Por: Ramón Antonio Veras.
EXPLICACIÓN PREVIA
Atendiendo a una invitación que me ha hecho la Seccional de Santiago del Colegio Abogados, me permito exponer ante
ustedes algunas ideas con relación al tema que me fue requerido desarrollar con
el título: La ética en el ejercicio de la profesión de abogado
I.-
INTRODUCCIÓN
1.- Aunque los
seres humanos nacen iguales, no se puede decir lo mismo después que entran
a formar parte de la sociedad humana; los profesionales, en general, no tienen la misma ubicación social por ser
nuestra sociedad policlasista.
2.- No existe plena homogeneidad social en ningún sector
profesional. Las facetas y diferencias sociales y clasistas, presentes en
nuestro país, se manifiestan en cualquier actividad u oficio. Esto sirve
para comprobar que el
comportamiento reviste carácter diferente entre uno y otro grupo social.
3.- Las diferencias sociales llevan a
amplios sectores de la población dominicana a no asimilar los principios sobre
los cuales se asienta el ordenamiento social vigente, su sistema económico, el estilo de vida, su
cultura, moral y ética.
4.- El grado y contenido del
espíritu crítico viene determinado por las mismas contradicciones presentes en
la sociedad dominicana de hoy y la
condición de cada clase social.
4.- Las diferencias de clases permiten
advertir la distinción en los sentimientos de triunfo o frustración que se apoderan
de algunos profesionales, fruto de su agrado o descontento por el papel de
éxitos o derrotas en su accionar social.
5.- Es así como algunas personas para
justificar su incorrecto comportamiento, sus diabluras y lesiones a la ética y a la moral, toman como motivación de sus actitudes
frustraciones que han acumulado en el
fondo de su alma.
6.- La frustración nunca tiene
espacio en la mente de los seres humanos que se apoyan en sus propias fuerzas,
y confían en los estudios y en el trabajo, sin importar su color, origen o condición clasista.
7.- Los seres humanos con sentido de
progreso se sobreponen a las situaciones
adversas y llegan a comprender que ellos mismos serán los constructores de lo
que será su mundo de
felicidad, amor, comprensión.
II.-
La sociedad dominicana y el comportamiento de sus integrantes hoy.
8.- La organización económica, política,
educacional, policial, militar y familiar está hoy afectada por esa una crisis de fondo que llega a todas las
familias, sin importar origen social y económico.
9.- La conducta de la dominicana y el dominicano de
hoy es la expresión de la sociedad dominicana enferma, la cual está pagando el
costo social de una crisis de fondo, no coyuntural.
10.- En el comportamiento de una persona se destaca
la influencia de los padres, la escuela y los profesores; las instituciones del
Estado, en fin, todo un conglomerado social que, aunque se define en forma
aislada, representa una parte de un todo de lo que será la forma de proceder de
un hombre o una mujer en sociedad.
11.- Pura y simplemente, la
sociedad dominicana está enferma; y su cura no está en medidas artificiales;
hay que ir a la esencia del problema; el cambio no puede ser de fachada. La
transformación ha de ser profunda, porque solamente así puede surgir un ser
humano nuevo, con una conducta nueva, con una ética diferente a la actual; con
el comportamiento de ciudadanas y ciudadanos que crean en las virtudes que
adornan a los seres humanos por su actitud en el seno de la sociedad.
12.- Si nos apartamos de las instituciones que
integran el Estado dominicano, y lanzamos una mirada hacia la actividad
comercial, al mundo de los negocios, al sector empresarial, también ahí
observamos crisis. No se puede decir, en
honor a la verdad, que el comerciante, el industrial y el banquero de hoy es el
mismo de ayer; la crisis ha arropado a toda la sociedad. No hay nada por excluir: ni a las
instituciones del Estado, ni al sector privado, ni a los vinculados con el
comercio, ni a los que están relacionados con las profesiones liberales.
