Ramón Antonio Veras
Este artículo se lo dedico al
doctor Roberto Cassá, y en su persona a todos los que han sido y son
funcionarios honestos.
I.- Tomar con pinzas comentarios
afrentosos
1.- Apreciar la realidad exterior
a través de los sentidos nos permite comprobar la presencia de un fenómeno
social y su grado de incidencia, así como descubrir si el mismo es de tal
persistencia que llega a ejercer influencia en la conducta de la mayoría de los
miembros de la sociedad.
2.- En nuestro país, en los
últimos años la expresión usada con más pasión es corrupción, con la que se
busca identificar, por lo regular, al funcionario público que actúa con
deshonestidad. La frase de corrupto es colocada como una marca dañina.
3.- En un ambiente como el
nuestro, donde cualquier desaprensivo tiene la posibilidad de hacer uso de un
medio de comunicación sin control alguno, no se debe proceder en forma alocada
y tomar como cierta una información servida con relación a inconductas porque a
veces no sabemos si es o no real para causar afrenta contra aquel a quien se
procura ultrajar. La calificación de corrupto hay que tomarla partiendo de
quién la lanza y a quién se busca estigmatizar.
4.- Porque la perversidad se ha
impuesto en el proceder de muchos de los nuestros, ante un comentario contra
alguien calificándolo de corrupto, hay que actuar con indecisión de ánimo;
suponer varias posibilidades hasta saber si lo que ha llegado a nuestros oídos
es la expresión de la verdad. Muchas veces es preferible dudar que dar como
cierta una falsedad, porque “donde faltan las pruebas irrefragables, la
prudencia estriba en dudar; la duda representa la situación más luminosa del
alma, el estado en que de todos lados recibe diferentes luces, no dejándose
deslumbrar por ninguna”.
5.- El ser humano que no quiere
ser cómplice de los difamadores, está en el deber de no ser muy candoroso
porque termina siendo víctima del mentiroso, y mucho más en un ambiente donde
el chisme es, según el profesor Juan Bosch, una industria. “Todos los que han
creído las mentiras de un charlatán se ven obligados a sostenerlas, para no
confesar que han sido imbéciles. Creer una verdad es un acto natural que nos
compromete; creer una mentira es una simpleza que cuesta trabajo reconocer”.
6.- Por simples comentarios es
difícil ubicar a los que en cualquier actividad se comportan con decencia. La
noticia no confirmada que corre de boca en boca nunca será la verdad cuando es
fruto de una murmuración para dañar la buena opinión general que se tiene de un
individuo.
II.- La expresión corrupción como
arma venenosa
7.- El concepto corrupción ha
llegado a apoderarse de los dominicanos y las dominicanas a un grado tal que la
falta de confianza en la honradez se ve en cualquier persona, sin importar que
sea limpia de conducta. Aquí la sospecha está predominando sobre la certeza; la
indecisión se está imponiendo a la seguridad cuando se habla de la probidad de
uno de nuestros coterráneos. Se le hace caso hasta lo que diga un malvado de un
funcionario que actúa correctamente. Se ha olvidado que: “La mediocridad pesa
siempre rectamente, pero su balanza es falsa”.
8.- La percepción que hoy tiene
la comunidad dominicana con relación a la corrupción, es que el país está
compuesto por ladrones, y que nadie actúa muy distinto a la costumbre del robo,
olvidando que por muy apegada que esté la deshonestidad en amplios sectores de
la sociedad dominicana, hay muchos de los nuestros que no están tocados por los
vicios que degradan.
9.- Aunque el ambiente dominicano
está sumamente contaminado por diversas lacras que corroen la decencia de una
gran mayoría del pueblo, la fatalidad no se puede apoderar de nosotros y
llevarnos a pensar que la corrupción ha llegado a un grado tal que no hay
posibilidad de señalar a persona alguna que se comporte con honradez. Razonar
en semejante forma nos lleva a la falsa creencia de que el país es, algo así,
como un lugar de mala reputación.
10.- A pesar de que no resulta
fácil ubicar a mujeres y hombres calificados por su moderación en la conducta
moral y social, en la administración pública, que es el lugar donde con más
énfasis se hace del ladronismo, hay funcionarios que por sus actuaciones pueden
ser señalados como probos. “Herir con un mismo golpe al inocente y al culpable,
obra es de la demencia o la barbarie”. Aunque en nuestro entorno no son muchos,
dentro de la ladronera aparecen algunos honorables.
11.- Si no a los jóvenes y a los
adultos, por lo menos a los niños dominicanos hay que decirles que se están
moviendo en un fangal social, pero que todavía hay ciudadanos y ciudadanas
ejemplos de dignidad y decoro a los cuales hay que imitar; que las actuaciones
de ellos deben servirles para saber cómo obrar. A la niñez hay que decirle que
los señalados como honrados deben ser los imitables.
12.- En las diferentes etapas de
crisis ética y moral que ha sufrido nuestro país, han estado presentes aquellos
que han marcado la diferencia por sus actuaciones apegadas a la decencia, lo
que prueba que la podredumbre que daña a un cuerpo social no se extiende a la
comunidad entera, porque siempre están al margen de la purulencia los que se
conservan puros.
