Por:
Ramón Antonio Veras.
I.-
Las inconductas sin sanción hoy
1.-
Se me hace difícil explicar el motivo,
la causa real del cambio de actitud, el porqué del comportamiento que asume hoy la generalidad de nuestro
pueblo ante el proceder de personas que en un pasado reciente ejecutaron actos reñidos con la decencia, la moral y las buenas costumbres.
2.-
Los hechos bochornosos realizados por
politiqueros han sido tan repugnantes que resulta muy difícil
olvidarlos, y se mantienen tan presentes como si los hubieran cometido ahora
mismo. La perdida de la memoria nunca puede afectar a toda una comunidad humana
3.-
No resiste el menor análisis ver la forma complaciente de como son aceptados
algunos grupos políticos que en su oportunidad santificaron e hicieron causa
con los que con saña persiguieron y reprimieron a los que accionaban
defendiendo los derechos y las libertades
públicas.
4.-
En algunas mentes parece que ha ocurrido
un extravío, algo así como una
perturbación, un desquiciamiento por conveniencia, o por
sinvergüencería, para borrar los actos despreciables perpetrados por individuos que ahora son actores
destacados dentro de la democracia cochina que padecemos.
5.-
Una persona debe haber dejado de ser sensible,
cuidadosa y sensata, para alegremente compartir, sin ruborizarse
aguantar las babosidades de quienes lo único que han hecho es dañar anímica y
moralmente al pueblo dominicano. La compasión no se puede confundir con la
transigencia en los principios y el decoro.
6.-
Solamente cuando a una persona se le
agotó el recuerdo y está cansada de tener
vergüenza, puede dejar de repugnarle, rechazar, rehuir el encuentro con
aquellos que tienen con el pueblo cuentas pendientes de sangre y peculado.
7.-
Aquí ha desaparecido el derecho de expresar reprobación hacia quienes están
marcados por acciones ultrajantes, ofensivas e hirientes contra lo que en verdad se llama pueblo; se acepta por igual
al que es merecedor de aprecio, distinción y encomio, que aquel que con
su sola presencia debiera generar
indignación, asco y desprecio.
8.-
Sólo en un ambiente apestoso como está
el dominicano ahora, pueden relucir truhanes de la politiquería pervertida, que
tanto daño ha causado a las aspiraciones democráticas de nuestro pueblo. Los
tigres de las malas artes en la política nunca se apagan, siempre están ahí,
como las malas hierbas.
9.-
Hay que admitir que la escasez de
respeto a si mismo ha hecho posible la permanencia en el
medio político dominicano de políticos que hace tiempo debieron de estar
cumpliendo condenas por las fechorías cometidas; porque personalmente constituyen una afrenta en cualquier sociedad medianamente
organizada; pero aquí la ausencia de sanción ha prolongado el no escarmiento, y cada quien
se cree libre, eximido de condena.
10.-
La tranquilidad como se mueven en el
país los responsables de ejecutar actos deshonrosos contra el erario, revela la
tolerancia que hay aquí contra quienes
se colocan al margen de la ley lesionando
al pueblo con la sustracción de
sus recursos económicos. La
complacencia, la condescendencia hacia el que delinque demuestra confabulación,
componenda con la inmoralidad, algo así como un acuerdo transaccional para
dispensarse favores sucios mutuos.
11.-
Un país tiene que haber llegado a un alto grado de transigencia con las
inconductas para ser permisible a las inmoralidades que practican aquellos que
cuando han administrado fondos públicos
los manejaron como suyos. La condescendencia con el despreciable hace posible
que los delincuentes de cuello blanco se crean admisibles por sus fortunas
hechas al vapor desde el Estado.
12.-
Aquellos que aquí han hecho de la política un medio normal de
enriquecimiento ilícito, con la
mayor desfachatez se presentan en
los círculos sociales más encumbrados, sólo porque el impudor y la poca o ninguna vergüenza son formas
culturales de consentir por la flexibilidad y el respeto mal
entendido o burlado.
13.-
Mientras en menos de tres meses mueren
300 niños prematuros en hospitales
públicos del país, el que roba durante desempeña un alto cargo público, y se retira con una pensión de 500 mil pesos
mensuales, para hacer politiquería, es
recibido con congratulaciones, aplausos
y sonrisas. Al parecer se ha perdido la capacidad de sonrojarse, ponerse de mil
colores por la presencia de alguien que
constituye un bochorno social.
14.-
Hay que estar dispuesto aceptar la degeneración como algo tolerable, para
aguantar tranquilamente a quien con su ladronismo ha ofendido
a la sociedad; estar en permanente estado de somnolencia; haber caído en
un profundo letargo, o estar en un conforme azorramiento. Se está imponiendo el
comportamiento de aceptación ante el
corrupto, beneplácito para el delincuente de la política; conformidad, placer
con los depredadores de los bienes del Estado.
15.- En tiempos pasados, en nuestro país aquellos
que realizaban acciones indeseables, estaban
conscientes de que de alguna forma el pueblo le demostraría rechazo a su incorrecto proceder; pero hoy no es lo mismo, porque el desvergonzado sabe que seguirá su
vida normal, como si nada hubiera hecho,
porque el procaz se cree igual al pudoroso, y el granuja se asemeja al
decente.
