Por: Ramón Antonio Veras.
I.- Lo que revela nuestra realidad
1.- En el curso de una conversación sostenida
con un amigo, me manifestó que al leer mis escritos en la prensa había
observado que hago énfasis en la niñez dominicana y la necesidad de orientarla
correctamente en el hogar y en los centros escolares. Le respondí a mi
interlocutor que su advertencia sobre mis artículos en torno a la inquietud por
los niños es correcta y la reiteración responde a que creo que en esa línea hay
que continuar trillando.
2.- Partiendo de la idea que me he formado,
extraída de la realidad que vivimos, real y efectivamente me inquieta la forma
de comportarse en el orden ético y moral de la generalidad de los miembros que
componen la comunidad dominicana y cómo los peores vicios se afianzan cada vez
más llegando a conformar la forma de pensar y actuar de segmentos sociales que
hasta no hace mucho tiempo tenían un proceder distinto al que ahora exhiben.
3.- La diversificación, propagación y
extensión de inconductas antes no observadas en nuestro ambiente muestran su
afianzamiento y revelan que con el transcurrir de los años han sido
perfectamente asimiladas y negativamente muy bien aprovechadas por sus
receptores. En lugar de rechazar las acciones antisociales lo que se observa es
que son asumidas y bien digeridas por aquellos que de ellas se han alimentado.
4.- Lo que estamos comprobando es que hay una
indiferencia total a las prácticas divorciadas de la decencia; tolerancia que
asombra hacia lo que significa indecencia, y alianza impúdica con lo que
representa degradación. Ante la no repugnancia a lo que simboliza degeneración,
hay que admitir que nos estamos moviendo en un medio propicio, tolerado y de
simpatía al fenómeno de la corrupción en todas sus manifestaciones. Muy pocos
grupos sociales organizados y con poder de decisión demuestran rechazo a las
lacras que arropan el cuerpo social de nuestro país. .
5.- Lo que pinta la realidad de nuestro país
en lo ético y moral es que ciertamente aquí hay personas y grupos sociales
contrarios a todo lo que significa vicio y degeneración social. Pero esto no
quiere decir, en modo alguno, que como sociedad la degradación sea extraña a la
esencia misma del sistema que le sirve de caldo de cultivo y la sigue, anda con
ella mezclada, enredada hasta el tuétano.
II.-
La esperanza está en la niñez. Función de los padres; sus fallas
6.- Si un ordenamiento económico y social
está entregado a los vicios, y no se vislumbra en lo inmediato un cambio que
elimine lo que significa crapuloso, concupiscencia, relajamiento, depravación y
degradación, entonces lo que nos queda es estar esperanzados, confiados en lo
que está al margen de la podredumbre, lo no contaminado y salvable. En el caso
específico de nuestro país lo único fiable es la niñez, siempre y cuando sea
guiada por caminos de honradez, honestidad, integridad y solidez en principios
éticos y morales.
7.- Debemos de ser realistas, poner nuestro
reloj de razonar en hora, acorde con el signo de los tiempos, y así nos daremos
cuenta de que el país está obligado como comunidad civilizada a aprovechar lo
que nos queda y se pueda formar saludable porque está libre de los vicios que
corroen la sociedad dominicana de hoy, entre los que sobresalen deshonestidad,
falsía, hipocresía, traición y ambición desmedida por alcanzar la mercancía
dinero sin ningún esfuerzo.
8.- Si todavía contamos con niñas y niños que
están en condiciones de ser correctamente formados, y estamos conscientes de
que la enseñanza ocupa el lugar central de todo sistema de organización de la
vida, debemos esforzarnos para contar en el futuro con seres humanos de buen
proceder porque su formación está gestada partiendo del aprovechamiento de su
disposición de aprender las buenas costumbres y todos aquellos valores que
rodean a la persona y la hacen adecuada para el buen vivir en comunidad.
9.- El más profundo y alto sentido de los
principios que rigen la moral del ser humano son aquellos que se adquieren en
la niñez, y son los mismos que van a determinar sus potencialidades para
compartir y querer a los demás por el sólo hecho de formar parte de la
comunidad humana. El dominicano y la dominicana del mañana deben actuar con la
diferencia que separa a la persona física de los animales, es decir, por la
conducta y los instrumentos utilizados en la actividad laboral.
10.- El perfeccionamiento del proceder de una
persona solamente es posible lograrlo obteniendo buenas actuaciones desde la
niñez; si logramos la decente formación en los primeros años del niño, de
seguro que en la adultez no incurrirá en faltas que vengan a dañar el ambiente
donde viven. Un joven de correcta orientación tiene un porvenir cierto,
siempre y cuando sea sometido a una
educación que haga de él un sujeto autorizado, acreditado por el sello que le sirve
de distinción a su carácter que es la identificación de la conducta cultivada
para llegar a ser modelo de ciudadano de bien.
11.- No hay que hacer mucho esfuerzo para
comprender que el carácter con el cual se ha levantado la juventud nuestra de
los últimos años es sumamente débil, carece de vigor y su titular prueba haber
tenido una orientación que cede ante cualquier influencia extraña. La flaqueza
de que está constituida la conciencia de los jóvenes actuales revela que
tuvieron padres flojos, complacientes, tolerantes; que carecían al dar sus
consejos de la fuerza suficiente para influir en la mente de sus descendientes.
