Por: Ramón Antonio Veras.
Introducción
1.- Estoy plenamente convencido, persuadido
en lo absoluto, de que en el mosaico político dominicanos hay todo un grupo de
hombres y mujeres probadas en sus convicciones democráticas y progresistas, y
con disposición de llegar hasta el
sacrificio para ver materializadas sus creencias.
2.- De
esos mismos sectores conozco su profundo pensamiento para analizar los
distintos fenómenos que se dan en el seno de nuestra sociedad; les he visto
accionando en diferentes escenarios aplicando los más variados métodos de
lucha, pacíficos y violentos, legales e
ilegales, en procura de que el pueblo dominicano alcance el poder político del
Estado.
3.- En síntesis, lo que quiero destacar de
los grupos políticos y sociales que he descrito, es que es palpable su abnegación, apego a sus
principios y devoción por alcanzar los objetivos por los cuales han bregado sin
reserva alguna. De ellos puedo decir que es autentica su práctica, y con su
posición política no hay transacción con los adversarios y ni mucho menos claudicación.
4.- Lo que me impulsa a escribir este
artículo no es exaltar a esos luchadores sociales, modelo de perseverancia y
coherencia en su comportamiento, sino expresar la inquietud que me genera el
hecho de que esos mismos seres humanos virtuosos como accionantes de la política nacional decente, no hayan
tenido la suficiente comprensión para acercarse
mutuamente, y demostrando agudeza y desprendimiento unificarse
alrededor de un órgano y programa
mínimo.
I.- Para alcanzar el poder del Estado, comencemos de lo inferior para llegar a lo superior.
5.- Las fuerzas políticas nacionales que
sinceramente aspiran a formar un gobierno de contenido democrático, saben que tomar el poder, quitárselo a la minoría nacional que lo detenta
para provecho propio y contra el pueblo,
constituye una gran conquista, la meta superior a lograr frente a los
contrarios.
6.- El objetivo principal, el preeminente es
llegar al poder, a tener el dominio de las instituciones del Estado, y para
lograr ese fin poco importa comenzar por
lo inferior, lo ínfimo, lo más pequeño. Nada quita iniciar minúsculos si
tenemos la certeza de convertirnos en
poderosos con base de apoyo popular y por una causa justa.
7.- Se inicia por lo sencillo, a lo de
fácil acceso, no a lo intrincado, dejando para luego lo complicado, dificultoso y muy complejo. Los
asuntos ligeros, factibles y manejables
son abordados sin tropiezos; se
simplifican, llevan a soluciones inmediatas para las partes que intervienen en
conversaciones unitarias.
8.- Lentamente, en forma pausada, sin prisa
ni desesperación alguna, aquellos que dominan
la política y la aplican con sentido realista, avanzan firmemente
poniéndose de acuerdo en los puntos que les unen; quienes están
conscientes de lo que les conviene para
beneficio del pueblo, en provecho del avance unificador, no tienen que avanzar
raudos, veloces.
9.- Aquellos que han pasado más de las dos
terceras partes de sus vidas en la lidia
política, no tienen que hacer mucho esfuerzo para en interés de lo que se llama
pueblo dominicano concordar asuntos que no requieren dificultad alguna concertarlos sin la mayor
brega. Se hace amena, entretenida, una
plática sobre la unidad de acción llevada a cabo con espíritu de unirse, comenzando con puntos
comunes tendientes a la
compenetración, a la alianza fructífera.
10.- Partiendo de la lucidez demostrada, la
esplendidez exhibida en sus
razonamientos; la gran sagacidad y correcta aplicación de los métodos
más avanzados de las ciencias sociales,
se supone que los principales
actores del movimiento democrático del país
reúnen las condiciones necesarias para
alcanzar el poder del Estado y
desde él ejecutar los proyectos siempre soñados de liberación total y
definitiva.
11.- Si los sectores políticos con
posibilidad de realizar los cambios que requiere el país tienen talento, valor
personal, sentido de sacrificio y
honestidad probada, sólo falta que se acerquen mutuamente, con sentido de desprendimiento, alta generosidad,
entrega plena a la causa de los humildes, y despojados de individualismo, de
orgullo vano, prejuicios y sectarismo.
12.- Cuando en política se actúa no
persiguiendo beneficios personales, en la práctica hay que demostrar que se
está dispuesto a realizar los más ingentes
esfuerzos para lograr las metas
perseguidas y sin importar las consecuencias.
II.-
Lo que ha impedido la unidad para triunfar
13.- Con la misma franqueza que he
reconocido, y la sinceridad con que he expuesto las virtudes que como
ciudadanos y ciudadanas adornan a muchos hombres y mujeres del pueblo con
vocación democrática y progresista, también
debo decir que a algunos les ha faltado
nobleza, desprendimiento y espíritu unitario.
