Por: Ramón Antonio Veras.
I.- Pedir rebaja al ser humano
1.- Los pueblos se elevan, enaltecen y demuestran su hidalguía por la
forma de comportarse para alcanzar los fines perseguidos, sin importar que sea
en el orden material o espiritual. Aquel
que para triunfar desciende, se humilla, se reduce como persona, y la conquista
debe verla como una derrota.
2.- Extender la mano para con ruego pedir es una actitud que indigna; es
una prueba de deshonor que coloca a la persona en estado de ultraje, preparada
para ser despreciada por su vileza, clara abyección y evidente servilismo.
3.- Cuantas veces el individuo actúa moviéndose de puerta en puerta
implorando la caridad, es porque la mendicidad lo ha aniquilado, su voluntad se
ha diluido y las necesidades lo han llevado a entregarse en lugar de luchar
para, resistiendo, vencer el bochorno y las afrentas.
4.- Pedir se ha convertido en
nuestro medio en una cultura. La habitualidad de mendigar nos hace ver una
comunidad de personas que viven de limosnas; indigentes que han hecho de la
pedigüeñería su forma normal de vida,
comportándose como menesterosos profesionales.
5.- Nos debe avergonzar el hecho de observar diversos sectores de la
sociedad dominicana actuando en forma afrentosa, haciendo del pedir una
costumbre. Semejante proceder nos identifica como humillados, con falta de
dignidad; de conducta averiada, permanentemente comportándonos como criaturas
sinvergüenzas, desvergonzadas.
II.- Las consecuencias negativas de pedir
6.- Lo que se deriva del hecho de los nuestros acostumbrarse a pedir es
funesto. El desenlace, los resultados
son altamente dañosos. Las consecuencias, las secuelas se convierten en taras
que nos marcan, persiguen e identifican como naderías, insignificantes que no
damos ni para remedio.
7.- El hecho de estar haciendo el papel de necios pedigones quita a los
pueblos el deseo de luchar para liberarse de la opresión, de elevarse y
convertirse en dueños de su propio destino.
8.- La dádiva causa daño a la necesidad de triunfar por el esfuerzo
propio; destruye la decisión de salir adelante con firme voluntad porque la
marchita; perjudica al donatario haciéndole dependiente viciado del donante.
Recibir por deprecación va en menoscabo, en detrimento de quien se cree
beneficiado.
9.- Llevar a los pueblos a que todo lo reciban tranquilamente, sin
sacrificio alguno, les condiciona, les induce al apagamiento, a la pasividad y
desprecio al trabajo honrado. Una vez el
ser humano hace vida de parásito, se comporta en insustancial; en algo ineficaz
para la sociedad; en un aprovechador. Pura y simplemente, en un buitre que solo
sirve como diversión de los demás, un hazmerreir.
10.- Una vez a las masas populares se les motiva para que vivan de
pedir, de esperar las migajas del poder, se despojan de todo lo que significa
dinamismo; pierden la energía para movilizarse; olvidan la eficacia y abrazan la inactividad, caen en
la abulia y se identifican con la lentitud.
11.- La tranquilidad que lleva al individuo a pedir lo hace permanecer
en desazón, porque está condicionándola para sentirse aliviado. La angustia por
ser un despreocupado holgazán lo convierte en indolente; en un perfecto
remolón, diseñado para estar todo el tiempo acariciando su barriga alimentada
sin trabajar.
12.- Empujar, impulsar al pueblo a pedir es más nefasto que reprimirlo
físicamente, porque las acciones despóticas son pasajeras, mientras que fijarle
en la conciencia el hábito, la costumbre de vivir de las dádivas, les esclaviza
para siempre, les somete al capricho de quienes les dan.
13.- Las donaciones condicionan al beneficiario subyugándole en forma
indefinida, impidiéndole su independencia y la libertad de pensar. Una vez se
doblega la mente, se tiraniza el cuerpo entero. El que acepta lo que pide por
conmiseración deja de ser dueño de sí mismo para responder a los propósitos de
aquel que algo entrega por compasión.
14.- Aquel que demuestra pena para pedir se despersonaliza
convirtiéndose en un alienado, enajenado por lo que recibe, llegando a ser un
alfeñique, acompañado de tristeza, abandonando lo que significa alegría,
jovialidad y optimismo.
15.- Una persona acostumbrada a vivir de lo que pide, se comporta
aletargada; preparada para estar siempre adecuada para aletargarse, y solamente
despertar cuando va a recibir lo que ruega se le entregue. La súplica a los
fines de recibir nulifica los deseos de salir adelante mediante el esfuerzo.
III.- El daño de educar al pueblo para pedir
16.- Educar a nuestro pueblo para que sea pedigón, le lleva a impedir
que comprenda que no saldrá de la pobreza mientras esté subsistiendo por
el ruego para recibir una suma de dinero mediante un cheque sin ejecutar labor
alguna que lo justifique. Es algo indignante vivir de pasar la gorra, de
extender la mano para recibir como un vulgar aprovechado.
17.- Adoctrinar a amplios sectores de la sociedad dominicana para que se
conviertan en sacacuartos y gorrones indeseables, daña a más de una generación
de nuestros conciudadanos que se van acostumbrando a ver la vida alrededor de
lo que reciben de manos de los mismos que les mantienen en condición de puros
vividores. Los magantes abundan en nuestro medio porque todos los gobiernos que
hemos padecido se han interesado en hacer del pedidor una reserva electoral
cautiva.
