Por: Ramón Antonio Veras.
Introducción
El ser humano tiene diferentes formas para expresar su sentir con relación a cualquier actuación en su contra realizada por alguien a quien creía su amiga o amigo sincero; ante semejante situación puede inhibirse o de cualquier forma abstenerse de responder.
La reacción para rechazar un ataque infamante conviene que sea atinada para evitar cualquier error o insensatez; se ha de actuar con energía, pero con suma prudencia. Proceder con violencia no es lo más aconsejable para contestar una agresión física o moral; actuando en forma inofensiva, pacifica, con toda mansedumbre, también logramos obtener la reparación del daño que recibimos, sin reclamar explicación, reconciliación ni venganza
I. Consideraciones sobre la indiferencia
1.- La sociedad dominicana, en la cual por accidente nos ha tocado vivir, por su propia naturaleza no es homogénea, sino heterogénea; y diferente en su composición de clases sociales. Por tanto, en su seno se alojan personas con sentimientos diversos.
2.- La diversidad clasista trae consigo la multiplicidad de conductas, y de ahí que está presente lo bueno y lo malo; el virtuoso y el malvado; el infame y el bondadoso; el ingrato y el agradecido, en fin, quiéralo o no, en el medio social encontramos al agradable y al desagradable, al intrigante, al leal y al discreto.
3.- En pocas palabras, nuestro entorno
debemos verlo como una gama, un surtido
de personas con formas diferentes de proceder. Esa mezcla humana en las relaciones debemos
aprender a diferenciarlas.
4.- El que viola la regla de la lealtad, de la fidelidad, merece una sanción por infame, por traicionero; pero el correctivo, el castigo, la punición ha de ser aplicada con altura, en forma civilizada, con donaire. La condena debe ser la indiferencia.
5.- La persona civilizada y decente hace labor de sanación correcta cuantas veces aplica la indiferencia a los que con su comportamiento nocivo dañan a los hombres y mujeres de bien. Las expresiones de desprecio sirven de alivio a la indignación que producen los hechos despreciables ejecutados por los perniciosos, insignificantes y vulgares. Sólo los dignos y nobles pueden ser objeto de gestos de agrado, complacencia y manifestación de satisfacción.
II. Comportamiento ante los desleales
6.- No todas las personas están formadas para llevar a la práctica la indiferencia, porque para ejecutarla, quien no está habituado a ella, ha de hacer un esfuerzo; debe cambiar su forma normal de ser para adaptarla, acondicionarla al trato con un individuo en específico.
7.- Aquel que sin estar acostumbrado a la indiferencia decide aplicarla a quien creía su amigo, de seguro que se va a sentir transformado, modificado en su accionar, porque no va a ser ácido, áspero ante el sancionado, pero tampoco dulce, con cara de meloso.
8.- Ante el farsante hay que proceder con cierta naturalidad; no demostrar entusiasmo con su presencia; mientras más es ignorado más valor tiene la sanción; el apasionamiento se reserva para el amigo sincero, no para el traidor.
9.- Hay que tratar de no coincidir en ningún lugar con el despreciado; entre más alejado del indigno, mucho mejor; no ocupar el mismo escenario es provechoso, pues así se evita compartir con quien no merece comunicación sana; juntarse con lo nocivo contagia, daña. Enlazar con quien debe estar aislado, es un error; nada de atadura con quien hay que tener alejado, mientras más separado mejor.
10.- Conviene abstenerse de exponer cualquier idea en presencia del falso amigo; hay que tratar de que él no tenga posibilidad alguna de interactuar; la reciprocidad hay que evitarla en lo absoluto; con el sancionado no se inicia ni se continúa conversación alguna, la indiferencia ha de ser permanente, sin pausa, sin tregua.
11.- Hay que hacerle creer al traidor que quien lo está tratando con indiferencia se ha transformado en indescifrable; que de persona fácil, clara y transparente, se ha tornado oscura, indefinible, insondable e ininteligible; que ha modificado en absoluto su trato de comunicativo, sociable y efusivo, en taciturno, reservado y hosco.
12.- Para hacer escarmentar a los desleales, todas las formas de condenas mediante la indiferencia son válidas; el castigo menor que se le puede aplicar al que traiciona es hacerle saber que la presencia de su persona molesta, que es un freno al buen ambiente; un impedimento, un estorbo para el agradable compartir con las personas de bien.
