Por: Ramón Antonio
Veras.
I.- El querer y el
medio social
1.-El ser humano
alcanza la bonanza material y espiritual; el bienestar, la prosperidad, la
alegría y la plena satisfacción cuando nace y se desarrolla bajo un orden
económico y social justo.
2.- Es posible formar
mujeres y hombres con sensibilidad a pesar de haberse levantado en un medio
social que tiene como base la marginación de la mayoría de los integrantes de
la sociedad, porque los nobles sentimientos están por encima de las
injusticias.
3.- Una persona que se
muestra complacida, transmite júbilo cuando tiene espíritu divertido. El que
lleva una vida de agrado genera atracción en los demás, porque se da por entero
haciendo fácil la armonía y la mutua compenetración.
4.- Aquel que está
instruido en el desprendimiento, la magnanimidad y la generosidad, se comporta
con desinterés; no conoce la codicia ni la ambición, el egoísmo le repugna y no
cae en la avidez.
5.- Es de gran
significación preparar al individuo para identificarse con aquellos que
necesitan del calor humano. De ahí que importa preparar a los futuros
ciudadanos y ciudadanas como entes sociales activos y pensantes, con sólidos
principios éticos, morales y actitud para cumplir voluntariamente con deberes
sociales.
6.- Es una necesidad
contar con personas que tengan como norma de vida hacer suyas las legítimas
aspiraciones de los que componen la mayoría de la comunidad. Se siente
realizado aquel que supedita su existencia a llevar a efecto las convicciones
que libremente ha abrazado.
7.- Es bueno que el niño dominicano comience a
formarse como persona de alma noble; maravilloso en sus actuaciones; digno de
ser admirado por el trato amoroso que dispensa; porque fascina con la
delicadeza que se maneja en busca de hacer sentir alegre a sus semejantes.
8.- Las relaciones
humanas son fructíferas cuando resultan del espontáneo querer que está fijo en
el corazón y en la conciencia de quien fue preparado para expresar cariño,
aprecio, sana estimación, y hacer sentir a los otros apreciados, muy queridos.
9.- La inclinación a
la querencia está alojada en lo más profundo del sentir de quien es amoroso. El
querendón siempre está apegado aportando dulzura, siendo mimoso y dándose a
querer por la atracción que motiva su trato agradable. El que impulsa
predilección prueba que se entrega con dilección para ser amado por aquel a
quien le ha demostrado sincera estimación.
10.- Transmitir
simpatía a las personas hace ver bien al que la practica; y en su comunidad
gana cariño por su trato ameno. El que encanta con su proceder lleva alegría y
espanta la tristeza que daña el buen humor y marchita el estado de ánimo.
II.- Está haciendo
falta querer al ser humano
11.- En nuestro medio
está haciendo falta la persona con gracia, de ingenio, que rompa la rigidez. La
actitud de hiel no trae euforia; por el contrario, la posición del malhumorado
demuestra ser mala hostia.
12.- Conviene que hoy
nuestras niñas y niños sean educados para que mañana demuestren que en su
interior hay un corazón para levantar ánimos a los abatidos, apenados,
entristecidos y desolados, porque provienen de hogares de padres optimistas,
satisfechos de la vida por el deber cumplido y por tal razón procrearon
descendientes entusiasmados, llenos de triunfalismo.
13.- Debemos de
esforzarnos para llegar a tener un país placentero, compuesto por personas que
sirvan para deleitar, cautivar por ser francos, abiertos y entretenidos; que
somos gratos y de buen vivir; y siempre listos para complacer y alentar con
suavidad.
14.- En la medida que
probamos saber servir a los demás, demostramos que por encima de las dificultades
que padecemos en lo económico y social, estamos hechos para comportarnos
compasivos, de buen corazón; que cada uno de nosotros es, algo así, una alma de
Dios, un cacho de pan; que no tenemos sentimientos aviesos.
15.- Por muchos vicios
que se hayan apoderado de nuestros paisanos, debemos fijarnos la idea de que
reunimos las condiciones para tener y disfrutar el país por el cual hemos
luchado y merecemos; que vamos a sentar las bases para tener el ser humano
admirable, bonachón, cordial y de buena pasta.
16.- El ambiente donde
vivimos hoy no es un jardín de rosas, ni un paraíso terrenal. Pero en este
medio debemos levantarnos todos aquellos que confiamos en la potencialidad, la
firmeza y decisión de salir adelante para así cumplir con nuestro deber como
luchadores contra la injusticia, para alcanzar lo justo.
17.- No debe estar en
nosotros darnos por vencidos; demostrar inconstancia; ponernos de caprichosos;
exhibirnos como si fuéramos veleidosos e incapaces de derrotar la ligereza y
todo aquello que nos afea como país de personas luchadoras, emprendedoras y
laboriosas.
18.- Sin importar lo
bochornoso y lamentable que se presente la situación de un país, finalmente
sobresale el decoro de los resueltos, la decisión de los honrosos y la dignidad
de aquellos que confían que mil días se condensan en una hora, cuando los
pueblos accionan indignados por la acumulación de bochornos, descaro y
desvergüenza.
III.- Llenarnos de
optimismo para cultivar querer
19.- Estamos obligados
a llenarnos de optimismo, y razonar en el sentido de que no todo está perdido;
que este es un pueblo que no está abandonado a su suerte, porque no todos somos
viciosos, libertinos, degenerados y sinvergüenzas.
20.- Los padres en el
hogar y los profesores en las escuelas, deben contribuir a que las niñas y los
niños hagan suyos los lineamientos para llegar a ser adultos con formación
dirigida a querer a los demás sin importar género, condición social, etnia o criterio
ideológico.
