Por: Ramón Antonio Veras.
1.- Los seguidores del equipo Águilas Cibaeñas,
luego de su reciente fracaso se hicieron aliados del tiempo para superar el
golpe que les produjo por caer de
anteriores campeones a ocupar el quinto lugar en la pasada serie regular. Los aguiluchos hicieron suya
la idea de que “el tiempo amortigua las pesadumbres y las desavenencias, porque
en él cambiamos, y nos convertimos, en cierto modo, en otra persona”.
2.- Pero si
para los seguidores de las Águilas Cibaeñas el trecho que ha transcurrido desde
su descalificación hasta ahora les ha calmado, no resulta lo mismo para los
fanáticos del Licey, que luego de tanto presumir de que se harían merecedores
de pasar la prueba del todos contra todos, han tenido que olvidar su alarde y lamentarse por quedar
desechados.
3.- El equipo azul,
que para sus seguidores goza de la gloria eterna, va a tener que
conformarse con la transitoriedad de su inmortalidad.
4.- El Licey ha muerto luego de mucha batahola. El
jolgorio le sirvió a los liceístas para hacer el feo papel de alentar para al
final quedar en el camino. El llamado glorioso azul debe razonar diciendo: “yo
quisiera ahora no ser yo. Quisiera ser una flor que se estuviese deshojando, un
sonido que se fuera extinguiendo, un perfume que se perdiese en el
aire…Cualquier cosa que se estuviera muriendo serenamente”.
5.- A los
seguidores del alicaído Licey, solamente les quedan las quejas de dolor, que
son muy propias de aquellos acostumbrados a las lamentaciones. Debo decir con
todo pesar que comparto el dolor que con
la descalificación sufren muchos
fanáticos del equipo azul.
6.- Me permito sugerirles a los
dolientes del equipo azul, que se armen de valor, que no derramen ni una
gota de lágrima por el Tigre, porque: “es peligroso dejarse llevar del placer
de las lágrimas; por él se pierde el ánimo y aun la voluntad del remedio. En
todo caso, el consuelo es que toda lágrima tiene su valor; es la hermana de la
sonrisa”.
7.- Porque al equipo azul lo identifican como
glorioso, y en vista de la pena que sé embarga a sus seguidores, me limito
sugerirles que hagan suyo este pensamiento: “podéis hacerme abdicar de mis glorias…, pero de mis
tristezas, no; todavía soy rey de mi tristeza”.
8.- Por último, “Los que no han sufrido nunca no
saben nada; no conocen ni el bien ni el mal…”, pero los aguiluchos como han sufrido: “entienden
el sufrimiento y por tanto extienden su mano” a los liceístas. Amén.
Santiago de los Caballeros,
11 de enero de 2019.