18.- La proliferación en el país de mujeres y hombres sinvergüenzas
tiene su explicación, en parte, en que se ha estimulado la holgazanería, que
contribuye a la ampliación de desvergonzados protegidos por mangoneadores que
les atan por los pies, las manos y el cerebro. El manejador de amplios recursos
económicos manipula, mangonea a los que piden como habituales pedigüeños.
19.- Aquí se ha creado todo un ejército de mujeres y hombres que de
mangar han hecho una norma de permanecer sin esforzarse, porque mendigar es más
fácil que bajar el lomo. Con el tiempo, el cuerpo de los pedigüeños se deforma,
cambia por falta de ejercitarse, se desfigura por la vagancia y se tuerce por
ausencia de actividad laboral.
20.- A quien se le entrega lo que con lamentos pide, resulta moldeado
para que actué como interesa al que hace la entrega. Es educado para que se
mueva en el momento que decide el que da. El pedigüeño está supeditado a la
voluntad de otro, porque la limosna crea fatal subordinación que somete al que
se dedica a pedir.
21.- A medida que transcurre el tiempo y se fija en la mente del pueblo
que es bueno comportarse como un recibidor
de limosnas, se establece una indestructible ligazón, un vínculo
deshonroso entre el que da y el que toma con agrado lo que pide. Admitir, coger
en forma desvergonzada hace posible un enlace, una ligadura deshonrosa.
22.- La reciedumbre ética y moral no llega a la conciencia popular por
medio de la entrega al pedilón de lo que busca, sino mediante la demanda firme
y el reclamo con conciencia. La queja con exigencia y la reivindicación
militante obliga a los opresores a respetar al pueblo.
23.- De la miseria nunca se han liberado los oprimidos mediante
obsequios provenientes de quienes les mantienen dominados por la pobreza. Clamando
pedazos de pan, recabando pequeñeces, mendigar con la cabeza inclinada,
pordiosear con sumisión, mantiene a los humildes cada vez más sumidos en la
mendicidad.
24.- Aquellos que se dedican a pedir, a veces ignoran que lo que reciben
por caridad y como necios, nunca está rodeado de transparencia, ni es fruto de
una voluntad inmaculada, sino que está envuelto, arropado, enrollado en algo
sucio, turbio. En la envoltura está lo que compromete al pedigüeño y lo une al
generoso aparente.
25.- Al satisfacer al hambriento con una dádiva no se busca eliminar la
pobreza; que desaparezca la miseria, ni eliminar el sufrimiento de los
marginados. Lo que se persigue es mantener a los necesitados, a los indigentes
convertidos en tranquilos, viciados y eternos pordioseros.
26.- Aliviar la carga del que sufre; consolar al olvidado del progreso;
mitigar el hambre que padece la mayoría del pueblo; suavizar penurias; lograr
un respiro para que el que pide, nada de esto se logra complaciendo pedilones.
La liberación se alcanza luchando, no pidiendo.
27.- Pedir se convierte para las personas en un lastre que las hiere; un
inconveniente que las golpea anímicamente; una traba que la pone arrodilladas
ante el donante. Es como un latigazo en el corazón; un rebencazo en su espalda
mojada y un aldabonazo en su rostro.
28.- Quien pide desciende y es visto como insolente incorregible; genera burla; motiva desplante.
Se gana el calificativo de descarado; se presta al permanente desaire; cae en
ser un individuo indelicado, descomedido y grosero, ser tratado como pájaro de
mal agüero y de peores predicciones.
Reflexiones
a.- A la niñez dominicana conviene fijarle en su conciencia la idea de
que pedir es dañino; que está en el deber de levantarse con orgullo, amor
propio, alta estima y firme vergüenza; que el honor debe ser la divisa del
correcto proceder; defender bajo cualquier circunstancia el honor, a los
fines de merecer respeto como honorable, estimable e insigne.
b.- Ante los tantos pedigüeños indignos que hoy abundan, procede
estimular a la juventud dominicana para que se comporte con honorabilidad para
que se haga merecedora de renombre y respetabilidad. El buen crédito se gana en
el seno de la sociedad cuando se actúa con nobleza.
c.- El ser pobre no da motivos ni justificación alguna para pedir,
convirtiéndose en un necio pedigüeño, colocándose en el descrédito público. Por
encima de las precariedades económicas, nuestro pueblo debe dar demostración de
dignidad, integridad y probidad, que son las cualidades que enaltecen a las
personas.
d.- El hombre o la mujer que forma parte de los desposeídos de la
sociedad dominicana, puede vivir pobremente, sin necesidad de convertir la
pobrería en una actividad degradante. Permanecer en estado de penuria no legítima
ser un habitual pedigüeño, llegando a ser visto degradado como ser humano.
e.- La estrechez económica que sufre una gran parte de la población
dominicana, no debe ser aprovechada para tomarla como consuetudinaria holgazana
e inducirla al hábito de pedir, convirtiéndola en parásito, reduciéndola a la
indignidad.
f.- Lo que en verdad se llama pueblo dominicano está en el deber de
rechazar las dádivas condicionadas que han llevado a un amplio sector de la
sociedad a adoptar la cultura de pedir y así
crearle la idea de la aceptación normal de la sumisión por la
dependencia, la subordinación por limosnas.
g.- Aquellos que aquí no están degradados están en el deber de mantener
la firme conducta de no ceder ante los halagos y beneficios que les ponen en sus
manos para así reducirlos en su persona y convicciones. El tiempo ha de demostrar que pedir ha
aniquilado el deseo de liberarse a los que son los más, al pueblo.
Santiago de los Caballeros,
8 de mayo de 2017.