Por: Ramón Antonio Veras.
1.- El ser humano permanecer con vida le
posibilita adquirir conocimientos que, acumulados, con el transcurrir de los
años le permiten tener una idea de lo que es la realidad del medio donde
desarrolla sus actividades, saber cómo son las personas con las cuales se trata
y cuál es su proceder. Las vivencias son las lecciones que nos ayudan a
aprender y sacar reales conclusiones de las experiencias.
2.- Recientemente, al llegar a mis ochenta
años de edad he pensada en lo difícil que resulta vivir en una sociedad como la
dominicana de hoy, en la que convergen clases que ocupan diferentes posiciones
en el abanico social y, por vía de consecuencia, tienen conductas
diametralmente opuestas. La diversidad en la forma de actuar las personas
dificulta la sana convivencia.
3.- No hay que ser muy inteligente, estar
dotado de mucha materia gris, ni creerse por encima de la luz de la razón; para
darse cuenta de lo que es el medio social en el cual estamos viviendo los
dominicanos y las dominicanas en la presente etapa. Basta con darle riendas
sueltas al pensamiento para saber en el ambiente que nos estamos moviendo.
4.- Con pequeños detalles podemos formarnos
una clara idea de que la generalidad de las personas con las cuales a diario
nos tratamos tienen un proceder rígido, recio, muy severo con respecto a cómo
manejarse ante los demás. En lugar de relacionarse suave, muchos de los
nuestros intiman inflexibles, procurando codearse implacables en lugar de
accionar con simpatía y afectos.
5.- Lo que sale de la garganta de algunos de
nuestros paisanos desdice mucho de quien está hecho para departir recurriendo a
un lenguaje agradable. La infamia censurando se ha convertido en la actuación
común de aquellos que solamente saben condenar, reprochar y ofender, pero jamás
encomiar. Para el que disfruta denostando no hay ser humano digno de exaltación
y merecedor de ponderación.
6.- Genera grima saber que estamos en la
obligación de tratarnos con individuos de malas intenciones que, al parecer,
están dominados por ideologías malignas, ideas funestas que solo sirven para
hacer infeliz al más venturoso. No es nada fácil tener que soportar
tranquilamente a aquel que actúa para divertirse con los daños que causa otro.
7.- Aquel que guarda algún resentimiento se
está convirtiendo en el hombre o la mujer con la que en forma habitual
charlamos, aunque ignoramos que es una mala compañía marcada por la
tribulación, y amargura que aunque no expone, la mantiene atormentada,
haciéndola ausente de alegría e incapaz de demostrar cariño.
8.- Una sociedad humana no debe mantenerse en
estado de esquivez porque así lo quiere un sector que no está formado para
comportarse con franqueza. La aspereza no motiva compenetración entre los
llamados a compartir en el mismo círculo o ámbito social. El huraño impulsa a
que se desarrollen los individuos desabridos, individualistas y de mala calaña.
9.- Lo que pinta el medio en el cual estamos
viviendo es que están haciendo falta voces con condiciones para infundir
aliento. Ante tanto desánimo por el descalabro ético y moral que se observa, se
hace necesaria la exhortación a que las fuerzas motrices sanas se armen de
optimismo para motivar a confortar espiritualmente a los mejores hombres y
mujeres del país. Si se vigorizan a los que creen que es necesario y posible la
convivencia civilizada y armoniosa, de seguro que llegará a materializarse el
deseo de las grandes mayorías nacionales de contar con una comunidad de mujeres
y hombres con ideas que descansen en lo honesto, virtuoso y provechoso.
10.- Si ciertamente la mayoría del pueblo
dominicano está interesada en la coexistencia fraterna, en la sincera
comprensión, lo que procede es impulsar la conjunción de las aspiraciones más
sentidas para lograr fomentar opiniones de munícipes que tengan la firme convicción
de que lo mejor de la sociedad dominicana está en condiciones de sentar las
premisas materiales para sobre ellas construir un entorno en el cual se respire
aire de respeto, consideración, solidaridad y mutua comprensión.
