Por: Ramón Antonio
Veras.
I.- Algunas
dificultades de pensar libremente
1.- Algunas personas,
a lo mejor, no se dan cuenta lo difícil que resulta pensar libremente en un
medio social en el cual muchos quieren imponer la forma como deben actuar los
demás; la libertad esté condicionada al capricho y antojo de quien se considera
portador de poderes divinos que lo han escogido como prodigioso, y a quien no
se está permitido cuestionar.
2.- Expresar una
opinión diferente a la que sostienen aquellos que se creen pontífices, es un
sacrilegio, una violación a la verdad absoluta de quienes se creen merecedores
de ser calificados incontestables en los juicios que emiten porque tienen el
monopolio de la veracidad.
3.- Aquel que quiere
comportarse como pensador sincero, mantenerse fiel a sus ideas, no se siente
satisfactorio cuando debe ajustarse a lo que otro cree que es lo que debe
exteriorizar, comunicar por escrito o de viva voz. Es mejor callar, reservarse
lo que se quiere decir, antes que revelar el pensamiento presionado,
condicionado; que se vea que está arrinconado, que responde a sumisión.
4.- Actuar con
libertad entraña comportarse con franqueza, desenvolverse respondiendo a lo que
le dicta la conciencia, sin más sujeción que las que resultan de las leyes, las
buenas costumbres y la consideración que merecen los demás miembros de la
comunidad. Ejercer la libertad no es lo mismo que el libertinaje, la que bien disfrutan aquellos que se sienten a
gusto ejecutando todas clases de excesos.
5.- En nuestro país, muchos de los que
escribimos y accionamos en la política, llegamos a esta por convicción, y la
ejercemos como una actividad noble, honrosa y digna, por medio de la cual
procuramos materializar las ideas que con tanto amor abrazamos desde la
pubertad, y a las que no renunciaremos
ni traicionaremos jamás, porque queremos
permanecer honrándolas limpiamente.
6.- Exponer el
pensamiento por medio de la palabra escrita solo tiene sentido cuando lo
hacemos con la finalidad de cumplir una función social, no así para satisfacer
prejuicios, resentimientos y herir conductas. Es contrario al buen uso del
intelecto manifestarse despreciando, deshonrando y perversamente lesionando, o
de cualquier forma envileciendo.
7.- Hacer uso de
términos hirientes para lanzar críticas de contenido político revela que quien
los utiliza no es más que un limitado mental en lo que a política de altura se
refiere, llegando a convertirse en un impertinente e insolente. Es muy propio
del desvergonzado ganar espacio social con sus atrevimientos, sinvergüencerías
e impudicias, las que muy bien dejan ver su ausencia de escrúpulos.
8.- Todo aquel que
recurre a los ataques políticos con ribetes personales se expone a recibir
respuestas no esperadas ni deseadas, porque quien se siente lesionado en su
persona, honor y consideración se cree con derecho de contestarle a su atacante
con las mismas armas, y a lo mejor peores. De ahí que es muy delicado caer en
la diatriba; la censura politiquera y artera.
9.- Las consecuencias
de los daños causados con la calificación que genera aflicción son
impredecibles, porque van a depender del temperamento de quien se considera
ofendido. Los resultados, el desenlace que trae la imputación, el
enjuiciamiento mediante la palabra ofensiva, pueden quedarse en la discusión o
al enfrentamiento, a la confrontación acalorada matizada por la exasperación y
el enojo.
II.- Censurar el
sistema con palabras respetuosas
10.- No resulta
difícil aportar a la lucha contra un sistema social injusto, y procurar lograr
la instauración de uno diferente que satisfaga las aspiraciones más sentidas de
las grandes mayorías nacionales. Las lacras sociales son de identificación
fácil, y para señalarlas existen cientos
de palabras que pueden ser comprendidas por aquellos a quienes queremos
orientar con lo que predicamos, por lo que no hay necesidad de rebuscar
expresiones para lanzarlas contra aquellos que se identifican con el
ordenamiento vigente generador de las tachas que combatimos.
11.- Si lo que
perseguimos es contribuir por medio de la palabra oral o escrita para cambiar
la realidad actual, que está preñada de iniquidades, tenemos la posibilidad de
hacerlo sin limitación, y ninguna persona pude considerarse ofendida. Señalar
que el sistema actual genera hambre, miseria, desempleo, insalubridad,
marginación y corrupción, no afecta, ni pueden sentirse atacados personalmente
los defensores del statu quo.
12.- Si nos asiste la
razón y estamos convencidos plenamente de que es inexorable el hundimiento del
sistema, basta con darle riendas sueltas a la inteligencia, ejercitar el
pensamiento y con lucidez y elegancia sacar de nuestra garganta razonamientos
que sean asimilados por los destinatarios que buscamos convencer mediante
discursos acertados y atendibles, ausentes de sofismas y contrasentidos.
13.- Al adversario
político no hay que acorralarlo mediante el insulto, la diatriba y la injuria,
sino demostrándole con lenguaje depurado que está equivocado; que la posición
que sostiene es absurda y su causa no tiene base de sustentación.
14.- El debate
político de altura, aquel que se desarrolla en los marcos de la decencia y el
proceder respetuoso, necesita del contendiente que exhiba consistencia
ideológica y facilidad de exposición. El que hace de rival en el fragor
político, debe estar consciente de que la discusión no es para maquinar ni
trapisondear, sino dilucidar para saber de qué lado está la razón.
