Por: Ramón Antonio Veras.
I.- La dicha de haber vivido
1.- Arribar casi a los ochenta años de
edad con lucidez me permite recordar mi niñez y la vida material y espiritual
que, por la precariedad económica de mis padres, me correspondió soportar.
Traer a la memoria episodios de mi infancia me facilita pasarle balance a mi
existencia y reconstruir recuerdos desagradables que, al cotejarlos con la
etapa actual, solo me queda decir que he sido un afortunado.
2.- Una relación de los momentos de mi
presencia en el mundo de los vivos me llevan a la agradable conclusión de que
al tener vida y poder reseñarla solo me resta expresar que vivir es para mí un
privilegio que disfruto y, por la suma de los años vividos, soy un ser humano
favorecido con una gracia especial que no esperaba ni he buscado.
3.- He traído a colación el paso por mi
vida y el hecho de que ella me ha dado más de lo que le he pedido, porque en
los últimos días he pasado momentos de placidez recibiendo distinciones y
compartiendo con personas que motivan sosiego y alegría, algo que no es común
disfrutar en el ambiente actual dominado por la intriga que solamente lleva al
desconcierto.
4.- Mi presencia en la vida pública del
país no ha sido ni lo será nunca buscar halagos, distinciones ni
reconocimientos, porque jamás me ha pasado por la mente hacer algo cumpliendo
con mi deber y esperar compensación. Creo que en todo momento debo estar presto
para accionar por lo que es de interés para la comunidad de la cual formo
parte. Cada día estoy más persuadido de que al obrar conforme los dictados de
mi conciencia estoy haciéndole honor a la obligación que me impone contribuir
voluntariamente con obras que pueden ser de ayuda. Estoy impedido de inhibirme
donde el deber me manda a colaborar sin esperar nada a cambio.
5.- Por origen social y formación
ideológica no soy dado a envanecerme por cuestiones que hago porque estoy
obligado a cumplirlas y por las que creo no merecer distinción alguna. No estoy
preparado para creerme encumbrado porque se me haga un homenaje, aunque debo
confesar que sí, me siento muy bien y mucho más cuando la institución que tiene
a bien distinguirme lo hace despojada de cualquier pretensión. Ponerse hueco
por un homenaje es propio de personas que desconocen que formar parte de la
sociedad humana impone compromisos que hay que ejecutarlos sin hacer cálculos
de gratificación.
II.- Los homenajes no cambian mi forma
de ser
6.- Si no fuera porque creo tener mi
cabeza bien amueblada, hace tiempo que las alabanzas y agasajos me hubieran
hecho cambiar mi forma de comportarme, pero no; siempre seré el mismo en mi
proceder porque mi madre me hizo de una sola pieza para que no pudiera
modificar mi actitud ante la vida.
7.- Por pura casualidad, desde que era
casi un niño he sido objeto de distinciones. Antes de cumplir los once años fui
premiado con una beca por el Club Rotario de Santiago, por mis calificaciones
de 98 en todos los cursos de la escuela primaria. La Academia Santiago, me dio
un premio de dos años de estudios sin paga por haber sido el estudiante más
sobresaliente en el en octavo curso preparatorio. La Secretaria de Estado de
Educación y Bellas Artes, me galardonó por obtener tres títulos a nivel de
bachillerato. La Universidad Autónoma de Santo Domingo-UASD-, me otorgó el
derecho a una beca internacional por haberme graduado con la calificación Magna
Cum Laude, en la promoción de abogados de la libertad de1967. En la década del
80, en dos ocasiones recibí el premio La Cotorra, en Santiago, por mi defensa
de los derechos humanos y por mi posición contra el consumo y tráfico de estupefacientes.
8.- Los citados honores no me han hecho
sentir un hombre de otro mundo, porque en cada ocasión me he limitado a cumplir
con mi deber con mi madre y el pueblo dominicano que generosamente pagó mis
estudios primarios, secundarios y universitarios. Mi compañero de aulas en la
primaria, Chicho Cruz; mi amigo de siempre, el empresario Manuel González
García, a nivel de preparatorio. El profesor Juan José Estévez, en la
secundaria, y todos mis compañeros y compañeras en la UASD, pueden dar testimonio
de que en mi trato para con ellos no han sentido la más mínima variación desde
el momento que nos conocimos.
9.- Creo que lo único que hace
meritorio a un hombre o a una mujer es cumplir con el deber que le imponen las
circunstancias sin que sus aportes le dé derecho a sentirse acreedor de
retribución económica o distinción alguna. El hecho de contribuir para hacerle
la vida llevadera al pueblo; ocuparse para que sus compatriotas disfruten de
derechos y libertad en un ambiente democrático solo trae como pago la
satisfacción de hacer aquello que debe o que está obligado porque así se lo
impone su conciencia y responsabilidad ciudadana.
III.- Un escenario agradable
10.- Recientemente visitó a mi oficina
el amigo Apolinar Ramos –Polo-, para hacerme entrega de un carta en la que se
me informaba que con motivo del 23 aniversario del programa televisivo
educativo Convivencia, yo sería objeto de un reconocimiento por mi lucha
constante en defensa de los derechos humanos, y por mis grandes aportes al fortalecimiento
de la democracia dominicana. Le dije a Polo, que me sentía muy contento con la
noticia y que podían contar con mi asistencia al acto. Precisamente, el pasado
jueves 22 de marzo me presenté al estudio de televisión donde se efectuaría el
encuentro. Es bueno aclarar que Convivencia es un organismo dependiente de la
Iglesia Católica que tiene como misión fomentar los valores que dan sentido a
nuestra existencia, defender los derechos humanos, y hacer de la comunicación
un alimento de vida y esperanza.