11.- Perseguir el abatimiento de otro
mediante calificativos mal intencionados, debe ser eliminado del proceder de
los nuestros, porque con métodos perversos solo se logra dañar y generar odio
en víctimas de las acciones aviesas. Las personas de actuaciones siniestras son
las que han puesto agrio el ambiente nacional dominicano. Es necesario cultivar
el afecto recíproco entre todos los que aquí vivimos, porque de lo contrario
vamos a terminar como si fuéramos animales salvajes debatiendo el control de
una jungla.
12.- Se impone hacer un acto en el camino por
donde van muchos de nuestros coterráneos sembrando maldiciones a diestra y
siniestra, recurriendo a la murmuración y a la calumnia. El injurioso,
descalificador e impertinente no debe continuar con la falsa creencia de que
puede alegremente estar de deslenguado, grosero y procaz llevando mal humor a
cualquier ciudadano decente. La malevolencia y la perversidad no pueden ser
santificadas por ninguna persona que se aprecie de respetuosa.
13.- No deben ser celebradas nunca las acciones
de aquellos que en el medio nuestro se caracterizan por deshonrar con el fin de
afrentar en forma gratuita. La tacha que proviene de un malvado para
estigmatizar a una persona de bien, hay que ignorarla para que el malicioso no
logre el fin que persigue con su agravio. El ultraje inmerecido sale de un
cerebro enfermo para lesionar la honra bien ganada con el correcto proceder.
14.- Hay que predicar ideas sanas para que en
el seno de nuestro pueblo tomen su imperio las expresiones de aliento, aquellas
que hacen sentir bien a la especie humana. Hay que obrar en firme para que no
prosperen los mensajes que tienen por objetivo ultrajar, menospreciar,
menoscabar y de cualquier forma herir el amor propio. Debemos ocuparnos de que
el bochorno, la mortificación, la ignominia, la vileza y el desdén no sigan
siendo armas utilizadas con provecho por el insolente contra el agradable en el
trato.
15.- Lo que manda el momento que hoy viven
los dominicanos y las dominicanas, en lo que respecta al trato, a la forma de
convivencia, es que debemos apoderarnos, adueñarnos de todo aquello que haga
posible las buenas relaciones para concordar intenciones y enlazar agradables
sentimientos, vincularnos por el buen proceder para así quitarnos de la mente
todo aquello que hoy está haciendo difícil fraternizar; excluir de la
comunicación lo que traiga como consecuencia el antagonismo, la discordia y las
desavenencias que representan un obstáculo para restituir la armonía que en el
pasado ponía buen tono para juntarse y socializar con agrado.
16.- Por muy profunda que sea la
descomposición social, ella no debe servir de fundamentación para que los
miembros de la comunidad mantengan el odio, los resentimientos y otras taras
sociales como justificación de sus feas actuaciones. Cambiar para ser mejor ser
humano es un aliciente, un incentivo que motoriza a cultivar nobleza y así
encontrar atractivos que haga placentera la vida en común. Cualquier ocasión es
oportuna para que reflexionemos en el sentido de que no contribuye al buen
vivir aquel que se mantiene maquinando para con su forma de hostigar, zaherir e
incomodar a quien merece trato de buen gusto.
17.- Siempre es oportuno y deseable llevar a
la comunidad humana mensajes que sirvan para que los ciudadanos y las
ciudadanas colaboren participando en todo aquello que signifique aporte para el
mejor desenvolvimiento de las relaciones humanas. Ayudar a formar mejores
personas, es coadyuvar a tener valiosos munícipes en el futuro.
18.- Los hombres y las mujeres de nuestro
país que han luchado y luchan para que exista un ambiente en el cual
desaparezca el odio y cuantos vicios dañinos mantienen a nuestro país en condiciones
imposibles de vivir, están en el deber de aportar para modificar la situación
actual hasta convertirla de insoportable a viable. Es factible llegar a
disfrutar de la parte bonita que tienen las personas físicas.
19.- Por muy profundas que sean las
diferencias políticas siempre debe primar el respeto entre los contendientes.
La concepción ideológica defendida con elegancia es demostración de que quien
la sustenta está lo suficientemente convencido de la razón que le asiste y que,
por tanto, no tienen necesidad de recurrir a palabras fuera de tono para
agraviar a su adversario. No se inhabilita al oponente refutándole con saña,
porque las expresiones cargadas de odio lo que prueban es la sinrazón de quien
hace uso de ellas.