Sus métodos educativos resultaron no ajustados a la realidad, no acertaron en
el objetivo que debe perseguir todo progenitor de entregarle a la sociedad un
ser humano que ajuste sus actuaciones a las normas de buen vivir. La sociedad
pequeña, la familia, si hace una obra mala, cuando entra a la sociedad grande
de mala se convierte en pésima.
12.- La grandeza de los padres ante los hijos
no está en el exceso de demostración de afectos con caricias, sino en
enseñarles en el hogar para que luego, al ser adultos, sirvan de ejemplo cívico
y ciudadano. La demasiada condescendencia que se les manifiesta a los niños no
prueba la buena educación que se les está dando. El papá y la mamá dan
demostración de don educativo por la enseñanza que bien reciben sus vástagos.
El jovencito que sale del hogar dañado, entra al medio social a pervertir por
culpa de sus guías hogareños.
13.- No toda persona reúne las condiciones
para darle buena formación a sus descendientes, pues no basta con cumplir con
deberes de vivienda, alimentación, ropa, pago de los servicios educativos y de
salud. Los padres deben ser objetivos y desapasionados; proceder como
verdaderos preceptistas, además de buenos consejeros. A los niños hay que
darles a conocer el criterio, la opinión certera que se tiene con respecto a
una materia o asunto; hay que hacerles exposiciones comprensibles para que no
guarden indecisión o vacilación de lo que han aprendido para que luego, en el
accionar de sus vidas, no se comporten con inseguridad.
14.- Ser correcto con los niños y con las
niñas para que en el porvenir procedan conforme a las reglas de buen vivir, no
quiere decir que les dispensemos un trato grosero y descortés. Lo que deben
procurar los padres es alcanzar que sus hijos y sus hijas les vean como sus
mejores amigos, guías y protectores, además de sus educadores. La ternura para
con los hijos debe ir acompañada de la buena educación, para que a la expresión
de cariño se una la explicación con suavidad y sincero mimo.
III.- Los padres deben reflexionar
15.- Sin duda alguna, lo que está revelando
la sociedad dominicana es que los padres tienen que someterse a un profundo
examen en lo que se refiere a la formación de sus hijos, y la revisión que
precisan no tiene espera, porque los controles requeridos por sus hijos son de
tal urgencia que más tarde sería muy triste. Los ascendientes deben someterse a
una sincera autocrítica y saber que están obligados a revolver su forma de
educar, darle vuelta atrás a los métodos que han utilizado para entregarles a
la sociedad un material humano bien hecho, realizado adecuadamente y
confeccionado a la medida.
16.- Si en verdad aspiramos a tener un mejor
país, debemos comenzar a cuidar a la niñez que es la que debemos formar con una
orientación exquisita. Si logramos que nuestros niños y niñas se desarrollen
con una conducta depurada, de seguro que vamos a dejar a la posteridad una
nación integrada por ciudadanas y ciudadanos de comportamiento excelente.
17.- Está dentro de los deberes de los
progenitores formar el pensamiento de sus descendientes porque la niñez es
posible guiarla correctamente siempre y cuando los padres se ocupen de mantener
la dirección de la educación llevándoles a la conciencia el deber de ser
disciplinados, cumplidores y correctos; comportándose con responsabilidad y
actuar con prudencia y seriedad.
18.- El buen papá no es aquel que satisface
los deseos de sus hijos, sino el que cumple con la función de guía, instructor,
preparador y organizador de la buena conducta que les acompañará para siempre.
El padre que bien enseña en el hogar hace de perfecto docente y entrega a la
sociedad un ser humano digno de ser modelo de ciudadano.
19.- Todo aquel que decide asumir la calidad
de padre debe saber que tal condición entraña responsabilidad no solo
materiales, sino también en el orden espiritual. Además de comer y vestir, a
los hijos hay que aportarles ideas, conocimientos y los principios que en el
curso de su existencia les van a servir de guía en sus actuaciones. Aceptar ser
papá quiere decir hacerse cargo del comportamiento responsable del futuro
munícipe y ciudadano.
20.-
La idea de que “los hijos no son del padre ni de la madre; son la unión de
ambos personificada y es afán de perfección modelada en carne y alma”, se
sintetiza en que el proceder de los descendientes es la realización de los
ascendientes. El producto bien acabado prueba dedicación y escrupulosidad en su
estructuración.
21.- En nuestro país cada padre de familia
debe reflexionar en el sentido de si está desempeñando a cabalidad su función
de orientar a sus descendientes para que en el futuro sean mujeres y hombres
buenos. Cualquier momento es oportuno para deliberar con respecto a saber si se
está actuando bien o mal, y los hechos están diciendo que aquí los directores
de los hogares han fallado, no han obtenido buenos resultados, han demostrado
desatino porque sus obras han salido mal formadas.
Santiago de los Caballeros,
19 de marzo de 2018.