sábado, 9 de abril de 2022

Debilidad de los padres, fortaleza de los descendientes

I.- El cariño filial suaviza la rudeza del ser humano

  1. Por mucha rudeza que enseña una persona en su manera de ser o de reaccionar, en determinados momentos y por algunos motivos, exhibe su blandura, y es entonces cuando se conocen sus debilidades.
  2. Por encima de su dureza en el trato, cada quien en el fondo de su alma tiene algo que le lleva a comportarse con suavidad, y es ahí, entonces, que muestra dulzura y cede ante lo que en su estado normal se muestra rudo.
  3. Allí donde nada penetra, llega el amor filial, que está reservado para la hija o el hijo, parte integral del núcleo familiar.
  4. Ante lo sólido que es el querer del padre y de la madre hacia su prole, la fragilidad encuentra el lugar por donde se filtra la flaqueza del ser humano.
  5. Los progenitores, en sus corazones, tienen espacios especiales donde se alojan los sentimientos más profundos de amor hacia sus descendientes. La propensión natural del hombre o la mujer a la ternura, la descargan mamá y papá en sus hijas e hijos.
  6. El cariño hacia la prole genera tanta delicadeza, que la suavidad llega a convertirse en vigor de la voluntad y decisiones de los descendientes. La falta de resistencia hace posible la ciega complacencia.

II.- Debilidad de los padres para con sus hijos e hijas

  1. En la formación hogareña de los hijos y las hijas, los padres están en el deber, como directores del hogar, de ser sumamente cuidadosos, porque en su afán de proporcionarles alegría a su cría, pueden estar marchitándoles su porvenir.
  2. Un solo acto de condescendencia para con uno de sus hijos, puede convertirse en la desgracia de toda su existencia, y lo que se hizo para dejarlo satisfecho, a la postre resulta su eterno contratiempo, un tremendo percance.
  3. Poner contenta a una hija o a un hijo, al agradarlo con un deseo material o sentimental, no siempre resulta provechoso para el que ha sido satisfecho en su aspiración porque, a veces, buscando deleitarlo, lo que encuentra es la infelicidad.
  4. Papi y mami, por el bien de su hijo o hija, y la paz de la familia entera, están en la obligación de ser los suficientemente despiertos; de ingenio muy agudo y penetrante porque, la más mínima torpeza al darle gusto a unos de los hijos, lleva a la familia entera a la angustia eterna.
  5. Acceder lo más amable posible a lo que es la voluntad de una hija o un hijo, es un gesto maravilloso del padre o de la madre, pero ese desvivirse por agradar, talvez se convierte en tristeza familiar. 
  6. Procede con precipitación, no mide las consecuencias, el papá o la mamá, que sin prevenir responde afirmativamente a cualquier deseo de los hijos o de las hijas. Lo atinado es, ante cada petición, recurrir a la previsión, suponer los pros y los contras, en fin, tomar en consideración y formar juicios probables partiendo de indicios y profundas observaciones.
  7. La entrega de los padres a los deseos de hijos o hijas, puede llegar a convertirse en la infelicidad de la familia completa, porque el consentimiento es una palabra sumamente delicada a la hora de agradar a un descendiente.
  8. La adhesión en lo que el hijo procura ser complacido, en ocasiones llega a ser un beneplácito dañino durante toda su existencia para su familia original y la que llegue a formar en el mañana.
  9. Muchos padres, talvez por debilidades, no se dan cuenta de que la aquiescencia para halagar al hijo o a la hija, se transforma en aprobación envenenada. La confirmación a una solicitud, no siempre resulta un permiso para el éxito, sino el fracaso del peticionario y la aflicción de quien o quienes acceden.
  10. Cuántas amarguras, penas, disgustos intensos y sinsabores, se hubieran evitado, si los padres de un joven o de una joven, ante el planteamiento de una posible unión matrimonial, aconsejan a su descendiente en el sentido de que no le conviene ese casamiento.
  11. En el ambiente familiar, el papá y la mamá, han de estar en condiciones para decir no a lo que el hijo o la hija pide que les complazcan. Los padres tienen la opción, a discreción, de rehusar o asentir, dependiendo lo que se le solicite y la oportunidad.

III.- Los riesgos en la complacencia de los padres hacia sus descendientes

  1. A no ser que sea algo indispensable para vivir, frente a lo que solicitan los descendientes, los padres deben estar prestos para la oposición o la aseveración.
  2. Es un craso error de los ascendientes, dar respuesta positiva a la voluntad expresada por los hijos o las hijas. Papá y mamá, no deben dar como aceptadas las pretensiones de sus vástagos.
  3. Papi y mami, actúan correctamente al advertir los riesgos a que se exponen sus hijos e hijas, al ejecutar un acto que, como el matrimonio, vincula a dos personas con diferentes formaciones hogareñas y educativas. Conviene preservar la estabilidad futura de las familias envueltas en una relación conyugal.
  4. De parte de los ascendientes, no es sosegada la decisión que toman, ante el pedimento de los descendientes, sin prever lo que se puede derivar de ella. La presteza para complacer a los hijos no es aconsejable.
  5. Procede que el papá y la mamá, se decidan por pensar detenidamente y con sentido de preocupación, una solicitud de sus vástagos, y no se precipiten por simple gracia a echar a perder su existencia en el mañana, y la de los niños que puedan procrear.
  6. Son muchos los hogares que se han fastidiado, porque los padres no supieron decidir, de manera objetiva, fría y sin pasión, la colaboración económica que les solicitaron sus hijos para poder contraer matrimonio.
  7. Papi y mami demuestran sabiduría, si en lugar de por debilidad decir sí, prueban no dejarse llevar por sentimentalismos y razonar reflexivos con buen juicio, y responden no, poniendo en juego destreza y mucha cautela por el bien de sus hijos y la estabilidad de la familia.
  8. Si la boda de una hija o de un hijo, depende de la holgada situación económica del papá o de la mamá, no es cuestión de tacañería, si él o los ascendientes se niegan a hacer de facilitadores financieros.