lunes, 31 de agosto de 2015

Estamos conviviendo con un peligro social: El intrigante


Por: Ramón Antonio Veras.

I.- La figura del intrigante

1.-  Históricamente, el ser humano se ha interesado por vivir tranquilo, en paz; ha hecho  todo lo posible para  compartir en forma placentera  con aquellos que conforman la comunidad, pero su anhelo no siempre ha sido  alcanzado.

2.- La armonía  resulta frustrada en sociedades heterogéneas porque cada grupo social tiene diferente actitud en la forma de mantener la convivencia; se rompe la compenetración allí donde hace acto de presencia la incomprensión, la intolerancia y la discordia.

3.- Para que se produzca la ruptura  de la avenencia entre personas que se guardan afecto mutuo, tiene que intervenir  alguien interesado en la discrepancia,  motivado en que desaparezca el concierto, la concordia y  nazca la desunión, la diferencia.

4.-  Para romper la solidez de los vínculos creados por lazos familiares, de  amistad, camaradería y confraternidad, ha de intervenir un individuo que tenga condiciones específicas para hacer labor  de desarmonía y enemistad; sembrar odio, animadversión y  encono entre quienes  ha existido amor, cariño y sincero afecto. El intrigante es el  ideal para sembrar desavenencias, la semilla venenosa de la cizaña.

II.- El intrigante se prepara para actuar
5.- El intrigante, a los fines de cumplir sus designios malévolos no procede con precipitación, sino con premeditación; hace cálculos fríos de cómo ha de ejecutar  sus acciones; estudia,  reflexiona para lanzarse a su tarea disociadora.  

6.- Hace un  retiro espiritual, un aislamiento por convivencia;  de un  recogimiento para la maldad, el intrigante  sale listo a darle inicio  a su misión disociadora. Se considera  debidamente   acondicionado, presto para intrigar.

7.- El intrigante, penetra con sigilo para pasar desapercibido, como un ignorado; aparentemente sin ninguna clase de malicia, aunque tiene en su mente la ponzoña que va a tirar para que, como un tóxico   cualquiera,   surta efecto perjudicial.

 8.-  El intrigante se mueve con precisión  hacia donde dirige sus pasos  para cizañar sin desperdicios; hace acto de presencia en el lugar donde se encuentra  la persona en la  cual va a crear cisma.

III.- El intrigante ante quien quiere indisponer

9.- Con suma habilidad, el intrigante se acerca a quien procura influenciar con su mensaje insidioso; se expresa con suavidad, hace comentarios de “me dijeron”,  “están diciendo”. Explica con exactitud la idea que quiere dejar fija en la mente de aquel que busca indisponer con su hermano,  amigo o socio.  Entre opiniones, afirmaciones y exclamaciones, el intrigante va ganando confianza.

10.- Moviéndose en el escenario escogido, el intrigante cautiva  a la víctima  intrigada, con la  cual,  haciéndose el bien informado, charla, comadrea y platica  sobre distintos temas, pero siempre haciendo hincapié, con su perorata malsana, en la idea que quiere quede de su conferencia.

11.- A los fines de darle apariencia de sinceridad a sus expresiones, el que intriga habla pausadamente, con finura y suavidad absoluta; ni por asomo se manifiesta con aspereza, porque quiere que el que lo escucha crea que está hablando con un evangelista, un apóstol.

12.-  Con palabras dulces, cubiertas de malicia venenosa, el intrigante se dirige a quien quiere indisponer con otro,  como si fuera un consejero que vino a salvar a su interlocutor de una inminente  trama en su contra; llegó  a hacer labor de salvador, a amparar, proteger a aquel que supuestamente va a ser víctima de una maquinación.

13.- En su obra simuladora, el intrigante para lograr su objetivo combina la apariencia con la realidad; se presenta como para sincerarse, confesarse de algo no quiere le ocurra al intrigado; hace creer que llegó para desahogarse y justificar su aparente sinceridad; con su doblez, el que intriga  disimula retorciendo la veracidad.

