lunes, 31 de octubre de 2016

En nuestro medio desapareció la sanción moral

Por: Ramón Antonio Veras.


I.- Las inconductas sin sanción  hoy

1.- Se me hace difícil explicar  el motivo, la causa real del cambio de actitud, el porqué del comportamiento  que asume hoy la generalidad de nuestro pueblo ante el proceder de personas que en un pasado reciente  ejecutaron actos reñidos con la  decencia, la moral y las buenas costumbres.

2.- Los  hechos bochornosos realizados por politiqueros  han sido  tan repugnantes que resulta muy difícil olvidarlos, y se mantienen tan presentes como si los hubieran cometido ahora mismo. La perdida de la memoria nunca puede afectar a toda una comunidad humana

3.- No resiste el menor análisis ver la forma complaciente de como son aceptados algunos grupos políticos que en su oportunidad santificaron e hicieron causa con los que con saña persiguieron y reprimieron a los que accionaban defendiendo los derechos y las libertades    públicas.

4.- En algunas mentes parece  que ha ocurrido un extravío, algo así como  una perturbación, un desquiciamiento por conveniencia, o  por  sinvergüencería, para borrar los actos despreciables perpetrados   por individuos que ahora son actores destacados dentro de la democracia cochina que padecemos.

5.- Una persona debe haber dejado de ser sensible,  cuidadosa y sensata, para alegremente compartir, sin ruborizarse aguantar las babosidades de quienes lo único que han hecho es dañar anímica y moralmente al pueblo dominicano. La compasión no se puede confundir con la transigencia en los principios y el decoro.

6.- Solamente cuando  a una persona se le agotó  el recuerdo y está cansada de tener vergüenza, puede dejar de repugnarle, rechazar, rehuir el encuentro con aquellos que tienen con el pueblo cuentas pendientes de sangre y peculado.

7.- Aquí ha desaparecido el derecho de expresar reprobación hacia quienes están marcados por acciones ultrajantes, ofensivas e hirientes contra lo que en  verdad se llama pueblo; se acepta por igual al que  es merecedor de aprecio,  distinción y encomio, que aquel que con su  sola presencia debiera generar indignación, asco y desprecio.

8.- Sólo en un ambiente apestoso  como está el dominicano ahora, pueden  relucir  truhanes de la politiquería pervertida, que tanto daño ha causado a las aspiraciones democráticas de nuestro pueblo. Los tigres de las malas artes en la política nunca se apagan, siempre están ahí, como las malas hierbas.

9.- Hay que admitir que la  escasez de respeto a si mismo ha hecho posible la permanencia  en el  medio político dominicano de políticos que hace tiempo debieron de estar cumpliendo condenas por las fechorías cometidas; porque  personalmente constituyen una  afrenta en cualquier sociedad medianamente organizada; pero aquí la ausencia de sanción ha prolongado el no escarmiento, y  cada quien  se cree libre, eximido de condena.

10.- La tranquilidad como se  mueven en el país los responsables de ejecutar actos deshonrosos contra el erario, revela la tolerancia que hay aquí  contra quienes se colocan al margen de la ley lesionando  al pueblo con la sustracción  de sus  recursos económicos. La complacencia, la condescendencia hacia el que delinque demuestra confabulación, componenda con la inmoralidad, algo así como un acuerdo transaccional para dispensarse favores sucios  mutuos.

11.- Un país tiene que haber llegado a un alto grado de transigencia con las inconductas para ser permisible a las inmoralidades que practican aquellos que cuando han  administrado fondos públicos los manejaron como suyos. La condescendencia con el despreciable hace posible que los delincuentes de cuello blanco se crean admisibles por sus fortunas hechas al vapor  desde el Estado.

12.- Aquellos que aquí han hecho de la política un medio normal de enriquecimiento  ilícito,  con la  mayor desfachatez se presentan en  los círculos sociales más encumbrados, sólo porque el impudor y la  poca o ninguna vergüenza son formas culturales  de consentir  por la flexibilidad y el respeto mal entendido o burlado.

13.- Mientras en menos  de tres meses mueren 300 niños prematuros en  hospitales públicos del país, el que roba durante desempeña un  alto cargo público,  y se retira con una pensión de 500 mil pesos mensuales, para hacer politiquería,  es recibido  con congratulaciones, aplausos y sonrisas. Al parecer se ha perdido la capacidad de sonrojarse, ponerse de mil colores por la presencia  de alguien que constituye un bochorno social.

14.- Hay que estar dispuesto aceptar la degeneración como algo tolerable, para aguantar tranquilamente a quien con su ladronismo  ha ofendido  a la sociedad; estar en permanente estado de somnolencia; haber caído en un profundo letargo, o  estar en un  conforme azorramiento. Se está imponiendo el comportamiento  de aceptación ante el corrupto, beneplácito para el delincuente de la política; conformidad, placer con los depredadores de los bienes del Estado.

15.-  En tiempos pasados, en nuestro país aquellos que realizaban acciones indeseables, estaban  conscientes de que de alguna forma el pueblo le demostraría rechazo  a su incorrecto proceder; pero hoy  no es lo mismo,  porque el desvergonzado sabe que seguirá su vida normal, como si nada hubiera hecho,  porque el procaz se cree igual al pudoroso, y el granuja se asemeja al decente.

