Por: Ramón Antonio Veras.
1.- El más profundo analista político no
podía llegar a predecir que desde la desaparición física de Rafael
Leónidas Trujillo, hasta ahora, la sociedad dominicana llegaría a encontrarse
en el estado de deterioro a que ha
llegado. Lo que está ocurriendo aquí a nivel de degradación de seguro que
resultaría imposible, difícil, muy difícil, de adivinar; algo engorroso de
pronosticar. Ni el más perspicaz se acerca a hacer profecías de lo que
ocurre. No hay punto de comparación entre lo que fue nuestro país ayer y lo que
es hoy. Lo de ahora es totalmente opuesto a lo anterior, por lo que no hay
posibilidad de establecer parangón.
2.- Hablar de lo que fue el medio
dominicano anteriormente y lo que es hoy, es opinar de épocas diferentes y de
un mismo país. El periodo que vivimos
ayer es contrario al que ahora estamos viviendo. Hay una contraposición
evidente. La comprensión solo es posible por parte de quienes hemos vivido la
etapa pasada y la actual, porque llama
la atención el cambio que se ha
producido en lo que se refiere al comportamiento de las personas.
3.- Los dominicanos y dominicanas que
tenemos la dicha de haber vivido sesenta años o más, por experiencia propia
sabemos que nuestro país no es hoy el mismo en lo que se refiere a cómo se
comportan las personas en las relaciones que establecen en el diario vivir.
4.- El ser humano con el cual nos tratamos
en nuestra niñez, fue sumamente bonachón, altamente bondadoso; en la cara se le
veía su sentir humanitario, cordialidad y afabilidad. El trato apacible y de
excelente suavidad nos decía que teníamos de frente a un individuo formado en
la magnanimidad, en nada reflejaba perversidad.
5.- Anteriormente compartíamos con un
individuo presto a decir la verdad;
veraz en el sentido amplio de la palabra. La franqueza la dejaba ver en cada palabra que pronunciaba en un lenguaje lleno de autenticidad,
sinceridad y lealtad, lo que nos decía que estábamos hablando con un ser libre
de mentiras, de doblez.
6.-
Antes contábamos con mujeres y
hombres que se comportaban con honradez y suma rectitud. La honestidad la
manifestaban en cada una de sus
actuaciones; la decencia y la integridad, adornaban al ente social con el cual
compartíamos. Las virtudes formaban
parte integral de su personalidad
que se evidenciaba moralmente inmaculada.
7- La comunidad dominicana en la cual
nuestra generación nació y se
desarrolló, estaba hecha de un material
tallado en la responsabilidad. Creía firmemente en el deber de cumplir, llevar
a efecto, acatar lo que había prometido hacer o no hacer. Ese ser humano del
pasado, en nuestro medio obedecía a lo que su conciencia le recordaba que
estaba comprometido a no contravenir, a no desobedecer lo que se había impuesto
responsablemente a ejecutar.
8.- El de ayer fue un munícipe dado por entero a la colaboración desinteresada;
decidido siempre a ir en auxilio; estar
en el lugar donde fuera necesaria su ayuda en interés del medio donde vivía. Se
podía contar con su contribución en cualquier ocasión porque participar estaba
en la esencia de su formación cívica.
9.- Años
han pasado cuando contábamos con un sujeto lleno de bondad; que hacía de la cordialidad su razón de ser. Su
magnanimidad y tolerancia las exhibía como prueba de su sensibilidad. No
existía el granuloso, desabrido y
áspero, ni conocíamos al desagradable, al difícil de tratar.
10.- En tiempos pasados tuvimos la dicha
de que se formara un ciudadano para
vivir orgulloso, presumido de existir para ser positivamente valorado;
enorgullecerse de actuar correctamente; alardear de contar con una educación
doméstica que lo hacía honorable y para que sus progenitores jamás se
avergonzaran por ser una afrenta.
11.- En otros períodos
de la vida dominicana contábamos
con comunitarios comunicativos, que disfrutaban y hacían gozar la agradable
conversación. Comunicarle al familiar o amigo algo de interés personal o
colectivo era signo de confianza, a la vez
con gesto de estrecha y franca relación; prueba de trato afable y
vínculos que descansaban en el intercambio mutuo que fortalecía la unidad entre
familiares y amistades.
12.- Las generaciones anteriores
procuraban realizar reuniones familiares, sociales o privadas, con el fin
de mediante los encuentros mantener la
sana convivencia, la fructífera congregación. Las tertulias se hacían como
forma de esparcimiento y solidificación de afectos sinceros, utilizando una
celebración como medio de asociación de afines contertulios.
13.- Ayer nos tratábamos con personas que
se comportaban con honradez, tenían conciencia de la decencia, de la
honestidad. Aquel que sustraía lo ajeno,
el ladrón, era visto como una persona que no cabía en el ambiente, porque se tenía
la idea de que se comportaba como un extraño. El ratero, el mangante no tenía
espacio; su proceder lo marginaba y lo hacía indeseable a la vista de la mayoría de sus
conciudadanos.
14.- En el pasado se sentía mal aquel que
ejecutaba un acto que lesionaba su amor propio porque su actuación se consideraba un bochorno. El
descaro, la desvergüenza se tenía como un deshonor, que iba contra el orgullo
de quien hacia algo oprobioso. El
indeseable por acciones pecaminosas arrastraba consigo una mancha imposible
de lavar, por lo que se convertía en un muerto en vida.
