Por: Ramón Antonio Veras.
Introducción
1.- Fue necesario que transcurrieran varios
siglos de la historia de la humanidad, para que la mercancía dinero llegara a
desempeñar un papel preponderante en el desarrollo de las fuerzas productivas;
de ahí que los conceptos clases sociales, dinero y Estado están íntimamente
ligados y casi seguro a correr igual destino: la desaparición.
2.- El dinero, en el mundo de hoy es, además
de equivalente a medio de cambio, medida de valor, patrón de precios, medio de
pago universal, reserva de valor y forma
de constituir un tesoro.
3.- El objetivo de este escrito no es
caracterizar las distintas funciones que desempeña el dinero, sino la
valoración que ha llegado a alcanzar, una apreciación sin límites. De una
estimación tan elevada que muchos seres humanos lo colocan por encima de su
conciencia.
I.- Errada apreciación con
respecto al dinero
4.- En el mundo de hoy,
dependiendo de la formación de la persona, el dinero es signo de adoración;
manejado con sentido de admiración. Un insensato poseedor de él se cree con
mandato divino; algo así como que le merece adoración ilimitada.
5.- El dinero, utilizado sin una visión clara
de lo que es en sí, lleva a los débiles de espíritu a formarse la absurda idea
de que están investidos con el mandato celestial para amar y odiar, honrar y
deshonrar, exaltar y propagar, santiguar y profanar.
6.- El dinero, en las sociedades sostenidas
bajo sistemas sociales como el que hoy predomina en nuestro país, dependiendo
de la ubicación social y criterio ideológico de la persona y la ambición por
él, conduce a la degradación vulgar, el descrédito absoluto, al arrastre
pervertidor, a ser un canalla sin posibilidad de regeneración.
II.- El dinero y la
influencia en las personas
7.- Por su preeminencia en
un determinado medio social, el dinero condiciona a amplios sectores, clases y
capas sociales que, dominadas por un patrimonio económico fuerte, llegan a
creerse que están por encima del bien y del mal, a envanecerse de tal forma que
se convierten en enanos engreídos, se envalentonan hasta el extremo de la
fanfarronería. Su mundo circundante lo imaginan alrededor de su cuenta
bancaría.
8.- El dinero se convierte en algo tan penetrante
en la persona ambiciosa que la transforma en un ser humano en descrecimiento,
de juicios vanos; de actitud humilde la cambia a fatuo, de trato sencillo y
llano la convierte en arrogante, presumida y altanera.
9.- Aquel que hace de su
vida tener dinero, procura obtenerlo como coraza, con la falsa creencia de que
lo protegerá siempre; que será su instrumento de defensa; que su existencia
estará acompañada de un blindaje ante cualquier ataque físico, moral o legal.
10.- La más fina
manifestación de la especie humana, el amor a los demás es, en algunas
ocasiones, procurado mediante el dinero, convirtiendo la ternura en algo
comercial; se comercializa el querer y la estima; y hasta la predicción o
rechazo de un ente social hacia otro.
11.- La condición de clase
social, la confusión ideológica o la ignorancia, permite que la acumulación de
dinero, en determinado grupo social, vulnere los derechos de la mayoría de la
sociedad; perjudica a los que son los más y no están en el disfrute del poder
político del Estado.
12.- Muchas veces
conflictos entre amigos, Estados y gobiernos, tienen su origen en el dinero, y
las dificultades se generan en forma áspera; el dinero coloca en un trance cuando
está de por medio; la disconformidad impide cualquier aprobación decorosa
cuando hay billetes de bancos en juego; algunos se pavonean al hacer alarde de
su riqueza la cual los hace achicarse mental y físicamente.
13.- La penetración del
dinero en el cerebro de muchos seres humanos es tan profunda que transforma a
los íntegros, probos y muy honrados, en afrentas e indecentes. Las mujeres
y los hombres de bien que cambian de
conducta por dinero, demuestran la fragilidad, la inconsistencia de los principios
éticos y morales que decían sustentar como norma de vida; ceden ante la
podredumbre y la siempre tentadora corrupción.
III.- Dinero y su forma de obtener
14.- El dinero mal
adquirido, como aliado impúdico de la corrupción, guía a su poseedor a la
vileza, ignominia y depravación infame; lo convierte en huérfano de virtudes, y
horriblemente dañoso social.
15.- El dinero lícito,
fruto del trabajo, utilizado para satisfacer necesidades materiales y
espirituales de quien lo produce, no tiene nada de pecaminoso; pero no obstante
su legitimidad, si es destinado para pervertir a los demás, entonces
desnaturaliza su origen convirtiéndose en un dinero malsano, socialmente
nocivo.
16.- El afán por disponer
de dinero fácil ha degradado la política dominicana al convertirla en un medio
de enriquecimiento ilícito; el politiquero es visto como un degenerado que
contribuye a depravar el medio social. En nuestro país se impone eliminar el
clientelismo político, para que el dinero no siga reduciendo la honra al nivel
alto o bajo dependiendo del patrimonio económico. El robo del dinero del erario
envilece y hace imposible asear la vida pública.
IV.- Un ser humano con
virtudes
17.- La organización
económica, política, educacional, policial, militar y familiar está hoy
afectada por una crisis de fondo que llega a todas las familias, sin importar
origen social y económico. La conducta de la dominicana y el dominicano de hoy
es la expresión de la sociedad dominicana enferma, la cual está pagando el
costo social de una crisis de fondo, no coyuntural.
18.- En el comportamiento
de una persona se destaca la influencia de los padres, la escuela y los
profesores; las instituciones del Estado, en fin, un conglomerado social que,
aunque se define en forma aislada, representa una parte de un todo de lo que
será la forma de proceder de un hombre o una mujer en sociedad.