15.- En nuestro medio
está probada la poca profundidad en el dominio del lenguaje para polemizar, lo
que motiva que con frecuencia se recurra a lo personal, evidenciando la escasez
de formación y estructuración ideológica. A falta de preparación política se
busca desesperar y exasperar al contrincante sacándolo de casilla, llevándolo
al terreno que conviene al patán.
16.- Aunque muchas
personas talentosas intervienen en el quehacer político, llama la atención el
hecho de que es muy poco lo que en nuestro país se ha avanzado en lo que se
refiere a la crítica política civilizada. Lamentablemente se ha perdido más
tiempo en la politiquería de baja estofa, que en demostrar la calidad humana,
el desprendimiento y el sentido de
incidir en política con el fin de construir un mejor país.
17.- Aquí se está
dando el caso que individuos con una inteligencia fuera de serie, utilizan su
talento para participar en el debate político haciéndose los graciosos,
bromistas y sandungueros en base a estigmatizar a personas, desconociendo que
con semejante proceder no contribuyen a la lucha por los cambios sociales que
es la que da valor a la participación política.
18.- El luchador
social que hace labor de orientación por medio de sus escritos en órganos de
difusión masivos, no puede desconocer que su trabajo debe estar orientado a
instruir, no a destruir honras. El accionar político basado en preparar y
disciplinar no puede caer en el proceder pervertidor e insolente.
19.- Redactar
mensajes para que sean asimilados por mujeres y hombres del pueblo con
sensibilidad, interesados en construir un orden social, económico, ético y
moral, ha de ser la misión de quienes no están prejuiciados, condicionados para
escribir con inquina, odio y prejuicios. El que está educado para dañar la
honra ajena por medio de la escritura, no es merecedor de ser tomado en cuenta
en lo que expone, porque en lugar de encarrilar y enderezar, lo que hace es
descarriar y desaconsejar.
20.- Al poner el
cerebro y las manos en función debemos hacerlo para mejorar, arreglar o
renovar, no para desarreglar, descomponer y retroceder. La inteligencia y la
escritura hay que unificarlas para enriquecer y engrandecer el país, no para
mantenerlo aniquilado y en crisis permanente. La mejoría se alcanza con el trabajo estimulado por aquellos que
confían en que la prosperidad nunca ha sido obra de quienes solo saben generar
tristeza, pesimismo y pesadumbre.
21.- Conviene hacer
caso omiso a los que usan su tiempo haciendo mal uso de los medios para hacer
mención de ciudadanos y ciudadanas decentes y de honradez probada, poniéndoles
motes degradantes; apodos hirientes; alias llenos de tirria, procurando mortificarlos,
en fin, flagelarlos hasta llegar a enjuiciarlos, ponerlos en condición de ser
condenados por la opinión pública, antes de ser
juzgados por los tribunales.
22.- Aquí se está
necesitando una especie de profilaxis en el lenguaje que se utiliza para dirimir
las diferencias políticas; una enjuagadura mental y un aseo en la escritura; un
laboratorio de los términos empleados en las polémicas, porque solo así se
podría lograr eliminar la suciedad en las conversaciones.
23.- Las diferencias
en las opiniones no deben solucionarse recurriendo a infectar al contrario;
lacerándolo por medio de la injuria; estropeándolo con la calificación
afrentosa; la crítica mordaz; lastimándolo con murmuraciones utilizando la
lengua como látigo implacable y venenoso.
24.- Si por medio de
la escritura o la elocuencia tratamos de convencer para con elegancia
conquistar, lo que procede es fascinar a quienes enviamos nuestros mensajes,
pero nunca contradecir con ofensas a quienes no logramos imbuir, o de cualquier
manera inspirar. El convencimiento es fruto de la persuasión lograda con la
argumentación, el análisis correctamente fundamentado. La expresividad sincera
y respetuosa hace posible que la dialéctica nuestra se imponga en forma
seductora y con eficacia, sin nada de pesadez odiosa.
25.- Se hace
necesario sacar del ambiente la diatriba que tanto daño hace al accionar
político que deseamos tenga estampa de limpieza. Se impone imprimir las ideas
renovadoras que tenemos atesoradas, fruto del largo batallar por alcanzar un feliz
destino para nuestro país. Lo que conviene es que nuestro pensamiento penetre
voluntariamente en la mente de quienes aspiran a disfrutar de un medio acogedor
en lo material y espiritual, para así acercarnos al progreso que aspiramos,
necesitamos y merecemos.
26.- Si hemos
planteado y difundido, porque así es y lo creemos, que las ideas liberadoras no
necesitan de la mentira ni de la violencia para triunfar, debemos demostrar que
estamos en condiciones favorables para derrotar, aislar, hacer desechar a los
que con un lenguaje soez y una escritura ponzoñosa quieren confundir,
desorientar y desconcertar a personas sanas dominadas por ingenuidad y
espontaneísmo.
27.- El diario vivir
es lo que más enseña. Ejercer la política con sentido social nos convierte en
ejecutantes por los mejores intereses del país, a la vez que honramos las ideas
que hemos abrazados con sinceridad y disposición.
28.- Solamente
quienes confían en que el pueblo movilizado es dueño de su destino, hacen de la
política un ejercicio honesto, consecuente y libre de resentimientos. Las masas
populares no requieren para vencer de inmoralidad, perversidad, canalladas, ni de
actores mentalmente corrompidos. El ataque personal hay que eliminarlo en el
debate político del país.
29.- Ha de ser una
gran aspiración de hombres y mujeres decentes del país, que la actividad
política sea ejercitada con altura para que en ella solo participen quienes
crean en principios, y no moverse por
simples apetencias personales.