manera de portarse lesiona las buenas relaciones y angustia a sus víctimas: el ingrato.

2.- No toda persona reúne condiciones para ser ingrata, porque la ingratitud es la suma de taras que  solo pueden acumularse en cerebros letrinos preparados para ser receptores de ideas, concepciones, estigmas y maculas  repugnantes.

3.- El ingrato es para su favorecedor, un mimado; el elegido de todas las ocasiones, el distinguido predilecto, el privilegiado de su benefactor. En su momento el hoy lesionado por la traición, agració a su favorito. Como calculador maligno, acciona siempre con alevosía, es sumamente cauto en la ejecución de su proceder venenoso, a los fines de que  su maldad sea  fruto de una maquinación meditada.

4.- Más que inteligente, el ingrato es taimado; desarrolla su bellaquería con mucha astucia, lo que impide adivinar sus infames  actuaciones. La ingratitud para alcanzar los fines perseguidos por el traidor tiene que  emperrarse con absoluta obstinación en la voluntad de un traicionero ladino.

5.- El ingrato, por su cercana familiaridad con el traicionado, no afecta a cualquier víctima; escoge entre varias personas a la que más le ha servido, la que  lo ha protegido y  auxiliado en momentos difíciles a él y a los suyos. En sí, golpea a quien lo convirtió de zarrapastroso en limpio, elegante.

6.- La acción ingrata para que cumpla sus efectos y satisfaga las pretensiones del ingrato debe  ser ejecutada  luego de que el  protector del ingrato ha hecho en provecho de este,  durante un largo tiempo, innumerables acciones,   convirtiéndole en un protegido, un favorecido, algo así como un adoptado.

7.-  El ingrato no valora; le da lo mismo recibir un trato gentil que rudo, ser idolatrado que despreciado, favorecido que desamparado. El autor a la hora de llevar a cabo la ingratitud no cree en amores ni sinsabores, consuelo  ni desconsuelo, alegría ni pena.

8.- Por la sinuosidad que caracteriza al ingrato, éste  confunde al más inteligente; es sumamente escabroso; disimula para penetrar y ser favorecido; se comporta ondulado y se hace el gracioso, no es demostrativo ante quien lo favorece; es un compendio, la síntesis del hipócrita y el solapado.

9.- El ingrato para  hacerle honor a su desfachatez,  cultiva el olvido, desprecia recordar; procura no tener presente en su mente nada que recuerde positivamente a su víctima; es un desmemoriado  por conveniencia; busca no acordarse de ningún favor; las añoranzas le molestan  cuando se encuentra con su protector; el ingrato se siente dominado por una amnesia selectiva.

10.- En el curso de una conversación cualquiera, el ingrato se molesta si su interlocutor hace uso de las palabras lealtad, hidalguía, fidelidad y rectitud; él se da por aludido, supone que se le quiere identificar como desleal, traidor y falso.

11.- El ingrato no valora gestos de atención  a su persona  ni a los suyos; se hace el loco para no tomar en cuenta deferencia, cortesía o atención; la hidalguía la considera una necedad social y la  caballerosidad una porquería,  la franqueza y la hipocresía las tiene en el mismo espacio.

12.- El ingrato carece de miramiento; está dominado por la desatención y la imprudencia; no cree en la delicadeza hacia quien le demostró solidaridad; tiene el descomedimiento como línea general de proceder ante  su protector.

13.- Al ingrato le da lo mismo comenzar o sumarse a acciones  deleznables contra aquel de quien fue favorecido o protegido; no se compadece con nadie; a quien le dio  la caridad, le paga con la crueldad; al que le  aportó compasión, le devuelve  impiedad.

II.- La sociedad dominicana, adecuada para el ingrato. Su actitud en la politiquería

14.- La ingratitud se desarrolla más rápida y ampliamente en la medida que el orden social se va haciendo cada vez más degradante en el orden ético y moral. En un ambiente podrido, sin valores de dignidad y decoro, el ingrato se siente sumamente bien, cómodo.

15.- No hay que hacer mucho esfuerzo para comprender que la forma como está funcionando la sociedad dominicana de hoy,  es lo ideal  para quien abraza la ingratitud. Las relaciones que ayer se tenían  como sagradas, han sido contaminadas porque el ingrato no respeta hermandad, afinidad, ni la compenetración; para él la desunión, antipatía y la felonía es lo mismo que unión fraterna, simpatía y compañerismo.

16.- Al ingrato le da lo mismo iniciar una campaña difamatoria contra quien lo elevó hasta el último peldaño social y estatal,  que subirse en la ola que mueven los adversarios declarados de su pasado protector.

17.-  Estamos viviendo una etapa de dobleces en la cual el ingrato sobresale; en vista de la podredumbre que se observa en todo el tejido social de nuestro país, la acción del ingrato es aceptada tranquilamente; su actitud desleal se ve formando parte de la cultura,  como algo propio que nos individualiza como país.

18.- La situación de deterioro social aquí  llega a un grado tal que se santifica la conducta del ingrato, confundiéndola con neutralidad, ecuanimidad, imparcialidad y libertad de pensamiento.  Por el hecho de que el accionar político dominicano descansa, fundamentalmente, en relaciones personales, no ideológicas ni de principios, la ingratitud se destaca sacando sus garras, poniendo en evidencia la doblez, el disimulo y la falsedad de muchos politiqueros.

19.- Con frecuencia, hilachentos llevados a ocupar altos cargos burocráticos por la influencia política que ejercen en el mandamás de turno, y  a quienes  juran lealtad, luego los vemos muy pulidos; transformados  de desharrapados a perfumados, y vistiendo a la última moda.

