Por: Ramón Antonio Veras.
Introducción
1.- El ser humano, mientras tiene vida
puede aportar a la sociedad en general y
a su círculo familiar en particular; su
contribución será positiva dependiendo de la experiencia acumulada y la
conducta exhibida en el curso de su existencia; dependiendo de su proceder,
luego de su fallecimiento puede ser tenido como ejemplo para las futuras
generaciones. El conjunto de sus
actuaciones va a posibilitar la valoración
que hagan los miembros de la comunidad de su
trajinar terrenal.
2.- Después
de la llegada inexorable de la muerte de una persona, lo que cuenta es
la sensación producida en la conciencia de los demás del comportamiento, de la
forma de actuar en el medio social en el
cual vivió.
3.- Por proceder atropelladamente en el medio social
dominicano actual, algunos no se detienen a pensar que su permanencia aquí es
limitada y su precipitación va a
concluir, indefectiblemente, con una pausa final: la muerte.
4.- En el curso de encuentros informales con mis hijos, sus esposas, y sus descendientes, mis nietas y nietos, les he hecho saber que mi desaparición del mundo de los vivos quiero la acepten como algo muy natural.
5.- A las gentes más estrechamente relacionadas por vínculos sanguíneos, o afectivos de cualquier índole, estamos en el deber de darles a conocer quiénes somos, no en nuestra imagen exterior, sino de nuestras actuaciones, para que retengan las acciones buenas y rechacen las malas.
6.- La transparencia en el proceder espontáneo hace posible la comprensión de lo que queremos transmitir para que sea asimilado, absorbido por quienes son nuestros escogidos destinatarios. El pedazo hermoso de mi existencia lo he compartido con la generalidad de los míos, mis hijos y sus descendientes; por tanto es por ellos conocida; no tengo que explicársela porque la hemos disfrutado en común.
7.- El fragmento de mi vida que me interesa que mis hijos, nietas y nietos conozcan es aquel en el cual se me ha golpeado en lo más profundo de mi alma. Quiero que los míos aprendan de mis amargas experiencias, para que no experimenten los pesares que he padecido.
I.- Para mis hijos, experiencias
como padre y profesional
8.- La práctica de la vida es lo que más
enseña; el adiestramiento fruto del quehacer diario nos edifica, afina nuestro
entendimiento; una adecuada
instrucción hace posible que nos
inclinemos a persuadir a quienes
procuramos aleccionar con nuestra prédica.
9.- Por haber vivido más que mis hijos, he tenido la oportunidad de adquirir, más que ellos, el conocimiento de muchos de los fenómenos que se dan en ese laboratorio social que es la sociedad donde nací y me he desarrollado como ser humano, y tengo la dicha de poder transmitir a mis descendientes las experiencias que he vivido.
10.- Como padre, y por haber ejercido por casi medio siglo una profesión, no es correcto de mi parte guardar en mi cerebro algunas vivencias que en la vida práctica pueden servirles como referencia a mis hijos en el quehacer diario de su ejercicio profesional.
11.- Todos mis hijos hicieron carreras universitarias en diferentes disciplinas, y algunos son especialistas en sus aéreas profesionales; en sus quehaceres tienen afines con otros que escogieron igual especialización, lo que les llevará a encontrar compañeros de profesión que, en una u otra forma, manifiestan celosía.
12.- La identidad de profesión no entraña cohesión de comportamiento. Una cosa es la identificación en el orden profesional, y otra la forma de ejercerla en el medio social. La diferencia suele ser notoria, y tiene mucho que ver el origen social y la formación familiar de cada profesional.
13.- La generalidad de los profesionales son individualistas, por su ubicación en el ordenamiento social en el cual desempeñan su profesión; obran conforme su particular conveniencia sin tomar en cuenta los intereses colectivos; su aislamiento laboral les crea un criterio dominado por el particularismo.
14.- Aquellos profesionales de las diferentes disciplinas que carecen de sensibilidad, o provienen de hogares en los cuales no hay interés por enfrentar las injusticias, se comportan en forma egoísta; para ellos el mundo comienza y termina en lo que conviene a su interés particular.
15.- Por lo general, el segmento social de los profesionales no compite; procura resolver sus diferencias mediante el trato desigual, el juicio ligero, la descalificación y la exclusión sin justificación alguna.
16.- Algunas veces, cualquier colega que sobresale por méritos propios es visto por sus iguales con antagonismo; como un competidor al cual hay que hundir; un contrincante intruso, un rival que ha llegado a importunar y hay que cerrarle el paso para que no avance, y si logra avanzar golpearlo hasta hacerlo añicos.
