Por: Ramón Antonio Veras.
1.- Al momento de mi
nacimiento, por la situación calamitosa
de mis padres, el porvenir me era
incierto, se presentaba dudoso, sumamente
confuso; se movía de lo vacilante a lo problemático. En mis primeros
años la existencia me fue, con mira al futuro, borrosa, no tenía nada claro ni
seguro. Pero una vez entré en
razón, al actuar con discernimiento comprendí que solamente estudiando podía
salir adelante, que no tenía otra alternativa.
2.- La necesidad de trabajar me sacó de la actividad de estudiar
como un niño normal en sus primeros años. Al concluir el sexto curso abandoné
la escuela primaria para comenzar a hacer labores de mensajería en una
farmacia. Luego, al continuar
estudiando en la Academia Santiago, alcancé los títulos de
Contador Mercantil, Mecanógrafo y Taquígrafo.
3.- Pero no me limité a los
estudios comerciales; me dispuse continuar en la escuela secundaria en la que
alcancé hacerme Bachiller en Filosofía y Letras, Matemáticas y Naturales. Con
la idea fija de que sólo los estudios podían cambiarme la vida, trabajé para
ahorrar unos pesos para pagar el primer año de inscripción en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Santo Domingo, así como los gastos de alimentación y vivienda en la
ciudad capital. Los recursos económicos se me agotaron al concluir mi primer
año de la carrera universitaria, pero por las calificaciones que había obtenido
logré una beca que por mi alto índice
conservé hasta mi graduación.
4.- Al momento de recibir el
título de doctor en derecho en la UASD en 1967, se me presentó la oportunidad
de aceptar una beca que me otorgó la
universidad como premio por mis altas calificaciones; quedarme en la ciudad capital ejerciendo única
y exclusivamente, o regresar
a Santiago a desempeñarme como profesional en la abogacía y vincularme
con el accionar político y social. Esta
última fue mi elección y decisión.
5.- Siempre he resaltado el
hecho de haberme graduado de doctor en derecho, porque el ejercicio de esta
profesión me ha permitido ser un hombre libre en la práctica de mis ideas
políticas y concepción ideológica. Manejarme en la abogacía sintiéndome
totalmente liberado, ha contribuido a que devuelva a mi pueblo parte de lo que aportó para continuar y
concluir mis estudios universitarios
6.- Ejerciendo la profesión
he puesto mis servicios profesionales a disposición y alcance de todos los dominicanos y dominicanas que han acudido a mí para que
les defienda ante sus derechos burlados o sus libertades conculcadas.
7.- Nada me ha impedido
actuar como abogado y conservar mi autonomía, no depender de nadie; ser
abierto, franco, proceder sin cortapisas. Solamente siendo independiente de
pensamiento y no estar atado económicamente a nadie, me ha permitido hacerme
cargo de asuntos sumamente delicados en el orden político, lo mismo que
rechazar casos que me habrían
representado jugosos honorarios. He ejercido como un abogado absolutamente
emancipado, sin sumisión de ninguna clase.
8.- Por ligar el
ejercicio de la profesión de abogado con
mi forma de pensar y actuar, he enfrentado situaciones embrolladas que me han llevado a estar en complicaciones,
serias dificultades con el poder político, económico y social del país.
Procesos penales peliagudos en ocasiones me han colocado al borde de la muerte.
9.- Por haber ejercido
consciente del medio donde vivo y los intereses que me adversan, nunca me he
lamentado de lo que me ha ocurrido. Los quejidos, la posición lastimosa no le cuadra a quien procede convencido de lo
que hace y la justeza de lo que defiende.
10.- Por el hecho de haber concluido los tres
bachilleratos de la época, tenía la posibilidad de estudiar ingeniería,
medicina o derecho, pero me decidí por esta última. Mi inclinación al derecho
no fue por capricho, sino por vocación; la afición a defender lo justo me
impulsó a ser abogado. En la abogacía he actuado defendiendo, protegiendo al
que ha sido lesionado o pretenden agraviar. Me he formado la idea de que debo interceder por
aquel al que se le violan sus
derechos o libertades.
11.- Cuando estudiaba en la
universidad siempre pensé que cuando fuera abogado me sentiría bien en los
estrados apoyando con la ley y el derecho a quien reclamaba y merecía justicia.
Me imaginaba desempeñando el papel de abogado defensor, sostenedor de quien era
la víctima, el perjudicado, el agredido.
12.- Porque mi
aspiración fue ser abogado, vi mis
objetivos cumplidos cuando el 25 de febrero de 1967, fui investido como doctor
en derecho. Mi pretensión de estar en
condición de defender lo justo; se había
materializado el sueño de colocarme la toga y el birrete haciendo causa común
con aquel que sufría un daño por causa de otro
o le querían conculcar sus derechos y libertades.
13.- De mi profesión viví
enamorado; de ella me sentía encariñado en lo más profundo de mi alma; prendado
cuando la ejercía, y de ahí la
vehemencia que expresaba en la defensa que hacía en favor de aquel a quien
procuraban herir o de cualquier forma
dañar; y más feliz cuando lograba liberar, descargar al político que le habían
hecho una acusación infamante para deshonrarlo y encerrarlo.
14.- La vida me ha permitido
demostrar en los hechos que mi afición
por ser abogado no fue pensando en
emolumentos, utilidades, en los beneficios económicos que por ella podía
recibir. No procuré ser abogado para conseguir dinero, alcanzar fama ni escalar
socialmente. A la abogacía llegué para servir, asistir, ir en auxilio de quien
necesitaba que se le extienda la mano solidaria.