20.- El ingrato, una vez el jefote que  le favoreció sale del poder, comienza a  censurar su administración, la misma de la cual formó parte y diseñó; se convierte en un crítico  impenitente, zarandeando la figura política que lo había favorecido,  sacándolo de  menesteroso a opulento, de incoloro a brillante, de bajo  a descollante y de desconocido a célebre.

21.- No se pretende que la ayuda, el servicio prestado y el auxilio al ingrato, tengan como contra partida la sumisión, la entrega, la deprecación ni la incondicionalidad, lo único que se espera de él es que sea consecuente; que no sea lisonjero, ni perverso;  adulador ni canalla; cobero ni ofensivo hacia su servidor.
22.-  La persona ingrata no surge del espacio sideral, sino que es un producto terrenal que ha asimilado uno de los tantos vicios que sociedades enfermas  como  la nuestra generan; la expresión práctica del ingrato, la ingratitud, lo define claramente por sus afines.

Reflexiones finales

a- Por ser un desalmado, el ingrato carece de sensibilidad, no tiene conciencia; a su guardián  lo ve como su  protector bondadoso y humanitario, pero una vez cae en desgracia  se convierte en pérfido, lo pisotea, deja de ser el compasivo que decía ser.

b.- Para el ingrato, el hecho de haber recibido el sentir humanitario de quien ahora es su víctima, lo tiene en el olvido. La ingratitud es el presente, la buena obra hacia el ingrato es cosa del pasado, no cuenta. El desleal escribe las buenas obras hacia él y los suyos sobre un pedazo de hielo.

c.- La ingratitud no es estática, se mueve por todas partes; se aloja en la cabeza del ingrato aguijoneando contra aquel a quien debía lealtad; provoca e incita a lo maléfico; es perniciosa y disfruta ejecutando sin límites la malevolencia.

d.-  El objetivo del ingrato es dañar en forma dirigida a quien lo había favorecido; si no puede eliminarlo físicamente, procura desacreditarlo, desprestigiarlo, hacer de su pasado protector una persona malmirada, desacreditada, reducirla a la absoluta animadversión pública.

e.- Como venenoso al fin, el ingrato atropella sin cesar, ultraja hasta lograr el menoscabo de aquel a quien debía gratitud; trata, por todos los medios, de no estar solo en su  accionar, por lo que lucha por lograr malquistar, encizañar hasta que indispone a aquel que le extendió  la mano solidaria en momentos de dificultad.

f.- El ingrato  se mueve sigilosamente;  le vemos en  círculos  de amigos, familiares  y políticos; penetra con el fin de perjudicar, lastimar a quien lo había protegido;  su labor funesta contamina  los ambientes, sin importar lo sano que sean; es un apostata que paga la gratitud generando daños morales y materiales.

g- Por ser una cuestión de sentimientos y por su propia formación,  con el ingrato no hay nada que hacer para salvarlo, porque es incorregible; se mantiene empecinado en la traición  y de ahí nadie  lo mueve; es un  testarudo insoportable, con su mente puesta en la falsía; es un obcecado persiguiendo a quien lo favoreció; es   un malagradecido contumaz.  Por tanto, es perder el tiempo tratar de que razone en el sentido de que deje de ser nocivo, pernicioso, perjudicial, desleal, traidor, nefasto, infame y perturbador.
h.- El ingrato,  mientras es  favorecido, es sumamente empalagoso y liviano con su protector; le falta tiempo para elogiar, magnificar y alabar a quien  luego maldice, censura, vitupera y  rebaja; de indigestar con sus exaltaciones, pasa luego a  ser un  crítico mordaz, virulento y acérrimo contra su patrocinador. Con  la misma fuerza que el farsante defiende, ataca; como alaba, vilipendia; pondera, para luego insultar.

i.- De seguro que cada quien recuerda un  ingrato que se caracterizó por dicharachero  y célebre, hasta llegar a la bufonería; pero también lo tiene presente  como triste, aburrido y apagado. Mientras está siendo protegido, el desleal es híbrido, mixto, una mezcla de persona que se comporta, cuando quiere ser beneficiado, como le agrada o convenga a quien lo apoya y beneficia. Tiene condiciones para llamar a hilaridad y diversión, como también  amargura y fastidio.

j.- El ingrato hay que mantenerlo lo más alejado posible; encierra en su persona las cualidades más despreciables del ser humano, entre las que se destacan la deslealtad y el egoísmo; también hay que identificarlo como malagradecido, infiel y taimado.

 k.- Por experiencia propia puedo decir que ninguna persona de nobles sentimientos  debe romperse la cabeza analizando cómo identificar a un  ingrato, porque este es un individuo que por su comportamiento sinuoso resulta difícil de individualizar; tiene un carácter no original, un estilo de vida oportunista; temperamento voluble y temple indefinido. Pura y simplemente, el ingrato es un engendro que tiene una personalidad sibilina.

Santiago de los Caballeros,
22 de octubre de 2019                                                

Exhortación a Santiago que luce dormido ante un atropello



Por: Ramón Antonio Veras.

1.- Los pueblos, en el curso de su historia de lucha política y social, en reclamo de sus derechos y libertades, adoptan diferentes posiciones y aplican los métodos más diversos. En ocasiones observamos que las masas populares se muestran muy activas, decididas para hacer realidad sus reivindicaciones. Pero, a veces, también es posible advertir en ellas indecisiones para materializar sus exigencias.

2.- Santiago de los Caballeros, es un ejemplo claro de las variadas actitudes de las comunidades en su afán para alcanzar sus pretensiones en el orden político o social. Los santiagueros y las santiagueras históricamente han enseñado sus fibras cívicas y democráticas en su esfuerzo por ver hecho realidad sus deseos a una vida mejor en lo material y espiritual.