13.- Se han de idealizar distintas modalidades para producir con éxitos las acciones que, mediante la indiferencia, alcancen el fin perseguido frente al traidor; generar, agenciarse actos que hagan de fácil comprensión al desleal que se procura sancionar; concebir métodos que resulten efectivos; que lleguen directamente a la conciencia del pernicioso traidor.
14.- Cualquier ocasión es oportuna para hacerle saber al ladino que sus actos de traición están siendo reprobados con la indiferencia; todas las oportunidades deben ser aprovechadas a los fines de demostrarle que su figura es abominable.
15.- Como demostración de que su actitud indecorosa no va a lograr el fin perseguido de lesionar a su víctima llevándola al pesimismo, constituye una sanción al desleal demostrarle buen estado de ánimo, alegría y ausencia de pesar; en su presencia exhibir confianza en sí mismo y la grata ilusión de seguir cultivando sanas amistades para el futuro.
16.- Frente al desleal se ha de predicar la sinceridad, y cuantas palabras significan lo contrario de lo que practica el traidor. Se sanciona al farsante hablando ante él de lo positivo de lo honesto, la fidelidad, de la franqueza y de la nobleza, combinándolas con disertación sobre la hipocresía, el disimulo, el engañoso y cuantas expresiones le cuadran al traidor.
17.- Para que la indiferencia llegue con precisión al que se busca sancionar, procede conducirse con mesura y total sensatez; demostrarle que no se está actuando en forma desenfrenada, sino con absoluta moderación y sentido de prudencia. Ante el descaro y la desfachatez del traidor, se impone la debida compostura. Mientras más cautelosos nos comportamos, con más efectividad siente el despreciado la sanción de que es merecedor; los actos irreflexivos demuestran precipitación, la cual es mala consejera.
18.- Por lo implacable que es el traidor en su misión disociadora e infame, la indiferencia hacia él ha de ser firme y segura; el método que se le aplique debe ser rígido, de total consistencia; por lo perverso que es el bellaco desleal, amerita en su contra una pena rígida; nada de complacencia hacia su persona, para que en el futuro no vuelva a dañar a otros; comportarse manejable con el sinvergüenza contribuye a prolongar su lacerante comportamiento.
19.- Procede no tener ningún tipo de roce con aquel que tratamos de sancionar con la indiferencia; mientras más alejado lo mantenemos, mucho mejor; hay que esquivarlo, eludir cualquier contacto; es un logro tenerlo fuera de nuestra presencia; un tropezón con el desleal no conviene. Lo mejor es comportarnos como extraviados en el mismo medio.
20.- La punición surte adecuado efecto contra aquel que decidimos aplicarle la indiferencia, si logramos guardar absoluto silencio con relación a la motivación de nuestra actitud; en ningún momento informarla; no hacerle saber nada, que se entere por otra vía o saque él sus propias conclusiones.
21.- La indiferencia como condena al desleal no debe ser expresada con saña o actitud de hostilidad agresiva; el disgusto, la decepción que genera un acto de traición merece conmiseración, pena, hacia el traidor, pero jamás odio; el que falla como amigo se hace acreedor del desprecio; el nocivo, el dañino hay que verlo como un ser humano que se ha dañado y busca dañar anímicamente a los demás.
III.-
Reflexiones
A.- Aquel que no merece ninguna clase de consideración, hay que mantenerlo en el anonimato; tratarlo como un desconocido, ignorado e inexistente; como algo insignificante, fútil e insubstancial.
B.- Quien no es merecedor de la confianza que en su condición de amigo le fue depositada, una vez descubierta su felonía, desciende como persona; su desvalorización hace posible continuar su depreciación hasta reducirlo a una chuchería humana, una cosa viviente despreciable, merecedora de la más profunda indiferencia.
C.- El que traiciona al amigo hay que verlo como algo banal, un individuo insustancial que no debe tener espacio en el corazón de las personas sinceras; el que se caracteriza por insípido, superficial y corriente, siempre lo vamos a encontrar merodeando por el lugar donde están presentes las víctimas de sus deslealtades; y galanteando una sinceridad que no siente, al acecho para sembrar la traición que lo hace merecedor del desprecio.
