Por: Ramón Antonio
Veras.
Introducción
Los seres humanos no estamos formados para
acumular pesares y agravios que sólo
generan mortificaciones,
sinsabores; lo más conveniente es buscar la forma de descargar, expulsar de nuestra mente todo
lo que significa perturbación.
No debemos aceptar
en silencio aquello que desajuste
nuestro estado de tranquilidad espiritual, y contribuya a
trastornar el normal
desenvolvimiento de nuestras
vidas.
Debemos tratar de recobrar la calma lesionada por el
acto de quien se siente mal con la paz de los que
creemos en las cosas buenas y
bonitas, como la lealtad, y no en las malas y
feas, como la traición.
Así como expresamos
por escrito las cosas
hermosas, fruto de la convivencia
civilizada y sincera, también tenemos
que estar dispuestos a manifestar aquello que, como la acción del
traicionero, vivamente nos lesiona.
I.- Firmeza y
debilidades
1.- El hecho de haber llegado a la tercera edad,
vivo y viable, es para mí algo que aprecio, y
una satisfacción porque, dentro de mis posibilidades, me ha
permitido servirle a mi país, lo
que haré
con gusto hasta que desaparezca
del mundo de los vivos.
2.- Si hago una
evaluación de lo que ha sido mi existencia desde el momento de mi nacimiento
hasta ahora, el balance que saco es que
la vida me ha dado más que lo que le he pedido; ella ha sido sumamente generosa
conmigo, caritativa en extremo; sería un ingrato si no reconociera su nobleza.
3.- En la
oscilación de la supervivencia debo
tomar en cuenta mi origen social, el
círculo familiar y la situación económica miserable en la que me tocó nacer y
desarrollarme; sólo recordando ese
pasado amargo, puedo valorar dulce y positivamente el presente.
4.- De mi
temperamento puedo decir que mi mamá me formó con una disciplina rígida en la
que nunca han tenido espacio los lamentos; los momentos difíciles los enfrento
con la firme determinación de salir airoso; no permito que me derrote la
tristeza; en lugar de angustiado procuro sentirme gozoso; lo
difícil trato de verlo fácil, lo aflictivo como agradable.
5.- Estoy
preparado para resistir, soportar los peores martirios; afrontar cualquier
adversidad; aguantar los peores dolores sin transigir en lo más mínimo, ni
doblegarme ante la prepotencia. No estoy revestido de gran valor, pero no le
temo a la muerte.
II.- La traición
me golpea
6.- Como todo ser
humano tengo mis debilidades, y una de ellas se presenta cuando me siento
traicionado. Me transformo por completo, de una persona firme y segura me
convierto en débil e inestable; de animado me presento apático.
7.- La traición
cambia mi estado de ánimo; me debilita;
la decisión, los bríos, y el ímpetu decaen; el ardor se me apaga, la
determinación la reduzco hasta sentirme decaído, desalentado por completo. No
me explico por qué la traición ataca lo más profundo de mi alma, hasta el
punto de que me siento destruido, aniquilado;
soy una persona, abatida, apabullada, rara, desazonada.
8.- La intensidad
como quiero a las amigas y amigos
me llevan a sentirme derrotado,
golpeado, una vez compruebo que he sido
víctima de un traidor a quien creía leal;
la felonía la detesto; ante ella me siento otra persona; no estoy
formado para lidiar con el felón a
quien considero capaz de lo peor.
9.- La deslealtad
no la digiero; no la acepto bajo ninguna
circunstancia; la desprecio sin atenuación alguna, porque sólo conozco la
entrega, la sinceridad franca, abierta y sin dobleces; una relación entre
amigos y amigas la veo contaminada desde que desaparece la sinceridad; en lo
adelante no tiene razón de ser.
10.- Me resulta
difícil aceptar que he sido traicionado por alguien a quien había profesado
cariño, trato amable, devoción sin límites; un querer sin cortapisas, y de un momento a otro, en un santiamén, hacia
mi descubro, en la otra parte, envidia,
odio, aversión y trato desdeñoso.
11.- La
traición, esa parte feísima de la especie humana, la he venido a conocer
ahora, en mi tercera edad; en mi niñez y juventud siempre me sentí rodeado de
amigas y amigos sinceros, personas de una sola pieza, me generaban absoluta confianza.
12.- Aquel que no
me conoce no llega a comprender lo que para mí
significa un acto de engaño; es
algo que no tengo en mi código mental. De ahí lo duro que recibo el golpe del
traidor.
13.- Para mí
resultó sumamente difícil descubrir que personas a las cuales creía sinceras, de un momento a otro me han
sorprendido con una traición. Habría
preferido morir antes que saber de su traición hacia mí, aunque sé que
es mucho pedirle a un traidor que sea
sincero.
III.- Algunos
rasgos del traidor
14.- He llegado a la conclusión de que el traidor es un ser que nace con
condiciones para la falsedad, porque no
es posible pasar de bueno a malo, de bondadoso a
malvado, de benévolo a egoísta, de
piadoso a cruel y de provechoso a perjudicial.
15.- La sinceridad
no es algo que se pierde en un abrir
y cerrar de ojos; el falso, el
hipócrita, el disimulado tiene fija en el fondo de su alma la sinuosidad, que
es la base para poner en práctica vicios como la traición, la deslealtad y la
retorcida condición de falso.
16.- El
traidor ejecuta la traición en forma calculada, no actúa en base a suposiciones ni conjeturas; reflexiona para su proceder y así obtener el
fin perseguido; sabe cuándo simular ser
ardoroso y cuándo lo hace en forma helada; en qué momento debe estar tranquilo, sereno, y cuándo presentarse
alborotado, hacer ruido y hacerse sentir.