3.- Partiendo del tradicional fervor para hacer efectivos sus fines perseguidos, sorprende ahora la tibieza que exhiben mis coterráneos, los habitantes de la ciudad de Santiago, ante un problema que les afecta y está a la vista de todas y de todos. La frialdad se está imponiendo hoy ante el celo ardiente de nuestros comunitarios de ayer.

4.- No se explica cómo los hombres y mujeres de Santiago, han aceptado sin protestar que durante varios meses permanezca cerrado un tramo importante de su calle céntrica principal, la calle Del Sol. La indiferencia ante semejante situación desdice mucho de la sociabilidad, el respeto que debe exigir todo ciudadano o ciudadana ante el desprecio al derecho a su libre circulación.

5.- Si una libertad tan elemental como es la del libre movimiento vehicular no es demandada, ¿qué se puede esperar al reclamar otros derechos de mayor contenido y que exigen más profundidad de comprensión social y política? La pasividad envía a veces un mensaje de cansancio, pero también de una despreocupación que llega hasta la indiferencia.

6.- Cada santiaguero o santiaguera, que al conducir su vehículo de motor de oeste a este por la calle Del Sol, y se vea impedido de entrar libremente al elevado, o moverse por la parte lateral del mismo, debe hacerse la pregunta ¿por qué tengo yo que tolerar este abuso de quien sin ningún derecho me ha cercenado mi libertad de tránsito?

7.- Ante la perturbación causada por una conveniencia particular, el amor propio debe tomar su imperio para que los habitantes de la ciudad de Santiago de los Caballeros, demostrando su hidalguía, demanden enérgicamente de las autoridades correspondientes que termine el atropello que impide el tránsito de oeste a este de vehículos de motor por un espacio de la prolongación de la calle Del Sol.

8.- Lo mejor del pueblo de Santiago de los Caballeros tiene justos motivos para encabritarse; sentirse molesto; mantenerse enfurecido y altamente indignado por el abuso que constituye hacer imposible la libre circulación vehicular por un tramo importante de la calle Del Sol.

9.- Este escrito vale exhortación a indignarse a los hombres y a las mujeres de Santiago que tienen conciencia cívica, pero que ahora están demostrando despreocupación ante un abuso incalificable.


Santiago de los Caballeros,
21  de octubre de 2019.

Sacar el odio de nuestro medio social


Por: Ramón Antonio Veras.

I.- Tenemos derecho a aislar al que odia

1.- Por el hecho de haber vivido en mi país, en forma ininterrumpida, por más de ochenta (80) años, y preocuparme por conocer la forma de mis paisanos comportarse, he podido llegar a comprender los cambios que se han ido operando en la mente de los nuestros con relación a sus sentimientos y  el estado de ánimo para manifestar inclinación de estima u odio hacia los demás.

2.-  Por mi edad, formo parte de una generación de mujeres y hombres con formación hogareña y escolar para sacar de lo más profundo de sus corazones el sentir de cariño  y demostrar ternura; manifestar afectos y dar trato efusivo a todos aquellos con quienes compartimos vínculos basados en la cordialidad, cualidad que nos destaca como personas con condiciones de pura franqueza, sencillez y sociabilidad.

3.-  El proceder de los nacidos aquí en otras épocas de nuestra historia como sociedad civilizada, nos lleva a tomar en cuenta que estamos viviendo en el mismo territorio, pero bajo un ordenamiento económico y social distinto, que genera ideas y conductas opuestas a las que ayer sirvieron de guía al dominicano y a la dominicana.

4.- Aquel ciudadano que en su modo de comportarse enseñaba estampa de haber adquirido sólidos  conocimientos para accionar con actitud de condescender,  ya luce en extinción; al parecer su ciclo de existencia en nuestro medio concluyó. El que existe ahora está hecho para ser indolente; no se afecta o conmueve por nadie.

5.- Es posible llegar  a pensar que la participación en el dolor ajeno se ha cambiado por el júbilo ante la desgracia del otro; la compasión no está ocupando un espacio en la conciencia del comunitario de ahora que se muestra apático, porque no da demostración de afligirse frente al tormento que motiva queja a su amigo.

6.- Herir u ofender está de moda en las nuevas generaciones porque, al parecer, viven llenas de cóleras; la irritación y el desabrimiento se les observa sin mucho esfuerzo. La alegría para estar contento y así animar a otros no la vemos con normalidad porque la aspereza está predominando. La brusquedad en el trato se destaca con facilidad.

7.- Porque la sociedad dominicana está llena de personas que han hecho de la antipatía una norma injustificada hacia los demás, hay que hacer ingentes esfuerzos para construir un sistema que sirva como desinfección social;   instaurar un orden nuevo en el cual, después  de una efectiva profilaxis, surja el ser humano nuevo, en el que no esté de por medio la antipatía, la aversión y otras tantas inquinas gratuitas.

8.- A los fines de volver a compartir sanamente con aquel coterráneo lleno de dulzura, lo mejor del pueblo dominicano debe luchar por formar a un compatriota que nos haga acabar con todo lo que signifique disgusto, es decir,  que respira amargura y transmite aflicción contaminando el ambiente con resentimientos y quejas.

9.- Los hombres y las mujeres de bien que en este país viven enamorados de la vida y aspiran a construir un futuro luminoso, están en el deber de accionar; luchar para hacerse acompañar del ser humano bueno, y para lograr tal objetivo tienen que trillar el camino que les ha de conducir a un destino sin truhanes, traviesos y cuantos educados para odiosear, mortificar, irritar y jeringar hay hoy entre nosotros.