15.- Me sentía realizado,
complacido, satisfecho de la vida, altamente copado, cuantas veces asistí a
hombres y mujeres apresados por la intolerancia política, por el despotismo imperante. Me resultaba
gratificante utilizar todos los mecanismos legales para lograr convencer al
juez de la infamia, la canallada urdida
contra mi defendido inocente.
16.- Por la
vocación de ser abogado, defendí a José Antonio
López-El Che- y demás acusados
falsamente de asesinar al capitán Salvador Vinicio Polanco; por responsabilidad profesional, con entusiasmo
defendí a Lorenzo Vargas- El Sombrerero- y a Jorge Puello Soriano- El Men-, con
un expediente amañado inculpados de asesinar a José María Álvarez-Boyoyo-;
por cumplir con mis convicciones de combatir la injusticia asistí en su defensa
a Onelio Espaillat, Julio de Peña
Valdez, Fafa Taveras, Leopoldo Gullón, Narciso isa Conde, Cocuyo Báez, Pablo
Liberato, Delfino Núñez y cientos de
mujeres y hombres víctimas de acusaciones de factura política.
17.- Por mi deber como
abogado y compromiso social, asumí la defensa en estrados de los periodistas
corresponsales Guillermo Quiñones, Antonio Espinal, Erasmo Ulloa, Miguel
Noboa, Restituyo Torres, y muchos otros más. Mi criterio político libre de
sectarismo, me llevó a defender ante acusaciones políticas a don Antonio Guzmán Fernández, Silvano Lora,
y varios
políticos nacionales y extranjeros.
18.- Hoy, cuando en el país
existe un ambiente de tolerancia a nivel de derechos humanos y libertades
públicas, los abogados y las abogadas que nos comprometimos en la defensa de
los perseguidos y los presos políticos de los 12 años del doctor Balaguer,
sabemos que la profesión nuestra tiene momentos de atrevimientos, de echarse al
agua, meterse en la boca del lobo.
19.- Nunca me he
arrepentido, jamás pensé darme con la
cabeza contra la pared, ni mucho menos morderme las manos de remordimientos. Lo
que he hecho en mí accionar profesional es el resultado de mi libre
pensamiento. No hay espacio en mi cerebro para remordimientos, compunción ni
retractación. Mis actuaciones profesionales las ratifico, reafirmo y de ellas
vivo orgulloso.
20.- La vida de los seres humanos transcurre entre
momentos de alegría y tristeza, gozos y pesares, aflicción y regocijo. A veces,
por más que procuramos la felicidad, en un abrir y cerrar de ojos nos
cambia el estado de ánimo.
21.- La profesión que escogí
por vocación, con mucho entusiasmo, total apasionamiento, absolutamente
magnetizado, ya hoy no me cautiva, ha dejado de encantarme, me es indiferente,
no la siento porque el ambiente para ejercerla
está, como la sociedad, degradado.
22.- No estoy formado para
la trampa, la fullería ni el argumento embaucador, y lamentablemente hoy el que
predomina es el trampista, chocarrero y jugador de ventajas. Este es el medio
ideal para quien carece de talento para defender el caso de su cliente con
altura, al margen de la estratagema, la argucia y las malas artes. La profesión
de abogado hoy, al igual que todo lo
que se mueve en el medio social donde
vivimos, hay que ejercerla apoyándose en
el ventajismo y comadreo, algo para lo que no debe prestarse quien respeta la
ley, el derecho y la justicia.
23.- La sociedad dominicana
tenía que llegar a un alto grado de
degradación, de
envilecimiento, y el fenómeno de
la corrupción arroparla por entero, para que una actividad enaltecedora como la
abogacía se rebajara, se desacreditara hasta el punto que asquea a quienes por vocación
llegamos a ella venerándola.
24.- Hoy 25 de febrero de
2017, al cumplir 50 años de ser investido como doctor en derecho el 25 de
febrero de 1967, puedo decir que en mi ejercicio profesional he pasado momentos
enojosos, fastidiosos, como el día 1 de mayo de 1972, que me vi al borde de la muerte; pero también
he vivido episodios agradables como los fueron aquellos cuando lograba la
libertad de un acusado o una imputada apresada por sus ideas políticas.
25.- Debo precisar que en mi
vida profesional la ocasión de más
emoción la viví el 15 de febrero del año en curso: a.-) al momento de recibir el documento de
reconocimiento emitido por el Consejo Universitario de la Universidad Autónoma
de Santo Domingo, en mi condición de
miembro de la Promoción de la Libertad;
b.-) por ser escogido para
pronunciar el discurso central a nombre de todas y todos
mis compañeros; y, c.-) la
satisfacción de expresar, desde lo más profundo de mi corazón, que uno de mis compañeros, el doctor Julio
Aníbal Suárez, al momento de desempeñar el cargo de Magistrado
de la Suprema Corte de Justicia, demostró
ser arquetipo de la honestidad, prototipo del sentido de lo justo, pura
y simplemente el juez honorable, insigne, el modelo de árbitro que merece
nuestro pueblo y cualquier sociedad que aspira a vivir bajo la decencia, la
justicia y la institucionalidad.
26.- Ciertamente, el pasado
15 de febrero lo pasé de mil amores; me sentí el ser humano más feliz sobre la tierra al confraternizar con
familiares, amigas, amigos y amistades. Al intimidar con personas sanas que me
transmitieron ternura, me sentí que estaba en
un mundo de querencia, de pura dulzura.
Santiago de los Caballeros,
25 de febrero de 2017.