I.- Los consejos de mamá
1.- Son muy altas las motivaciones para
vivir con eterna gratitud hacia mi madre. Seria prolijo enumerar los argumentos
que guardo para expresar mi sentir en torno a mi progenitora. No dispongo de
espacio para describir las causas para adorar al ser que me trajo al mundo de
los vivos, ni palabras para narrarlas.
2.- No sé cómo decir lo bien que me siento
por la forma que mamá, dentro de su limitada preparación escolar, desde lo más
profundo de su alma sacó habilidades para transmitirme orientaciones que se han
convertido en la brújula de mi comportamiento.
3.- No es nada cómodo desarrollar lo que
un ser humano se dedicó hacer por ti para que en el futuro tuvieras una
existencia llevadera sin importar el medio en el cual vas a vivir. Mamá no se
imaginó lo que estaba haciendo por mí al lograr estructurar lo que llegaría a
ser el código de mis actuaciones.
4.- A mi vieja no le pasó por la mente lo
mucho que llegaría a ser para mí sellar en el pensamiento sus orientaciones
para tomar decisiones y hacerle frente a situaciones que se me podrían
presentar y no las viera como dificultades sin solución.
5.- Tengo muy presente a cada instante a
mi madre porque antes de tomar cualquier determinación la traigo a mi memoria;
revivo sus consejos. Evocar en mi cerebro sus observaciones me hacen sentir que
la tengo a mi lado aleccionándome para que proceda sin vacilaciones.
6.- No me quejo de haber aprovechado las
indicaciones que me aportó mamá. Las tengo como el arquetipo, la directriz que
debo seguir para no fallar en lo que me vea en la necesidad de enfrentar con
posibilidades de éxitos.
7.- He llegado a tener a mamá en un lugar
tan especial en mi conciencia que la he inmortalizado. Lo que de ella aprendí
quiero eternizarlo como un testimonio a perpetuidad. Que la constancia de lo
aprendido se mantenga en mí como algo vitalicio, para así honrarla hasta el
último día de mi existencia.
8.- A veces escucho expresiones que creo
que mamá me las está dirigiendo a fin de que las retenga, tales como: “No hagas
eso nunca para que la cara no se te caiga de vergüenza”. “No te pongas hacer lo
que no sabes”. “Piénsalo bien para que luego no te fastidies”. “Debes saber con
quién te juntas”. “No hagas caso a los dimes y diretes”. “Esas actuaciones no
son de gente honesta”. “Fulano anda por mal camino, de seguro terminará mal”.
9.- Mamá me hablaba deseando que copiara
en mi cerebro lo que me estaba diciendo. Se expresaba delineando; haciendo de
cada palabra una especie de dibujo, un esbozo; un croquis de lo relatado. Me
compenetré tanto de sus advertencias que me han seguido como la sombra de mi
cuerpo.
10.- En el curso de mi niñez nunca pensé
lo mucho que hoy me servirían las conversaciones sostenidas con mamá. He
llegado a valorar tanto sus reflexiones que mi atención en su recuerdo, al pasar
el tiempo, las he consolidado hasta el punto que he logrado tenerlas como la
acreditación de lo que debo hacer o no hacer.
II.- Lo aprendido de mi madre
11.- He tenido una existencia feliz porque
mi madre me enseñó a querer; a sentir afecto por los seres humanos, aunque no
mantuviera con ellos lazos sanguíneos. Me preocupo para que aquel a quien trato
se sienta querido por mí; le demuestro simpatía para que disfrute mi querer.
12.- El bienestar de los demás lo disfruto
como mío. Me motiva satisfacción lo afortunado que se encuentra aquel que se ha
esforzado para lograrlo. Cuantas veces compruebo que uno cualquiera de los
míos, familiar o amigo, está alegre por su triunfo, hago mía su alegría.
13.- De mi querida madre cultivé lo que es
la solidaridad. Su comportamiento me enseñó a no ser individualista. La
solidaridad la he abrazado como la más alta expresión de la especie humana, y
he tenido la dicha de ponerla en práctica en todos los continentes,
extendiéndoles las manos a aquellos que precisan calor humano. Me vinculo a las
personas sin distinción de nacionalidad, etnia, ideología política o
pensamiento religioso.
14.- Al lado de mi madre aprendí que hay
que luchar para hacerle la vida llevadera a los demás; preocuparse para que la
persona tenga una existencia digna. El ejemplo de mamá me motivó a la lucha
social, a la brega contra la injusticia.
15.- La prisión de mamá por cuestiones
políticas, siendo todavía un púber, me impulsó a accionar en defensa de los
derechos humanos y las libertades públicas. No tolero el despotismo y rechazo
la intolerancia política.
16.- Mi madre me enseñó con su ejemplo a
que hay que ser digno, modelo de respetabilidad, integridad y probidad, porque
solo así se llega a ser persona de bien. He vivido con el convencimiento de que
la bajeza reduce, la indecencia margina y la indignidad hace al ente social
despreciable.
17.- Me decía mamá, “Negro, no olvides,
que debes ser activo durante todo el curso de tu existencia; porque así
demostrarás que te parí para que fueras un hombre emprendedor, resuelto;
siempre dispuesto a mantenerte con dinamismo”. He tratado de ser consecuente
con su petición al no aceptar la pasividad como formando parte de mí; nunca he
acariciado la pereza.