13.- Con la idea anterior
no quiero significar que todo está perdido. Dentro del orden social vigente se
pueden crear mecanismos, instrumentos, espacios de lucha democrática, que hagan
comprender a la generación actual que ella
tiene el compromiso de hacer cambiar de rumbo al país; que esto no puede
seguir como hasta ahora; que a ella le corresponde dar los pasos para, sobre la
base de esta sociedad en decadencia, ya enferma, comenzar a dar pasos en firme que sirvan como
punto de referencia hacia nuevos
horizontes de honradez, decencia, honestidad, desprendimiento,
solidaridad y sentido de compromiso
cívico.
III.- La profesión de abogado.
14.- Conociendo el medio social nuestro comprendemos el
tortuoso camino que ha tenido que recorrer un licenciado o doctor en derecho hasta
llegar al ejercicio de su oficio, luego de transcurrido un largo tiempo para conocer
la fuente de su actividad la cual
descansa en las costumbres, la doctrina y la jurisprudencia.
15.- A los graduados en la escuela y la facultad de
derecho sólo el tiempo los califica como abogados, letrados, jurisconsultos,
juristas, jueces, árbitros o fiscales.
Pero no importa lo que han sido o son; lo que sí hay que tomar en cuenta
es si han mantenido en su ejercicio profesional, aún en los momentos más
difíciles de sus vidas, los principios sobre los cuales debe descansar su
actividad, y han hecho suyo el adagio: “Quien
comienza en juventud a bien obrar, señal es de no errar en senectud”.
16.- El hombre o la mujer del derecho rebaja su
obra o la eleva, con su actitud en la vida profesional, pública y
privada. La forma asumida ante un
hecho va a ser juzgada no por una persona
actuando en función de juez o árbitro, sino por el pueblo, por la
sociedad donde realice sus actividades, que es juez de las actividades humanas;
principalmente en este ambiente, en este medio donde convergen tantos fenómenos
sociales, políticos, económicos.
17.- Los licenciados y doctores en derecho en la
universidad aprenden los principios generales del derecho; les enseñan lo que
son las instituciones, las personas, las
hipotecas, los privilegios en general; los principales contratos, los
procedimientos, etc. Pero en el
ejercicio de la profesión encuentran todo un laboratorio en el cual deberán
analizar fríamente cómo actuar y proceder.
18.- El ejercicio de la profesión de abogado es un
sacerdocio, y para cumplirlo cabalmente se requieren condiciones que muchas
veces no dependen de las aptitudes personales del individuo. El medio influye
de una manera determinante en la conducta del abogado.
19.- La situación concreta de nuestro país, la base
económica y social alrededor de la cual se levanta la estructura legal, muchas
veces asfixia a algunos abogados y abogadas.
Pero aquellos que proceden de un hogar de sólidas costumbres vencen todas
las adversidades, entierran las malas tentaciones, y por encima de sus necesidades
más perentorias ponen los principios de la moral, la honestidad, la ética y la responsabilidad,
no solamente como abogados y abogadas, sino también como hombres y mujeres de
bien.
20.- Lo fundamental es que cada profesional del
derecho haga un aporte al país como hijo de este pueblo; cómo servirle al país como
profesionales? Ejerciendo su profesión
con altura, dentro de los principios de la ética y la honestidad, todo acompañado
con espíritu de sacrificio y con mucha sensibilidad.
21.- Las relaciones del individuo con la sociedad,
la combinación del interés personal y el social ha sido siempre el problema
principal de la moral. Estas relaciones,
que tienen su origen en determinadas relaciones jurídicas, económicas y que en
cierto sentido son un aspecto de ellas, dejan su impronta en todo el accionar
del ser humano, en las formas de su trato con las demás personas.
22.- Cada época histórica tiene su moral imperante;
corresponde a cada persona sin
compromiso con el pasado, y no comprometida con lo negativo del presente, levantar los
principios sobre los cuales descansa la moral de los profesionales; la moral de
un profesional sin egoísmo, sin prejuicios, sin apetencias personales
desmedidas, en fin, un profesional digno de una sociedad nueva que descanse en valores.
