Por: Ramón
Antonio Veras
El pasado domingo 9 de marzo en
curso, falleció la heroína del Moncada, la doctora Melba Hernández
Al
igual que yo, es bueno que otros dominicanos y dominicanas conozcan el historial
de lucha de Melba Hernández. Por tal
razón detallo a continuación una parte de lo que fue la vida de la heroína del
Moncada.
Nacida el 28 de julio de 1921 en el municipio de Cruces, en la
provincia de Las Villas, al centro del la isla de Cuba, hija de un hogar
pequeño en su composición, pero grande en su modelo revolucionario; llegó a La Habana con sus padres, como
hija única, y estudió la carrera de Derecho. Eran años convulsos, de
confrontaciones políticas, de desmanes y corrupciones administrativas en el
entorno político, pero su brújula revolucionaria la llevó por el sendero
adecuado, tomó el partido de las bases populares, pensó en ser una abogada para
defender al pueblo, y ser recompensada en su vida profesional por la resolución
de pleitos en los que prevalecieran la justicia y no la ganancia económica a
ultranza. Su proyección sin embargo apenas pudo verla realizada en el campo de
la ciencia del Derecho.
Muy pronto Melba se unió a compañeros que buscaban como ella otros horizontes, tras un cambio profundo de las condiciones existentes en Cuba en las décadas de los años cuarenta y cincuenta del mil novecientos. Fue justamente la década del cincuenta, en sus albores, cuando ocurre el acontecimiento más trascendental en su vida pública, a partir del momento en que conoce a un joven colega —abogado como ella— que tomará el liderazgo revolucionario: el doctor Fidel Castro Ruz.
Para entonces el camino establecido en Cuba para los cambios institucionales o de gobernación del país mediante el sistema electoral tradicional de la república neocolonial, acababa de ser interrumpido abruptamente por un golpe militar perpetrado por un hombre que respondía a los intereses de los Estados Unidos de Norteamérica, el General Fulgencio Batista, que no podía traer otra cosa que no fuera el incremento de la corrupción y nuevos crímenes políticos. El hecho ocurrió el 10 de marzo de 1952, en vísperas de la celebración de unas elecciones generales donde el partido político que sin duda alguna vencería hubiera sido el opositor Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), fundado por un hombre todo honradez y valentía llamado Eduardo Chibás, aunque para esa fecha ya él no vivía. El joven abogado Fidel Castro, vio primero que todos los demás que el frustrante golpe de estado militar, perpetrado en el Cuartel General o Fortaleza de Columbia, cambiaría los destinos de Cuba y que su artero protagonista no abandonaría el poder de otro modo que no fuera mediante la acción armada. No fueron muchos los que creyeron fervientemente que fuera de esa manera. Pero entre las que creyeron en esa nueva voz hecha acción, estaba la doctora Melba Hernández.
Dos mujeres de vanguardia se constituirán pronto en símbolo de la
gesta que protagonizó Fidel, al año siguiente del golpe militar, con los
asaltos de los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de
Céspedes en Bayamo, al oriente de Cuba seguido de un grupo consciente de
jóvenes revolucionarios, bien adiestrados en el uso de las precarias armas que
llevaban al asalto: Las dos mujeres fueron Melba Hernández y Haydée Santamaría
— ya fallecidas-, fundadoras ambas del incipiente movimiento organizado por el
doctor Fidel Castro, con el apoyo de su “lugarteniente” Abel Santamaría, hilo
conductor para que Melba y Fidel se conocieran. Hubo una mujer, una sencilla
trabajadora cubana, de profundos ideales patrióticos llamada Elda Pérez, amiga
de Melba y de Haydée, quien sin saberlo hizo este haz indisoluble en la
historia de Cuba.
Melba y Haydée participaron de la organización del 26 de Julio de 1953.
Año en que se celebraba el Centenario del nacimiento de José Martí, Apóstol de
la independencia de Cuba. Les cupo a ellas el honor de integrar la retaguardia
bajo las órdenes de Abel Santamaría, a quien Fidel había nombrado para
sucederlo en caso de que él pereciera en la toma por sorpresa del Moncada. El
hecho ocurrió de diferente manera y fueron Abel y sus compañeros los primeros
prisioneros asesinados luego del combate que se convertiría en una victoria
estratégica aunque no se consiguiera el triunfo esperado aquel día 26 de Julio.
Melba y Haydée fueron víctimas de torturas psicológicas horribles para que
delataran a los demás integrantes y al jefe del movimiento. Los criminales no
consiguieron arrancarles una palabra. Fidel ya había podido retirarse y trataba
de hacerse fuerte en las montañas próximas a Santiago de Cuba para proseguir la
lucha.
Como actoras heroicas del 26 de Julio y testigos excepcionales de los crímenes perpetrados por el ejército en el Moncada, Melba y Haydée se crecieron como mujeres y ejemplos de fortaleza espiritual y valor frente a quienes tenían sus vidas en las manos y luego ante quienes la juzgaban.
Es una larga historia. Digamos que Melba Hernández, como abogada
revolucionaria y en su condición de acusada en el juicio del Moncada- tan solo dos meses después del asalto-,
desafió al tribunal que los juzgaba y entregó a este, públicamente, una carta
en medio del terror circundante y una sala atestada de militares con sus rifles
cargados y bayonetas caladas. En términos jurídicos y éticos era la defensa de
un engaño del tribunal y los militares. En la carta Fidel denunciaba que lo
habían sacado del proceso judicial; que pretendían asesinarlo y que él no
estaba enfermo, como habían dicho los militares para evitar su presencia en la
sala porque de acusado se había convertido en acusador. Esta audacia
revolucionaria y jurídica de Melba les valió a las acusadas un castigo mayor en
la prisión preventiva.
