Por: Ramón Antonio Veras.
I.- Las acciones repugnantes cambian el estado de
ánimo
1.- La alegría,
el buen humor, estar alegremente es lo normal en el ser humano.
Permanecer divertido es su deseo, por lo
que si cambia a tristeza es porque algo ha perturbado su regocijo, lo
ha transformado de bienhumorado a deprimido.
2.- La modificación en el estado de la persona de satisfacción a pena, le puede ocurrir de un momento a otro, en un santiamén, en un
abrir y cerrar de ojos, en un dos por tres. Pero de seguro que algo ha incidido en su ánimo para que se produzca la variación
de dinámico a aburrido.
3.- En cada ocasión resulta conveniente descubrir,
dejar a la vista qué ha influido en
el individuo para reaccionar en forma diferente a lo que es su normal
proceder. Actuar con apego o rechazo es
una respuesta del estado mental en un
determinada momento.
4.- En lo que
respecta al pueblo dominicano, que es una comunidad de mujeres y hombres
tranquilos y habitualmente calmados,
una serie de hechos
repugnantes lo están motivando a
que rompa su quietud, apacibilidad y equilibrio, llevándolo a la intranquilidad e impaciencia.
5.- Para romper con la situación de normalidad, de su
rutina de paz, nuestro pueblo no lo hará
como consecuencia de un arranque
emocional, un arrebato irracional, sino
por estar hastiado, exasperado
por ser víctima de acciones bochornosas
que le repugnan y lo llevan a sentirse
asqueado.
6.- Lo mejor de nuestro país se siente burlado, tomado de payaso, tal cual adefesio, el hazmerreír de todo
momento. Ese estado de creer que lo
tratan de mamarracho, lo guía a la indignación, a montarse en cólera, sacarlo de quicio, a sulfurarse de tal forma
que será imposible de aplacar.
7.- No hay que hacer mucho esfuerzo ni estar dotado de
gran inteligencia para darse cuenta que
la comunidad dominicana tiene más que justas
razones para llegar al convencimiento de que la
sucesión de actos bochornosos, asfixiantes moralmente, generan enojos
hasta a los más flemáticos, abúlicos e imperturbables.
8.- Sin lugar a dudas, irrita, provoca alteración en
las personas sensibles el hecho de comprobar que mientras trabajadores cañeros
legítimamente reclaman el aumento de sus
miserables pensiones, una señora, gorda y colorada, permanentemente maquillada,
recibe del Estado, sin justificación laboral alguna, más de medio millón
de pesos mensuales,.
9.- Hace saltar, pone de banderillas al más tranquilo,
levanta ampollas, saber que fueron sustraídos terrenos propiedad del pueblo
dominicano ubicados en el vertedero de Duquesa, valorados en cientos de millones de pesos, en tanto 250
familias damnificadas del ciclón David,
exhiben la más espantosa miseria, 37 años después del paso del citado huracán.
10.- El más sosegado se convierte en cascarrabias, al
ser testigo de que están desamparados miles de infelices, a los que las
permanentes lluvias de las últimas semanas dejaron sin techos,
en tanto un jovencito, muy
empolvorado y burócrata, recibe un sueldo de lujo desde un ministerio,
únicamente para entregar pergaminos de reconocimientos.
11.- El hombre o la mujer que en este medio social se desempeña como
empresaria y respeta las reglas del sistema, se siente agraviada, mentalmente insultada, maldice al funcionario que en un año duplica su
patrimonio económico.
12.- Con razón se mantiene bilioso, de mal carácter,
el triciclero que a diario se levanta
de madrugada a trabajar y siempre vive
en la miseria, al mismo tiempo que un politiquero tiene una pensión millonaria
del Estado, con sólo haber servido dos o tres años en la administración
pública.
13.- Se enfurece, se saca de quicio y permanece fuera
de sí, la mujer o el hombre laborioso
que recibe por su trabajo un salario mísero, mientras el regidor o la
regidora devenga sueldos lujosos y otras entradas no santas.
14.- El fastidio, la molestia que lleva encima la
persona que aquí ejecuta trabajos y recibe en forma legítima una suma de
dinero, de seguro que en el fondo de su
alma condena, se mantiene endiablada con la situación actual, maldiciendo a los
aprovechados del erario y las
iniquidades.
15.- Un ordenamiento económico y social que descansa
en la deshonestidad, impudicia, obscenidad e indecencia, no puede mantenerse
por mucho tiempo, porque sus propias
contradicciones lo hacen insostenible por intolerable, cargante y abusivo.
16.- Las acciones bochornosas ejecutadas por los
mismos que se benefician del sistema, lo convierten en ilógico, incoherente y
absurdo. Lo que a diario vemos en
nuestro país es una prueba evidente de
que la debilidad del actual orden reside en lo vulnerable, endeble e
inconsistente, que lo hace atacable e
inerme.
17.- Es tan
penoso el vigente sistema que padecemos que ni sus más rancios ideólogos
pueden santificarlo, porque no tienen altares para colocarlo y mucho menos glorificarlo.
Desde el punto de vista de las ideas que genera el sistema, sus defensores no
tienen espacio para rendirle culto; está huérfano, sin amparo, abandonado a su
suerte.
II.- Nuestro
pueblo ha de aprender de la realidad
que ha vivido
18.- De la
misma forma que los pueblos valoran,
distinguen y aprecian a quienes dan demostración de respetarlos,
también rechazan a aquellos que los
deshonran, envilecen y desconsideran.