10.- Si de  verdad  queremos ganarnos el derecho a no convivir con sectores, grupos y capas sociales que con su sola presencia anuncian todo lo contrario de lo bueno que merecemos y esperamos, entonces lo que debemos hacer es obrar para levantar una sociedad donde abunden seres humanos formados para ser amables, sociables y nos traigan cordialidad.

11.- Todos aquellas acciones que tengan por finalidad causar molestias o hastío al ser humano, deben ser eliminadas por completo en la forma de proceder. No es de buen gusto ni motiva satisfacción agobiar con gestos o palabras,  cuando existen distintas maneras para deleitar a los demás. El que motiva odio es el inaguantable que disfruta enojando  al que merece estar contento.

12.- El sujeto desagradable, burlón y ridículo goza perturbando a quienes procuran agradar con sus actuaciones. Hay que tratar de aislar a los que con sus actos odiosos se hacen repugnantes, aborrecibles y nauseabundos. La vida debe ser para compartir mujeres y hombres de corazones libres de resabios y de otros vicios que definen a los que guardan rencores.

13.- Es posible y necesario poder contar con seres humanos bonachones que en su trato con sus semejantes den demostración de estar instruidos para enseñar la condición de apacibilidad. Una sociedad no pinta nada  sana y buena si sus integrantes dan demostración de ser coléricos, iracundos e irracionales.

14.- El pueblo dominicano merece contar con mujeres y hombres que se caractericen por agradar con su proceder en las relaciones humanas. Esa persona que con sus actuaciones es causa de disgustos, enojos y molestias, es la  que en nuestro medio está preparada para con su maliciosa apariencia de inofensiva transmitir e impulsar odio.

15.- Para comprender  lo nocivo de un vicio social y tratar de que sea eliminado, resulta importante señalar los daños que produce  en los distintos grupos que componen la sociedad donde está alojado. De ahí que en los puntos siguientes procedemos a explicar los efectos que causa el odio.

II.- El odio presente aquí

16.- Lo horrible en nuestro país no es la violencia que impera, la criminalidad que acecha, ni las diversas modalidades delincuenciales de factura nueva que han hecho acto de presencia en el cuerpo social dominicano. Lo peor es el odio en la conciencia de amplios grupos sociales.

17.- En el cerebro de muchos dominicanos y dominicanas está presente el odio como divisa; predomina como distintivo, algo así como un símbolo. Está pegado, es un logotipo mental; sello que caracteriza conductas viciadas, corrompidas.

18.- Practicar el aborrecimiento no es de un ser humano formado para la convivencia armoniosa y civilizada. Detestar, abominar, tener rencor se ha convertido en algo que divierte a muchos que aquí no tienen motivo alguno para vivir con rabia, enconos y repugnancia hacia los demás.

19.- Con notoriedad y aflicción observamos a diversos sectores que no están tranquilos, en paz, si no es expresando aversión contra alguien; destilando inquina con relación a individuos que ni conocen. Maldecir al desconocido, es algo cultural en el ambiente dominicano.

20.- Lo que sale de la boca de algunos fastidiosos es candela, puro fuego. La animadversión gratuita es un deleite para aquellos que prefieren no respirar, si no es para sacar de su garganta una expresión hiriente, denigrante contra un ser humano bondadoso.

21.- Estamos viviendo en una especie de jungla, en la que abundan caníbales dispuestos a menospreciar, quitar valor y devorar a cualquier ser humano con espíritu venenoso.  El odio es aplicado en la sociedad humana por el embustero, artista de la humillación y practicante del ningunear.

22.- El código de aquel  que odia está debidamente estructurado para que cada palabra surta efecto demoledor,  por lo que mancillar, manchar, oprobiar y sambenitar tiene víctimas específicas para colocarles etiquetas deshonrosas y en especial poner malas famas, oscurecerlas o enlodarlas. 

23.- El sentimiento de aversión lo tiene reservado el que acaricia la malquerencia y es aliado de la tirria, con el fin de desmigar a quien sea merecedor de respeto en la sociedad. Mientras más detesta y rencores acumula, mejor se siente el triturador de honras y méritos bien ganados.

24.- Aquel que se dedica a odiosear hace buena alianza, con el que fastidia, aborrece, enoja y hace de la mortificación el arte de jeringar.  Solamente los dañados de mente pueden comportarse como entes dañosos que contaminan y empañan hasta a los metales preciosos.

25.- El que disfruta con la antipatía siempre está moviéndose en el círculo social donde le celebran sus acciones perversas, dirigidas a hacer sentir desconsolado, deprimido, extenuado, afligido,  y en todo caso hundirlo, quitándole el ánimo  y destrozarle el entusiasmo hasta convertirlo en un desilusionado, desesperanzado y frustrado.

26.- El medio dominicano está resultando propicio a los fines perseguidos por los que están educados para utilizar el descrédito contra  las personas de valía, la mala reputación, y todo calificativo que encierre ignominia, deslustre, en sí, aplicarle al honorable todo lo que significa leyenda negra.

27.- La persona física con méritos que sobresale es un objetivo a ser destruida mediante la descalificación y la infamación, empañándole la fama, su buen nombre y respeto. Es misión del que odia, pulverizar a los seres humanos que se elevan, aniquilar al distinguido, hacer añicos, estragos, echar abajo a todo aquel que es un triunfador.

28.- La inquina está fija en la conciencia de muchos de nuestros paisanos que se molestan con los triunfadores. La tirria, se ha apoderado del corazón de los reducidos a la nada como persona, por lo que se mantienen angustiados una vez conocen los éxitos de otros.

