martes, 10 de mayo de 2016

La unidad que necesitamos debe comenzar ahora

Por: Ramón Antonio Veras.

Introducción

1.- Estoy plenamente convencido, persuadido en lo absoluto, de que en el mosaico político dominicanos hay todo un grupo de hombres y mujeres probadas en sus convicciones democráticas y progresistas, y con disposición de llegar hasta el  sacrificio para ver materializadas sus creencias.

2.-  De esos mismos sectores conozco su profundo pensamiento para analizar los distintos  fenómenos que se dan  en el seno de nuestra sociedad; les he visto accionando en diferentes escenarios aplicando los más variados métodos de lucha,  pacíficos y violentos, legales e ilegales, en procura de que el pueblo dominicano alcance el poder político del Estado.

3.- En síntesis, lo que quiero destacar de los grupos políticos y sociales que he descrito, es que  es palpable su abnegación, apego a sus principios y devoción por alcanzar los objetivos por los cuales han bregado sin reserva alguna. De ellos puedo decir que es autentica su práctica, y con su posición política no hay transacción con los adversarios y  ni mucho menos claudicación.

4.- Lo que me impulsa a escribir este artículo no es exaltar a esos luchadores sociales, modelo de perseverancia y coherencia en su comportamiento, sino expresar la inquietud que me genera el hecho de que esos mismos seres humanos virtuosos como accionantes  de la política nacional decente, no hayan tenido la suficiente comprensión para acercarse  mutuamente, y demostrando agudeza y desprendimiento  unificarse  alrededor  de un órgano y programa mínimo.


I.- Para alcanzar el poder del Estado, comencemos  de lo inferior para llegar a lo superior.

5.- Las fuerzas políticas nacionales que sinceramente aspiran a formar un gobierno de contenido democrático, saben  que tomar el poder,  quitárselo a la minoría nacional que lo detenta para  provecho propio y contra el pueblo, constituye una gran conquista, la meta superior a lograr frente a los contrarios.

6.- El objetivo principal, el preeminente es llegar al poder, a tener el dominio de las instituciones del Estado, y para lograr ese fin  poco importa comenzar por lo inferior, lo ínfimo, lo más pequeño. Nada quita iniciar minúsculos si tenemos la certeza de  convertirnos en poderosos con base de apoyo popular y por una causa justa.

7.- Se inicia por lo sencillo,  a lo de  fácil acceso,  no  a lo intrincado,  dejando para luego lo  complicado, dificultoso y muy complejo. Los asuntos ligeros,  factibles y manejables son abordados sin tropiezos;   se simplifican, llevan a soluciones inmediatas para las partes que intervienen en conversaciones unitarias.

8.- Lentamente, en forma pausada, sin prisa ni desesperación alguna, aquellos que dominan  la política y la aplican con sentido realista, avanzan firmemente poniéndose de acuerdo en los puntos que les unen; quienes están conscientes   de lo que les conviene para beneficio del pueblo, en provecho del avance unificador, no tienen que avanzar raudos, veloces.

9.- Aquellos que han pasado más de las dos terceras partes de sus  vidas en la lidia política, no tienen que hacer mucho esfuerzo para en interés de lo que se llama pueblo dominicano concordar asuntos que no requieren  dificultad alguna concertarlos sin la mayor brega. Se hace amena, entretenida, una  plática sobre la unidad de acción llevada a cabo  con espíritu de unirse, comenzando con puntos comunes  tendientes a la compenetración,  a la alianza fructífera.

10.- Partiendo de la lucidez demostrada, la esplendidez exhibida en sus  razonamientos; la gran sagacidad y correcta aplicación de los métodos más avanzados de las ciencias sociales,  se supone que  los principales actores del movimiento democrático del país  reúnen las condiciones necesarias para  alcanzar el poder del Estado  y desde él ejecutar los proyectos siempre soñados de liberación total y definitiva.

11.- Si los sectores políticos con posibilidad de realizar los cambios que requiere el país tienen talento, valor personal,  sentido de sacrificio y honestidad probada,  sólo falta   que se acerquen mutuamente, con  sentido de desprendimiento, alta generosidad, entrega plena a la causa de los humildes, y despojados de individualismo,   de  orgullo vano, prejuicios y sectarismo.

12.- Cuando en política se actúa no persiguiendo beneficios personales, en la práctica hay que demostrar que se está dispuesto a realizar los más ingentes   esfuerzos para  lograr las metas perseguidas y sin importar las consecuencias.


