Por:
Ramón Antonio Veras.
Introducción
1.-
La sociedad humana es una especie de laboratorio en la cual es posible examinar
diferentes fenómenos y someterlos a prueba; escudriñar conducta, juzgar el
proceder de las personas con las cuales compartimos. Es el ambiente ideal para
averiguar cuidadosamente la forma de cada quien reaccionar.
2.-
El medio social ejerce influencia en las relaciones humanas, por lo que en la
medida que se deteriora el ordenamiento económico vigente, se trasgreden las
reglas; se vulneran los preceptos que sirven de base a los vínculos afectivos y
se dañan hasta los sanos sentimientos.
3.-
Los seres humanos se comportan diferentes, dependiendo de su ubicación clasista
y la influencia positiva o negativa de
cómo asimila los fenómenos sociales que hacen acto de presencia en una
coyuntura determinada.
I.-
La pérdida de la reciprocidad
4.-
Recientemente escribí un artículo con el título “Mi código de la amistad”, en
el cual expresé mi criterio con relación a lo que es la amistad y la forma de
llevarla a la práctica. Ahora, en este trabajo, expongo cómo siento y practico
la reciprocidad.
5.-
Por haber llegado con vida a la tercera edad, he tenido la oportunidad de
tratarme con personas pertenecientes a diferentes clases sociales y de
distintas formas de pensar y comportarse. Al relacionarme puedo conocer, más o
menos a fondo, a quien estoy tratando, aunque no siempre resulta así. Por temperamento me gusta cultivar la amistad
para que llegue a ser pura, abierta, nada de sinuosa. No creo en los lazos
amistosos zigzagueantes porque ocultan fines cargados de simulación, hipocresía
y alto disimulo.
6.-
La amistad tiene componentes que surgen de los sentimientos de la persona, de
donde resulta que dentro de los vínculos amistosos está la reciprocidad, sin la
cual considero que no puede existir fraternas relaciones. El apego simultáneo
tiene que estar ahí, en el alma de entre quienes existe afinidad de trato.
el
medio donde vivimos, o por haber cambiado de estatus social por completo la
facultad de proceder con reciprocidad. Al conducirse muestran discordancia
respecto al trato que han recibido o reciben.
8.-
Lo que estoy viendo en muchos de nuestros paisanos es una relajación de la
reciprocidad. El trato reciproco se ha flojado en la misma medida que se hace
predominante en la conducta de los nuestros una fuerte asimilación de la
degradación ética y moral.
9.-
Percibo que la mutua correspondencia está tan ausente en el sentir de muchos de
los nuestros, que en su mente les resbala, que es algo así como una pifia al
actuar. Creen que ejecutar la reciprocidad es una necedad que pasó de moda en
el trato personal; un asunto de añeja
cortesía cuyo destino es el olvido.
10.-
Mi creencia es que relacionarse con alguien debe tener como objetivo llegar a
comprenderse de tal forma que con el tiempo, de la mutua bondad resulte la
tolerancia y condescendencia recíproca. En la persona es necesaria la capacidad
de entendimiento porque le permite penetrar en la conciencia de aquellos con
quienes se codea.
11.-
El amigo que dispensa buen trato se hace merecedor de ser bien cuidado. Asistir
con gracia a quien se ha esmerado en hacerte disfrutar el momento, es tener
sentido de la reciprocidad; dar atención con delicadeza a aquel que fue
diligente demostrándote gran amabilidad.
12.-
Tú desconoces la reciprocidad si desatiendes a quien ha tenido para ti toda
clase de atención; das demostración de no saber valorar el miramiento de quien
se preocupó para que sintieras que tu presencia era del agrado y merecedora de
finura.
13.-
En el fondo de su alma, aquel que no practica la reciprocidad es un presuntuoso
que tiene la falsa creencia de que solo él es merecedor de atenciones. La
petulancia impide al engreído comportarse con elegancia con quien humildemente
le hizo sentir distinguido. La arrogancia nulifica al que debe correspondencia
al que modestamente, con sencillez, le dio trato de excelencia.
14.-
No tiene la menor idea de lo que significa reciprocidad, la persona que
habiendo sido objeto de un trato afectivo, luego se comporta fría frente a
quien le demostró calidez. La concordancia de trato solo es posible entre
aquellos que son sensibles y educados; los insensibles y patanes no pueden
comportarse demostrando reciprocidad.
15.-
Aquel que presta su asistencia a otro se hace merecedor del auxilio de quien ha
sido, en su oportunidad, respaldado, pues solo así responde del socorro de que
fue objeto. Amor con amor se paga, es una máxima que se ajusta perfectamente a
la reciprocidad.
16.-
A un ser humano con sensibilidad y sano de juicio no le es difícil proceder con
reciprocidad, pues le basta con actuar de la misma forma como fue tratado. Ni
más ni menos; simplemente servir como fue servido. La asistencia que presta el
que fue asistido se convierte en un camino de dos vías, por el que se transita
para ir y venir. En la atención reciproca se le hace honor a la
correspondencia, es devolver la atención voluntariamente recibida, retribuir la
acción de que fuiste objeto y que con tanto gusto recibiste.
17.-
Lo agradable que te sentiste por haber sido bien recibido y con gusto atendido,
de igual forma debes hacer sentir a quien fue tu anfitrión, que merece percibir
que le has dispensado la misma atención de que consideró ser tú merecedor. Si no devuelves el cuido
que te dio aquel que te hizo feliz con su trato afectuoso, puede pensar que no
eres más que un inconsecuente engreído, privado de sentimientos tiernos.