29.- Sorprende la forma como tantas personas están contagiadas por la malevolencia. Se ha hecho una práctica en determinados sectores de la sociedad dominicana, manifestar gratuitamente la malignidad, como si semejante tara hablara bien de los seres humanos. Pretenden desconocer que el malintencionado es visto como una rémora, un peligro social.

30.- La presencia en nuestro medio social del maldiciente cada día se está haciendo más notoria.  En la medida que se agrieta la sociedad, crecen los individuos malditos que disfrutan con los anatemas, lanzando reprobación a diestra y siniestra; andan endiablados por esas calles de Dios, en procura de injuriar a cualquiera que no sea de su agrado.

31.- El malvado que con su lengua odiosa daña a los demás, es de formación impertinente, proceder irrespetuoso y de trato malicioso. El descarado es hermano gemelo en inconductas de aquel que malacostumbrado, malvezado y grosero, se convierte en avinagrado que cultiva la astucia para, en unión de la picardía, ser insidioso, muy mal pensado.

32.- La situación que se presenta en nuestro país con las personas que lo que sacan de su boca para referirse a los otros es pura llama, su mala intención es quemar con sus descargas de odio y andanada de resabios, porque mientras en sus cerebros quede algo de combustión continuarán quemando a sus víctimas inocentes.

III.- Eliminar el odio

33.- Nuestro país no puede seguir siendo el ámbito propicio para odiar, aborrecer a los demás. Hay que cambiar el sentido de aversión y repugnancia, por el de amor, afecto, cariño, comprensión y tolerancia. La parte fea de la conducta humana no debe predominar sobre lo hermoso que puede dar la especie humana.

34.- Debemos sacar de nuestro cerebro todo lo que resulte ofensivo y fastidioso. Las diferencias de opiniones  políticas, la competencia empresarial o profesional, no puede llevarnos a permanecer armados para destruir al adversario, con rabia agrediéndolo con calificativos arteros, solapados, taimados,  para  herir, reducir y difamar.

35.- Conviene motivar a los dominicanos y a las dominicanas para que hagan suya la idea de la tolerancia; suscitar la consideración y el respeto mutuo; incentivar la condescendencia; impulsar la flexibilidad ante la ilusión de resolver los conflictos por medio de acciones de sangre. Debemos eliminar la motivación que nos guía a querer destruir a los demás por medio del chisme, la difamación y las palabras hirientes.

36.- Debemos estar preparados para comportarnos con cariño, ser amables y mimosos. Lo áspero, desagradable y brusco nos hace ver ante los demás como personas indeseables, agrias, de mal vivir y peor trato. Sin necesidad de ser melosos, podemos exhibir delicadeza, decente compostura y demostrar que estamos formados como pueblo solidario para humanizar a los nuestros con el ejemplo, transmitiendo afectos y calor humano.

37.- Con las buenas actuaciones debemos probar que estamos en condiciones de eliminar el odio y con él el miedo, la sicosis de pánico y el estado de horror. Es posible desechar el espanto y dejar fuera de nuestro medio el susto. Suprimir de nuestras actuaciones todo lo que signifique agravio y pueda ponernos los pelos de punta.

38.- Si los dominicanos y las dominicanas ponemos de nuestra parte de seguro que logramos cambiar la agresividad, la violencia y la provocación por el sano trato y el lenguaje bonito, y dejaríamos así  de ser provocadores, buscabroncas, bravucones y estimuladores de camorras, excitadores de pleitos y sugerentes de discordias. Es bueno alcanzar la concordia para evitar contrariedad, enemistad y desacuerdos dolorosos y trágicos.

39.- Algo hay que hacer para que no siga en el país estableciéndose como norma de vida la disensión innecesaria, la desconcordia provocada y el disentimiento sin sentido. La conducta de andar dándole a la lengua y procediendo a sacar de sus cabales al decente, lo único que conduce es al debate estéril, al altercado y  pugilato infecundo.

40.- Moverse odiando a los demás lo que hace es identificar al autor como individuo de baja calaña, inclinado a la crueldad, atrocidad e imprudencia; y preparado para ser ubicado como bruto, cafre y ausente de civismo. La barbarie nos señala como pueblo subdesarrollado, adecuado a comportarse haciendo barrabasadas, tratadas y cuantos desaguisados sean posibles.

41.- Podemos accionar en política sin necesidad de agraviar a los contrarios haciéndoles sentir mal en su persona y a los suyos. Al perjudicar lesionando sin justificación alguna nos hacemos daño a la vez que debilitamos la justeza de la causa que defendemos.

42.- Las verdaderas transformaciones democráticas se logran con el apoyo de las masas populares, jamás con métodos que van en menoscabo de los objetivos perseguidos, sin importar lo loable que resulten ser. El insulto, la calumnia, el ultraje y zaherir no contribuye al desarrollo de la lucha social.

43.- Los hombres y mujeres de bien se reducen una vez dirigen su lucha política al campo personal, llevando al pueblo la falsa idea de que sembrando odio contra un individuo en particular se eliminarán las injusticias y las lacras que genera el sistema social bajo el cual estamos viviendo. No alcanzamos la felicidad por vías ilegitimas, injustas y utilizando los mismos tormentos que censuramos a nuestros antagonistas.

44.- Por muy áspera, ácida y tormentosa  que se presente la lucha social y política, la persona sensible y defensora de las causas justas, no debe caer en la politiquería que es propia de los que llevan a la práctica la política para lucrarse, y carecen de sólidos  argumentos  para sostener sus posiciones.