II.-  Lo que ha impedido la unidad para triunfar

13.- Con la misma franqueza que he reconocido, y la sinceridad con que he expuesto las virtudes que como ciudadanos y ciudadanas adornan a muchos hombres y mujeres del pueblo con vocación  democrática y progresista, también debo decir que a algunos  les ha faltado nobleza, desprendimiento y espíritu unitario.

14.-  Algunos han puesto por delante su historial de lucha e incidencia en la vida pública,   méritos   personales y abolengo para obstaculizar acuerdos con fines políticos fructíferos; han sobresalido las minucias y las bagatelas. Las ponzoñas y  el veneno del individualismo han sentado  reales para impedir  la unificación de organizaciones que se  suponen libres de limitaciones pueriles.

15.- Cuestiones  insustanciales, sin trascendencia alguna, han sido colocadas por delante de lo más importante  que es la unidad de acción  para acercarnos al poder y dejar de estar en el campo de las lamentaciones. Lo trivial ha ocupado un espacio en el curso de  conversaciones unitarias, aunque se sabe que lo vano no conduce a nada útil para lo que  conviene al pueblo dominicano.

16.- Es evidente que aquellos que ponen sobre la mesa de negociaciones cuestiones personales, no quieren la unificación con los que buscan unirse para avanzar y triunfar. Es pura quimera, fantasía politiquera, creerse por encima de la necesidad de la unidad, en nombre de un alegado prestigio que sólo sirve  como satisfacción individual.

17.- Es prisionero de su individualismo, encarcelado de ideas retardatarias, aquel   que para  que no prospere la unidad, saca a relucir y hacer alarde de la vida pública suya o de su familia. La petulancia, el comportamiento de presumido, el proceder engolado, daña el trabajo por la unidad  basada  en puntos sencillos, fácil de concertar.

18.- Pavonearse de ser un ciudadano prominente, alardear de muy preparado, fanfarronear de ser luchador contra la corrupción, y cuantas pavadas pueden salir de la  garganta de un progresista presumido, sólo sirve para separar, aislar y desunir,   pero jamás para unificar a los que quieren la unidad sin prejuicios  altaneros, muy propios de aquellos que no sirven para unir, sino para dividir.

19.- Hace labor de diversión, convierte los trabajos unitarios en pasatiempo político quien se  encierra en detalles y argumentos sin sentido, para torpedear cualquier encuentro propicio para la unificación  de los que aspiran a construir  un país nuevo, diferente al que tenemos ahora, averiado por todas partes.

  20.- La  soberbia, muy propia  del jactancioso que se cree portador de la verdad y razón única, nada aporta a la unión entre los que accionan en política sin pensar en la mercancía dinero, ni vanagloriándose por haber cumplido con deberes como ciudadano. El engreimiento espanta la labor unitaria y conduce a lo estéril  e ineficaz. El presuntuoso y fatuo, hace labor disolvente; disgrega, no solidifica; descompone, no concentra; separa, no congrega.

21.- Aquel que va a negociar exhibiendo méritos personales y poniendo condiciones,  desvirtúa, adultera el ambiente que debe imperar para la unidad;  aniquila de entrada el espíritu de concordia y quita impulso a la buena voluntad unificadora. El más mínimo detalle negativo paraliza una cita para la unidad, impide el trato fraterno, frena la camaradería, y retrasa futuros encuentros en buen ánimo para la concertación.

III.-  Posiciones  personales asumidas que dañan  la unidad. Necesidad de crear ahora, en este preciso momento, un instrumento unitario 

22.- En busca de unir a los que creen  que son  necesarios los cambios en el país, hay que dejar  de aplicar los métodos que hasta ahora no han  dado resultados positivos para juntar. La desunión motivada por cuestiones personales no debe continuar impidiendo la unidad entre personas valiosas, de excelentes condiciones políticas, meritorias,  notables por su trayectoria al lado de las mejores causas.

23.- La prepotencia de creerse  líder de masas, dirigente único indispensable, guía popular, conductor  del pueblo, caudillo de nuevo cuño, jefe de jefes, en fin, suponerse por encima de los demás, no aporta nada positivo a la unidad del movimiento democrático. Las pretensiones, las ambiciones de liderazgo no pueden prevalecer a la necesidad de unificar a los que pueden y deben cambiar el rumbo del país.  La unión es lo que debe imperar sin sujeción alguna.

24.- Los deseos de sobresalir como dirigente no contribuye a la unificación; el papel de predominar sobre los otros luchadores democráticos y populares, no aporta, resta. Nadie debe considerarse imprescindible para excluir a  otros; relegar  a un compañero debilita la unión. El objetivo debe ser sumar, incluir a todas y todos los que estén dispuestos a trillar el camino de la unidad para el triunfo.