II.-
Aquí, ya nada asombra
16.-
Hechos vergonzosos ocurren a diario en nuestro país, y los responsables se
muestran tranquilos, imperturbables, fríos, serenos, amparados en el
comportamiento impertérrito de la sociedad; convencidos de los impasibles, sosegados e indiferentes
que se mantienen amplios sectores de nuestra sociedad.
17.- Es posible creer que la delincuencia
política se ha conservado porque, al parecer, en nuestro país ya se perdió
la capacidad de asombro; la admiración y la extrañeza abandonaron el
medio ahora dominado por la impasibilidad. Lo que antes se veía como un hecho
sorprendente, ahora pasa como lo más normal; nada deslumbra a nadie; lo
insólito se ve como corriente, y de tantas y tantas vagabunderías toleradas se
tornan frecuentes, como algo cultural. Pasó a la historia llevarse las manos a la cabeza porque fulano de tal
fue condecorado luego de robarse mil
millones de pesos de los dineros del erario.
18.-
Por más desconcierto que produzca un acto repudiable, no hay conmoción en el
seno de la sociedad dominicana, porque
la naturalidad repugnante se ha impuesto. Lo que se observa es una comunidad de
mujeres y hombres formados para dejar hacer, y por todo quedarse despatarrado.
Tener conocimiento de una acción corrupta de parte de un político, aquí no deja
a nadie sin respiración.
19.-
En el país ocurren hechos vergonzosos y sus actores andan por ahí, llevando una vida placentera,
santificados; demostrando que ya el corrupto no motiva asco, no desagrada, que
por el contrario, atrae, cautiva, sirve de deleite a cómplices y apáticos.
Aquel que con sus inconductas daña, en
lugar de generar fastidio es objeto de lisonjas, es recibido como individuo de
buen aspecto, bien encarado, aplaciente.
20.-
Es tan profundo el grado de deterioro ético y moral de la sociedad dominicana
de ahora, que pasó de moda avergonzarse
por una acción pecaminosa. No se le cae la cara al legislador que levanta su
mano derecha aprobando un proyecto por
paga, ni al regidor que vende su
aprobación para instalar una planta de
gas al lado de un hospital o un colegio infantil. Abrumarse por lo mal hecho es cuestión del
pasado, lo mismo que luce de tontos salir con el rabo entre las piernas
porque le digan político ladrón.
21.-
En nuestro medio no motiva antipatía ser identificado como corrupto, porque el
dinero, aunque sea robado, atrae; y es una mercancía que impulsa atracción hacia quien dispone de ella, no importa que sea obtenida en forma ilícita. No da grima el
que sustrae fondos públicos, sino aquel que lo censura.
22.-
La inversión de valores ha llegado a un grado tal que nadie se preocupa por la forma como un infeliz politiquero de ayer, luego de
pasar por el Estado, hoy es multimillonario; no es de interés saber, no concierne a la comunidad el origen limpio
o sucio del patrimonio de quienes desde el gobierno la dirigen. No atañe distinguir entre el dinero
de proceder laborioso y el hurtado; da lo mismo, es igual disfrutar la vida por
el esfuerzo realizado, que gozarla con
los dineros robados al pueblo.
23.-
Forma parte de la lucha política del pasado, hacerle saber a los que sustraen fondos públicos que por adueñarse del dinero del pueblo, no
son bien vistos en determinados lugares de diversión que visitan; que por el
hecho de hacerse amos de los bienes del
Estado merecen el repudio colectivo.
24.-
Amplias razones tienen aquellos que demostrando lo mucho que han robado se comportan insolentes, con arrogancia;
haciendo galas de sus influencias políticas basadas en recursos sustraídos.
Prueban ser osados, que no tienen el
menor respeto a los hombres y mujeres de
bien; el comedimiento no cuadra en aquel que sin ningún esfuerzo ha hecho
fortuna económica, demostrando así que no es más que un sorrastrado preñado de audacia.
25.-
Lo que a diario presenciamos en el país
es que estamos en una etapa en la que prima el engreimiento de los vagabundos,
por lo que se impone higienizar el ambiente que está sumamente infectado;
limpiarlo es una necesidad, asearlo un deber cívico, esterilizarlo un
compromiso impostergable. Continuar viviendo en este fango donde se aplauden
las acciones de los maliciosos, obscenos e indecentes de toda laya, debe
avergonzar a los que se comportan indiferentes.
Reflexiones
finales
a.-
A la juventud dominicana se le está enviando
un mal mensaje al aceptarse que aquel
que ejecuta acciones dolosas no reciba una sanción, si no penal, por lo menos moral. De
alguna forma hay que demostrarle al que se coloca al margen del correcto
procede, que su accionar no tiene el beneplácito de lo que sirve en el medio
social donde vive.
b.-
El rechazo a los que demuestran inconductas notorias y desvergüenzas, es una
forma de manifestar oposición a la actitud de los que están en el accionar
político para hacer diabluras, y con ellas
burlar la buena fe del pueblo.
c.-
Compartir con los que sobresalen sólo
por el dinero que han obtenido mediante operaciones corruptas, entraña
confabulación con la delincuencia política que ha contaminado la parte sana de
la política con sentido social y
honesto.
d.-
Aquel que ha sido cómplice de gobiernos odiosos, despóticos y corruptos, no puede continuar incidiendo en la política
del país como si nada hubiera hecho;
aceptarlo sería demostrar conformidad con su despreciable pasado, y
propiciar que en el futuro otros adopten igual
proceder.
Santiago
de los Caballeros,
31
de octubre de 2016.