45.- La persona que interviene en actividades políticas y sociales se eleva y gana simpatía para la causa que defiende cuando recurre a razonamientos, tesis y juicios que resultan demostrativos. La claridad de pensamiento, encerrada en la elegancia de las ideas que defendemos, se evidencia sin necesidad de utilizar la mentira, el odio ni términos insignificantes.

46.- Por último, a la niñez dominicana debemos inculcarle que el ser humano no debe odiar, porque el que odia es malo como persona; un mal bicho en quien nunca podemos confiar.


Santiago de los Caballeros,
14 de octubre de 2019.


Educar contra el fenómeno de la corrupción


Por: Ramón Antonio Veras.

1.- Los  progenitores de nuestro  país están hoy más comprometidos que nunca a sentar las bases sobres las cuales han de levantar moralmente a los hombres y a las mujeres del futuro. La obligación contraída por los ascendientes frente a sus vástagos, para que  mañana sean ejemplos de buen proceder, es una responsabilidad que no pueden eludir, sin importar las dificultades que estén llamadas a enfrentar.

2.- No escapa al conocimiento de las personas  sensatas que el ambiente en el cual nos movemos hoy, desde el punto de la honradez, no  es el mejor. Ser honrado se ha convertido en algo difícil en el comportamiento de muchos de los dominicanos y de las dominicanas. Las rectas actuaciones deben ser enseñadas por los padres que aspiran a formar bien a los que serán en el porvenir personas marcadas por el signo de la probidad.

3.- Si se orienta a los hijos para que se desarrollen como seres humanos dignos de ser honrados, de seguro que vamos a tener munícipes con un gran concepto de honor. Resulta muy provechoso para cualquier país contar  en su seno con ciudadanos y ciudadanas con la suficiente calidad para por su conducta merecer el respeto y la consideración de  los demás. Una nación  con entes sociales bien educados sirve como modelo de honra a otros pueblos.

4.- Sin mucho esfuerzo nos damos cuenta que aquellas personas que provienen de núcleos  familiares donde el papá y la mamá se esforzaron para que sus niñas y niños asimilaran y ejecutaran las buenas costumbres han resultado ser comunitarios de gran estima, sobrados méritos, cargados de nobleza y siempre actuando dentro de los principios éticos y de conformidad con las normas de alta moralidad.

5.- La familiar,  la célula principal de la sociedad humana, debe tener como  guía a padres y madres que por sus actuaciones sirvan de modelo a sus hijos y a sus hijas. Los buenos progenitores son aquellos que son meritorios porque hicieron posible el enaltecimiento de sus retoños, encumbrándoles como personas honorables.

6.- Porque la familia dominicana, al igual que la sociedad en general, se ha deteriorado, aquí abundan los sinvergüenzas, vagabundos y truhanes de todos los calibres, haciendo posible la presencia de turpenes que constituyen una afrenta social y que continuamente son objeto de merecidos vituperios.

7.- Los fenómenos  que dañan el medio social dominicano son causados por el sistema dominante y la mala formación que acompaña a amplios sectores y clases; a grupos humanos que no han sido formados para resistir las lacras que impulsa el ordenamiento económico y social que padecemos, basado en la desigualdad de oportunidades para la mayoría de la población dominicana.

8.- A lo mejor de la familia dominicana le conviene ir formando miembros que sean diferentes en conducta a muchos individuos que en estos momentos constituyen una afrentar social porque han olvidado todo lo que significa honestidad; no se preocupan  por la integridad como virtud que adorna a la persona, y se han llegado a creer que da lo mismo ser calificado como decente que como corrupto.

9.- A la niñez dominicana de hoy hay que guiarla para en el porvenir contar con ciudadanos y ciudadanas distinguidos por la estima que merecen por el prestigio bien ganado por haber llevado una vida apegada a la probidad. Aquel que es formado en la moralidad rechaza de por vida todo acto de corrupción. El ser humano hecho para conducirse limpiamente permanece al margen de las acciones pecaminosas vergonzosas y censurables.

10.-  La correcta instrucción hogareña y escolar resulta edificante  para la sociedad  tener en el mañana a mujeres y hombres llenos de civismo, y que tengan como línea de conducta  ser limpios por entero. Aleccionar, aconsejar a los compatriotas que mañana  van a dirigir desde el Estado a nuestro país, es formarlos diciéndoles, entre otras cosas, qué es la corrupción.

11.- En el hogar y en la escuela hay que bien educar a los hijos y a los estudiantes en el sentido  de que es obsceno, escandaloso, indecente y de toda forma censurable practicar la corrupción. Debemos hacer patente, sermonear con calidad para hacerlo, que la corrupción  hace agusanado, podrido, pervertido y despreciable al corruptor y al corrupto. Desarrollo a continuación la depravación expresada como fenómeno que hace vil y malea la sociedad.

I.- Sistema y  fenómeno de la corrupción  

12.-  Cuando hablamos de un sistema nos referimos  a algo que  funciona en forma constante, uniforme; responde a una organización  debidamente estructurada; diseñada  de  tal forma que nada está  aislado, todo va concatenado. La uniformidad es la  esencia que identifica a un sistema.

13.- Un sistema social  genera toda una serie de fenómenos que le son inherentes, le acompaña a todas partes, como la sombra sigue al cuerpo; es una  totalidad de  piezas presentes en el medio social y no desaparecen  mientras se mantenga el cuerpo que las aloja.

14.- Al sistema capitalista, sin importar que sea desarrollado o subdesarrollado,   le acompañan, en forma indisoluble, fenómenos que le son  propios, no  puede liberarse de ellos  porque  les son innatos  a su existencia en  cualquier sociedad.