18.- Con su lenguaje sencillo, llano,
ausente de artificiosidad, mi progenitora, siempre con mucha calma, me
aconsejaba sobre asuntos que en la coyuntura actual que vive nuestro país, me
sirven de gran estímulo. Así, sin enredo de palabras, me hablaba de los falsos,
hipócritas y simuladores.
19.- Hablándome de las personas que hacen
de la falsía un hábito, me comentaba mama: “Negro, la doblez, la vas a
encontrar en aquellos que viven de falsear y difamar, y para más, son desleales
por formación; tú debes de ser siempre franco, sincero y auténtico. Solamente así
sería digno de ser mi hijo”.
20.- Por asimilar las observaciones que
mamá me hacía en el curso de nuestras conversaciones, me he salvado de no ser
víctima de muchos de los malvados que abundan en el medio que me ha
correspondido vivir.
21.- Aunque cuando era niño el oportunista
no estaba activo en el país, con
respecto a este espécimen me decía mamá: “Negro, no seas muy confiado, porque
el que menos tú crees, no es más que un aprovechador, ventajista, capaz de disfrazarse
de santo, no siendo más que un demonio. Aquel que vive de beneficiarse de la
ocasión- me reiteraba mi madre- es sumamente agudo, penetra con facilidad y
tiene un gran sentido de la oportunidad”.
22.- Mi progenitora, con el fin de
motivarme al trabajo, ella misma se ponía de ejemplo diciéndome: “Mira Negro,
ahora mismo hago tres trabajos al día, en diferentes casas de familias, pero no
me doy por cansada, porque sé que tengo que fajarme para que ustedes puedan
tener por lo menos la comida. No creo en la haraganería ni en la vagancia”.
23.- No siempre está presente en el medio
social el modelo de ser humano que fue mi mamá. Me adoctrinó demostrándome con
la práctica de su vida, que solo el trabajo eleva a la persona y la hace útil;
diferente al vago, zángano y perezoso que solo sirven para estar haciendo el
papel de parásito social, y terminan convirtiéndose en lacras de la sociedad.
24.- Su limitada preparación escolar no
impedía a mamá transmitirme a mí, y a mis otros hermanos, ideas de cómo
comportarnos ante los demás. Nos decía, en forma reiterada: “Deben conservar
siempre una forma correcta de vida; comportarse exhibiendo buena conducta;
actuando con buenos modales, no dar notas feas en sus actuaciones”.
25.- Durante mi niñez, nunca vi a mi mamá
lamentarse en los momentos intrincados. Ella los enfrentó con el criterio de
que no podía caer en la desesperación. Buscaba la forma de que de sus hijos no
se apoderara la angustia, la inestabilidad emocional.
26.- Cuando niño, la ocasión que sentí más
aflicción ante mi madre fue cuando la escuché, frente a un juez, diciéndole:
“Usted quiere humillarme con la acusación que me hace el fiscal de portar arma
blanca, pero tengo para decirle que es mentirosa la acusación y falsa la
sentencia que va a dictar en mi contra”.
27.- Luego de ser condenada, ya en la
cárcel, mamá me dijo, “Negro, el chivato que hizo de delator fue el señor…; no
quiero que guardes rencor alguno en su contra, ni contra el juez que me
condenó”. Después de ser puesta en libertad, mi madre siempre me hablaba de los
días amargos que permaneció en la Fortaleza San Luis.
28.- El episodio de la prisión de mi
madre, y su advertencia de que ese hecho no me marcara, me ha servido para no
guardar odio. Llevo una vida sin resentimientos; no sé lo que es resquemor; el
reconcomio no forma parte de mí. Por más disgusto que me motive una persona no
sé odiarla. Me basta con ser ante ella indiferente, verla como si no existiera.
29.- Por seguir los lineamientos trazados
por mamá, me mantengo mentalmente liberado de manifestar repugnancia, tirria o
saña. No estoy formado para anidar ideas que vayan dirigidas a despreciar a
otros. La actitud horrible, de desdén, nunca ha estado en mí, porque semejante
proceder lo creo propio de aquellos que se desarrollan ausentes de bondad.
30.- Retengo en mi cabeza palabras que mi
progenitora me decía que nunca quería ver que se ajustaran a uno de sus hijos,
tales como: resentido, vengativo, hostil, odioso, grosero, desleal, corrupto,
farsante, sinvergüenza, haragán, avaricioso, cobarde, siniestro e insensible.
Semejantes calificativos mamá los consideraba como contrarios a lo que debe ser
una persona conveniente a la sociedad de la que forma parte.
31.- Mi madre siempre me hizo hincapié de
que fuera expresivo, que no guardara nada que podía y deseaba decir; que debía
de comportarme lo más espontáneo posible porque demostraba así ser natural,
desenvuelto. Ser introvertido -me decía mamá- impide que seas conocido a
cabalidad.
32.- He vivido con la creencia de que soy
el encargado por mi madre de cumplir con lo que fue su libérrima voluntad. Ella
quiso ver materializadas sus ideas, y al no tener la posibilidad de cumplir sus
deseos, me hizo su testamentario; y yo, haciéndole honor a sus aspiraciones, no
le puedo fallar. Ella me hizo de una sola pieza y así debo vivir y morir.
Santiago de los Caballeros,
30 de octubre de 2017.