23.- El o la profesional del derecho interesada por
alcanzar la decencia debe buscar la
moral no en base a normas, sino en la existencia social de los seres humanos;
comprender en virtud de qué ceden el puesto a otros principios una norma de comportamiento; descubrir por qué es
inevitable el triunfo de los principios y las normas de una moral nueva; para
una sociedad nueva, para un profesional
nuevo del derecho.
24.- El pueblo dominicano ha de exigirle el máximo a sus profesionales,
porque si es cierto que el sacrificio de sus padres es meritorio, no es menos
cierto que la contribución del pueblo en general es determinante en su formación, preparación y educación. Particularmente los profesionales del
derecho deben ser el mejor ejemplo y constituir un valor nuevo, un valor sin
vicios, trabas ni prejuicios sectarios, en fin, un valor puro,
un valor inmaculado.
25.- Las normas morales abarcan la conducta de las
personas no sólo en el marco de la vida privada, sino en todo el comportamiento
del individuo respecto a las demás personas y a la sociedad.
III.- La ética del abogado
26.- Es de singular importancia que cada abogado o abogada vea la ética como la máxima expresión de la moral; la forma específica de la conciencia social y
profesional; la piedra de toque del
progreso moral del hombre o la mujer que
se pone la toga, no para hacer de ella el paño con el cual
encubre sus actos negativos, sino la bandera negra que cubre el cuerpo de los
hombres y las mujeres que luchan en los estrados por defender la verdad aún
cuando esa verdad conlleve la puesta de su cuerpo exánime en la tumba.
27.- Los postulados de la moral y la ética han de ser
parte integrante de las convicciones
personales de cada abogado y abogada; rasgos de su carácter, las normas que rigen los actos
de su vida; la esencia del comportamiento personal, profesional, público y
privado de cada uno de los principales
actores de los tribunales, y llevadas sus actitudes a la práctica voluntariamente,
por costumbre.
28.- Las
actos corruptos, las maniobras extrañas en el ejercicio de la profesión
de abogados y abogadas, tienen que ser eliminadas. El ejemplo de
los profesionales promiscuo no puede ser imitado; muy al contrario, frente a esas censurables
conductas, portadoras de los peores
vicios de la sociedad dominicana, los
abogados y abogadas decentes deben mantenerse vigilantes, levantando como modelo de ética y moral a aquellos
profesionales del derecho que, como el licenciado Francisco Porfirio Veras, don
Lilo, y Joaquín Ricardo Balaguer,
Quinquin, simbolizan y siguen siendo la conciencia y el ejemplo del abogado y la abogada que ejerce su profesión honestamente.
29.- Aquellos que argumentando el de que “ya toda
la clientela está repartida entre un grupo de abogados” y que en lo adelante será
muy duro subsistir en nuestro medio, son los mismos que se colocan al margen de
la decencia y de la honestidad para pisotear la ética y la moral profesional.
30.- Esa es la tesis, poco socorrida por feliz
casualidad, de los que estimulan al ejercicio del tigueraje deshonesto de la
profesión. A esos pronunciamientos hay
que ignorarlos; hay que tomar el ejemplo de los colegas que han resistido todas
las tentaciones mezquinas y se mantienen firmes, teniendo como norte el
ejercicio honesto y honrado.
31.- El abogado o abogada tiene que revestirse de un espíritu de
sacrificio, y saber que como miembro de la sociedad donde ejerce su profesión
debe servirle no solamente a aquel que va a su bufete con el “buen caso”
que produce altos honorarios, sino también al desamparado de la fortuna, pero
que defiende una causa justa.
IV.-
Los profesionales del derecho. El dinero y la ética
32.- Los profesionales del derecho no deben desesperarse en su ejercicio por obtener amplios recursos
económicos; el dinero no da talento, capacidad ni méritos. Algunas veces sólo
sirve para satisfacer apetencias desmedidas.