25.- En procura de lograr los objetivos propuestos, que deben  estar basados en la unidad de propósitos, hay que superar las falsas creencias de cabeza organizativa, directivo necesario y orientador ideológico sobresaliente. El engreimiento y el providencialismo no conducen a otra cosa que no sea al aislamiento  de quienes deben estar unidos.

Reflexiones  finales
a.- En nuestro país, otro proceso electoral está llegando a su final, y del mismo miles y miles de ciudadanos y ciudadanas, no han  sido más que simples espectadores, sin motivación alguna, manteniéndose en posición de espera; viendo prolongarse la opresión al pueblo;  aumentando las lacras sociales; y la degradación de la sociedad se hace más y más notoria. El desaliento se impone al ánimo, el abatimiento al aliento y la desmoralización al optimismo.

b.- Corresponde a los mejores hombres y mujeres del país, a los que no se venden ni se doblan, animar al pueblo, imprimirle ánimo, espíritu de triunfo, voluntad de vencer para alcanzar logros. De ahí la necesidad de pensar en derrotar a los que  se han burlado de las grandes mayorías nacionales condenándolas a la desigualdad, el atraso, el abandono y   el desprecio.

c.- Llegó el momento de poner a un lado las fruslerías, las nimiedades que nos dividen; las menudencias que nos separan; las bagatelas que nos aíslan; las naderías que nos hacen ver como políticos frustrados; derrotados por ser miopes y fracasados revolucionarios. La ocasión es para lograr lo que siempre hemos perseguido: triunfar para la felicidad del pueblo y materializar nuestras ideas.

d.-   La coyuntura actual es propicia para pensar constituir,  en el futuro,  una gran alianza política en provecho del pueblo; confeccionar el instrumento  que exprese las aspiraciones de las masas populares;  crear  un conjunto de fuerzas políticas  unificadas alrededor de un programa común mínimo viable a ejecutar por todas y todos los que creemos que podemos luchar y triunfar.

e.- Llegó la oportunidad para componer el órgano que hará posible consumar nuestros anhelos  de tener un país mejor, diferente al que tenemos que sólo existe para que grupos de politiqueros desaprensivos satisfagan sus desmedidas aspiraciones contra el pueblo trabajador.

f.- Es la situación adecuada para que los grupos organizados, pero dispersos, que persiguen iguales objetivos, se acerquen para dejar establecida la plataforma alrededor de la cual se han de unificar los hombres y mujeres que,  libres de ambiciones personales, van  aportar  para que terminen las pesadas aflicciones y renazca el alivio, el sosiego de los que en este país han luchado para construir un ambiente de alegría para todas y todos.

g.- Es ahora  la circunstancia favorable para pensar en el futuro político del país, y olvidar el presente pesaroso; la situación es la ideal para trabajar unidos en una misma dirección; emplear  el tiempo en tocar la conciencia y el corazón de los que han demostrado que luchan por cambios verdaderos. Es conveniente que de nosotros se apodere  todo lo que resulta necesario para unirnos hasta la hora del triunfo y más allá.

h.- Debemos olvidar rencores  y pasadas desavenencias. En procura de la unidad pasar por alto los conflictos que sucedieron; borrar las palabras que fueron divisionistas; ignorar las petulancias, arrogancias y prepotencias que ayer dañaron la unidad;  omitir cualquier expresión que haga recordar recriminaciones insensatas. De lo ocurrido anteriormente y que  estropeó   proyectos unitarios, no recriminar a nadie; no hay tiempo para hablar de culpas, responder acusaciones, regaños, ni amonestaciones. Es el instante de aprobar y elogiar por la unidad.

i.- Las masas populares dominicanas no pertenecen a nadie y están ahí, a la espera de que sus más consecuentes intérpretes  se unifiquen alrededor de un instrumento que las guíe  para librar decisivas batallas políticas y sociales, con el fin de alcanzar el poder, y sacar así a nuestro país del lodazal que lo ha metido la minoría nacional, convirtiéndolo en inviable, en un medio social deplorable, en una especie de peste, carcomido de calamidades, dominado por vicios sociales, en sí, en una ruina moral y material.

j.- Hago la observación  de que este escrito lo he elaborado  para ser tomado en consideración una vez concluyan las votaciones  del próximo domingo 15 de mayo;   por todos los dominicanos y dominicanas,  sin importar ubicación clasista, criterio ideológico,  etnia o preferencia sexual, bastando  que  estén de acuerdo  con que  el país no puede seguir como hasta ahora, y que debemos unirnos para crear un Estado donde funcionen las instituciones y  adecentar la vida pública a todos los niveles.


Santiago de los Caballeros,
10 de mayo de 2016.