13.- En el curso de los
diferentes gobiernos que ha padecido nuestro país, contra el servicio judicial
se han lanzado las críticas más despiadadas, siempre cargadas de los
calificativos más acentuados de que es un órgano vendible, altamente sobornable
y plagado de corruptos en todos los departamentos judiciales. Sin embargo,
siempre se hacen las excepciones mencionando magistrados que simbolizan la
justicia íntegra e incorruptible. Hoy como ayer se hace la salvedad de que en
el desorden de corruptos están los que sirven de contención a las censuras.
14.- No tiene nada de justo creer
que por el hecho de la sociedad dominicana estar enferma desde el punto de
vista ético y moral, en su seno no hay personas que ajustan sus actos al
proceder correcto. Por ahí andan miles de munícipes que en su oportunidad
desempeñaron la función de juez o fiscal y a nadie le ha pasado por la cabeza
señalarlos como corruptos. Ellos viven dentro de muchas limitaciones
económicas, pero con el respeto de sus conciudadanos.
15.- Por muy contaminada que esté
la sociedad dominicana por los aficionados a chismear, aquellos que ajustan sus
actuaciones al honesto proceder siempre serán reconocidos por su excelsitud,
porque han demostrado su notabilidad, no obstante estarse moviendo en un
ambiente propicio para todo aquel que quiera corromperse con la mercancía
dinero. Sin importar lo que digan, el honrado será siempre honrado, mientras
que el ladrón tiene que simularlo.
III.- Precisiones finales
16.- Los países llegan a estar
organizados bajo sistemas sociales que generan modelos económicos en los cuales
se desarrollan vicios que degradan el comportamiento de la mayoría de los
integrantes de la sociedad, llegando su afianzamiento a un grado tal que se
convierten en el proceder de la mayoría de los individuos. Pero hay que hacer
la salvedad de que en un mismo círculo social abundan los sanos y los podridos.
17.- La corrupción como fenómeno
social vigente en el país, permite pluralizar con respecto a los que en el
sector público y privado hacen de la deshonestidad una habitualidad, pero
también es posible especificar a quienes se manejan con pulcritud. Nadie puede
adjudicarse la calidad de árbitro de la moralidad, para separar a los que
actúan bien de los que proceden mal.
18.- Es algo engorroso juzgar la
honestidad en un medio donde predomina la falta de decencia, el delincuente
sobresale como ciudadano y la mujer o el hombre honrado es considerado escaso
de virtudes. Allí donde son normales las actuaciones censurables, comportarse
con limpieza se ve como insólito.
19.- Accionar aquí de conformidad
con los principios de moralidad que rigen una sociedad basada en el trabajo
honrado, así como exaltar la honestidad, choca con la imperante amoralidad, y
con todo aquello que guarda relación con la cualidad de vendible o sobornable.
20.- En nuestro país, porque el
robo ha dejado de ser un insulto, se acepta como natural que un ciudadano o una
ciudadana se haga de un fuerte patrimonio económico sin que lo pueda
justificar, por lo que se ha llegado hasta el punto de que el ladrón en lugar
de sentirse abochornado, se cree afortunado porque sustraer lo ajeno no es objeto
de sanción.
21.- Es una falsedad decir que
son corruptos todos los funcionarios que han tenido los gobiernos en los
últimos años, pero no se le falta a la verdad si se afirma que son muy pocos
los que han exhibido un proceder honesto, y lo poco común nos dice que escasean
los honrados.
22.- En este ambiente donde nos
ha correspondido vivir, abundan los sicarios morales, por lo que hay que
respirar detenidamente y pensar profundo para no dar cabida a quienes tratan de
tomar como caja de resonancia a personas con credibilidad para que difundan
díceres venenosos. Las opiniones de los chismosos no debemos aceptarlas y
difundirlas como verídicas; hay que saber manejar los criterios de los demás
porque “es inútil combatir las opiniones ajenas; a veces se llega a vencer en
una discusión a otros, pero a convencerlos, jamás. Las opiniones son como los
clavos: cuanto más se las golpea, más profundamente penetran”.
23.- Con todo pesar hay que
reconocer que el escenario donde vivimos es el adecuado para el dañino que
permanece preñado de odio, rencor, rabia y animadversión, lo que lo lleva a
despotricar gratuitamente; poner de vuelta y media al más honorable, y despacharse
a gusto señalando como corruptos, agusanados, pervertidos, viciados y
depravados a los seres humanos acrisolados, incontaminados y de vida impecable.
Ante los deslenguados que utilizan el sambenito para demoler honras, hay que
comportarse metido para adentro, algo reconcentrado.
24.- Por suerte nuestro pueblo es
muy inteligente y sabe distinguir dos o más cosas como diferentes y con su sano
discernimiento ha aprendido a ver las interioridades de los fenómenos; por muy
tufoso que quiera presentarse aquel que hizo fortuna con los dineros del
erario, su arrogancia no le dará méritos para gozar del apoyo de lo mejor de la
sociedad.
25.- Antes de darle crédito a la
calificación afrentosa contra alguien debemos proceder con sensatez y hacer
nuestra la idea de: “¡Cuántas cosas que ayer las teníamos por artículos de fe,
hoy no son más que fábulas!”.
Santiago de los Caballeros,
26 de agosto 2018.