20.- El ambiente nacional es posible
adecentarlo si aquellos que intervienen debatiendo los problemas económicos,
políticos y sociales se ponen a la altura de ideólogos educados para cambiar de
impresiones correctamente, no procurando descalificar con el insulto y la
denigración. Las ideas descabelladas, irracionales e ilógicas son propias de
los que hablan por hablar, sin pies ni cabeza, y solo merecen ser calificados
como desencaminados ausentes de una correcta orientación.
21.- Es de desear que aquellas personas que
en una u otra forma tienen la posibilidad de incidir en la formación de
nuestros compatriotas, se dispongan a influir para que el medio social
dominicano no siga bajo los mensajes de aquellos que se han dispuesto a sembrar
en la conciencia nacional la cultura del complicado, diabólico y revesado; y
para que no haga acto de presencia la mujer o el hombre de proceder sin
artificios ni ostentación.
22.- Cada uno de los nuestros, sin tomar en
cuenta su pensamiento político, se debe formar la idea de que es posible alcanzar
la buena convivencia siempre y cuando exista la buena voluntad de evitar los
choques sin sentido, la enemistad innecesaria y las fricciones injustificadas.
Enemistarse por puro capricho, las confrontaciones sin causa y procurar
fricciones lo único que traen son mutuos aborrecimientos.
23.- Lo que impone el momento actual, en lo
que se refiere al trato que debemos desarrollar con aquellas personas con las
cuales departimos, es que debemos olvidarnos de todo lo que irrite, exaspere,
encorajine, haga perder la paciencia, motive rabia y haga perder la calma. En
lugar de las desavenencias, lo que procede es el sano entendimiento y los
vínculos llevaderos.
24.- Conviene infundir ánimo para que en cada
hogar dominicano los padres estimulen a sus descendientes para que su espíritu
sea dirigido a ser en el futuro mujeres y hombres con vocación hacia la
fraternidad; enfocados a proceder con solidaridad y prestos a hacer brotar la
luz que les sirva de guía para actuar apegados a la bondad, la humildad y sin soberbia.
25.- A la niñez dominicana hay que
adoctrinarla, influir en su estado de ánimo, y de cualquier forma inculcarle,
que es conveniente que se mantenga apegada a ideas de contenido social y
político que tengan como objetivo fomentar la camaradería; aleccionarla para
que se levante instruida de conceptos y principios basados en el bien a la
especie género humano.
26.- Resulta provechoso para nuestro país si
comenzamos a formar positivamente a los que queremos que dejen de tener
presente en su memoria lo que es la parte fea en el trato, es decir, aquello
que resulta repugnante y desdice mucho de lo que es un conglomerado de personas
que se supone son civilizadas y con algo de sensibilidad.
27.- No hay que ver como algo imposible la
existencia de un ambiente en el cual, sin importar las profundas diferencias
clasistas e ideológicas que existan, los
miembros de la sociedad mantengan relaciones de respeto mutuo. Es alcanzable la
comunicación sin odio, siempre y cuando no estén de por medio las taras sociales
que influyen negativamente en el proceder de las personas, y que las llevan a
ser aferradas, obstinadamente a una conducta. Hay que buscar la forma de no
departir con los empecinados en ser ácidos y groseros por entero.
28.- Para no pasar momentos amargos
compartiendo con individuos con inclinaciones a permanecer esquivos, secos, lo
más aconsejable ante ellos es actuar algo retraído, y solamente ser de fácil
trato cuando rompen su rigidez de huraño
y pasan a ser abiertos, tratables y sinceramente comunicativos. No hay
necesidad de relacionarse con personas que lo único que motivan es irritación
porque tienen su estructura mental diseñada para el berrinche. Aquel que
disfruta la rabieta es un insociable que solo merece estar con sus iguales, los
urticantes.
29.- Los seres humanos merecen vivir para
estar contentos; transmitir alegría; comportarse jubilosos; impulsar
animación, para llevar a los demás
dicha, felicidad y todo lo que
represente satisfacción y complacencia. Hay que estar preparado para quitarse
de su lado a todo aquel que con su presencia o conversación provoca
infelicidad, desdicha, desventura, infortunio y malos presagios. El azaroso es
hermano gemelo del ser de mal agüero.
Santiago de los Caballeros,
14 de enero de 2019.