Por:
Ramón Antonio Veras.
1.-
Con la creencia de que todos los plazos llegan a su vencimiento, he esperado
que el caso de mi hijo Jordi transcurra normalmente, sin caer en la
desesperación. Permanecer a la expectativa se ha convertido en algo normal en
mi forma de proceder, aunque no es propio en mi comportamiento por cuestión de
carácter.
2.-
Al ser humano en el curso de la vida se le presentan situaciones en las cuales
debe revertirse de lo que no tiene, como ha ocurrido conmigo y la paciencia, en
el proceso seguido a los autores de la tentativa de asesinato de que fue objeto
mi hijo. El aguante, la apacibilidad y la resignación no cuadran con mi
idiosincrasia, con mi temperamento.
3.- El transcurrir de los años, el accionar en
una sociedad en la que a diario ocurren fenómenos sociales de naturaleza muy
diversas, al actuar hay que hacerlo con suma prudencia, alta mesura, con la más
fina sensatez, pues de lo contrario se cae fácilmente en la temeridad que
conduce a la actuación irreflexiva, impensada y, por vía de consecuencia, equivocada.
4.-
Muchas veces la realidad nos dice que cada quien es el mejor consejero de las
decisiones a tomar, y que por más buenas intenciones que tenga un asesor no
orientará nunca con la comprensión que
puede hacerlo el actor al momento de ejecutar.
Es saludable llegar a ser mentor, guía de sí mismo.
5.- La
acción criminal contra Jordi, y la forma alevosa que se ejecutó, me
impuso poner a prueba mi resistencia como persona, el aguante como padre y la fortaleza
ideológica para no caer en las debilidades normales que se apoderan de los
seres humanos cuando resultan lesionados
en lo más profundo del corazón.
6.-
Sin caer en la resignación he tenido que conservarme firme, demostrando
consistencia, eliminando de mi mente lo que pueda conducirme a la
inestabilidad, a la fragilidad en mi proceder. He mantenido inquebrantable,
inmutable, la voluntad para tener aguante, entereza y vigor.
7.-
Hoy se cumplen 85 meses de la tentativa de asesinato de que fue víctima mi hijo
Jordi; y la espera de que el proceso judicial llegue a su final está presente
en mi conciencia como el día que se ejecutó la acción el fatídico 2 de junio de
2010. La duración de más de siete (7)
años no me ha desesperado, por el contrario, ha fortalecido mi confianza de que
la justicia va a imperar.
8.-
Estoy formado de convicciones que históricamente me han acompañado; a ellas me
debo y no renunciaré jamás, bajo ninguna circunstancia. Mis principios, que
descansan en la realidad de las cosas, me llevan a la certeza; me arman de
seguridad para esperar el fallo que ha de concluir honrando la justicia, la ley
y el derecho. Lo bueno y sano ha de prevalecer.
Santiago
de los Caballeros,
2 de
julio de 2017.