14.-
Algunos han puesto por delante su historial de lucha e incidencia en la
vida pública, méritos personales y abolengo para obstaculizar
acuerdos con fines políticos fructíferos; han sobresalido las minucias y las
bagatelas. Las ponzoñas y el veneno del
individualismo han sentado reales para
impedir la unificación de organizaciones
que se suponen libres de limitaciones
pueriles.
15.- Cuestiones insustanciales, sin trascendencia alguna, han
sido colocadas por delante de lo más importante
que es la unidad de acción para
acercarnos al poder y dejar de estar en el campo de las lamentaciones. Lo trivial
ha ocupado un espacio en el curso de
conversaciones unitarias, aunque se sabe que lo vano no conduce a nada
útil para lo que conviene al pueblo
dominicano.
16.- Es evidente que aquellos que ponen sobre
la mesa de negociaciones cuestiones personales, no quieren la unificación con
los que buscan unirse para avanzar y triunfar. Es pura quimera, fantasía
politiquera, creerse por encima de la necesidad de la unidad, en nombre de un
alegado prestigio que sólo sirve como
satisfacción individual.
17.- Es prisionero de su individualismo,
encarcelado de ideas retardatarias, aquel
que para que no prospere la
unidad, saca a relucir y hacer alarde de la vida pública suya o de su familia.
La petulancia, el comportamiento de presumido, el proceder engolado, daña el
trabajo por la unidad basada en puntos sencillos, fácil de concertar.
18.- Pavonearse de ser un ciudadano
prominente, alardear de muy preparado, fanfarronear de ser luchador contra la
corrupción, y cuantas pavadas pueden salir de la garganta de un progresista presumido, sólo
sirve para separar, aislar y desunir,
pero jamás para unificar a los que quieren la unidad sin prejuicios altaneros, muy propios de aquellos que no
sirven para unir, sino para dividir.
19.- Hace labor de diversión, convierte los
trabajos unitarios en pasatiempo político quien se encierra en detalles y argumentos sin
sentido, para torpedear cualquier encuentro propicio para la unificación de los que aspiran a construir un país nuevo, diferente al que tenemos
ahora, averiado por todas partes.
20.-
La soberbia, muy propia del jactancioso que se cree portador de la
verdad y razón única, nada aporta a la unión entre los que accionan en política
sin pensar en la mercancía dinero, ni vanagloriándose por haber cumplido con
deberes como ciudadano. El engreimiento espanta la labor unitaria y conduce a
lo estéril e ineficaz. El presuntuoso y
fatuo, hace labor disolvente; disgrega, no solidifica; descompone, no
concentra; separa, no congrega.
21.- Aquel que va a negociar exhibiendo
méritos personales y poniendo condiciones,
desvirtúa, adultera el ambiente que debe imperar para la unidad; aniquila de entrada el espíritu de concordia
y quita impulso a la buena voluntad unificadora. El más mínimo detalle negativo
paraliza una cita para la unidad, impide el trato fraterno, frena la
camaradería, y retrasa futuros encuentros en buen ánimo para la concertación.
III.-
Posiciones personales asumidas
que dañan la unidad. Necesidad de crear
ahora, en este preciso momento, un instrumento unitario
22.- En busca de unir a los que creen que son
necesarios los cambios en el país, hay que dejar de aplicar los métodos que hasta ahora no han dado resultados positivos para juntar. La
desunión motivada por cuestiones personales no debe continuar impidiendo la
unidad entre personas valiosas, de excelentes condiciones políticas,
meritorias, notables por su trayectoria
al lado de las mejores causas.
23.- La prepotencia de creerse líder de masas, dirigente único
indispensable, guía popular, conductor
del pueblo, caudillo de nuevo cuño, jefe de jefes, en fin, suponerse por
encima de los demás, no aporta nada positivo a la unidad del movimiento
democrático. Las pretensiones, las ambiciones de liderazgo no pueden prevalecer
a la necesidad de unificar a los que pueden y deben cambiar el rumbo del
país. La unión es lo que debe imperar
sin sujeción alguna.
24.- Los deseos de sobresalir como dirigente
no contribuye a la unificación; el papel de predominar sobre los otros
luchadores democráticos y populares, no aporta, resta. Nadie debe considerarse
imprescindible para excluir a otros;
relegar a un compañero debilita la
unión. El objetivo debe ser sumar, incluir a todas y todos los que estén
dispuestos a trillar el camino de la unidad para el triunfo.
