Por: Ramón Antonio
Veras.
I.- Sociedad y
política clientelar
1.- Ninguna persona puede ser juzgada en su
accionar sin antes tomar en consideración su ubicación de clase
social, y el ambiente en el cual
desarrolla sus actividades; el
aislamiento no cuenta para analizar un fenómeno social cualquiera, siempre hay que
partir de lo que representa la colectividad, la sociedad humana.
2.- La decisión de
un individuo a inclinarse a una
posición, tomar una actitud, o comportarse en una determinada forma, es el resultado de factores diferentes que
influyen en su conducta al momento de
actuar o abstenerse de obrar. La participación, la intervención no está
desvinculada de una realidad, de un entorno.
3.- Las taras
sociales, los vicios presentes en un medio específico no surgen por mandato
divino, ni por decisión personal
individual. Las impurezas se alojan en
un cuerpo social como consecuencia del deterioro de su base y superestructura, lo que
determina el agrietamiento ético y moral
de la generalidad de los miembros de la sociedad.
4.- La
imperfección, la irregularidad en el
accionar político de los dominicanos y
dominicanas, desde el punto de vista de
la decencia, no lo podemos ver al margen del sistema social bajo el cual estamos viviendo.
5.- La política clientelar nace y
se desarrolla en un medio social deteriorado en el orden económico, ético y moral, y en el cual está
ausente la sana conciencia, el buen entendimiento, el correcto
discernimiento, el sentido de honor y
decoro. La inconsciencia es caldo de cultivo para el político clientelista.
6.- El clientelismo
echa raíces en un ambiente en el que se reduce al ser humano, porque
se rebaja el que hace de donante,
como el que se humilla como donatario. El actor clientelista disfrazado de humilde demuestra desfachatez y
simulación, a la vez que modifica la conducta de los que intervienen en la
operación clientelar. Deshonrar es de la
esencia de la politiquería sin principios, porque conduce a la ignominia,
abyección y vejación.
7.- En la politiquería clientelista que se hace
en nuestro país, muchas personas
son captadas sin el mayor esfuerzo y con la menor inversión, por el estado de postración, aplanamiento y
abatimiento que se encuentra gran parte de la población. La debilidad a nivel
de conciencia política guarda relación
directa con la opresión social y la desigualdad de oportunidades.
8.- En la
politiquería de clientelismo, desempeña
papel predominante el que tiene
posibilidad de hacer la función de auxiliador, mediador oportuno. El
patrocinado se debe a quien lo apadrina, y
en todo caso lo acoge para defenderlo;
el favorecido con el regalo proveniente del politiquero, no tiene
opción, porque su mente está cautivada;
lo que recibe en donación lo debilita
mentalmente, lo cambia de eficiente a apático, de enérgico a decaído, de fuerte a enclenque, de
autentico a falso. Luce un individuo descabezado, desilusionado, diluido en lo absoluto.
II.- El daño que
genera en el alma popular la política
clientelar
9.- Si los que pusieron en práctica la política
clientelar tenían como objetivo dañar a
amplios sectores de nuestro pueblo, pueden decir a boca llena que lo han
logrado, porque son notorios los efectos nocivos que ha hecho surgir esa forma
de accionar en el ambiente político nacional.
10.- El político
dadivoso aparente hace una inversión con lo que entrega simulando
desprendimiento, y el que recibe el donativo queda atrapado en la red tendida
con el regalo como carnada. La donación se convierte en un legado que marchita, con el agravante de que
la víctima no entiende la urdimbre, la
celada que se le preparó con el obsequio.
11.- El que
acepta una dadiva con ribetes políticos
resulta altamente perjudicado, aunque de
inmediato no se da cuenta del estropeo
de que está siendo objeto por el
menoscabo a su persona, ya que su voluntad
es limitada y la libertad de pensar queda atrapada al aceptar la
donación.
12.- El
clientelismo conduce a la simpatía condicionada, al aniquilamiento del libre
pensamiento, y destrona la decisión a elaborar
proyectos para salir adelante. El poseedor
de iniciativas se convierte en tímido,
perezoso e indolente. Una vez la política descansa en favores, ayuda o
beneficio de cualquier naturaleza, los beneficiarios dejan de ser agentes promotores de cambios sociales
para convertirse en personas privadas de pensamiento propio. El favoritismo
crea agradecimiento, predilección ciega a quien hace posible el trato de favor. El asistido
responde a quien lo ampara.
13.- Capturada la voluntad del ciudadano o la
ciudadana mediante una atención material
o un gesto de aparente fineza, en lo adelante su estado de ánimo se torna débil, listo para ser dominado por aquel que se
presenta como muy generoso, pero que no
es más que un aprovechador politiquero.
El beneficiado por el favor flaquea,
inmediatamente está entregado, es un
ente alicaído.
14.- El
clientelismo siembra en la conciencia de las masas populares la falsa idea de
que son desventuradas, que les espera un
futuro traumático, y que deben confiar
solamente en quienes las protegen con
agasajos ocasionales; elimina de la conciencia popular todo signo esperanzador,
momentos halagüeños y optimismo.
15.- El
condicionamiento que crea el
clientelismo, arrebata a las masas su deseo de luchar; y las induce a no confiar en los cambios sociales
que requiere la sociedad para el bien de todos y todas. Ellas llegan a creer
que han sido condenadas a permanecer envilecidas eternamente para recibir el
regalito envenenado y ponzoñoso que las intoxica.
