Por:
Ramón Antonio Veras.
I.-
Una advertencia a algunos de mis hijos sobre la política.
1.-
Cuantas veces tengo oportunidad de conversar con mis hijos, o con algunos de
ellos, aprovecho la ocasión para expresarles mi sentir con relación a
experiencias vividas, a conocimientos adquiridos fruto de los tres cuartos de
siglos que he tenido la dicha de perdurar.
2.-
Es mi deseo que mis descendientes aprendan de mis vivencias; que los aciertos y
desaciertos que he tenido les sirvan de escarmiento, y saquen luego sus propias
conclusiones y enseñanzas, porque solo
así pueden en el futuro determinar lo que para ellos ha sido una recompensa, un
premio, una desilusión o un desengaño.
3.-
Conviene, por ejemplo, que mis vástagos sepan que en el curso de mi vida se me
han presentado situaciones en las que he tenido que escoger; disyuntivas que me
han creado verdaderos dolores de cabeza; dilemas que no podía solucionar en un
abrir y cerrar de ojos, y que necesariamente debía de buscar la solución que me
imponía la realidad y mi conciencia.
4.-
Al momento de Jordi, Ho Chi, Yuri y Alexei, recibir sus títulos universitarios
que les acreditaron para ejercer sus respectivas profesiones, aprovechaba en el
curso de las celebraciones de sus investiduras, para dialogar con ellos con
relación al compromiso que asumían al ingresar al medio donde vivían con la
calidad de profesionales, y si decidían intervenir en política estar preparados
para enfrentar las consecuencias.
5.-
Las pláticas con mis hijos recién graduados siempre las iniciaba narrándoles la
que fue mi actitud una vez llegue a Santiago con el título de doctor en
derecho, y la opción que se me presentó porque recientemente se había
inaugurado el régimen de los 12 años del doctor Joaquín Balaguer.
6.-
La realidad del país en aquel momento de 1967, no me puso en una encerrona.
Tenía la alternativa de comportarme indiferente, vincularme con el gobierno de
turno, o hacer causa con los perseguidos y adversarios de la administración del
doctor Balaguer. Mis ideas las conecté con la coyuntura política que vivía el
país, y procedí en consecuencia, implicándome, comprometiéndome, con todo lo
que entrañaba defensa, amparo, respaldo a los que enfrentaban el gobierno.
7.-
El hecho de que al momento de comenzar mi ejercicio como abogado no tuviera
militancia política partidaria, no me liberaba de mi concepción ideológica, ni
me imponía inhibición para incidir en la vida política.
8.-
Mis descendientes saber que no he sido el ciudadano que todo sistema social
injusto desearía tener. He actuado en la vida pública como ciudadano normal y
como profesional del Derecho, criticando, censurando y oponiéndome a los
gobiernos odiosos, despóticos e intolerantes que ha tenido el país. Como es
natural, mis adversarios no han respondido lanzándome rosas, ni yo las he esperado.
Por tanto, cuantas veces he estado en prisión, investigado o golpeado física y
moralmente, ha sido porque aquellos a quienes he adversado han utilizado contra
mí el método que han considerado adecuado para eliminarme o neutralizarme.
II.-
Participar en política, algo dulce, pero a veces amargo
9.-
Al escribir este artículo quiero destacar que todo aquel que decide participar
en política debe saber que va a intervenir en algo que puede hacerle su vida
dulce, pero también muy amarga, porque en el ambiente dominicano de hoy la
actividad política no es una panacea, un medicamento cualquiera.
10.-
El que incursiona en la política activa impugnando, atacando, contradiciendo, y
de cualquier forma oponiéndose, debe prepararse para esperar respuesta de
aquellos que se sienten censurados en sus ideas.
11.-
En una sociedad cualquiera dividida en clases sociales, manifestarse en uno u
otro sentido tiene componente clasista, y por vía de consecuencia lesiona
aspiraciones e inclinaciones de grupos con posiciones distintas, porque en las
contradicciones de intereses materiales o espirituales están las divergencias
ideológicas expresadas en los conceptos utilizados en la contienda.
12.-
En los pronunciamientos políticos hay que ser sumamente cuidadoso, porque una
expresión cualquiera, aparentemente inofensiva, puede ser tomada como
ultrajante, agraviante y provocativa, dependiendo de quien la haya pronunciado
y el que haga de receptor. De ahí que hay que manejarse en forma minuciosa para
no pasar como politiquero negligente.
13.-
Un profesional de la política, con escasa inteligencia, algo torpe o limitado en
el lenguaje, llega a agredir a un adversario sin proponérselo, por no darse
cuenta que en nuestro medio convergen prototipos, muestras de toda clase de
especímenes de la política.
14.-
Aquel que decide incidir en la política frontal debe comprender que en la
medida de su ataque recibirá la respuesta correspondiente. El enfrentamiento es
algo normal en la brega política, y cada quien debe conocer el borde, la línea
divisoria hasta la cual puede llegar su contraparte, porque a veces no hay
límite, frontera ni escrúpulos para la contesta.
15.-
Al momento de hacer una crítica generalizada de contenido político, es difícil
saber previamente quién será el rival, porque cualquiera que se considere
afectado por la censura, puede darse por aludido y hacer papel de antagonista.
16.-
En la polémica política es muy dañino caer en el ataque personal, en la
agresión individualizada, porque por lo regular la invectiva va a tener como
contrapartida el insulto, las palabras agraviantes y los términos cargados de
diatriba, llegando hasta el altercado físico.