18.-
La persona debe estar dotada de sensibilidad y mucho tacto para poner en
ejecución la reciprocidad, porque algo que se practica voluntariamente tiene
que partir de nuestra forma de proceder, de la actitud que tenemos de actuar
porque así nos lo dicta la conciencia. La conducta nos manda a comportarnos
ante aquel de la misma forma que nos atendió; quien nos hizo sentir amado, merece
de nuestra parte ser querido. Es normal dejarse querer por el que fue mimado
por ti. El bienquerer a otro es en correspondencia a quien nos supo cotejar.
19-
La persona que hace de la sociabilidad una habitualidad debe estar siempre
presta a ser amable; lista para compartir alegremente con aquellos que la
tratan con cortesía y gran gentileza. No le cuadra ser aborrecible a aquel que
le gusta disfrutar las atenciones de que es objeto con esmero por sus
cuidadores.
III.-
Recuperar la reciprocidad
20.-
Es mi creencia que no es más que un aprovechado aquel que goza con sentirse
altamente atendido, pero escurre el bulto cuando está en el deber de reciprocar
las atenciones que en su momento recibió. El ventajista no tiene las más
mínimas condiciones humanas para la reciprocidad; su ausencia de escrúpulos le
impide corresponder atenciones. El desaprensivo vive para ser servido, pero no
sirve para servir.
21.-
En el medio social dominicano ha ido desapareciendo la reciprocidad en la misma
medida que se ha agrietado la sociedad, la cual resulta adecuada para convivir
los atrevidos, desvergonzados e insolentes. Es algo imposible lograr que
proceda con correspondencia el caradura que no conoce nada de prudencia, y le
da lo mismo ser considerado un fresco que un ente social lleno de humildad.
22.-
El diario vivir nos está diciendo que está en extinción la persona con sentido
de reciprocidad, y que su lugar lo está ocupando la que procede en forma
insolente, aprovechada, entrometida, necia e impertinente. No es fácil
encontrarse con el hombre o la mujer juiciosa, templada, dominada por prudencia
y comedimiento. El entrometido se considera una figura de primer orden allí
donde está ausente el decente y mesurado.
23.-
Aquí se cultiva muy poco la reciprocidad porque abundan los sinvergüenzas, que
no se molestan si son objeto de justificados temas o motivos de murmuración;
muy pocos se sienten en el deber de comportarse recíprocos ante aquel que lo
hizo sentir bien. El deber, la obligación, la misión de tratar como fuiste
tratado, desapareció aquí del código de la cortesía, la afabilidad y la
elegancia.
24.-
Una sociedad como la nuestra, en la cual la educación y el sistema educativo
dejan mucho que desear, ser cortés, delicado y obsequioso es mucho pedir, y
menos reclamar reciprocidad que encierra mucho de afabilidad, cordialidad y
caballeroso proceder.
25.-
A una comunidad humana que se mueve en un medio degradado social, ética y
moralmente, es casi imposible demandar de sus miembros reciprocidad, que tiene
mucho que ver con formación familiar, buena orientación escolar y sensibilidad
en los actores sociales. La elegancia en el trato a los demás no se obtiene por
procuración ni a patadas; se necesita formación para ser atento, estar curtido
en buenos modales de civilidad.
26.-
Aunque resulta incómodo acostumbrarse a compartir con personas de proceder diferente
al suyo, hay que hacer un esfuerzo para soportar a aquellos que solamente saben
ser bien atendidos, pero no tienen el más mínimo sentido de lo que es la
reciprocidad. Por más finas atenciones que recibe el inconsecuente, nunca
llegará a unir sus sentimientos con los de quien le ha dado trato exquisito.
27.-
Aquellos que creemos y practicamos la reciprocidad por convicción, no debemos
sentirnos aprovechables por quienes no sienten ni conocen la mutua
correspondencia. Debemos seguir teniendo la cualidad de útil, sin que nos
importe que de ella se benefician los que anteponen la utilización a cualquier
otra cosa.
28.-
No debe sorprendernos que aquel que no ejecuta la reciprocidad, se cree que
existe para ser servido. Su petulancia ciega lo lleva a ver a los demás como
humildes nacidos para estar al servicio de los atrevidos. El hombre o la mujer
sencilla está preparada para saber tratar a los que se creen estar por encima
del bien y del mal.
29.-
A mis familiares, amigas, amigos y amistades siempre les recuerdo que solo
aspiro a que me quieran como les quiero, ni más ni menos. Me siento sumamente
bien cuando le sirvo a otro, y disfruto recibir el mismo trato de aquel a quien
con amor serví. Mantengo mis brazos abiertos para abrazar y dar calor humano a
quien lo necesita; me comporto regocijado cuando necesitando alivio lo recibo
de aquel que le di ternura.
30.-
Para mis gentes siempre estoy a su disposición. El tiempo de que dispongo, si
lo tengo ocupado, lo extiendo para compartir con el amigo o la amiga. De igual
forma, me gusta que el amigo o la amiga que distingo tenga para conmigo
distinción, que me haga sentir bien, como bien se sintió con mi fino trato
hacia él o ella. Así practico y siento la reciprocidad.