viernes, 30 de diciembre de 2016

El pueblo y actos que le motivan indignación

Por: Ramón Antonio Veras.


I.- Las acciones repugnantes cambian el estado de ánimo

1.- La alegría,  el buen humor, estar alegremente es lo normal en el ser humano. Permanecer divertido es su deseo,  por lo que si cambia  a tristeza  es porque algo ha perturbado su regocijo, lo ha  transformado  de bienhumorado  a deprimido.

2.- La modificación en el estado de la persona  de satisfacción a pena,  le puede ocurrir  de un momento a otro, en un santiamén, en un abrir y cerrar de ojos, en un dos por tres. Pero de  seguro que algo ha incidido en su ánimo  para que se produzca  la variación  de dinámico a aburrido. 

3.- En cada ocasión resulta conveniente descubrir, dejar a la vista qué  ha influido en el  individuo para reaccionar  en forma diferente a lo que es su normal proceder.  Actuar con apego o rechazo es una respuesta del estado mental  en un determinada  momento.

4.-   En lo que respecta al pueblo dominicano, que es una comunidad de mujeres y hombres tranquilos y habitualmente calmados,   una serie de hechos  repugnantes  lo están motivando a que rompa  su quietud, apacibilidad y equilibrio,  llevándolo a la intranquilidad e impaciencia.

5.- Para romper con la situación de normalidad, de su rutina de paz, nuestro pueblo no lo hará  como consecuencia de  un arranque emocional, un arrebato irracional, sino  por estar  hastiado, exasperado por ser víctima de acciones  bochornosas que le repugnan  y lo llevan a sentirse asqueado.

6.- Lo mejor de nuestro país  se siente burlado,   tomado de payaso,  tal cual adefesio, el hazmerreír de todo momento. Ese estado de creer   que lo tratan de mamarracho, lo guía a la indignación, a montarse en cólera,  sacarlo de quicio, a sulfurarse de tal forma que será imposible de aplacar.

7.- No hay que hacer mucho esfuerzo ni estar dotado de gran inteligencia  para darse cuenta que la comunidad dominicana  tiene más  que justas  razones  para llegar  al convencimiento  de que la  sucesión de actos bochornosos, asfixiantes moralmente, generan enojos hasta a los más flemáticos, abúlicos e imperturbables.


8.- Sin lugar a dudas, irrita, provoca alteración en las personas sensibles el hecho de comprobar que mientras trabajadores cañeros legítimamente reclaman  el aumento de sus miserables pensiones, una señora, gorda y colorada, permanentemente  maquillada,  recibe del Estado, sin justificación laboral alguna, más de medio millón de pesos mensuales,. 

9.- Hace saltar, pone de banderillas al más tranquilo, levanta ampollas, saber que  fueron  sustraídos terrenos propiedad del pueblo dominicano ubicados en el vertedero de Duquesa, valorados en  cientos de millones de pesos, en tanto 250 familias damnificadas del ciclón  David, exhiben la más espantosa miseria, 37 años después del  paso del citado huracán.

10.- El más sosegado se convierte en cascarrabias, al ser testigo de que están desamparados miles de infelices, a los que las permanentes lluvias de las últimas semanas dejaron sin  techos,  en tanto un jovencito,  muy empolvorado y burócrata, recibe un sueldo de lujo desde un ministerio, únicamente para entregar pergaminos de reconocimientos.

11.- El hombre o la mujer que en  este medio social se desempeña como empresaria y respeta las reglas del sistema, se siente agraviada,   mentalmente insultada, maldice  al funcionario que en un año duplica su patrimonio económico.

12.- Con razón se mantiene bilioso, de mal carácter, el triciclero que a  diario se levanta de  madrugada a trabajar y siempre vive en la miseria, al mismo tiempo que un politiquero tiene una pensión millonaria del Estado, con sólo haber servido dos o tres años en la administración pública.

13.- Se enfurece, se saca de quicio y permanece fuera de sí,  la mujer o el hombre laborioso que recibe por su trabajo un salario mísero, mientras el regidor o la regidora  devenga  sueldos lujosos y otras  entradas no santas.

14.- El fastidio, la molestia que lleva encima la persona que aquí ejecuta trabajos y recibe en forma legítima una suma de dinero, de seguro que en el  fondo de su alma condena, se mantiene endiablada con la situación actual, maldiciendo a los aprovechados del erario y  las iniquidades.

15.- Un ordenamiento económico y social que descansa en la deshonestidad, impudicia, obscenidad e indecencia, no puede mantenerse por mucho tiempo,  porque sus propias contradicciones lo hacen insostenible por intolerable, cargante y abusivo.

16.- Las acciones bochornosas ejecutadas por los mismos que se benefician del sistema, lo convierten en ilógico, incoherente y absurdo. Lo que a diario  vemos en nuestro país  es una prueba evidente de que la debilidad del actual orden reside en lo vulnerable, endeble e inconsistente,  que lo hace atacable e inerme.

17.- Es tan  penoso el vigente sistema que padecemos que ni sus más rancios ideólogos pueden santificarlo, porque no tienen altares para colocarlo y mucho menos glorificarlo. Desde el punto de vista de las ideas que genera el sistema, sus defensores no tienen espacio para rendirle culto; está huérfano, sin amparo, abandonado a su suerte.