33.- La generalidad de las inconductas de los
abogados y abogadas es fruto de su ambición por llegar a tener cosas
materiales utilizando como medio el
ejercicio de la profesión, como si fuera tan difícil obtener dinero en un medio
como el nuestro donde se ha llegado a aplicar el criterio de que todo se vale.
34.- Hacer dinero es tan fácil que hasta con un
susto se logra adquirir esa mercancía, sin tener que permanecer veinte años
estudiando. El que trafica con drogas pasa sustos, pero no ha requerido estudios, sacrificios ni talento para hacer
dinero.
35.- La profesión de abogado no es para hacer
riquezas, sino para aportar un servicio a la sociedad donde se ejerce; ella da
prestigio y permite una vida digna y decente; aquel abogado o abogada que se
desespera y persigue obtener dinero sin
importar los medios, termina mal, renegando de la ética y la moral profesional
36.- Conocemos colegas sumamente inteligentes,
laboriosos, organizados, y con su ejercicio profesional han hecho una gran
fortuna económica, pero poniendo sus buenas cualidades profesionales para hacer dinero a la carrera, vulnerando la
decencia y la ética profesional.
37.- Los abogados y abogadas de Santiago
tienen hoy hombres y mujeres de la toga
y el birrete que pueden servirles de ejemplo de buen comportamiento a la
presente y futuras generaciones; ellos han sido y son ejemplos de superación,
progreso y modelo de conducta en el ejercicio de su profesión.
38.- Si ayer Santiago contó en su matrícula de
abogados y abogadas con colegas como Manuel Ramón Cruz Díaz
-Moncito-, Miguel Olavarrieta, Pedro Antonio Lora -Toñito-, Marcos A. Cabral, Ramón García Gómez, y otros; hoy también en
nuestro medio hay jóvenes, y no tan jóvenes, paradigmas de buena conducta profesional.
39.- Debo destacar, además, que la generalidad de
los magistrados y magistradas que componen el Departamento Judicial de
Santiago, hoy han continuado honrando con su forma de proceder el mérito histórico que ha tenido esta ciudad de contar
con funcionarios judiciales que, aun en el peor momento de descrédito del
Servicio Judicial en el país, cuando el presidente de turno, doctor Joaquín
Balaguer, llegó a decir “que la justicia era un mercado”,
que se vendía, la de Santiago se veía como una flor blanca en un pantano.
V.-
Una vivencia de un profesional ejemplo de ética
40.- Aprovecho la ocasión para traer a colación la
experiencia que vivió hace unos días un
colega de mi promoción, de la ciudad capital. Un cliente le solicitó
una consulta sobre un asunto en curso ante un tribunal; él emitió su
criterio, y el cliente le pagó sus
honorarios.
41.- Luego, a los pocos días, el mismo cliente le
solicitó una consulta en la que le requería trazarle una estrategia para lograr
que se reenviara el conocimiento de una demanda en ejecución de sentencia, a
como diera lugar.
La respuesta de mi amigo no se hizo esperar,
contestándole:
“Por razones
éticas, no puedo recomendar a ninguna persona estrategia alguna para posponer
el conocimiento de un asunto, salvo cuando se presenta una irregularidad o
vicio que impidan la celebración de una audiencia, o impongan una
posposición de la misma, lo que no aprecio suceda en la especie”.
“Siempre hay múltiples marrullas para impedir el conocimiento de un asunto, pero no está en el estilo de mi ejercicio profesional, recomendar ninguna de ellas, por eso me limito a reiterarle lo que válidamente le es dable hacer a esa empresa en ocasión de la referida demanda”.
“Siempre hay múltiples marrullas para impedir el conocimiento de un asunto, pero no está en el estilo de mi ejercicio profesional, recomendar ninguna de ellas, por eso me limito a reiterarle lo que válidamente le es dable hacer a esa empresa en ocasión de la referida demanda”.
