Por: Ramón Antonio
Veras.
I.- Poner en acción
los derechos
1.- La operatividad
hace posible la eficacia, y convierte las prerrogativas en útiles y
funcionales. Lo productivo de los derechos no depende de que figuren
consagrados en la Constitución política, sino que sean llevados a la práctica
por sus titulares. En la medida que los
pueblos se ejercitan, despliegan actividades públicas con sentido cívico o
político; hacen uso de sus facultades y materializan sus atribuciones,
fortalecen su capacidad de reclamo.
2.- De nada sirve
tener el derecho constitucional a la alimentación, la salud y el empleo, si no
hay posibilidad de adquirir empleo, comida y acudir a los servicios de la salud
pública. Lo mismo ocurre con el derecho del pueblo a la protesta y a las
manifestaciones públicas, si no las lleva a la práctica, no las hace realidad.
3.- Si a los derechos
no se les da vida ejerciéndolos, se atrofian, anquilosan y llegan a consumirse.
De ahí la necesidad de desarrollarlos, fomentarlos y acrecentarlos para que en
sus poseedores se conserven robustos, con vitalidad. La debilidad y la
impotencia se combinan en los órganos en desuso.
4.- El poder se
construye mediante la ascendencia, la energía que le imprime su portador se
convierte en un ente difícil de someter a la obediencia. Aquel que prueba
poderío nunca cae en la subordinación de su adversario.
5.- Los pueblos
permiten que los derechos se les oxiden cuando no los ejercen; llegan a
enmohecerse por la falta de accionar en el medio donde están llamados a
ejercitarlos. De igual manera se disminuyen nuestras facultades físicas o
mentales, si no nos adiestramos, ensayamos y ejercitamos.
II.- La educación
cívica y ciudadana
6.- Un pueblo no
resulta debidamente instruido de un día para otro, en un abrir y cerrar de
ojos, sino que precisa de todo un proceso de instrucción para llegar a ser
cortés, amable, correcto, considerado y de fino proceder. Con los buenos
modales no se nace, se cultivan mediante la educación familiar y escolar.
7.- Para actuar
necesitamos estar adiestrados en lo que vamos a ejecutar, por lo que los
pueblos precisan tener formación, estar educados en el ejercicio cívico y
ciudadano de sus derechos y libertades. El conocimiento teórico y práctico de lo
que el ciudadano o la ciudadana debe hacer o no hacer, lo hace sujeto apto para
defender accionando; no abandonar ni ceder lo que legítimamente le pertenece.
8.- A los fines de hacer
de las dominicanas y los dominicanos una comunidad de mujeres y hombres
indóciles ante la prepotencia, los desmanes y la violación de sus derechos,
conviene comenzar por formar a la niñez de nuestro país para que sea inflexible
frente a todo lo que significa atropello, ilegitimidad y degradación ética y
moral.
9.- Corresponde a los
padres preocuparse para que sus hijas y sus
hijos se formen en el hogar, en los centros escolares y en las
actividades cívicas, porque solo así llegarán a estar preparados en la defensa
de sus derechos y libertades. Los pueblos necesitan personas con disposición
para enfrentar a los gobiernos despóticos inclinados a conculcar, vulnerar las atribuciones
de los miembros de la comunidad.
10.- Es una garantía
de vigencia democrática cuando los pueblos están educados para ser
contestatarios; listos para replicar y objetar cualquier acción del régimen de
turno contraria a la Constitución y al correcto proceder. Contribuyen al
desarrollo armónico de la sociedad los hombres y las mujeres en condiciones de
llevarles la contraria a los grupos marcados por utilizar la violencia
institucionalizada y practicar el ladronismo.
11.- Las marchas
verdes las veo como expresión de civismo y ejercicio ciudadano, demostración
legítima de queja justificada contra todo lo que significa corrupción e
impunidad; exhibición de valor en procura de edificar al pueblo para que exija el
cese de las acciones pecaminosas que dañan a todo el país.
12.- Las marchas
verdes sirven como espacio de protesta cívica, ejercicio de derechos ciudadanos
y manifestación contra lo degradante,
degenerado, indecoroso, ignominioso y afrentoso. Moverse por lo sano y limpio
ennoblece, enaltece, habla bien de quien acciona para elevar, no para reducir,
envilecer y desacreditar.
13.- Las marchas
verdes son escenarios propicios para que nuestro pueblo ponga en ejecución su legítimo
derecho a expresarse en la plaza pública contra lo que considera lesiona su dignidad
como comunidad que ama la decencia; hay que verlas como el ámbito ideal para en
forma colectiva hacer escuchar la indignación popular contra lo que es un
agravio a quienes repugna el latrocinio sin sanción.
14.- La lucha cívica
es la expresión de hombres y mujeres conscientes que deciden ponerse en tensión
para materializar las ideas que tienen con relación a una situación que lesiona
a toda la sociedad. Las marchas verdes significan el conflicto, la pugna, la
divergencia que hay en el medio dominicano entre los que quieren vivir en un
ambiente degradado en lo ético y moral, y aquellos que han decidido marchar por
la honestidad y contra la tolerancia a la delincuencia y el saqueo de los
fondos públicos.
15.- Los reclamos de
contenido cívico mueven no solo a
una parte del pueblo, sino a las grandes
mayorías nacionales no conformes con el estado de cosas que han indignado,
enfurecido a las personas de bien que se sienten mal viviendo en un
espacio corrupto. Aquellos que aquí se han integrado a las marchas
verdes merecen que a su lado caminen todas y todos los exasperados, los ofendidos
por la tolerancia al robo y a los actos ilícitos.