19.- Pura y simplemente, la
sociedad dominicana está enferma; y su cura no está en medidas artificiales;
hay que ir a la esencia del problema; el cambio no puede ser de fachada. La
transformación ha de ser profunda, porque solamente así puede surgir un ser
humano nuevo, con una conducta nueva, con una ética diferente a la actual; con el
comportamiento de ciudadanas y ciudadanos que crean en las virtudes que adornan
a los seres humanos por su actitud en el seno de la sociedad.
20.- Si nos apartamos de
las instituciones que integran el Estado dominicano, y lanzamos una mirada
hacia la actividad comercial, al mundo de los negocios, al sector empresarial,
también ahí observamos crisis. No se puede decir, en honor a la verdad, que el
comerciante, el industrial y el banquero de hoy es el mismo de ayer; la crisis
ha arropado a toda la sociedad. No hay nada por excluir: ni a las instituciones
del Estado, ni al sector privado, ni a los vinculados con el comercio, ni a los
que están relacionados con las profesiones liberales.
21.- Dentro del orden
social vigente se pueden crear mecanismos, instrumentos, espacios de lucha
democrática, que hagan comprender a la generación actual que ella tiene el
compromiso de hacer cambiar de rumbo al país; que esto no puede seguir como
hasta ahora; que a ella le corresponde dar los pasos para, sobre la base de esta
sociedad en decadencia, ya enferma; tomar medidas en firme que sirvan como
punto de referencia hacia nuevos horizontes de honradez, decencia, honestidad,
desprendimiento, solidaridad y sentido de compromiso cívico.
22.- La situación concreta
de nuestro país, la base económica y social alrededor de la cual se levanta la
estructura legal, y la ambición de dinero,
asfixia a amplios grupos sociales. Pero aquellos que proceden de un
hogar de sólidas costumbres vencen todas las adversidades, entierran las malas
tentaciones, y por encima de sus necesidades más perentorias ponen los
principios de la moral, la honestidad, la ética y la responsabilidad como
hombres de bien.
23.- Debemos instruir a los
niños para que se levanten como personas eminentes por su conducta intachable
en el medio social donde viven; ganar nobleza con los estudios y el trabajo;
llegar a ser insignes, no por tener dinero, sino por lo útil que han sido para
la sociedad; por la trascendencia de que se hace acreedor el que asciende por
méritos, no por dinero adquirido a costa de la deshonra, la degradación, la
ignominia y el avasallamiento.
24.- En todos los
niveles, los centros educativos del
país, hay que difundir la idea de que aspirar a tener dinero por cualquier vía
mantiene a la sociedad dominicana contaminada por los vicios sociales más
despreciables, entre los que se destacan la corrupción en sus diferentes
modalidades, el timo vulgar, el pillaje descarado, y el latrocinio sin límites.
25.- Los educadores de aquí
deben formar a nuestra niñez para que
desarrolle sus facultades intelectuales, sociales y morales en el correcto
proceder; llevándole la idea de que el dinero obtenido sin el mayor esfuerzo
contribuye a levantar a un ser humano hueco, sin valores personales.
26.- De nuestras escuelas
han de salir seres humanos con la convicción de que envilece el dinero que no
es generado con el trabajo; que la conciencia de ser íntegro, probo y virtuoso,
se consigue con el esfuerzo, no con el desaliento, y la haraganería.
27.- De seguir formando la
niñez con la idea de que el dinero está por encima de la decencia, vamos a
continuar con una sociedad humana dominada por los vicios, corrompida, víctima
de la crápula política, sacrificada por los depravados y perjudicada por los
pervertidores.
28.- La realidad dominicana
de hoy nos está diciendo que vamos por mal camino, porque las virtudes cívicas
han sido olvidadas y su espacio ocupado por la ambición desmedida de tener
dinero fácil; acumular dinero para exhibir riqueza; abundancia de bienes
adquiridos en forma ilícita, bienestar alcanzado en base al robo al erario;
lucir acomodo por la indigencia de la gran mayoría del pueblo.
29.- A la niñez dominicana
hay que inculcarle que sólo el dinero fruto del trabajo digno ha de ser
recibido; que la pestilencia, la hediondez que predomina hoy en el medio social
dominicano es porque la mercancía dinero está en muchas manos tufaradas, podridas
y contaminadas por negocios sucios.
30.- Hay que hacer saber a
la juventud dominicana que no debe desesperarse por obtener dinero porque este
no da talento, capacidad ni méritos. Algunas veces sólo sirve para satisfacer
apetencias desmedidas.
31.- Los niños deben saber
que en caso de llegar a ser profesionales, su actividad no es para hacer
riquezas, sino para aportar un servicio a la sociedad donde se ejerce; ella da
prestigio y permite una vida digna y decente. Aquel que se desespera y persigue
obtener dinero sin importar los medios, termina mal, renegando de la ética y la
decencia.
32.- Lo ideal es aspirar a
llegar a contar con un país en el cual la persona sea respetada por los méritos
alcanzados por su propio esfuerzo, y no por haber adquirido dinero mediante
prácticas ilícitas. Nunca será bien visto en el medio social aquel que se eleva
económicamente recurriendo a medios no permitidos legal ni moralmente. La
ilegitimidad de un patrimonio económico hace a su poseedor un individuo falso, que hace gala de lo adulterado.
33.- Solamente aquel que
procede con desvergüenza hace caso omiso al qué dirán si se ha enriquecido sin
posibilidad de justificar su enriquecimiento. La impudicia cuadra perfectamente
en quienes se mueven en el ambiente donde viven sin importarles que les traten
como entes sociales sin calidad para ser objeto de merecimiento alguno.
Santiago de los Caballeros,
18 de noviembre de 2019.