17.- En la actualidad, el compañerismo en las profesiones es algo que forma parte del pasado. No cuenta la integración al mismo colegio; el cofrade es visto como un enemigo en potencia; al trato de amigo, compañero y camarada se antepone la aversión sin sentido, la malquerencia irracional, el rencor enfermizo y la rivalidad estimulada.
18.- En mi caso particular, cuando comencé a ejercer mi profesión de abogado el ambiente profesional del país era otro, porque la sociedad dominicana de la época era diferente a la de hoy, que se ha convertido en un nido de fieras; una cueva de serpientes agresivas y venenosas; una jungla en la que prolifera el canibalismo, la ferocidad, el trato de bestias.
19.- El medio en el cual nos estamos moviendo ha llegado a un grado tal de degradación que, al parecer, no hay espacio en muchos corazones para alojar el amor y aceptar la comprensión; ha desaparecido todo aquello que eleva a la especie humana, la hace portadora y símbolo del querer, lo deleitoso, ameno, encantador y agradable.
II.- A mis hijos, algunas
advertencias
20.- Por provenir de los marginados de la
sociedad dominicana, y lograr superarme en base a estudios y trabajo, puedo
decirle a mis hijos que en su accionar profesional se cuiden de los envidiosos,
porque los mezquinos no aceptan que triunfen los hombres y mujeres
de una sola pieza, de una sola conducta, de un solo proceder.
21.- Mis hijos están formados para lidiar con personas de bien, con los que saben valorar a los demás, no así con granujas, picaros descalificados, y truhanes de la peor ralea.
22.- Mis descendientes no fueron educados en las malas artes, en la mañosería artera y vulgar; en la malevolencia disfrazada de ingenuidad; en lo nocivo con apariencia de inocuo, inofensivo.
23.- Es mi deseo que mis vástagos desarrollen la agilidad mental suficiente para que descubran a tiempo a los simuladores, falsificados y ficticios; a esa cáfila de taimados que abunda en nuestro medio; a la caterva de tunantes que se venden como honrados y decentes, y no son más que zorros, con apariencia mansas ovejas.
24.- El agrietamiento de la sociedad dominicana exige que la gente buena y de correcta formación, se mantenga despabilada porque está expuesta a tratar con tipejos de la peor estirpe; con el hampa, las escorias sociales; con los residuos perfumados, con aquellos que no son más que sepulcros blanqueados.
25.- No están en el mismo plano de conducta correcta los prominentes sensibles, y los que, en nombre de escalar socialmente, están dispuestos a desprenderle la cabeza a cualquier persona decente, sin importarles el qué dirán.
26.- Que sepan mis hijos que los pigmeos no están preparados para competir en igualdad de condiciones con sus adversarios sobresalientes; el anodino y deficiente enfrenta a los notables mediante las zancadillas, tratadas y truhanerías.
27.- Quiero que mis hijos pongan sus pies sobre la tierra y comprendan que el medio social dominicano actual no está diseñado para la franqueza, sino para la falsedad; que ahora está de por medio lo espurio, no lo genuino; la simulación, no lo exacto; impera la hipocresía, no la sinceridad.
28.- Mis descendientes directos no deben pecar de ingenuos y creer que en su campo profesional siempre van a tratar con gente formada para hablar en base a la correcta y veraz información. El ambiente de hoy en el país se ajusta a la murmuración y el rumor; no se habla de “yo lo vi”, sino de “me dijeron”; no se expone con la verdad por delante, sino predominando el susurro, el chismorreo y el murmullo. Es cuestión del pasado el respeto a la palabra dada y honrar los compromisos; se destacan los farsantes, engañosos y embaucadores.
III.- Mis hijos y la competencia profesional
29.- Lo ideal fuera que la competencia
profesional se pudiera dirimir mediante
la emulación fraterna y en
el campo científico e intelectual. La competición con altura eleva
la persona de los contendores, pero la rivalidad basada en la perversidad de
uno de los adversarios, reduce el certamen.
30.- A mis hijos les he dicho y reiterado que el profesional capacitado sobresale por su talento y honestidad; el que está científicamente preparado puede concursar, rivalizar, emular con respeto ante sus contendientes.