II.- Aquí,  ya nada asombra

16.- Hechos vergonzosos ocurren a diario en nuestro país, y los responsables se muestran tranquilos, imperturbables, fríos, serenos, amparados en el comportamiento impertérrito de la sociedad; convencidos   de los impasibles, sosegados e indiferentes que se mantienen amplios sectores de nuestra sociedad.

 17.- Es posible creer que la delincuencia política se ha conservado porque, al parecer, en nuestro país ya se  perdió  la capacidad de asombro; la admiración y la extrañeza abandonaron el medio ahora dominado por la impasibilidad. Lo que antes se veía como un hecho sorprendente, ahora pasa como lo más normal; nada deslumbra a nadie; lo insólito se ve como corriente, y de tantas y tantas vagabunderías toleradas se tornan frecuentes, como algo cultural. Pasó a la historia llevarse  las manos a la cabeza porque fulano de tal fue condecorado luego de robarse  mil millones de pesos de los dineros del erario.

18.- Por más desconcierto que produzca un acto repudiable, no hay conmoción en el seno de la sociedad dominicana,  porque la naturalidad repugnante se ha impuesto. Lo que se observa es una comunidad de mujeres y hombres formados para dejar hacer, y por todo quedarse despatarrado. Tener conocimiento de una acción corrupta de parte de un político, aquí no deja a nadie sin  respiración.

19.- En el país ocurren hechos vergonzosos y sus actores  andan por ahí, llevando una vida placentera, santificados; demostrando que ya el corrupto no motiva asco, no desagrada, que por el contrario, atrae, cautiva, sirve de deleite a cómplices y apáticos. Aquel que con sus inconductas daña,  en lugar de generar fastidio es objeto de lisonjas, es recibido como individuo de buen aspecto, bien encarado, aplaciente.

20.- Es tan profundo el grado de deterioro ético y moral de la sociedad dominicana de ahora,  que pasó de moda avergonzarse por una acción pecaminosa. No se le cae la cara al legislador que levanta su mano derecha  aprobando un proyecto por paga, ni al  regidor que vende su aprobación para  instalar una planta de gas al lado de un hospital o un colegio infantil.  Abrumarse por lo mal hecho es cuestión del pasado, lo mismo que luce de tontos salir con el rabo entre las piernas porque   le digan político ladrón.

21.- En nuestro medio no motiva antipatía ser identificado como corrupto, porque el dinero,  aunque sea robado, atrae;  y es una mercancía que  impulsa atracción  hacia quien dispone de ella, no importa que  sea obtenida en forma ilícita. No da grima el que sustrae fondos públicos, sino aquel que lo censura.

22.- La inversión de valores ha llegado a un grado tal que  nadie se preocupa por la forma como  un infeliz politiquero de ayer,  luego de  pasar por el Estado, hoy es multimillonario;  no es de interés saber,  no concierne a la comunidad el origen limpio o sucio del patrimonio de quienes desde el gobierno la  dirigen. No atañe distinguir entre el dinero de proceder laborioso y el hurtado; da lo mismo, es igual disfrutar la vida por el  esfuerzo realizado, que gozarla con los dineros robados al pueblo.

23.- Forma parte de la lucha política del pasado, hacerle saber a los  que sustraen fondos públicos  que por adueñarse del dinero del pueblo, no son bien vistos en determinados lugares de diversión que visitan; que por el hecho de hacerse  amos de los bienes del Estado merecen el repudio colectivo.

24.- Amplias razones tienen aquellos que demostrando lo mucho que han robado  se comportan insolentes, con arrogancia; haciendo galas de sus influencias políticas basadas en recursos sustraídos. Prueban ser osados,  que no tienen el menor  respeto a los hombres y mujeres de bien; el comedimiento no cuadra en aquel que sin ningún esfuerzo ha hecho fortuna económica, demostrando así que no es más que un sorrastrado  preñado de audacia.

25.- Lo que a diario  presenciamos en el país es que estamos en una etapa en la que prima el engreimiento de los vagabundos, por lo que se impone higienizar el ambiente que está sumamente infectado; limpiarlo es una necesidad, asearlo un deber cívico, esterilizarlo un compromiso impostergable. Continuar viviendo en este fango donde se aplauden las acciones de los maliciosos, obscenos e indecentes de toda laya, debe avergonzar a los que se comportan indiferentes.


Reflexiones finales
a.- A la juventud dominicana se le está enviando  un mal mensaje al  aceptarse  que aquel  que ejecuta acciones dolosas no reciba una sanción,  si no penal, por lo menos moral. De alguna  forma hay que demostrarle  al que se coloca al margen del correcto procede, que su accionar no tiene el beneplácito de lo que sirve en el medio social donde vive.

b.- El rechazo a los que demuestran inconductas notorias y desvergüenzas, es una forma de manifestar oposición a la actitud de los que están en el accionar político para  hacer diabluras, y  con ellas  burlar la buena fe del pueblo.

c.- Compartir con los que sobresalen sólo  por el dinero que han obtenido mediante operaciones corruptas, entraña confabulación con la delincuencia política que ha contaminado la parte sana de la  política con sentido social y honesto.

d.- Aquel que ha sido cómplice de gobiernos odiosos,  despóticos y corruptos,  no puede continuar incidiendo en la política del país como si nada hubiera  hecho; aceptarlo sería demostrar conformidad con su despreciable pasado, y propiciar  que  en el futuro otros adopten igual proceder. 


Santiago de los Caballeros,
31 de octubre de 2016.