17.-
Es muy propio de la politiquería la discusión vacía, huérfana, pobre de
argumentos, de donde resulta que los contendores terminan demostrando ser, pura
y simplemente, altaneros, soberbios y presuntuosos; identificados como ausentes
de humildad y talento.
18.-
Una vez se le quiere quitar méritos, valía o estatura moral a un contrario de
la política, la disputa se reduce porque en lugar del enfrentamiento en lo
ideológico, se está recurriendo a asuntos que tienen que ver con la persona. Es
imposible ponerse de acuerdo con aquel que de entrada descalifica con
humillaciones.
19.-
La discrepancia de opinión con respecto a un tema cualquiera es posible
conciliarla, si se ha manejado en los marcos de la desavenencia de enfoques, en
la disensión de ideas, pero no hay acuerdo posible si la incompatibilidad tiene
tinte de choque, de una diferencia surgida por una acusación afrentosa.
20.-
No tiene nada de polémica edificante la que surge como consecuencia de palabras
que empañan la fama, levantando falsedades contra aquel a quien se le lanzan
cubriéndolo de lodo. Hablar mal, murmurar a quien no piensa como tú, permite
conocerte como denigrador, maldiciente y lengua de víbora.
21.-
El accionar político no es una cuestión simple de llevar a la práctica, porque
a su alrededor hay cuestiones embarazosas, lo que impulsa a grupos sociales a
estar enfrentados, dispuestos hacerle la contra a todo aquel que pone trabas,
obstáculos para contrariar sus pretensiones.
22.-
Por muy simple que se presenta una situación, hay que saber dónde está la parte
política y los intereses económicos. No siempre hay igualdad de fines ni
semejanza en los métodos para materializar las ideas y conquistar el poder del
Estado. De ahí que no es paja de coco la avenencia, el consenso, la armonía en
la política.
23.-
La vida diaria nos enseña que aquel que participa en política, sea dentro o
fuera de una organización, está expuesto a inconvenientes; a encontrarse en
conflictos; verse en aprietos; pasar momentos de trances, en un callejón sin
salida.
24.-
El trabajo político guía al individuo a ser famoso, renombrado, muy popular,
pero también en un abrir y cerrar de ojos, ese mismo sujeto puede sentirse
vituperado, desprestigiado, una basura social, porque ya no le sirve a quien
logró acreditarlo, consagrarlo, bendecirlo como una divinidad.
III.-
El debate político ideal
25.-
La polémica desarrollada entre personas decentes, en un plano ideológico y
programático, es sumamente encantadora, cautiva; es preciosa y atractiva, pero
se ve desfigurada, de mala pinta y peor facha, una vez cambia la esencia de la
discusión.
26.-
Es una necesidad, sea como sea, de cualquier modo debemos luchar para hacer de
la política una actividad decente, ejercerla con altura, decoro y respeto. Hay
que colocar la política en el lugar donde están integradas las personas de
bien, las que sirven.
27.-
Está comprobado que cuando las mujeres y los hombres probos, honestos e
íntegros participan en el debate político, lo mejor del país se anima, se siente
motivado para ser parte del quehacer político; pero expresa su rechazo,
repugnancia, una vez comprueba que los indecentes están vinculados a ella.
28.-
En la medida que luchamos por adecentar y limpiar la vida pública haciendo que
las instituciones funcionen respondiendo a los fines constitucionales para los
cuales fueron creadas, también hay que exigir comedimiento, correcto proceder a
los que hacen de la política su actividad habitual.
29.-
De diferentes formas hay que reclamar que la política sea una labor que se
ajuste, armonice con los deseos de las dominicanas y los dominicanos que han
luchado y luchan para que el ambiente político sea el adecuado por el cual han
activado amplios sectores que quieren que la contienda política sea vista y
realizada poniendo por delante la voluntad detener un país en el cual el
político sea considerado honesto y no un truhán.
30.-
Es posible y conveniente hacer política con elegancia, gracia y buen tino,
sacando del medio nuestro la vulgaridad, la mediocridad y el tigueraje. Nada
impide desarrollar la brega política y social con el debate exquisito,
escogiendo el lenguaje fino, y no el grosero, de baja estofa.
31.-
La política que merecemos y debemos hacer es la que está basada en conceptos,
principios y programas que recojan las aspiraciones de clases y capas sociales
que los hagan suyos. Hay que eliminar la polémica politiquera y socarrona que
nada aporta y demuestra pequeñez de pensamiento.
32.-
A la política hay que ir con entusiasmo, por convicción y con el objetivo de
actuar en provecho de la especie humana; sin buscar beneficios personales y
aceptando las consecuencias, los efectos que puedan resultar, la repercusión
que entraña, y lo que de ella pueda derivarse.
33.-
Por el trabajo político que eleva a las personas, el que persigue la liberación
del ser humano de toda clase de opresión, no debemos esperar recompensas,
distinción ni reconocimientos. Hay que aceptar la respuesta despótica del
adversario sin lamentos, ni resentimientos; y jamás hacer el papel de mártir,
víctima o sacrificado por el deber cumplido.
34.-
Todo aquel que está en la brega política como luchador social, está obligado a
comportarse dando el ejemplo de que opera para cambiar la sociedad de los
privilegios, el odio y la venganza, por la de la igualdad de oportunidades, el
amor, el perdón y la solidaridad.
Santiago
de los Caballeros,
21
de agosto de 2017.