15.- El  de la corrupción    es de los fenómenos sociales propios del capitalismo;  hay una ligadura tal que uno no existe sin el otro. La corrupción   florece, brota de las entrañas  mismas de ese ordenamiento económico, político y social. No se  presenta de inmediato,  sino que  lo hace lentamente, poco a poco;   calmadamente va siendo asimilada, suavemente penetra en la conciencia de amplios segmentos de la comunidad.

16.- La  inserción  del fenómeno de la corrupción    en la sociedad es  consecuencia del deterioro del sistema que le sirve de sustentación; así como se agrieta el ordenamiento económico,  se va  cuarteando el medio social.

17.- El proceso de agrietamiento social como es el caso de nuestro país, llega a un grado tal de descomposición que no es posible recomposición alguna; en esa etapa la putrefacción se hace insoportable, la corrupción    toma el imperio y domina la sociedad. Se hace imposible soportar la putrefacción, la pudrición que se siente en el ambiente.

18.- La sociedad dominicana actual es un vivo ejemplo de lo que es un medio dañado, en el cual la corrupción   es más fuerte que todas las instituciones  que componen el Estado. La perversión, el desenfreno se advierte  por todas partes, la degeneración es notoria, y la amoralidad es aceptada como parte  de la cotidianidad.

II.- Modalidad y poder de la corrupción 

19.- La corrupción    penetra en la sociedad mediante diferentes modalidades; se desarrolla con distintas particularidades tomando en cuenta el alto o bajo desarrollo  del sistema social que la genera, y la manera de como influye cambia de una persona  a otra.

20.- Porque  sabe que actúa en forma sucia, por muy estúpido que sea o  aparenta ser el corrupto, trata de no ser chapucero en sus  actuaciones; chapucear no es normal en el  corruptor ni en el corrompido. Ambos tratan de operar con habilidad, ser perfeccionistas, nunca desmañados.

21.- Al momento de incurrir en una acción corrupta, el corrupto trata de perpetrarla sin dejar el menor rastro, porque supone que la más leve señal puede ponerlo al  descubierto. La clandestinidad, ocultar, mascarar, o de cualquier forma tapar, favorece al  corrupto.

22.- A veces, la corrupción    se hace notoria, se advierte sin mucho esfuerzo, mientras que  en otras ocasiones hace acto de presencia con mucha sutileza,  armada de argucia cuando  su portador  es muy agudo y procede con  suma fineza.

23.- La corrupción   es   ejecutada con habilidad, con alta dosis de ingenio, aunque también se practica con impericia. La actitud del actor determina si la operación corrupta ha sido la obra de un habilidoso o un estúpido.

24.- El corrupto,  en determinadas ocasiones deja huellas   y siguiéndolas es posible descubrir sus fechorías; si la exploración da como resultado la comprobación  de la operación dolosa, es posible ponerla en evidencia ante la sociedad, aunque  ésta al final no resulte  resarcida  por el daño recibido.

25.- Los corruptos tratan de operar  ingeniosamente  para alcanzar  el objetivo delincuencial  que se proponen,   estar al margen de la justicia,   disfrutar de impunidad; y  contar  con aliados  que sirven  para apañar sus diabluras.

26.- El tiempo se convierte  en aliado de la corrupción,  hace posible  se constituya en una estructura  que sirve  para sus actores  moverse tranquilamente; una vez la corrupción    es un entramado delincuencial, tiene garantizada la  impunidad.

27.- La corrupción    insertada  en la sociedad,  con  poder, se convierte en autoridad, adquiere jurisdicción  marcando su imperio en todo el ordenamiento social, económico y político. En lo adelante, el corrupto  se considera que ha recibido poder para representar a la sociedad, algo así como un poderhabiente vigorizado.

28.- Aquel que se mueve en el mundo de la corrupción   conoce  el ámbito donde lleva a cabo su actividad; sabe cómo  moverse para tener el dominio, la ascendencia en el medio social y no ser rechazado, y sí recibido como un mayoral, un  soberano amigable.

 29.- El que practica la corrupción, es fino en su trato,  se comporta elegante, sumamente primoroso, delicado, altamente exquisito para relacionarse; llega a confundir  su roce con los demás como  algo familiar.

30.- La corrupción   en el medio social dominicano  no es una ficción, fábula o artificio; es una realidad que a cada instante nos da en la cara; es una verdad irrefutable; no es una quimera ni una aprensión, es algo axiomático, es un fenómeno que está aquí,  presente por todas partes,  y  que nadie  con sano juicio puede discutir. 

III.- Actitud ante la corrupción  

31.-  La corrupción, como todo fenómeno social, la percibimos por medio de los sentidos, como fruto de la experiencia acumulada en el diario vivir. No  podemos verla como algo pasajero, hija de las circunstancias.

32.- En un mismo ambiente, personas de igual clase social, pueden tener forma diferente de asimilar, captar un vicio social determinado. A veces, lo  nocivo aceptado por un  sujeto, es rechazado por otro, aun teniendo origen social semejante.

33.- En sociedades heterogéneas,  integradas por diferentes clases sociales, los fenómenos no son asimilados de igual forma y, por vía de consecuencia, el comportamiento no es el mismo, la conducta cambia de una clase a otra.

34.- Ante la existencia de la corrupción,  no todos los que  componen  la sociedad adoptan frente a ella igual actitud; unos la enfrentarán, otros se comportarán indiferentes, y  muchos  se limitarán  a  sacarle   provecho.

35.- Aquellos que se benefician de la corrupción   la santifican, presentándola como algo normal, común y corriente; argumentan que siempre ha existido  y existirá  y que,  por tanto, hay que convivir con ella como un mal necesario.

