Por:
Ramón Antonio Veras.
Introducción
1.-
Históricamente cada sociedad humana ha tenido su moral, la que ha sido
considerada como buena o mala dependiendo del ordenamiento económico y social
establecido, porque la conciencia social determina lo que el individuo acepta
como formando su ideario de principios éticos y morales.
2.-
La conducta humana está regida por normas de convivencia que se establecen en
el medio donde cada quien realiza sus actividades. En sociedades como las
nuestras, la moral tiene expresión contradictoria, porque es practicada
dependiendo de la condición clasista, la formación ideológica y la educación
doméstica.
3.-
La incompatibilidad entre lo que debe hacerse respetando normas y principios, y
lo que no ha de realizarse, sirve para identificar a quien se comporta con
coherencia en la ejecución de los principios y el que procede con incoherencia.
I.-
Una moral ajustada a la conveniencia
4.-
La sociedad dominicana de hoy es un entorno propicio para distinguir a las
personas por el sentido que tienen de conservar respetabilidad por ser
honradas, integras y dignas. Aquel que aspira a gozar de estima y deferencia,
debe actuar de conformidad a principios que sean referentes de lo que es
aceptado como correcto por la comunidad.
5.-
Por su flexibilidad, la moral sobre la cual descansa el ordenamiento social y
económico predominante en nuestro país, permite que cada quien la lleve a la
práctica a su mejor conveniencia, de donde resulta que en la cabeza de cada
dominicano o dominicana existe un código con las reglas que rigen su proceder.
6.-
Mientras más en descomposición está una sociedad, mucho más se eleva aquel que
se mantiene al margen de los fenómenos nocivos presentes en todo cuerpo social
degradado. Está por encima de las contrariedades quien demuestra estar formado
para vencer problemas que a otros arropan. En un ambiente de pillos tiene
espacio limitado aquel que conserva sin mancha su reputación.
7.-
Cada quien con sus actos decide la forma como merece ser tratado en sus
relaciones con los demás, sin importar la labor que realice en el ámbito donde
vive. Quien usa su moral tomando en cuenta lo rentable que le es para su buen
vivir, se sirve de ella con el convencimiento de que poco le importa el qué
dirán, ya que actúa aplicando lo que son los principios de su moral.
8.-
La moral de cafre, aquella que le cuadra al que ejecuta el ladronismo como algo
normal, sirve de guía a la conducta de quien hace del robo un accionar
corriente, con tanta frecuencia que se convierte en una habitualidad en su vida
de ladrón. El que se acostumbra a sustraer lo ajeno no se molesta si es
calificado como salteador porque está siendo identificado con una mención que
no afecta su moral.
9.-
El funcionario público que dispone en su provecho de los dineros del erario, si
su moral está ajustada a la conveniencia, a lo que es de bien para su
enriquecimiento ilícito, nada lo perturbará. Se comportará lo más quitado de
bulla si escucha la censura contra los depredadores del patrimonio del Estado.
Al corrupto que procede siguiendo su línea de conducta, le resbala la crítica a
la corrupción.
10.-
Enriquecerse mediante el contrabando y reteniendo para sí el impuesto al
consumidor, -el itbis-, moralmente no afecta a quien lo hace si sus principios
éticos y morales están basados en hacer dinero por cualquier vía, sin importar
los medios. Esa es la esencia del principio moralista jesuítico de que el fin
justifica los medios.
II.-
Cada quien con sus actuaciones da valor a su moral
11.-
En la mente de muchos de nuestros paisanos la moral tiene el don de la elasticidad;
es vista como algo flexible que se adapta a la conveniencia de cada quien. De
ahí que vemos individuos que tienen consistencia de moralidad, mientras que
otros se manejan moralmente con cierta plasticidad. Para las personas honestas
las palabras ladrón, corrupto y degenerado son una afrenta, pero para quienes
no ajustan su vida a la decencia, llegan a ser algo así como una pleitesía, un
agasajo.
12.-
En la valoración que cada quien tiene de su conducta en el seno de la sociedad,
reside el respeto que exige a su honra. La apreciación, el crédito guarda
relación directa con lo que ha sido el correcto proceder, el sometimiento de
sus acciones a normas de buen vivir.
13.-
Aquel que se mueve en las aguas profundas de las taras sociales, no tiene nada
de qué quejarse si es calificado de degenerado, porque si ha hecho de sus
actuaciones un truhan, no puede reclamar trato de honorable. El bellaco no
tiene reclamo al no ser llamado honrado.
14.-
Por muy averiada que esté una sociedad en lo social, ético y moral, en su seno
hay hombres y mujeres que llevan una vida digna, libre de máculas, resultado de
su correcto proceder; expresión de limpieza, de trato respetuoso, lo que le
motiva consideración.
15.-
Lo que hace a la persona digna de elogios, de méritos, es la actitud que tiene
ante sus semejantes. Es una especie de premio que le genera el derecho a ser
respetada en su honra; de la misma forma que quien mantiene un comportamiento
inadecuado, se hace acreedor de recriminación.
