viernes, 25 de septiembre de 2015

La envidia se desarrolla en sociedades enfermas

Por: Ramón Antonio Veras.


I.- El envidioso daña

1.- Genera satisfacción  hacer efectivo un proyecto, materializar una idea. La conclusión de una obra que había sido concebida produce alegría, crea un sentimiento que  llena de júbilo, pleno regocijo. Prosperar motiva agrado en toda persona;  el éxito impulsa a la delectación,  conduce a sentirnos agraciados, llenos de ánimo para continuar viviendo, porque el gozo alegra la vida.

2.- Conviene  mantener el estado de ánimo  con energía,  combinando bríos y esfuerzos  para alejar cualquier desanimo; la pusilanimidad es eliminada con la valentía, el arrojo y la firme gallardía.

3.- El desarrollo de nuestra  potencialidad, el empuje,  la plena resolución  de mantener el ánimo divertido, a veces resulta estropeado, no obstante la valentía y resistencia   que podamos desplegar para mantenernos animados y no nos toque el aburrimiento, el enfado y el fastidio para enojarnos.

4.- Es  legítima la aspiración de los seres humanos a vivir en un ambiente en el cual predomine la armonía, la comprensión y la conciliación por encima de la desavenencia. La compenetración hace llevadera la vida, pero el hecho de vivir en sociedad nos impone,  por más  liberados que  podamos estar, un modo de pensar   condicionado por el ambiente  donde  habitamos.

5.-  No podemos desconocer que en nuestro medio hay un sujeto que marchita hasta la alegría: el envidioso. Es un resentido en toda la extensión de la palabra;  siempre está enfadado, nada le  alegra el alma; es un inconforme patológico; genera y motiva amargura e insatisfacción; practica el odio   con disimulo, y se siente bien haciendo gestos que producen desavenencia.


II.- Algunas actitudes del envidioso

6.- Cada quien debe tener una idea clara de lo que es un envidioso, porque sólo así puede preparar la autodefensa que debe desarrollar para cuidarse de sus acciones venenosas, a las cuales está expuesta toda persona de buen proceder.

7.- Resulta sumamente difícil leer al envidioso, porque es un individuo que no deja observar con claridad su forma de actuar; la misma pose que toma para halagar,  la utiliza para, con sinuosidad, despreciar.  La naturalidad nunca lo acompaña.

8.- La fisonomía del envidioso no sirve para identificarlo, aunque su semblante permite a veces,   en parte,  conocerlo. El timbre de su voz es cambiante; calcula las palabras que ha de expresar, no las desperdicia; es preciso en el uso de términos.

9.- La personalidad del envidioso es tan enigmática que aunque se molesta con los triunfos  de los demás, se mantiene interesado en conocerlos; es inexplicable su proceder, pero esa línea de conducta introvertida lo caracteriza. De ahí que hay que ser muy avistado para descubrir el cambio del envidioso de cínico a cortés.

10.- El envidioso no ejecuta su sentir accediendo directamente a su víctima; primero hace una labor de ensayo mental para no crear  duda de su desazón por el triunfo ajeno; una vez hace su experimento, suelta su aparente agrado  que es como una especie de vómito para no callar su  amargura.

11.- El envidioso no saca las espuelas de inmediato; por su habilidad dañina se mueve pausadamente; no actúa a lo loco, en cada ocasión se mueve con certeza,  sabe lo que quiere hacer; dependiendo de su interés se muestra frio, cálido o apático; sereno o inquieto, cariñoso o rudo,  accesible o intratable.

12.- Para tener conocimiento de la vida de aquel a quien envidia, el envidioso indaga las actividades que realiza y si son o no exitosas; hace sondeos para saber como difamarlo; es un fino escudriñador y pendenciero perverso.

13.- En caso de que el envidioso no forme  parte del círculo  de amigas o amigos  de quien busca  detractar, hace labor de relambido con el  fin de ganarse la confianza como querendón, y aunque sus palabras son recibidas como de un relajón, el daño queda.