16.- La persona dominada por el clientelismo se hunde en el desprecio porque se ve apabullada por lo que recibe y
apenada en su interior porque se le
derrumba por completo el orgullo personal, al sentirse prototipo de escoria
social, un espécimen badil, la bagatela de la politiquería, la minucia del
medio político.
17.- Una vez el
clientelismo sirve para contaminar la
conciencia de los individuos se convierte en un aliado para corromper y
pervertir, orientado siempre al
mantenimiento del oscurantismo político, y por vía de consecuencia el statu
quo.
18.- En la medida
que la politiquería clientelar pinta al
pueblo lo nefasto, fatídico y siniestro, también le hace creer que lo único
posible, favorable y conveniente para su
presente y futuro es mantenerse atado a la política de favores, porque siendo mimado y favorecido con obsequios
siempre estará en buenas,
supuestamente en igual condición económica y social que su protector.
19.- La política
clientelar hace daño a la lucha democrática, porque quita a los hombres y
mujeres del pueblo confianza en sí mismos,
induciéndoles al fatalismo, derrotismo y conformismo. Les hace creer que su dicha y porvenir depende de
favores, de que se conviertan en queridos de cualquier politiquero.
20.- El
clientelismo conduce a las masas a la desilusión, a desalentarlas para que
permanezcan arrodilladas esperando las migajas que les tiran
los que controlan el poder. A esa política desesperanzadora hay que responderle incentivando a los afectados, estimulando a
los lesionados, motivando al pueblo para que se libere de toda clase de desigualdad,
así como de las ataduras que ponen
los partidos del sistema impidiendo
la movilización de las masas populares.
III.-
Generalidades del clientelismo politiquero
21.- En el
clientelismo no toda persona puede manejarse con soltura, porque ese fenómeno tiene
componentes cambiantes en su precio. A veces el que se vende se cotiza caro, y
la inversión llega a onerosa. De ahí
que la mercancía política deseada llega
a ser gravosa, y en ese caso se dice que conseguir el voto de fulano de tal
cuesta como un ojo de la cara,
aunque para un dispendioso nada es nada.
22.- En algunas
ocasiones el clientelismo debe hacer una
fuerte inversión para satisfacer sus pretensiones politiqueras, aunque en
un mercado moralmente devaluado como el que existe hoy en el país todo depende
del momento. La necesidad y la doblez de
conducta fija el precio de quien se vende.
23.- En la medida
que la sociedad dominicana se hace más cochina políticamente hablando, el
mercado de clientes políticos
abunda, y se afinca hipocresía,
duplicidad y disimulo. La indecencia y el descaro favorecen la adquisición de mercancías políticas menospreciadas.
24.- El que se
mueve en la política clientelar tiene
que estar preparado para tratar con sujetos inestables emocionalmente, de
comportamiento desequilibrado; prestos a columpiarse, moverse de un precio medio a uno bajo, de creerse
trascendental o insignificante, de venderse como de oro a cobrar como de cobre. Llegar a
creerse en el grado de sustancioso, y transarse como una vulgar inanidad, minucia
reducida a la nada.
25.- Aquellos que
ejecutan el clientelismo no requieren
de méritos para incidir en la política; les basta la mercancía dinero para
hacer favores políticos, convirtiendo a amplios sectores de la sociedad en
acólitos, ciegos adláteres de quincalla,
cobistas sin conciencia
26.- El
clientelismo ha hecho posible que el
accionar político dominicano se nutra de
grupos insignificantes y proceder
dudoso, lo que ha espantado a las personas descollantes, prominentes en sus círculos laborales y sociales.
Conviene a la politiquería clientelar colocar en igual plano de respeto y consideración al que oscila, pasa
de un extremo a otro, que aquel que permanece
firme, aferrado a sus principios, y nunca da muestra de ser una moneda política
fraccionaria.
27. El objetivo de
los políticos clientelistas es venderse como adivinadores y magnánimos; les
hablan al pueblo del futuro feo que le espera, a la vez que se presentan como
santos políticos que han llegado al mundo para ser protectores, cargados de benevolencia,
armados de hidalguía y gran nobleza, y que como esplendidos siempre estarán al
lado de los necesitados.
28.- El político
curtido en el clientelismo se presenta
como ángel llegado del cielo, un
bendecido de Dios y alma del señor;
que orina agua bendita y que, por
tanto, no tiene nada de perverso. El
seria, algo así, como un querubín que merece ser mimado.
29.- Aquellos que
hacen política de clientelismo han
de estar armados de una actitud esquiva, listos para
evadir; sortearse como serios o
vagabundos; dispuestos a dar el frente o
evitar cualquier confrontación; con la mente puesta para accionar firme e
invariable, o voluble e inseguro.
30.- El
clientelismo, formando parte del mundo comercial, tiene su lenguaje
adecuado; de ahí que es común escuchar
palabras vinculadas a esa actividad lucrativa, como oferta, demanda, reducción
de precio, queja por alto costo, súplica
para reducción de paga, solicitud de prórroga para cumplir, así como otros términos
de operaciones bursátiles.
31.- En la medida
que el clientelismo predomina en la politiquería, los grupos carentes de valía
bajan más y más hasta llegar a ser vistos como agachados permanentes; y por más
que pretenden subir se recortan en su baja estatura moral. Los pigmeos
políticos jamás llegarán a ser espigados, porque el material humano del cual están formados
solo tiene solidez para aguantar a un achaparrado, un retaco.
Santiago de los
Caballeros,
1 de Agosto de
2016.