III.-
Proceder ajustado a ética y moralidad genera respeto. Los jueces honestos hay
que resaltarlos
16.-
La sociedad está regida por normas de conducta que marcan la pauta a seguir. La
directriz que señala la trayectoria que al transitarla sin violarla demostramos
ser merecedores de consideración, pero si no ajustamos nuestros actos a la
línea trazada como correcta por la mayoría de la población, al quebrantarla o
de cualquier forma vulnerarla, en lugar de respeto nos hacemos desmerecedores
de consideración.
17.-
Aquel que siembra buenas obras en la sociedad, ha de cosechar honores. De igual
manera, el que da motivos para ser censurado, no puede esperar elogios de los
que se comportan correctamente.
18.-
Sin mucho esfuerzo comprendemos que como sociedad nos estamos moviendo en un
verdadero atolladero; en una especie de lodazal social, donde lo ético y moral
andan manga por hombro. De ahí que hay un interés marcado por parte de los
sinvergüenzas en hacer creer que como el medio está averiado, todos los que
aquí vivimos estamos contaminados por el fenómeno de la corrupción.
19.-
Si es cierto que las lacras sociales, y en especial la corrupción, arropan a
todo el ordenamiento social e institucional, no es menos cierto que no todo
está perdido, porque la polución no ha tocado a todos los que aquí vivimos.
Además, en todos los órganos e instituciones del Estado hay mujeres y hombres
que están al margen del derrame de degradación que como cuerpo social nos daña.
20.-
Por más de cincuenta (50) años ejerciendo en forma activa e ininterrumpida la
profesión de abogado, litigando en diferentes departamentos judiciales, y ante
jueces de distintas conductas, me permite saber y decir que por el servicio
judicial han pasado, y se mantienen, mujeres y hombres de acrisolada ética y
moral; la quintaesencia del honor, la integridad, la rectitud y apego a la
decencia.
21.-
La mayor parte de mi vida llevando encima la toga y el birrete, y por espacio
de siete años trajinando en los tribunales por el caso de mi hijo Jordi, tengo
elementos de juicio más que suficientes para estar convencido de que en el
servicio judicial hay magistrados que honran la majestad de la justicia, la
elevan con su pulcro y proceder decoroso.
22.-
Aquellos que hemos tenido la dicha de conocer el comportamiento limpio de la
mayor parte de los que ayer honraron la magistratura con sus actuaciones
ejemplares, y los que hoy están dando brillo a Themis como la diosa de la
justicia, estamos en el deber de levantar la voz para reclamar respeto por el
mérito que se han ganado al conservar el tratamiento de honorables magistrados.
23.-
La realidad nos dice que son muchos los magistrados que andan por ahí, viviendo
de una pensión insignificante, llevando una vida material de limitaciones y con
la frente en alto, diferente a aquellos que con sus actuaciones corruptas han
manchado la función de juez. Algunas personas están siendo injustas con
miembros de la judicatura que son honestos, al objetar su probidad; rebatiéndoles
su demostrada honradez y poniendo en duda su limpia trayectoria al servicio de
la ley, el derecho y la sana justicia.
24.-
Aunque los tribunales del país no son santuarios, casas de devoción presididas
por almas de Dios o chupacirios, es una verdad irrefutable que en su seno hay
magistrados que con sus actuaciones simbolizan el servicio judicial por el cual
nuestro pueblo ha luchado y es merecedor.
25.-
El descrédito contra los que administran justicia ha llegado a un grado tal que
todo aquel que quiere quitarse de encima la calificación que bien le
corresponde de corrupto, levanta la voz contra magistrados probos para sembrar
la confusión y hacerse pasar como honesto, olvidando que una sentencia no da
derecho a quien sucumbe en la litis a manchar la honra de los miembros del
tribunal que la dictó.
26.-
Al defender la honra de los magistrados honestos, no buscamos silenciar la
censura que merecen aquellos que deciden expedientes conforme el monto que
reciben de una de las partes, o del asesino confeso. Lo que debemos procurar es
que en la lucha por adecentar el servicio judicial, no impliquemos a los
honrados y a los ladrones; no mezclemos a los sanos y a los podridos, no
enredemos con la misma madeja al honesto y al deshonesto. En los ataques debemos
mantener aislados, disyuntos a los que merecen permanecer en los tribunales, de
aquellos que hay que pasar primero por las horcas caudinas y luego llevarlos a
la cárcel.
27.-
Si los que aquí todavía sirven como mujeres y hombres de honor, guardan silencio,
se quedan calladitos ante los ataques a magistrados honestos, entonces va a
tomar sentido de verdad que en este país nadie sirve; que el territorio
nacional está convertido en una cueva de ladrones, en un refugio de hampones,
en una madriguera de truhanes.
28.-
En lo que a mí respecta, creo que no hubiera sido consecuente con mi forma de
pensar y coherente con mis actuaciones, si en su oportunidad guardo silencio
ante la exclusión por honesto, hecha por el Consejo Nacional de la
Magistratura, del doctor Julio Aníbal Suárez, como juez de la Suprema Corte de
Justicia. Lo mismo que si ahora procedo a enmudecer ante los ataques al honor y
consideración de la magistrada Eunisis Vásquez Acosta.
Santiago
de los Caballeros,
24
de octubre de 2017.