14.- A los fines de conocer la situación real de la persona a envidiar, el envidioso se presenta ante ella lo más atento, altamente complaciente; no muestra nada de grosería  ni de desprecio; demuestra zalamería y adulación empalagosa hasta estar debidamente informado  para luego iniciar  su campaña infamante.

15.- Por su propia formación, el envidioso vive con los oídos tumbados para una vez escuchar las palabras exitoso, progreso, triunfador, próspero y abrirse paso, averiguar el nombre de la persona a la cual se le atribuyen para iniciar su labor destructora.

16.- El envidioso tiene reservado un lenguaje punzante para aquel que tiene cualidades   bien valoradas en el medio donde vive. Con términos lacerantes, el que envidia trata de golpear al virtuoso; es mordaz cada expresión  de quien envidia  al referirse al que con virulencia  lastima.

17.- En su desenfreno por tener lo que tiene otro, el envidioso adopta posiciones diferentes  en su proceder; se presenta contemplativo, como también muy místico;  con facilidad cambia de religioso a impío,  de expresivo a hermético, de sociable a huraño,  y de agradable   a horripilante.

18.- El envidioso es un individuo sumamente cambiante; es común verlo con actitudes uniformes, homogéneas, y de un momento a otro se convierte en un ser  de proceder  variado, una mezcla de uniformidad  y complejidad, hasta parecer un hibrido  de puro  e impuro.

19.- El envidioso motiva preocupación porque saca de sus cabales al más inteligente; si no se adivina con rapidez su falsa actuación, con facilidad hace llorar de tristeza a quien está disfrutando un triunfo lleno de alegría; tiene el material suficiente para cumplir la función de encanto y rechazo.

20.- Aunque parezca un contrasentido, el que envidia a otro le olfatea su vida; le da seguimiento, a los fines de husmear hasta lo más mínimo  lo que hace o deja de hacer, porque sólo así puede estar debidamente alimentado para envidiar.

21.- El envidioso es un ser humano  que   crea  inquietud porque es un peligro social;    en apariencia  vive en completa paz con él y el prójimo, pero  su interior es una hoguera impulsada por un tizón de cuaba  con gasolina como combustión.

22.- Por permanecer ahíto de odio, el envidioso lo suelta poco a poco. Para mortificar con más saña a su víctima, gradualmente va desarrollando su inquina hasta que impone  por completo su tirria.

23.- El envidioso, con el fin de no servirle a nadie, siempre se muestra resbaloso; se caracteriza por no ser solidario, es huérfano de sensibilidad; abraza el individualismo y para llevarle la contraria a los demás se identifica como rosca izquierda. Es un antichévere consumado.

24.- La buena noticia que le transmite el amigo por un logro suyo,  el envidioso no  la celebra,  a lo sumo tímidamente sonríe; no expresa risa por el triunfo ajeno.  La carcajada es extraña a la celebración en la persona que envidia, solamente la saca para celebrar la derrota de otro.

25.- Como ponzoñoso al fin, el envidioso no distingue entre conocidos y desconocidos; envidia por igual al amigo que al enemigo,   aguijonea a todo aquel a quien envidia por su talento, progreso o consideración en el medio social donde vive; siempre está listo para lanzarle dardos, puyas a quien envidia. El veneno  que guarda el que   se enfada por los triunfos  de los demás está  listo para ser lanzado contra todo aquel que  por  su progreso molesta al envidioso.


III.- El envidioso lo quiere todo

26- El envidioso ofende  sin que se le haga nada, y para justificar su actitud se da por agraviado; procura darse por irritado imputándole la situación a otro para mortificarlo.

27.- El envidioso no se conforma con lo que tiene, es insaciable; además de lo suyo, ambiciona lo de otro; su codicia es enfermiza; la voracidad la lleva en las pupilas de sus ojos; sus pretensiones son ilimitadas, es insaciable de cosas materiales.