Cárcel y vida clandestina activa son otros de sus muchos méritos.
Melba, y Haydée recibieron la encomienda del doctor Fidel Castro, desde la
cárcel de Isla de Pinos, de agrupar a los integrantes del Movimiento
Revolucionario que asaltó e Moncada; se trataba de aquellos jóvenes que
--aunque entrenados-- no habían podido ir al Moncada porque la agrupación
revolucionaria no contaba con armas suficientes. Simultáneamente el propio
Fidel les dio también la misión impostergable de encontrar la forma de imprimir
clandestinamente, en el más breve tiempo, su discurso de autodefensa del
Moncada, conocido hoy, históricamente, como La Historia me Absolverá el
cual constituye una denuncia de crímenes e ilegitimidad del régimen que
imperaba, y a la vez un avanzado programa revolucionario. Este programa fue
cumplido por la Revolución
en sus albores y se hizo aún más profundo. Las tareas encomendadas a Melba y
Haydée fueron cumplidas a cabalidad.
Las heroínas del Moncada cumplieron otras misiones difíciles: Melba, se trasladó a México y colaboró directamente, junto a quien fuera su esposo entonces, el también revolucionario Jesús Montané — combatiente del Moncada— en la organización de la expedición del yate Granma que saldría posteriormente del puerto de Tuxpam en México, con Fidel al frente: se abría a partir de ese momento la lucha en
También ella conoció de nuevo los avatares y riesgos enormes de la
lucha clandestina en La Habana
y luego de la lucha en la
Sierra cuando pasó a formar parte de una Columna del Ejército
Rebelde al frente de la cual se encontraba el hoy Comandante de la Revolución Juan
Almeida Bosque —combatiente del Moncada y expedicionario del Granma-. En el
Tercer Frente Oriental, donde operaba la columna de Almeida, ella fungió como
responsable del departamento Jurídico de aquel Frente, próximo a Santiago de
Cuba.
Tras el triunfo de la Revolución, Melba Hernández ejerció diferentes tareas importantes, pero en aras de la síntesis de tan rica vida revolucionaria diremos que una de ellas se desarrollo en el ámbito económico de combate, en el proceso de nacionalización de las compañías petroleras extranjeras en Cuba. Sería fundadora del organismo revolucionario ICP (Instituto Cubano del Petróleo) y durante un tiempo significativo, trabajó junto al Comandante Ernesto Guevara, el Che cuando este era Ministro de Industrias.
Su estrecho vínculo con el Ché incorporó a su formación política
revolucionaria una visión más abarcadora del mundo en que vivía, desde la
esfera de la solidaridad internacional. Simultáneamente Fidel Castro abría en ella el camino para
desarrollar una vertiente por la cual se le conoce mucho internacionalmente,
esta fue la senda transitada de la solidaridad durante un largo y cruento
período de más de una década.
Fidel le había designado en 1963 para que presidiera el Comité Cubano
de Solidaridad con Vietnam del Sur, que sería el primer Comité de Solidaridad
con la lucha del pueblo vietnamita en el mundo entero. El hecho ocurrió poco
después de un viaje que auspiciado por el Movimiento por la Paz le permitió a Melba
concurrir a un Congreso de Mujeres en Moscú, donde las vietnamitas la invitaron
a visitar a su país. De Moscú viajó a Hanoi y allí se entrevistó con el
venerable Presidente Ho Chi Minh.
El Comité de Solidaridad con Vietnam del Sur, que luego sería por todo
Viet, por Laos y Cambodia, se convirtió con el trabajo aglutinador,
inteligente, impulsivo, ininterrumpido, apasionado y febril de Melba, en un
movimiento solidario interno sin precedentes en Cuba hasta entonces. Foros, simposios,
conferencias a lo largo y ancho de la isla sumaron a obreros, profesionales,
poetas, artistas, periodistas, escritores, estudiantes, campesinos,
científicos, mujeres, niños, militares, en fin a toda la gama de la sociedad en
pro del conocimiento de la lucha de Vietnam y en solidaridad con ella. El
Comité cruzó las fronteras nacionales y se convirtió con Melba al frente, en un
factor decisivo en la organización del Tribunal Internacional contra los
Crímenes de Guerra en Vietnam, dirigido por Beltrand Russell, más conocido como
el Tribunal Russell que sesionaba cada año en Europa, fundamentalmente en
Suecia y Dinamarca.
Esta dinámica organización que, según la propia Melba llegó a
declarar, fue una de las tareas más hermosas de su vida, se mezcló con otros
movimientos solidarios disímiles, salvo en su justeza, entre ellos la lucha por
los Derechos Civiles de los Negros Norteamericanos.
El pueblo vietnamita, el Partido Comunista de Vietnam y el Gobierno de
aquel país, aún ven a Melba como una hermana de lucha y los más jóvenes la
veneran como a una madre. El desarrollo del Comité, había coincidido con la
llegada de numerosos grupos de estudiantes vietnamitas becados por el Gobierno
Revolucionario para estudiar en Cuba, y ello contribuyó a que varias
generaciones conocieran profundamente el trabajo de Melba en el campo de la
solidaridad y la Paz.
Concluida victoriosamente la guerra de Vietnam, y luego de ser Embajadora de Cuba en ese país, Melba Hernández pasó a desarrollar otras tareas en el campo académico organizando el Centro de Estudios de Asia, así como transmitiéndole a los jóvenes, por conducto de
Gloria eterna a la Comandante Melba
Hernández. Desde este Santiago de los Caballeros querido, me inclino reverente
ante la memoria histórica de la
compañera y amiga Melba Hernández.