Por:
Ramón Antonio Veras.
El
concepto fenómeno no tiene igual
origen y contenido; los naturales tienen su origen en la naturaleza, los
sociales, en el seno de la sociedad humana.
Hay
fenómenos de la naturaleza que no se pueden predecir; resulta imposible, hasta
ahora, vaticinar la ocurrencia de un
terremoto. Un fenómeno social sí se
puede prevenir; tal es el caso de
los que resultan de la
descomposición social, como la prostitución, la corrupción, la migración, y otros.
He
expuesto las ideas anteriores para precisar que la violencia es un fenómeno social
propio de sociedades humanas donde prima la desigualdad, la injusticia, la
miseria, en fin, la opresión social en
sus distintas manifestaciones.
En
nuestro país, la forma violenta como se comportan diferentes clases y capas
sociales es el resultado de la insatisfacción social, su indignación por el
estado insoportable de vida material y espiritual que
las condena el sistema.
No
puede reaccionar igual un ser humano que
disfruta de todo a pedir de boca, que aquel que no tiene a su alcance ni lo
indispensable para subsistir dignamente.
No es
lo mismo la forma de vida de los grupos que viven saciados y complacidos, que la de las grandes
masas de hambrientos y marginados.
Las
rígidas estructuras del sistema social que impera aquí traen consigo alegría,
gozo y tranquilidad para unos pocos,
pero aflicción, sufrimiento y desconsuelo para
aquellos que son los más, el
pueblo.
La
violencia que hoy exhibe el medio social dominicano es un fenómeno inherente a sociedades injustas; y para que desaparezca la violencia deben
desaparecer las causas que la motivan.
LA CRIMINALIDAD (II)
Por:
Ramón Antonio Veras.
La
criminalidad, las drogas ilegales y la
corrupción están vigentes en nuestro
medio social porque el sistema que padecemos es propicio para que surjan esos
vicios sociales.
Las
lacras que se desarrollan en el país no
son obra de la providencia, mandato divino, etéreo o sobrehumano; su caldo de
cultivo está aquí, es terrenal, es
cuestión del sistema que, por sus
contradicciones internas, es propicio a
generar crimen, drogadicción, depravación, descarrío y perversión en toda la
línea.
Un
orden social injusto no impulsa virtudes, honestidad o moderación, sino
enviciados, tachados sociales, desenfrenados y resabiosos. Las acciones
despreciables han de estar a la orden
del día en sociedades en las cuales se
acepta como normal la injusticia, la arbitrariedad y la depravación.
El
crimen, el sicariato, el tráfico de estupefaciente, los secuestros y otros
hechos criminales están presentes en el país porque el sistema bajo el cual
estamos viviendo resulta adecuado a su existencia.
No
bastan programas, represión y disposiciones legales para eliminar la
criminalidad; se requieren medidas de fondo, no de forma. Los fenómenos
nocivos en la sociedad dominicana son
sistémicos, no coyunturales ni mucho
menos hijos de las circunstancias.
Tráfico
de estupefacientes, corrupción, sicariato, secuestros, asaltos, asociación de
malhechores, en fin, todas estas acciones delincuenciales se desarrollan en la
medida que se deteriora y se hace más infuncional el modelo económico decadente vigente en el
país.
Si
cambian las condiciones de vida materiales y espirituales de lo que en verdad
se llama pueblo dominicano, de
seguro se modifica el comportamiento
delincuencial de muchos de nuestros conciudadanos. La desigualdad genera
descontento, la pobreza indignación y la miseria delitos
desbordados.
La criminalidad en nuestro país está en firme, y lo
peor es que todavía no ha tocado fondo; falta lo peor. El tiempo dirá.
29 de abril de 2014