15.-
En nuestro país, la persona del pasado fue bienintencionada; en ella se
podía depositar absoluta confianza porque en el fondo de su alma no guardaba lo
maligno ni lo perverso. Nos tratábamos con lealtad porque la baraja marcada no
formaba parte de las relaciones que se desarrollaban en forma recta, libre de
sinuosidad; ausencia de ardid y disimulo.
16.- El afecto, la inclinación entre los
integrantes de la comunidad, era algo mutuo. Las personas de ayer, por su forma de
ser y carácter, se hacían agradables, generaban atracción, gracia.
El individuo hosco era poco común en
nuestro medio. Por lo general, nos encontrábamos con entes sociales que siempre
exhibían cordialidad y llana simpatía.
17.- Anteriormente, en el ambiente nuestro
primaba la camaradería; el compañerismo fue la base sobre la cual descansaban las relaciones fraternas entre
amigas y amigos. Aquel que desde niño
conociste en la escuelita, o fue tu condiscípulo en la intermedia o
secundaria, de seguro que se ha mantenido ese afecto resultante de la
fraternización. Entre los cofrades del pasado no había fisura que llegara a la
hostilidad.
18.- La armonía era la línea, la norma que
regulaba las anteriores relaciones entre los hombres y las mujeres. Existía la
voluntad, el buen deseo de armonizar para construir una sincera amistad que
perdurara con cordialidad, efusividad y sencillez, rodeada de cariño y
franqueza. El trato posibilita la permanencia de mutua simpatía.
19.- El ser humano dominicano de ayer se
desarrolló y formó en un ambiente sano,
libre de perversidades, ausente de maldades. En la conciencia de los nuestros
no estaba la intención rencorosa, la
crueldad, la inquina ni la fobia. Sobresalía el sentir afectuoso, dulce,
cariñoso y bondadoso.
20.- Compartíamos personas no propensas al rencor ni al estado
de rabia. A cada momento nos encontrábamos con compueblanos pacíficos, que no
conocían la maldad para aplicarla a los demás. El sanguinario y vengativo no
fue integrante de la sociedad nuestra del pasado. El cruel no estaba en la
codificación del dominicano, por lo que el desalmado, despiadado y sádico
tampoco formaba parte de la comunidad en la que nos formamos.
21.-
Nuestra vida se desarrollaba calmada y alegre. No vivíamos en
sobresaltos, espantos ni con el miedo
escalofriante. Nadie se sentía intimidado por el delincuente común, el
atracador, el asaltante. La presencia en el hogar de un ladrón nocturno o
diurno no era motivo de inquietud.
22.- Una existencia excitada en demasía,
no era posible por la alteración del estado de ánimo generado por la continuidad de la
criminalidad, ni por la existencia de acciones criminales salvajes permanentes.
Las operaciones de sicariato, secuestros, narcotráfico y el feminicidio no eran
habituales en nuestro medio. El malhechor no fue un delincuente vinculado con
los crímenes que ahora causan terror en la sociedad dominicana.
23.- Al hacer referencia del medio social
dominicano de ayer, no queremos pintarlo como el ideal, que tenía todas las cualidades
deseadas o requeridas. Aquel ambiente no era la excelencia, pero era viable, y
con imperfecciones que no lo convertían en un infierno, insufrible e irritante.
24.- El entorno que compartimos hoy las dominicanas y los dominicanos no es
el mismo que disfrutamos aquellos que nos formamos en épocas pasadas, el cual,
con todas sus limitaciones, contaba con un mejor ser humano.
25.- El país que estamos viendo hoy
difiere en lo absoluto del nuestro en el pasado. La persona noble y digna con
la cual compartíamos anteriormente, se ha convertido en extraña, porque ese ser
humano sano ahora está en desuso, y cuando hace acto de presencia le vemos como
un advenedizo, pura y simplemente un ajeno al medio.
26.- Al recordar lo que fue la
colectividad dominicana en el pasado, no estamos siendo románticos, idealistas
ni soñadores. Tratamos de pintar la realidad pasada y la presente, sin querer
embellecer el ambiente en el que nos formamos, ni degradar el actual.
27.- No aspiramos a tener idéntica
sociedad dominicana ahora, que aquella que estaba organizada hace sesenta años.
Lo que hemos querido destacar es el cambio negativo que se ha efectuado en el
ser humano de hoy, en comparación con el proceder positivo del de ayer. No
resulta difícil identificar lo que fue el hombre y la mujer del pasado en
nuestro país, con los entes sociales de ahora. La conducta ejemplar,
instructiva y emblemática de los nuestros ayer, ni por asomo puede equipararse
con la de hoy.
28.- La dialéctica nos dice, por las leyes
que rigen el desarrollo de la sociedad
humana, que un hombre y una mujer nueva van a surgir con la llegada de un
sistema social diferente al actual. El ser humano maravilloso, fascinante, será
el del futuro, que necesariamente va a venir lleno de amor, comprensión, sensibilidad
y total expresión de solidaridad.
29.- Con un ser humano nuevo vamos a contar una vez
cambie la superestructura levantada sobre el actual ordenamiento económico y
social; nuevas ideas sociales, instituciones
y órganos políticos estarán presentes por el cambio de régimen económico
que inexorablemente ha de llegar.
30.- El comportamiento de la generalidad de
los dominicanos y de las dominicanas de hoy, solo será recordado como triste
recuerdo de lo que nunca debió ser el proceder de la especie humana. Lo dañino,
perjudicial y desfavorable no debe prevalecer sobre lo beneficioso y bondadoso.
Santiago de los Caballeros,
20 de noviembre de 2017.