16.- Las marchas
verdes se han convertido en acciones de animación que han alborotado a los
dormidos, a la vez que han permitido expresividad; motivan para que aquellos
que marchan lo hagan como en una fiesta, en la celebración del despertar. El buen ánimo de
los que se movilizan contra la corrupción y la impunidad está generando
disposición, alborozo, empuje, aliento, hervor, capacidad y fuerza para luchar
con eficacia.
17.- Las marchas verdes
deben concitar apoyo porque son protesta y lamento de que estamos viviendo en un
ambiente que no merecemos quienes aspiramos a vivir bajo un Estado de
garantías, institucionalidad y decencia. Lo que es una afrenta, un agravio, nos
daña y lesiona como comunidad humana laboriosa
18.- Son justificadas
las marchas verdes porque permiten que amplios sectores de nuestro pueblo se
expresen circulando y propagando, recorriendo y difundiendo, transitando y
divulgando todo aquello que afecta la
dignidad, el decoro y la honra de lo mejor del país. Andar por calles y
avenidas extendiendo las piernas y levantando unidos las voces de la vergüenza,
nos eleva como mujeres y hombres amantes del correcto proceder e impugnadores
de inconductas.
19.- Estar presente
en las marchas verdes hace posible
enseñar, demostrar desagrado, repugnancia, fastidio y asco contra todo
acto que denigra, deshonra, amancilla y desprestigia el accionar político
limpio, decente y honorable. Se justifica hacer ostensible, mostrar protesta
ante lo que ultraja y nos pone de vuelta y media.
III.- Cuidemos las
marchas verdes
20.- No hacen aportes
positivos a las marchas verdes aquellos que las aprovechan para saciar sus
malos sentimientos, personalizando la actividad lanzando palabras hirientes
contra adversarios políticos de ocasión. Los chismes, los dimes y diretes
reducen y empañan el valor de las jornadas cívicas.
21.- Las causas
justas no pueden ser defendidas con métodos ilegítimos. La justeza, la razón y
lo limpio, no necesitan de la diatriba, ni de las invectivas cargadas de
inquina. La crítica fuera de tono, el lenguaje soez dirigido a un contrario, le
convierte en una víctima del blasfemo.
22.- Alrededor de las
marchas verdes, al igual que en toda actividad pública de masas, se mueven los más diversos
intereses económicos, políticos y sociales; convergen las aspiraciones más
disímiles. Pero lo importante es que predominen, prevalezcan los mejores
objetivos, aquellos que sirven de motivación a la actividad; que la mayoría de
los integrantes de la sociedad hagan suyas las demandas planteadas contra la
impunidad y la corrupción. Además, de que con las masas movilizadas es posible
alcanzar otros fines de contenido social que van en provecho de los que aquí
son los más.
23.- Partiendo de que las marchas verdes son actividades
que tienen por finalidad el adecentamiento de la vida pública, las mismas deben
servir para que en ellas hagan acto de presencia las escuelas y colegios;
núcleos familiares; clubes culturales, y otros órganos que simbolizan centros de
formación ética y moral.
24.- Las marchas
verdes reflejan un conflicto, choque social de conductas e inconductas, que
pueden llegar a la ruptura de la pasividad que hasta ahora había mantenido un
amplio sector de la sociedad dominicana ante el fenómeno de la corrupción y su
tolerancia. La contienda, el enfrentamiento entre lo sano y lo nocivo conviene
para erradicar lo que es perjudicial a todos y todas.
25.- Las marchas
verdes debemos verlas como el deseo, las ansias, el sueño de nuestro pueblo por
vivir en institucionalidad, respeto, decencia, integridad, es decir, como es
debido; libre de impudicia, obscenidad y degradación ética y moral. Además, resulta
reconfortante aceptarlas como prueba de que nos afanamos por liberarnos de las
lacras sociales, y no desmayamos en construir un país diferente al actual que
los perversos lo han convertido en un fango.
26.- Reclamar con
firmeza y demandar lo que creemos es de justicia; exigir, solicitar movilizados;
mediante quejas reivindicar la decencia y la institucionalidad perdida o secuestrada;
reprochar demandando; solicitando, exigiendo a nivel de masas lo que
individualmente no podemos lograr. Es correcto y conviene a la sociedad que
ciudadanos y ciudadanas se conviertan en reclamantes, demandantes, querellantes
públicos movilizados.
27.- Al aceptar las
marchas verdes como actividad de civismo, su objetivo está al abrigo de toda
crítica de que las mismas persiguen fines inconfesables que llevarían al país al
desorden institucional, al desenfreno. Para propiciar el caos, el desbarajuste,
hay que ser loco, sinvergüenza, un vencido por la insensatez, la irresponsabilidad,
la ligereza y la más notaria insipiencia, algo que no han demostrado padecer
los que, hasta ahora, están al frente del movimiento verde.
28.- Desde hace
varios años conocemos personalmente a muchos de los hombres y las mujeres que
inciden en la dirección de las marchas verdes, y podemos dar testimonio de sus
firmes convicciones democráticas, y de haber estado siempre al lado de las
mejores causas del país. Nadie cambia de
bueno a malo, de serio a vagabundo, en un abrir y cerrar de ojos.
29.- Al margen de
toda mezquindad, resabio politiquero o miopía política, hay que reconocer que
las marchas verdes han significado un aporte al accionar político a que
aspiramos, y una contribución al adecentamiento de la vida pública del país.
Santiago de los
Caballeros,
25 de marzo de 2017.