21.- Todos aquellos
órganos familiares o públicos que incidan en la formación educativa están en la
obligación de idear, concebir, pensar cómo pueden influir en la conciencia de
los jóvenes para que en ellos se quede el ideal, el deseo, el sublime objetivo
de querer a sus semejantes. Es necesario, sumamente saludable que el ser humano
haga suya una especie de doctrina de tener cariño.
22.- La sana voluntad de los que aquí aspiran
a vivir en una colectividad que procura la comprensión, la tolerancia y la
condescendencia, debe ser aceptada; darle la bienvenida; hacerle un
recibimiento animado, para que esa intención se extienda a otros que tienen
igual pretensión beneficiosa y edificante.
23.- Cualquier
manifestación de buenos sentimientos hay que aplaudirla, rendirle culto,
glorificarla, para que sirva de motivación positiva. De estímulo a ser imitada
por aquellos que tienen el convencimiento de que en nuestro medio está haciendo
falta el pronunciamiento, el llamado a lo que crea emoción, sensación y animo
sincero, dejando ver con palabras y acciones el buen corazón; la buena
voluntad, el agradable propósito de querer, y no aborrecer.
24.- Debemos saber que
cuantas veces nos dirigimos a alguien con buenos modales, estamos mostrándole
lo que somos y el elegante comportamiento de que es merecedor. Nuestros gestos
dicen la educación que tenemos, la instrucción que recibimos en el hogar, y la
correcta asimilación de lo que aprendimos en la escuela.
25.- A diferencia de
como actúan los alicaídos, tristes y desalentados, aquellos que desean
demostrar sincero querer deben dar sensación espontánea de sentirse bien,
contentos y felices, para que así su bonanza sea bien recibida por aquel que se
le quiere hacer saber que es estimado, y se le distingue porque su persona
causa alegría.
26.- Ningún ser humano
está preparado anticipadamente para odiar, aborrecer o fastidiar; por el
contrario, está presto para demostrar simpatía, afectos. La tendencia de la
mujer o el hombre es a dar cariño, no a mostrar antipatía.
IV.- Por encima de las
diferencias nuestros corazones mandan a querer
27.- Lo que conviene a
nuestro país es que cada quien sin renunciar a sus opiniones, haga suya la idea
de que las desavenencias ideológicas, la división clasista y la desarmonía de
pensamientos, no deben guiarnos al choque agraviado, a la enemistad odiosa ni
al antagonismo insalvable. La discusión áspera lleva a perder la razón y quita
el deseo de querer.
28.- Existen
diferentes formas de ponerle fin a una disputa de la naturaleza que sea, sin
necesidad de herir al adversario. Los dimes y diretes no están por encima de
los sentimientos que debemos tener siempre en nuestro corazón y que nos mandan
a comportarnos con generosidad y nobleza, rechazando todo lo que sea vileza,
ruindad e innobleza.
29.- Si nos sentimos
lesionados por los términos agraviantes lanzados por un contendor, el desquite,
el despique no debe llevarnos a aturdirlo sacándolo de quicio;
desacreditándolo, inquietándolo con desprecio, palabras odiosas y afrentosas;
actuando con tirria, rabia y malquerencia.
30.- Si estamos
formados para actuar como si nada ante las reacciones rabiosas de los
iracundos, violentos y atribulados, cualquier ocasión es oportuna para poner en
práctica la indiferencia, con la que probamos estar por encima de bellaquerías,
fábulas, filípicas, ataques desorbitados y desmesurados.
31.- A los que aquí
son duros de corazón debemos de tratar de humanizarlos haciéndoles saber que la
sociedad quiere tenerlos en su seno, pero siendo dulces, sensibles,
condescendientes, comprensivos, solidarios, bondadosos y listos para querer a
sus congéneres en la comunidad.
32.- En nuestro medio,
y particularmente en el debate político, sin mencionar palabras, y solo en los
gestos, se observa que los contendientes recurren a todos los métodos posibles para agredir, hostilizar y de
cualquier manera agriar, acidificar al competidor.
33.- En algunos
políticos del país, el rostro adusto, el lenguaje mordaz y el trato agresivo
demuestran que en la discusión, con las palabras y las críticas, buscan agrietar, resquebrajar, no convencer;
y mucho menos los términos son empleados con consideración, sino para hastiar,
jorobar, en sí, incordiar para hacer sentir mal, perdiendo así el sentido de
agradar, de querer.
34.- Lo que pinta la
realidad del país es que se ha perdido el aguante, la paciencia, la comprensión
y la tolerancia, y su lugar ha sido ocupado por la impaciencia, el proceder
brusco; la arremetida ciega; la aspereza dirigida a perjudicar sin
contemplación de ninguna clase.
35.- Se impone que los
sectores más sensatos reclamen, demanden, pidan que cese el odio y los enconos;
que la repulsión gratuita no siga siendo algo normal en el ambiente nacional.
La ojeriza y la rabia, se han colocado sobre el afecto, el cariño.
36.- Hay que hacer que
prevalezca el querer para que desaparezca el trato despectivo, ultrajante e
injurioso; y cuantos calificativos se utilizan para faltar el respeto, hacer
sentir herido, levantar ronchas al adversario y a sus relacionados, sin importar
que sean amigos, compañeros políticos o familiares.
37.- La falta de
querencia está facilitando lo que daña a las personas. Pero de todas formas hay
que seguir con la creencia de que triunfará el querer.