17.- Una de las actitudes más hirientes del
traidor es el factor sorpresa por el hecho de siempre haber simulado lealtad, impresiona, asombra cuando pone en
práctica la traición; causa estupor,
siembra el desconcierto; se comporta calmado, sereno, lo que hace
que el traicionado se sienta confundido.
18.- La víctima de
la traición es atrapada desprevenida, porque no la esperaba; ella
proviene de aquel en quien había depositado confianza. El traicionero no avisa
a quien simula ser su amigo, a quien caza impresionado, alarmándolo,
creándole sobresaltos y consternación.
19.- No podemos ignorar que desde el momento que
el ser humano vive en sociedad está expuesto a la traición; por muy inteligente y sagaz que usted sea, puede llegar a ser víctima del traidor, quien siempre se la ingenia para
ejecutar su acción perversa.
20.- Quien está formado en la sinceridad no puede
pronosticar la traición; por muy fogueado que esté en la vida, jamás puede vaticinar que será
traicionado por aquel que tenía como la continuación suya. El simulador de sincera amistad engaña por
igual al perspicaz como al torpe.
IV.- Reflexiones
finales
21.- Los farsantes
en su accionar traicionero van de la
mano con los que simulan sinceridad. Los deshonestos no saben ni les
importa los daños que
causan a sus víctimas a las cuales aparentan amistad y,
finalmente, las hieren con la
perfidia y la alevosía de la traición.
22.- No todas las
personas estamos en condiciones de recibir, soportar la traición. Es imposible
tranquilamente aceptar ser traicionado por aquel que creía era tu amiga o
amigo. Ninguna persona sana y sincera
está preparada para sobrellevar los pesares que genera la
deslealtad; nunca se espera de los amigos cosas deshonestas, miserables, ni
mezquindades.
23.- A medida que
el tiempo transcurre, y el medio social
dominicano se agrieta, en él se desarrollan los que están preparados para fingir y simular verdadera amistad. La lealtad, la fidelidad escasea en
el mismo grado que se prostituye el ambiente donde nos estamos moviendo.
24.- En lo que a
mí respecta, los actos de traición en mi contra
los he convertido en más afecto,
devoción y apego hacia mis leales amigas y amigos, a los cuales les he profundizado querer,
predilección y total inclinación.
25.- Al traidor no
le guardo rencor alguno, porque estoy
educado para dar cariño, y no sé odiar a quien ha ocupado un espacio de afecto,
gratitud en mi corazón, aunque después
me traicione; sólo le ignoro. El resentimiento, la inquina y la tirria,
como taras que dañan, no están en mi
mente porque no alimentan el alma.
26.- De los
traidores me he olvidado; los he eliminado, borrado, desprendido de mi cerebro;
de ellos procuro retener sólo su
despreciable acto de traición,
para recordarme que con personas de su
calaña no debo establecer ningún tipo de relación, porque generan mala cizaña, discordia y
contaminan la palabra amistad.
27.- Luego de la traición y el decaimiento que
ella me produce, procedo a levantarme con más fe y bríos para continuar
la vida normal; me dispongo liberarme de los pesares, prepararme
para no ser nuevamente víctima de
la traición; procuro no preocuparme ni sentirme
inquieto; olvido las mortificaciones y aflicciones; condiciono mi mente
para estar despreocupado y tranquilo, libre en lo absoluto.
28.- Una vez salgo
del tormento que me produce la traición, me armo para valorar más y más a los amigos y amigas que me quedan;
les veo en relieve, me lucen prominentes, llenos de grandeza. Siento que cada
uno de ellos es, algo así, como un trofeo, un premio; me hago de cuenta que son
victorias, logros que he alcanzado por conservarlos como camaradas puros.
29.- Luego de la
perturbación que me produce el descubrimiento de la traición, aparece en
mí la tranquilidad espiritual. Se
recompone el estado de ánimo estropeado
por el traidor; logro restaurar
la alegría y templar la voluntad debilitada.
30.- Luego de ser
víctima de la traición, a los leales
amigos y amigas les veo como una especie
de consuelo, un alivio después del golpe,
lo que llega a fortalecer mi ánimo golpeado por el traidor; el aliento que
hacía falta para vencer el desánimo.
31.- La traición
me lesiona, pero me trae algo positivo: me acerca más a los leales amigos y amigas; me permite fortalecer la armonía con ellos y consolidar
los afectos; motivarme más a
la afinidad e impulsarme a refrescar la
perseverancia hacía las amigas y amigos
sinceros; entregarles más mi lealtad,
para que los vínculos afectivos
sean más nítidos, logrando así
aislar cualquier disonancia; todo con el fin de robustecer, afianzar los vínculos de amistad.
32.- No obstante
haber sido víctima de la traición de individuos a los cuales consideraba la
prolongación de mi persona, no he
perdido el sentido de creer en la amistad, la camaradería y la confraternidad,
acompañándola siempre del trato afectuoso, afable y franco.
33.- Finalmente,
en lo adelante para mí todo será paz, la misma que desapareció al conocer
de la traición; la serenidad y el
sosiego toman su imperio; mi alma disfrutará quietud, ya no existirá aturdimiento, me sentiré imperturbable, como antes de
descubrir que a quien toda mi vida creí era mi amigo, resultó ser un
vulgar traidor, resentido y envidioso.
Santiago de los
Caballeros,
20 de julio de
2015.