42.- Mi amigo y colega perdió el cliente, y también
el dinero que podía recibir por concepto
de esa consulta, pero sé que él no se lo lamenta porque procedió conforme a su conciencia,
dentro de la ética y la moral como profesional del derecho.
REFLEXIONES
1.- Las palabras que contiene este trabajo no han
sido escritas, ni han salido de la garganta de un monge, o fraile del siglo pasado, sino expuestas por
un ser humano nacido aquí, en este medio
preñado de vicios, de taras sociales
presentes desde hace muchos años.
2.- A los presentes quiero decirles que quien les expone forma parte de la promoción de abogados y abogadas
de la UASD, de 1967; esto les dice que
tengo en este oficio cuarenta y siete
años, lo que me ha permitido conocer la
parte fea y bonita de la profesión,
tratar con abogados y abogadas de todos los calibres, horados y ladrones,
serios y sinvergüenzas.
3.- Pero de las abogadas y abogados tengo la idea formada
de que los más son los mejores, los más honestos, los más dignos de ser
imitados por la presente y futuras generaciones de juristas, magistrados, y profesionales del derecho especialistas en todas las áreas.
4.- He ejercido el oficio de abogado en forma intensa
por espacio de 47 años. De mi
comportamiento como profesional del derecho no puedo hablar; sólo pueden
hacerlo aquellos que han ejercido a mi
lado, como el doctor Domingo Gil y el
licenciado Juan reyes Eloy, así como con
quienes he litigado, y los magistrados ante los cuales he postulado.
5.- Hoy tengo un ejercicio profesional pasivo; minúsculo, no por cansancio físico ni intelectual, sino por la forma
atropellante e irrespetuosa como ejercen algunos colegas ante los tribunales; para
seguir en mi oficio como antes tenía que amoldar mi actitud a la intolerancia,
grosería e impertinencia de desaprensivos
profesionales del derecho, algo
que no estoy dispuesto a tolerar.
6.-
Laborando como abogado he vivido dignamente, y formé mi familia; no he hecho fortuna económica; mi mayor
satisfacción ha sido que para vivir de
mi oficio no he tenido que renunciar a mis convicciones ideológicas y formación
doméstica.
7.- A los
jóvenes profesionales del
derecho les digo que poco importa su
origen o condición social, color, religión o posición ideológica; si
ejercen la profesión con apego a la
ética, honestidad, decencia y
responsabilidad, la sociedad les acepta
sin discriminación o desprecio alguno.
8.- Ningún
abogado o abogada debe sentirse mal por el hecho de que escuche a diario denuncias de acciones dolosas
ejecutadas por colegas; eso es normal en el medio social bajo el cual vivimos, y que cada día da signos
de convertirse en un estercolero.
9.- Los profesionales del derecho con ejercicio
deshonesto no se dañan en un santiamén,
se corrompen poco a poco hasta llegar a la podredumbre.
10.- El
abogado o abogada no puede ser medio
serio; serio intermedio, serio mediano, o serio incompleto; debe ser, pura y simplemente, íntegro, honrado, probo; de una conducta y ética intachable reconocida
por sus colegas, los magistrados y la sociedad en general.
11.- Recientemente el Presidente de la Suprema
Corte de Justicia, doctor Mariano Germán Mejía, presentó un proyecto de ley a
los fines de regular el ejercicio de la profesión de abogados. Estoy totalmente
de acuerdo con esa iniciativa, aunque considero que las sanciones a los
abogados o abogadas que incurren en
inconductas graves, les debe ser cancelado el exequátur para siempre, como una forma de higienizar un oficio ejercido
con altura, decencia, responsabilidad y decoro por tantos y tantos hombres y
mujeres.
12.- Por último, distinguidos abogados y abogadas,
quiero retengan este mensaje: El éxito de los profesionales del derecho no está
en obtener mucho dinero de cualquier forma, sino llegar al final del ejercicio con el respeto y la consideración de lo mejor de la sociedad de la cual forman
parte.