28.- El envidioso ríe hasta  que se  le ve la muela de atrás,  una vez sabe que “fulano de tal fracasó”; “está derrotado”; “ha caído en la ruina”; “no se levantará jamás”; “se le quemó la empresa y no la tiene asegurada”.

29.- En el envidioso, la ambición es ilimitada; en su afán por poseer  desarrolla hasta lo infinito  el sentido de tener; aunque no disfruta lo que adquiere,  se deleita inmensamente  con sólo saber  que lo tiene por puro capricho.

30.- El comportamiento de persona rencorosa lleva  al envidioso a vivir en estado de enojo permanente, lo que le convierte en una rémora; en un individuo que estimula dificultades entorpeciendo cualquier relación de cordialidad. 

31.- El envidioso vive  con la creencia de que  lo que existe sobre el planeta  tierra le pertenece; su concepción mezquina la lleva al extremo, y la exterioriza  con su apego a las cosas materiales. Para el que envidia todo es insuficiente para satisfacer  sus apetencias desmedidas; desconoce la nobleza porque su mundo es la avaricia.

32.- El envidioso,  para disfrutar como suyo lo que es de otro, y retenerlo para siempre, hace lo indecible para agarrar y no soltar bajo ninguna  circunstancia;  su deseo de apoderamiento  es exagerado llegando a simular escasez   de lo que tiene en abundancia; su exageración, su avidez codiciando lo de otro, lo lleva a hablar de carencia  de lo que tiene en demasía.

33.- El envidioso finge no desear nada, ser un desinteresado, pero de un momento a otro  lo abarca todo en avaricia incontrolable; aquel que en un principio se comportó tibio, luego se presenta apasionado, impetuoso por lo que busca  exasperadamente.



IV.-  La molestia del  envidioso 

34.- Constituye  una ofensa, un agravio a la persona de un envidioso, hablar en su presencia de las virtudes cívicas y ciudadanas  reconocidas  a un hombre o mujer  destacada de la comunidad; él  se siente ultrajado  en su forma de ser. Para el envidioso, en lugar de  honrar a alguien por sus méritos,  lo que procede  es el descrédito, el vituperio abierto o solapado.

35.- La gallardía  de aquellos que  no han vacilado para enfrentar  las situaciones políticas  difíciles que en  distintas  coyunturas   se han presentado en el país, y han requerido  el accionar  de hombres y mujeres de firmeza  y convicciones democráticas, motivan recelos, envidia, en quienes se han comportado como actores  o cómplices de actos despreciables.

36.- El  funcionario probo  motiva inquina  en el envidioso deshonesto, el cual ve con ojeriza  a quienes se comportan virtuosos, con probidad  en el manejo de los dineros del erario. Al mezquino le suena insultante  que se les reconozcan honores  a las mujeres y hombres honorables.

37.- Aquellos que con su dinamismo se elevan con su propio esfuerzo,  generan cólera a los envidiosos  que se  quedaron rezagados por haberse mantenido haraganes, abúlicos y ociosos necios. El progreso mortifica  y enloquece  a los que envidian el desarrollo  de los triunfadores.   

38.- La persona que por su seriedad se hace merecedora del cariño, distinción  y respeto de sus conciudadanos, tiene como contrario  al envidioso,   a ese  hazme reír que sólo sobresale  como bufón descarado,  que  sirve para inspirar  risa  con sus impertinencias inoportunas. 

39.- El ser humano de comportamiento humilde, se convierte en blanco predilecto de los ataques  de los envidiosos,   que para ser tomados en cuenta  tienen que hacerse sonar   como jactanciosos y  alardosos.

40.- Hablar de la conducta limpia de una persona a la cual  por su grandeza le tiene tirria el envidioso, es desafiar a éste perturbándolo en su engreimiento; su soberbia le impone reaccionar  desmoronando  la buena imagen  haciéndola polvo.