36.- Los indiferentes, portadores de la ideología  individualista,  sólo  atienden a sus intereses,  los cuales colocan por encima de los de la sociedad. Para ellos la corrupción   les resbala, no les importa, son insensibles, se muestran desinteresados.

37.- De los que rechazan la corrupción    por dañosa, inmoral, impúdica  y perversa, unos creen que  basta con denunciarla como negativa e identificar corruptos, mientras otros consideran que  lo  correcto es denunciarla como  formando  parte del sistema y para erradicarla de raíz  proceden luchar en su contra como un mal sistémico. 

38.- Accionar contra la corrupción    como un mal que puede desaparecer con paliativos, contribuye a sembrar ilusiones en la conciencia de amplios sectores de la sociedad que la rechazan como algo pecaminoso que merece el desprecio por nefasta.

39.- Siendo la corrupción    un tumor  que daña el cuerpo social,  para erradicarlo  hay que   atacarlo  en su raíz, con la finalidad  de  que  desaparezca definitivamente,  sin posibilidad de volver a germinar. Tratar  la corrupción   con métodos superficiales permite su permanencia nociva en la sociedad; es prolongar su existencia,  y con el transcurrir  de su vigencia llega a convertirse    en algo endémico. 


IV.- Sembrando la confusión  en la lucha contra la corrupción   para no  enfrentar el sistema

40.- Aquellos que subestiman  la inteligencia del pueblo dominicano, utilizan todos los medios posibles para crearle confusión  con relación a distintos fenómenos que se dan  en el seno de la sociedad.

41.- Son los mismos que procuran hacerle creer al país,  que es igual  prudente que tonto, sensato que estúpido, atento que cándido, sencillo que incauto, en fin,  se las arreglan  para inducir a que se acepte que da lo mismo ser franco que deslenguado.

42.- El error de  visión para ver con claridad un problema, y la falta  de acción  certera para  combatirlo, a veces es fruto de un análisis errado de   la  vía para lidiar, para batallar y vencer.

43.- La confusión  que lanzan ideólogos del sistema para sembrar el desconcierto en la conciencia de las grandes mayorías  nacionales, ha dado sus frutos porque las ha inducido a equivocación, fijando un enredo de enfoque en temas que requieren un  análisis correcto, en torno a un asunto que necesita  una consideración precisa  para encauzarlo con éxito.

44.- Aquellos que siembran  el confusionismo en el seno de nuestro  pueblo  procuran  hacerle creer que lo sistémico, lo generado por  el sistema es algo individual,  personal, coyuntural; que no es propio  del  ordenamiento establecido, que es  momentáneo, y  que en cualquier momento  puede ser superado. Son los  que creen que persiguiendo un corrupto se acaba la corrupción.

45.-  Constituye un grave error personificar un fenómeno  social en una persona; esto desnaturaliza el método  que se ha de aplicar para la erradicación  de lo que representa una tara social. No se acaba  el fenómeno de la prostitución  eliminando las prostitutas, ni matando los pobres  se acaba con la pobreza.

46.- La desigualdad, el hambre, la miseria, el  egoísmo, el individualismo, la discriminación, y otros vicios sociales,  al igual que la corrupción, son fenómenos sociales inherentes al sistema que padecemos los dominicanos y dominicanas. 

47.- Enfrentar la corrupción   como fenómeno social, entraña combatir el sistema que le sirve como caldo de cultivo; de lo contrario se hace una labor inútil, infecunda; sería proceder con torpeza, una acción innecesaria por ineficaz.


V.- Los aliados en la corrupción 

48.- Entre dos personas  debe existir  afinidad para lograr la unidad, identificación  en el fin perseguido y avenencia para mantener la comprensión. El autor y el cómplice de la corrupción    establecen concordancia en base a resultar  beneficiados de operaciones corruptas.

49.- La podredumbre de la corrupción   hace posible la unidad de indiferentes y aprovechados; con su actitud hacen alianza impúdica, exhibiéndose  como una  mancuerna  de mamíferos alimentados por una misma ubre.

50.- Entre el que la practica y el que indirectamente  se beneficia de la corrupción  , hay concurrencia de beneficiados, y la  identidad en sacar ganancia  posibilita sincronía en no atacar lo que es deshonesto.

51.- No se puede  esperar que los aliados de la corrupción    van a identificarse  como socios. Se comportan como no participes en acciones corruptas;  extraños a la suciedad, pero unidos en socavar, excavar hasta  lo último en complicidad, y también para socapar, taparse para no ser denunciados y sancionados.

52.- El mundo de la corrupción   descansa para  su ejecución  en un tejido de complicidades, sin las cuales resulta imposible llevarla a cabo; de ahí la importancia que el  corrupto le da  a su coautor. En  nuestro medio, colaboradores de corruptos se presentan como desligados de las acciones ilícitas de sus compinches, para  no figurar como encubridores en las maquinaciones para la depravación.

53.- Corruptos directos e indirectos, para los fines resultan iguales, porque su alianza tiene por base delinquir, cubriéndose como aliados con sentido de mutualidad en la repartición  de lo obtenido  bajo la ilicitud. La colaboración  en la operación  corrupta hace posible la consumación de la trama para defraudar.

54.- El corrupto y su colaborador, lesionan por igual a la parte sana de la sociedad, porque uno y otro, en  comitiva, acuerdan  depredar, o de  cualquier forma despojar a alguien  de lo que posee honradamente, y cuando es al Estado se ofende a  todos los miembros de la comunidad.

Santiago de los Caballeros,
9 de octubre de 2019.