La admiración las tienen reservadas en
la conciencia para los que desde las
alturas del poder demuestran miramiento,
no así para los que los irrespetan y descuidan.
19.- Las comunidades humanas se sienten lastimadas,
castigadas y de todas formas desconsideradas, una vez se dan cuenta que en su
contra se están aplicando políticas de desprecio, desdén y desinterés en la
defensa de su patrimonio, de sus
recursos de toda índole. De la misma forma que las masas populares saben
demostrar estimación, cariño a quien las valora, saben despreciar a aquellos
que no las honran y enaltecen.
20.- A quien se quiere se respeta, y los actos
bochornosos que a diario ocurren en nuestro medio revelan que hacia nuestro pueblo no hay
consideración, cariño y mucho menos se valora su esfuerzo para ser mejor, dejando
atrás el atraso, los abusos y todo aquello que nos reduce como una comunidad de
mujeres y hombres sensibles, solidarios
y laboriosos.
21.- Los actos que nos degradan como pueblo que aspira a vivir en un ambiente limpio, libre de las
lacras de la corrupción y la impunidad, están llevando a lo mejor del país a la convicción de que no podemos continuar como hasta ahora,
en este medio que deshonra, denigra, reduce a la nada a las personas que
respetan y se respetan.
22.- La
sociedad dominicana luce que en ella se
ha perdido el respeto al trabajo, a la vergüenza y a la honradez, y su lugar ha sido ocupado por la haraganería,
la desvergüenza y el ladronismo, porque
resulta que comportarse decente, proceder con decoro, actuar escrupulosamente,
ya no tiene sentido porque descararse, descomponerse
y ser desfachatado ha tomado carta de
presentación.
23.- Sufrir, aguantar, soportar tranquilamente no es
la tradición, la costumbre de nuestro pueblo. Lo que sí ha demostrado la
historia de lucha de las masas populares dominicanas que se han rebelado, zapateado cuantas veces las
circunstancias lo han requerido. Ceder, transarse, demostrar flexibilidad por
debilidad nunca ha sido nuestro proceder.
III.- La tolerancia
tiene sus límites
24.- La tolerancia de los pueblos tiene sus límites, no llega a lo
insoportable. No puede
confundirse lo respetuoso con la docilidad
ciega, sin ton ni son, así como
así, sin más ni más. Lo
permisible no cuadra ante lo que es a todas luces inaguantable. Tener aguante, soportar no llega a convertirse
en siempre decir amén.
25.- El dominicano ha sido algo más
que comprensivo, llegando a comportarse como un manga ancha, lo que no
quiere decir, en modo alguno, que sea
consentidor de abusos, atropellos e iniquidades. El arrojo, la valentía, lo
indomable de nuestro pueblo está probado
en la práctica, en su historial de lucha
patriótica y democrática.
26.- A nuestro
pueblo tampoco se le puede reprochar,
echar en cara la resignación ante
los abusos en su contra. No puede ser
vituperado por no accionar frente a
ofensas que merecen la
repulsa colectiva, la recriminación
como respuesta de las fuerzas más
activas de la sociedad.
27.- De lo que
no debemos tener la menor duda es que más temprano que tarde, lo mejor del
paìs, ahíto, hastiado, colmado de tanto pasar
por alto porquerías politiqueras
en su contra, va a gritar: basta de tanta cochambre, suciedad, desprecios,
ignominias, humillaciones, oprobios y canalladas. El deshonor jamás puede
mantenerse por encima de la dignidad y
la aspiración de los mejores hombres y mujeres de la sociedad a vivir con
hidalguía.
28.- Nadie con
sano juicio puede pensar que las mujeres y hombres dignos del país van a mendigarles a sus
adversarios el derecho a vivir decente y en un ambiente de respeto. Limosnear,
pedigueñar lo que puede alcanzar con la acción de masas, nunca ha estado en los
planes del pueblo dominicano. El
implorar, ir de puerta en puerta jamás será el proceder político de
quienes confían en las fuerzas motrices
llamadas a motivar a los que bregan confiados en vencer.
29.- Siempre ha estado en nuestro pueblo batallar,
la beligerancia, el sentido de combatividad para enfrentarse con quienes han
sido sus opresores de turno. Lidiarse, batirse para rechazar e impugnar el
despotismo y el golpeo a su dignidad, en reiteradas ocasiones lo ha demostrado
el pueblo dominicano. Contradecir a los que procuran silenciarlo es norma,
costumbre que ha echado raíces en el sentir popular dominicano.
30.- Lo que en
determinados momentos se ve en las masas como un negativo quietismo, una
inactividad frustrante, en el fondo no
es más que el estacionamiento, el reposo
para reflexionar con relación al
movimiento en procura de avanzar, ir
hacia adelante con el fin de alcanzar con éxito
el objetivo perseguido, llegar en firme, con fortaleza a la meta
propuesta.
31.- Nadie debe
llamarse a engaño, tomadura de pelo ni dejarse hacer morisquetas, creerse que
el pueblo dominicano, por el hecho de no reaccionar ante los desmanes, está flaqueando, que su voluntad para luchar
está resquebrajada, o que ha visto venirse abajo su decisión de levantarse para
liberarse de la opresión en su contra.
Santiago de los Caballeros,
19 de diciembre de 2016.