41.- El envidioso siente celos contra aquel que lo trata como amigo, y es persona distinguida; el ilustre, el sobresaliente por su sola condición lesiona al envidioso; éste procura presentar al descollante como un farsante, chabacano e insignificante.

42.- Aquel que tiene a su lado a un envidioso  está impedido de  ganar fama. La notoriedad, el prestigio, la celebridad en otro hace sentir mal al envidioso; lo deprime hasta hacerlo caer en estado de desánimo y angustia absoluta.

43.- El envidioso se siente rebajado si  guarda silencio cuando  en su presencia  se enaltece a  alguien;  buscará como reducirlo a la nada, desprestigiarlo o de cualquier forma  humillarlo. Su misión es la de envilecer, no la de ennoblecer.

44.- El envidioso acumula en su cerebro  una especie de diccionario diseñado para mermar  a quien es  reconocido por  méritos  y cualidades excepcionales; buscará la forma de  desacreditarlo, quebrantarlo en forma desmesurada hasta presentarlo  como un nada, ninguna cosa. 

45.- Aquel que hace mención de un  ser humano inteligente,  talentoso y de plena lucidez,   encontrará  de parte del envidioso  la impugnación, calificándolo de torpe, inepto y ausente de  grandes luces.

46.- El envidioso indecente se amarga cuando se habla del correcto proceder de aquel  que desarrolla sus actividades dentro de los marcos  de la decencia, integridad y limpieza. El decoro crea contrariedad mental  a quienes envidian a los recatados.

47.- La demostración de arrojo   en una persona  genera malquerencia en el envidioso cobarde que ve receloso  semejante comportamiento; el coraje en otro  genera molestia en el pusilánime  huérfano de valentía; la bizarría es  censurada por  el  falto de valor, el acoquinado.   

48.- Una vez el envidioso logra infamar, y comprueba que su amargue  ha surtido efecto, siente ejecutada su misión  y da por concluida su  operación  disociadora  y mezquina.


Reflexiones finales

a.- Para que una sociedad humana pueda dañarse al nivel que ha llegado la dominicana, en su seno tiene que haberse producido  una degradación tan precipitada que ha impedido  a sectores, clases y capas sociales sensibles, percatarse de los que estaba socavando su base.

b.- Solamente en una sociedad regida por un sistema social como el que impera en nuestro país, puede engendrar un espécimen con las bajas pasiones del envidioso.

c.- Hay que ser muy poca cosa como ser humano para compartir con los demás, y anidar en el cerebro resentimientos, odio, egoísmo y rivalidad. Por tal razón es que  el envidioso es un peligro social.

d.- La envidia ejerce tanto dominio sobre las personas  que  acompaña, que aunque quieran quitársela de encima,  liberarse, no pueden, porque les domina el corazón y el cerebro,  privándolas para siempre de libertad y paz.

e.- El envidioso,  durante todo el curso de su existencia permanece en una encrucijada de sufrimientos: afligido por la desgracia de la envidia y entristecido por la felicidad del envidiado.

f.- El envidioso es perseverante, no da tregua; persevera contra aquel que envidia; le da seguimiento hasta después de muerto, porque cuando fallece la víctima de la envidia, el envidioso va a la funeraria, no a darle el pésame a los  deudos, sino a comprobar el deceso del envidiado.

g.- El que a otro envidia no le celebra la  buena ni la mala acción: la primera se la aplaude con hipocresía, y por la segunda lo maldice.

h.- El envidioso no merece desprecio, solo conmiseración, porque aquel que nace con el sentimiento  de rivalizar  por gusto, no tiene sosiego, vive convulsionado, es un espíritu que permanece revuelto  y con el cual hay que tener clemencia.