II.- Nuestro  pueblo ha de aprender de la realidad   que ha vivido

18.- De la  misma forma que los pueblos valoran,  distinguen y aprecian a quienes dan demostración de respetarlos, también  rechazan a aquellos que los deshonran, envilecen   y desconsideran. La admiración  las tienen reservadas en la conciencia para los que   desde las alturas del poder demuestran  miramiento, no así para los que los irrespetan y descuidan.

19.- Las comunidades humanas se sienten lastimadas, castigadas y de todas formas desconsideradas, una vez se dan cuenta que en su contra se están aplicando políticas de desprecio, desdén y desinterés en la defensa de su patrimonio,  de sus recursos de toda índole. De la misma forma que las masas populares saben demostrar estimación, cariño a quien las valora, saben despreciar a aquellos que  no las honran y enaltecen.

20.- A quien se quiere se respeta, y los actos bochornosos que a diario ocurren en nuestro medio  revelan que hacia nuestro pueblo no hay consideración, cariño y mucho menos se valora su esfuerzo para ser mejor, dejando atrás el atraso, los abusos y todo aquello que nos reduce como una comunidad de mujeres y hombres sensibles,  solidarios y laboriosos.

 21.-  Los actos que nos degradan como  pueblo que aspira  a vivir en un ambiente limpio, libre de las lacras de la corrupción y la impunidad, están llevando a lo mejor  del país a la convicción  de que no podemos continuar como hasta ahora, en este medio que deshonra, denigra, reduce a la nada a las personas que respetan y se respetan.

22.-  La sociedad dominicana luce que en  ella se ha perdido el respeto al trabajo, a la vergüenza y a la honradez, y   su lugar ha sido ocupado por la haraganería, la  desvergüenza y el ladronismo, porque resulta que comportarse decente, proceder con decoro, actuar escrupulosamente, ya no  tiene sentido porque descararse, descomponerse y ser desfachatado  ha tomado carta de presentación.

23.- Sufrir, aguantar, soportar tranquilamente no es la tradición, la costumbre de nuestro pueblo. Lo que sí ha demostrado la historia de lucha de las masas populares dominicanas que se han  rebelado, zapateado cuantas veces las circunstancias lo han requerido. Ceder, transarse, demostrar flexibilidad por debilidad nunca ha sido  nuestro  proceder.

III.- La tolerancia  tiene sus límites

24.- La tolerancia de los pueblos tiene sus  límites,  no llega a lo  insoportable. No  puede confundirse  lo respetuoso con la  docilidad   ciega, sin ton ni son, así como  así, sin más   ni más. Lo permisible no cuadra ante lo que es a todas luces inaguantable.  Tener aguante, soportar no llega a convertirse en siempre decir amén.

 25.-  El dominicano ha  sido algo más  que comprensivo, llegando a comportarse como un manga ancha, lo que no quiere decir, en modo alguno,   que sea consentidor de abusos, atropellos e iniquidades. El arrojo, la valentía, lo indomable de  nuestro pueblo está probado en la práctica,  en su historial de lucha patriótica y democrática.

 26.- A nuestro pueblo tampoco se le puede reprochar,  echar en cara  la resignación ante los abusos en su contra.  No puede ser vituperado por no accionar frente a  ofensas   que merecen la repulsa  colectiva, la recriminación como  respuesta de las fuerzas más activas de la sociedad.

 27.- De lo que no debemos tener la menor duda es que más temprano que tarde, lo mejor del paìs, ahíto, hastiado, colmado de tanto pasar  por  alto porquerías politiqueras en su contra, va a gritar: basta de tanta cochambre, suciedad, desprecios, ignominias, humillaciones, oprobios y canalladas. El deshonor jamás puede mantenerse  por encima de la dignidad y la aspiración de los mejores hombres y mujeres de la sociedad a vivir con hidalguía.

 28.- Nadie con sano juicio puede pensar que las mujeres y hombres  dignos del país van a mendigarles a sus adversarios el derecho a vivir decente y en un ambiente de respeto. Limosnear, pedigueñar lo que puede alcanzar con la acción de masas, nunca ha estado en los planes del pueblo dominicano. El  implorar,  ir de puerta  en puerta jamás será el proceder político de quienes confían en las fuerzas  motrices llamadas a motivar a los que bregan confiados en vencer.

 29.-  Siempre ha estado en nuestro pueblo batallar, la beligerancia, el sentido de combatividad para enfrentarse con quienes han sido sus opresores de turno. Lidiarse, batirse para rechazar e impugnar el despotismo y el golpeo a su dignidad, en reiteradas ocasiones lo ha demostrado el pueblo dominicano. Contradecir a los que procuran silenciarlo es norma, costumbre que ha echado raíces en el sentir popular dominicano.

 30.- Lo que en determinados momentos se ve en las masas como un negativo quietismo, una inactividad frustrante, en el  fondo no es más  que el estacionamiento, el reposo para reflexionar con relación  al movimiento en procura de avanzar,  ir hacia adelante con el fin de alcanzar con éxito  el objetivo perseguido, llegar en firme, con fortaleza a la meta propuesta.

 31.- Nadie debe llamarse a engaño, tomadura de pelo ni dejarse hacer morisquetas, creerse que el pueblo dominicano, por el hecho de no reaccionar ante los desmanes,  está flaqueando, que su voluntad para luchar está resquebrajada, o que ha visto venirse abajo su decisión de levantarse para liberarse de la opresión en su contra.



                                                               
Santiago de los Caballeros,
19 de diciembre de 2016.