31.- Que no esperen mis hijos ser enfrentados, en sus respectivas especialidades como profesionales, en forma leal, franca y abierta; sus adversarios gratuitos recurrirán al ardid, a la treta perversa, al artificio sucio, a la añagaza vulgar. El solapado oculta su malicia, es artero para materializar la simulación.
32.- Pido a mis hijos que nunca se coloquen en el terreno de los que no están preparados para demostrar honradez, destreza e idoneidad. Sólo los ineptos hacen uso de las malas artes para deslustrar a los que brillan en el campo profesional por meritos bien ganados.
IV.- Reflexiones finales
a.-
Como padre me siento orgulloso de mis hijos porque no me han fallado
como seres humanos. Estoy satisfecho de su comportamiento porque no obstante
desarrollarse en este fango social que es la sociedad dominicana de hoy,
dominada por el egoísmo, el individualismo y el fenómeno de la corrupción, han conservado la sensibilidad, la
solidaridad y la honestidad.
b.- Quiero que por muchas tratadas que les hagan sus compañeros de profesión, no les respondan con iguales métodos; colóquense por encima de ellos demostrándoles que no fueron educados como bribones, canallas y villanos, sino como hombres de bien.
c.- Manténganse apegados a la línea de conducta que recibieron en su hogar, de ser leales, honestos, francos y sinceros; y al actuar así les dan como respuesta un aldabonazo a quienes les enfrentan con la trampa, el engaño, la acechanza y cuantas maquinaciones pueden salir de las mentes mezquinas.
d.- Nunca voy a poner en duda su rectitud en el correcto comportamiento profesional, su integridad ante los demás, y su probidad en sus vidas como ciudadanos y padres de familias.
e.- Recuerden que están obligados a actuar siempre con extrema prudencia, porque un error, un desliz profesional en otro, a uno cualquiera de ustedes se lo tomarán como intencional. Les está prohibido equivocarse.
f.- Mis hijos, no se amilanen por las bellaquerías que les hagan sus adversarios competidores mezquinos; deben seguir adelante, avanzando sin voltear la cara para ver a sus desleales y simulados colegas; adelanten sus pasos para que sigan triunfando con dignidad, sin aprisionar a nadie, ni hollar honras como es costumbre de sus contrarios.
g.- Que mis descendientes retengan la idea de que el mundo es de los exitosos, de los que se levantan en base a su esfuerzo; la gloria es de los que se mueven de cara al sol, no de los fracasados que se amargan en la oscuridad por su derrota y por los logros de los vencedores.
h.- La felonía de que sean víctimas mis hijos, les pido no las tomen en cuenta; recíbanlas como formando parte de los vicios que se anidan en los corazones de las personas incapaces de competir con lealtad, porque sólo conocen la alevosía, la acción canalla.
i.- Mis hijos, no se dejen amilanar; demuestren que las bellaquerías de quienes los adversan, les sirven de motivación para acentuarse, elevarse, agrandarse más y más como hombres que sólo creen en superarse para servirles a la sociedad y vivir dignamente.
j.- A ustedes, mis hijos, les digo: sigan sus vidas como siempre, llena de alegría, transmitiendo afectos sinceros, ternura a los que la necesitan, querencia a los amigos leales; y aparten de su mente todo lo que significa odio, rencor, malevolencia y resentimientos.
k.- Quiero que siempre tengan presente que
ustedes, siendo mis hijos, nacieron
marcados; con un sello encima, el de un
hombre que en el medio social dominicano no es un santo ni un demonio, que desde siempre ha impugnado el orden social
injusto, y puede abrir sus manos y de
ellas no cae una moneda obtenida mediante prácticas profesionales corruptas, como tampoco fruto del accionar político.
l.- Mis hijos, no olviden que los profesionales con compromiso social, ético y moral, tienen que revestirse de un espíritu de sacrificio; saber que como miembros de la sociedad donde ejercen su profesión tienen que, además de su actividad profesional como medio de subsistencia, servirles a la comunidad, incidir en la vida pública, sin importar las circunstancias.
ll.- Mi deseo es que ustedes se mantengan unidos, y llenos de optimismo; que el entusiasmo sea su aliado; la confianza su inseparable acompañante, y mantener el ferviente deseo de progresar, pero sin lesionar, sin dañar a nadie.
m.- Por último, quiero decirles que pueden vivir convencidos de que cuando les digo que soy su escudo, lo que quiero significarles es que cualquier acción en su contra la tomo para mí, sin importar las consecuencias. Por tanto, adelante, ustedes no son cinco, somos seis.
Santiago de los Caballeros,
30 de julio de
2015.