25.- En procura de lograr los objetivos
propuestos, que deben estar basados en
la unidad de propósitos, hay que superar las falsas creencias de cabeza
organizativa, directivo necesario y orientador ideológico sobresaliente. El
engreimiento y el providencialismo no conducen a otra cosa que no sea al
aislamiento de quienes deben estar
unidos.
Reflexiones
finales
a.- En nuestro país, otro proceso electoral
está llegando a su final, y del mismo miles y miles de ciudadanos y ciudadanas,
no han sido más que simples
espectadores, sin motivación alguna, manteniéndose en posición de espera;
viendo prolongarse la opresión al pueblo;
aumentando las lacras sociales; y la degradación de la sociedad se hace
más y más notoria. El desaliento se impone al ánimo, el abatimiento al aliento
y la desmoralización al optimismo.
b.- Corresponde a los mejores hombres y
mujeres del país, a los que no se venden ni se doblan, animar al pueblo,
imprimirle ánimo, espíritu de triunfo, voluntad de vencer para alcanzar logros.
De ahí la necesidad de pensar en derrotar a los que se han burlado de las grandes mayorías
nacionales condenándolas a la desigualdad, el atraso, el abandono y el desprecio.
c.- Llegó el momento de poner a un lado las
fruslerías, las nimiedades que nos dividen; las menudencias que nos separan;
las bagatelas que nos aíslan; las naderías que nos hacen ver como políticos
frustrados; derrotados por ser miopes y fracasados revolucionarios. La ocasión
es para lograr lo que siempre hemos perseguido: triunfar para la felicidad del
pueblo y materializar nuestras ideas.
d.-
La coyuntura actual es propicia para pensar constituir, en el futuro,
una gran alianza política en provecho del pueblo; confeccionar el
instrumento que exprese las aspiraciones
de las masas populares; crear un conjunto de fuerzas políticas unificadas alrededor de un programa común
mínimo viable a ejecutar por todas y todos los que creemos que podemos luchar y
triunfar.
e.- Llegó la oportunidad para componer el
órgano que hará posible consumar nuestros anhelos de tener un país mejor, diferente al que
tenemos que sólo existe para que grupos de politiqueros desaprensivos
satisfagan sus desmedidas aspiraciones contra el pueblo trabajador.
f.- Es la situación adecuada para que los
grupos organizados, pero dispersos, que persiguen iguales objetivos, se
acerquen para dejar establecida la plataforma alrededor de la cual se han de
unificar los hombres y mujeres que,
libres de ambiciones personales, van
aportar para que terminen las
pesadas aflicciones y renazca el alivio, el sosiego de los que en este país han
luchado para construir un ambiente de alegría para todas y todos.
g.- Es ahora
la circunstancia favorable para pensar en el futuro político del país, y
olvidar el presente pesaroso; la situación es la ideal para trabajar unidos en
una misma dirección; emplear el tiempo
en tocar la conciencia y el corazón de los que han demostrado que luchan por
cambios verdaderos. Es conveniente que de nosotros se apodere todo lo que resulta necesario para unirnos
hasta la hora del triunfo y más allá.
h.- Debemos olvidar rencores y pasadas desavenencias. En procura de la
unidad pasar por alto los conflictos que sucedieron; borrar las palabras que
fueron divisionistas; ignorar las petulancias, arrogancias y prepotencias que
ayer dañaron la unidad; omitir cualquier
expresión que haga recordar recriminaciones insensatas. De lo ocurrido anteriormente
y que estropeó proyectos unitarios, no recriminar a nadie;
no hay tiempo para hablar de culpas, responder acusaciones, regaños, ni
amonestaciones. Es el instante de aprobar y elogiar por la unidad.
i.- Las masas populares dominicanas no pertenecen
a nadie y están ahí, a la espera de que sus más consecuentes intérpretes se unifiquen alrededor de un instrumento que
las guíe para librar decisivas batallas
políticas y sociales, con el fin de alcanzar el poder, y sacar así a nuestro
país del lodazal que lo ha metido la minoría nacional, convirtiéndolo en
inviable, en un medio social deplorable, en una especie de peste, carcomido de
calamidades, dominado por vicios sociales, en sí, en una ruina moral y
material.
j.- Hago la observación de que este escrito lo he elaborado para ser tomado en consideración una vez
concluyan las votaciones del próximo
domingo 15 de mayo; por todos los
dominicanos y dominicanas, sin importar
ubicación clasista, criterio ideológico,
etnia o preferencia sexual, bastando
que estén de acuerdo con que
el país no puede seguir como hasta ahora, y que debemos unirnos para
crear un Estado donde funcionen las instituciones y adecentar la vida pública a todos los
niveles.
Santiago de los Caballeros,
10 de mayo de 2016.