Ch.- Al infiel sólo lo vamos a conocer en verdad cuando ya ha defraudado a quien en él había depositado confianza. El apostata, el felón, con su actitud innoble cultiva relaciones cordiales para después renegar; y solo desechándolo como basura se le hace pagar su actuación infame.
D.- Quien hace de la felonía un hábito hay que castigarlo con una especie de galleta sin mano, tratándolo con desdén porque nunca se ganó nuestra sincera amistad; ha de recibir el menosprecio que amerita como desdeñable persona; el insignificante no se hace digno de otro trato que el desaire.
E.- La ingratitud demostrada por quien había sido favorecido con la gratitud, debe considerarse adversario de honra y, por tanto, merece la total degradación por ser una afrenta para las armoniosas relaciones, un oprobio en el medio en el cual desarrolla sus actividades.
F.- El que con su actitud repelente hace sentir mal a las personas nobles, no puede esperar gratitud, sino el olvido como respuesta a su funesta actuación; el proceder nebuloso no ha de recibir nada brillante, sino lo gris que es lo que se ajusta adecuadamente a su malvado sentir. A los que no sirven, o sirven poco como personas, es pertinente excluirlos mentalmente del mundo de los vivos.
G-. El traidor procura ventajas cultivando amistades para luego traicionarlas; se mueve con el sentido de la oportunidad; desarrollando su habilidad de ladino; hacia él se ha de llevar a cabo indiferencia firme, para que comprenda que es un oprobio, que marchita la alegría; que es la degradación hecha persona, que es baldón, una ignominia.
H.- Conociendo la desfachatez de quien se ha hecho merecedor de la indiferencia como sanción, hay que estar preparado para defenderse de sus maquinaciones, una vez se dé cuenta que está siendo despreciado por su traición, de él hay que esperar lo peor; la nadería humana es toda perversidad, y como tal se comporta.
I.- Una vez el traidor sancionado inicia campaña sucia contra quien le ha impuesto la sanción por traidor no se le debe hacer caso; lo correcto es seguir ignorándolo como sujeto insignificante, minúsculo y descalificado; el granuja ha de ser considerado como lo que es, sin importar lo que difunda; la respuesta debe ser callar; continuarle la sanción en silencio, con total mudez, con disimulo; nada de franqueza, la cual está reservada para los amigos leales, no para los traidores.
J.- Con quien ha fallado violando las reglas de una verdadera amistad, no hay que tener tolerancia alguna; no es merecedor de aminorarle, disminuirle ni amortiguarle la sanción; por el contrario, a medida que el tiempo transcurre, la indiferencia hacia el traidor ha de hacerle comprender que no debe reincidir en su conducta; que su persistencia en la traición lo ha llevado por mal camino y debe dar demostración de arrepentimiento, no de reincidencia.
K.- Por su esencia perversa, el traidor desarrolla las más bajas pasiones para hacer sentir un nada a quien le ha prohijado cariño sincero; con su actuación procura fastidiar hasta el cansancio, irritar, crear inconvenientes para hostigar hasta llenar de angustia y desasosiego a quien le había dado tranquilidad, calma y paz.
L.-El ficticio en la lealtad, lleva sobre si la traición como una enfermedad incurable, irremediable; su forma normal de actuar, como espurio que es, sólo ignorándolo puede ser correctamente sancionado.
M.- Si ante la indiferencia que se aplica
como sanción al desleal, este pretende hacer en su provecho algún alegato o
defensa, debemos de guardar silencio como demostración de que no estamos interesados en su
explicación, justificación, disculpa o excusa; que no estamos perturbados ni
angustiados; que estamos preparados para tratar con los perversos sin
alterarnos, conservando la serenidad con despreocupación.
N.- A los perniciosos e insanos de sentimientos hay que demostrarles que por muchas maldades que hagan para fastidiar con sus pecaminosas inconductas, no lograran imponer sus designios; que las personas buenas siempre van a disfrutar de la paz interior que les genera el bien obrar; y que la malevolencia no va a triunfar sobre la bondad, ni la malquerencia frente al cariño y la simpatía mutua.
Ñ.- Los desleales no sólo traicionan a los amigos, sino que hacen labor de intrigantes para malograr las cordiales relaciones que mantiene la victima de su falsedad con otras personas. El indisponer, echar a perder una buena amistad, lo disfruta en grande aquel que merece como sanción la indiferencia.
Santiago de los Caballeros,
10 de junio de 2015.