i.-  Mi deseo es que la realidad dominicana  fuera otra, pero ella está ahí, como testigo de piedra, algo incontrovertible. Estamos viviendo en un medio social corrompido hasta el tuétano; cada día se acelera  más y más la podredumbre social; lo que se respira en el ambiente dominicano  está contaminado;  estamos presenciando un cuadro degradado, pervertido, y encanallado  con la presencia de  lacras,  como lo es el envidioso.

j.- Para  conservar  la tranquilidad espiritual resulta más conveniente no descubrir  la envidia de un ser querido hacia ti, porque  hasta  el momento que se advierte la envidia se conserva la devoción hacia el envidioso, pero luego en el envidiado viene, primero la duda, luego el afecto menguado y finalmente el abatimiento.

k.- Solamente aquel que ha descubierto que un amigo le envidia, sabe la frustración, el dolor que produce, es pasar por un momento sumamente difícil; uno se siente anímicamente hundido,  interiormente desbaratado, totalmente estropeado.

l.- Nos sentimos contentos, rebozados  de alegría al saber de los logros alcanzados por un amigo en el área donde se desempeña,  pero el envidioso se manifiesta abrumado, triste y apesadumbrado, lo que lo lleva al descontento, la infelicidad,  el pesimismo  y el aturdimiento.

ll.- Lo menos que podemos hacer por una persona  enferma, y que  ha gozado de nuestro aprecio,  es gestionar  su curación  por   un médico  para que  recupere su salud  y verla,  en lo adelante, saludable. Pero resulta  que el envidioso se resiste a tratarse, prefiere continuar decaído,  porque  se siente mejor siendo un envidioso.

m.- Personas a las cuales tratamos  en sincero afecto desde la niñez, hoy  observamos que se comportan evasivas, aburridas y algo retiradas; al averiguar el motivo de su actitud, nos han informado que esa forma de proceder  la están  adoptando frente a sus amigas y amigos de ayer  que han progresado.

n.- Preocupados por  el  estado  negativo  que lesiona a los envidiosos, la envidia,  hemos   decidido  averiguar,   y  confirmamos  que los envidiosos no tienen cura;  que la envidia es un padecimiento,  con el agravante  de que quien  la padece la disfruta; por tiempo el paciente se mejora, pero luego  la lesión se reactiva ampliada, y  la misma solo puede eliminarse  de dos formas: desapareciendo el paciente, o el sistema que genera la enfermedad.

 ñ.- Lo más conveniente para la sanidad y tranquilidad  de lo que en verdad se llama pueblo dominicano,  la solución para eliminar la envidia, y con ella la lacra  social que genera, el  envidioso, es luchar para acabar con el sistema,  o por lo menos, con el modelo que padecemos hoy   los dominicanos y dominicanas. La tarea no es fácil pero hay que  bregar para lograr el objetivo perseguido.

o.- El envidioso nace  y se desarrolla en un medio social en el cual no se educa al ser humano  para que sirva de ejemplo y motive a la virtud, pero  sí  a que esté condicionado en la codicia, el egoísmo, el individualismo, la inquina, los récores, el vituperio y el cinismo. La sociedad dominicana de hoy  anda por mal camino porque en nuestras escuelas  desapareció enseñar a  las niñas y niños  a tener cariño, a la solidaridad y a la comprensión mutua.

p.- Por último,  en lo que a mí respecta, por el  hecho de haber tratado a muchos  envidiosos  me siento curado de sus diabluras; ellos  contribuyeron a hacer  mía para siempre esta idea: En lo que me queda de vida procuraré continuar hablando con franqueza ilimitada, pero sólo  con el sincero, no con el falso; quiero comentar, explicar posiciones,  pero  con el que  me escucha con sentido de seriedad, no con el perverso; aspiro a razonar  con el que es leal, no con el farsante; busco mediante el lenguaje decir lo que creo es la verdad, no la mentira; platicar sin perder el tiempo que me queda de existencia, que quisiera que  sea largo y fructífero.

Santiago de los Caballeros,

25 de septiembre de 2015.