11.- Una vez llegué al punto del
encuentro me puse contento; el buen humor se apoderó de mí; el carácter me
cambió de seco a afable por la presencia de tantas personas de sentimientos
nobles. Compartir con gente que alegran el espíritu hace que uno se sienta
bien, de buen humor. Mi temperamento hace que reaccione gozoso cuando tengo la
dicha de compartir con aquellos que me hacen ponerme como niño con zapatos
nuevos.
12.- Por el grupo de mujeres y hombres
que asistió a la actividad para celebrar el 23 aniversario de Convivencia,
podría pensar que Polo había hecho una selección para que todos los presentes
se sintieran a gusto, complacidos por entero. Muy encantados con el calor
humano que se sentía en el ambiente porque la especie humana está formada para
el gozo, no para sentir pesares.
Lamentablemente, no siempre tenemos la posibilidad de estar en un colectivo
cautivador, atractivo por su trato exquisito.
13.- El cumpleaños de Convivencia,
sirvió para reencontrarnos amigos y amigas muy queridos. Ahí estaban los
familiares de la finada doña Benilda Llenas de Herrera, quien también fue
objeto de un reconocimiento póstumo. Es un placer espiritual departir con los
hijos de doña Benilda que, al igual que su madre, transmiten dulzura. Ellos son
fieles continuadores de la afabilidad de su mamá.
14.- El aire que se respiró en todo el
curso del onomástico de Convivencia, fue puro, libre de la contaminación que
traen aquellos que adulteran mezclándose; dañan con su sola respiración. Me dio
gusto ver frente a mí a Amparin Jiménez de Pichardo; al doctor Genaro
Rodríguez; a los periodistas Leoncio Peralta y José Cabral; al licenciado
Apolinar Núñez; a mi profesora Elsa Brito; a el historiador Robert Espinal; a
los sacerdotes Rainer Vásquez, Carlos Santana, Guillermo Perdomo y Antonio
Lluveres, y a otros tantos que gozan de mi total afecto y distinción. Uno no
siempre tiene la oportunidad de estar entretenido con seres humanos que motivan
animación.
15.- En ese ambiente de franca
compenetración; simpatía mutua y confraternización, compartí la mesa central
del acto con los reverendos Jesús María de Jesús Moya, Ramón Benito de la Rosa
y Carpio y Tomas Morel, la familia de doña Benilda y el muy querido hermano de
Polo, Faustino –Tino- Ramos. Este grupo de personas, más las rosas que servían
de adorno, hicieron del espacio principal un centro conversatorio con hermosas
flores como testigos.
16.- El aniversario de Convivencia, y
la solidaridad generada por los presentes, no podía pasar sin contar con el
encanto de las canciones interpretadas por Nicol Espinal, una niña hermosa que
con su expresión artística completó el conjunto de cualidades que simbolizan la
lindeza de las mujeres asistentes a la celebración. Nicol con su entonación dio
al encuentro delectación fina, placidez espiritual y paz colectiva.
IV.- Reflexiones finales
17.- La alteración afectiva intensa que
siento cuantas veces tengo la dicha de pasar un rato ameno con seres humanos
que me motivan entretenimiento, afianza en mí la creencia de que por encima de
lo degradada que está la sociedad dominicana, todavía cuenta con personas con
condiciones para motivar agrado, porque tienen el don de alegrar a los demás
con su exquisita presencia, forma de ser y abierta amabilidad.
18.- El reconocimiento de que fui
objeto no hubiera tenido el alcance y la gran significación con que lo recibí,
si no hubiera tenido la suerte de encontrarme y charlar con amistades,
conocidos, amigas y amigos que me conmovieron poniéndome emotivo. Estar
platicando durante una hora con amistades que transmiten cariño sincero,
franqueza natural y llaneza, me hizo sentir el hombre más feliz de la tierra.
19.- Siempre he dicho y ahora lo
reitero, que distinciones, reconocimientos, homenajes y otros halagos no me
envanecen, ni me motivan a vanagloriarme; comportarme con engreimiento, ni
mucho menos creerme que estoy por encima del bien y el mal. Cualquier muestra
de afecto hacia mi persona me llega al alma; el trato cariñoso lo valoro
inmensamente; acepto como un fino regalo el que se me valore como ser humano
con mis defectos y escasas virtudes. Creo que lo que define a la persona es su
actitud ante la vida, y particularmente yo lo único a que aspiro es pasar por
este mundo cumpliendo con mi deber mientras viva, aportar dentro de mis
posibilidades, y honrar la obligación que me he impuesto de accionar ante todo
lo que significa injusticia, sin importar que se manifieste en mi país u otros
lugares del planeta tierra.
20.- Por último, aquellos santiagueros
y santiagueras que muy bien me conocen, y no están dañados por la envidia, el
odio ni el vituperio, son los mismos de noble corazón que desde diferentes
organismos se han ocupado de distinguirme con reconocimientos que yo agradezco
y acepto con absoluta humildad.