14.- El intrigante le hace cuentos a quien quiere intrincar; murmura, cuchichea para mantener el comadreo con quien   lo está oyendo de buena fe, pero  ignora  que está siendo víctima de la verborrea de un  hablantinoso malicioso, armado de perversidad.

15.- Para lograr indignar el intrigante utiliza expresiones, supuestamente dichas por quien trata de indisponer, con el objetivo de enojar, encolerizar a quien le escucha. El que intriga es  tan malvado que a la vez que pone en boca de otro lo que no ha dicho,  también simula calmar, consolar al que ha indignado.

16.- El intrigante, conoce bien al que ha elegido para enemistar con otro, sabe impresionarlo, conmoverlo en su estado de ánimo; busca ponerlo nervioso, pensativo y altamente sensitivo; aturdido por la noticia alarmista recibida.

17.- Con su labor insidiosa, el intrigante hacer creer al irritado que la información  que le ha servido es simplemente  precautoria, para que se cuide, que lo que le ha dicho lo supo  de manera confidencial y de fuente absolutamente confiable.

18.-  El intrigante con sus palabras procura generar asombro; al  conmocionar al intrigado, lo deja  estupefacto;  se siente realizado cuando horroriza, dejando pasmado, atónito   a quien sorprende con la supuesta información milagrosa.

19.- En lo adelante, el intrigante es visto bondadoso, buenazo, complaciente;  como alguien que sirve para auspiciar, profetizar, proteger a quien podía haber  sido  lesionado. Con la maldad, la intriga, el instigador sale como bienhechor, un valedor, en lugar de lo que es, un  perseguidor, hostigador y perverso.

20.- La trama urdida por el intrigante surte siempre sus  efectos, porque  de cualquier forma sale beneficiado con su intervención; si no consigue indisponer por  completo, por lo menos siembra la duda, crea indecisión, pone a titubear a quien tenía confianza, ha logrado malquistar.

IV.- El intrigante está presente aquí, entre nosotros

21.- Sin mucho esfuerzo se comprende que para germinar, para que pueda brotar  un árbol tiene que estar sembrado en un terreno adecuado a su especie, de lo contrario no puede florecer, su  nacimiento es imposible. Lo mismo se puede decir del intrigante.

22.- Para una persona desarrollar condiciones que la hagan fomentadora de odios, rencores, desavenencias, desamor, hostilidad, etc., tiene que haberse formado en un ambiente propicio a  taras sociales que desdicen del buen proceder de los seres humanos.

23.- Precisamente, la sociedad dominicana de hoy es la ideal, la sublime para que un  engendro del mal, como lo es el intrigante, pueda sentar reales, establecerse tranquilamente, apoltronarse para disociar, desunir, enemistar y de toda forma apartar.

24.-  En nuestro medio está firme el intrigante, porque ha encontrado un campo propicio para sus operaciones infernales; las travesuras que hace se aceptan con normalidad porque otros  disfrutan los actos de intrigas como si se tratara de algo cultural.

25.- Hay que ser un depravado para alimentar intrigas. Cada día abundan aquí los  chanchulleros que hacen fina labor insidiosa indisponiendo a quienes se habían mantenido unidos con afectos.

26.- El chisme, la discordia, el antagonismo y otros vicios que utiliza el intrigante para desunir y enemistar,  son de uso corriente en la reunión de personas. En nuestro medio el intrigante tiene un amplio campo de acción por  la diversidad de grupos sociales, económicos y políticos que intervienen en las diferentes áreas de la vida nacional.

V.- El intrigante en la politiquería  dominicana

27.- El intrigante, en el accionar politiquero dominicano tiene un campo ideal  para poner en práctica sus perversidades, porque la politiquería se nutre de la intriga y la chismografía; y aquel que sabe  chismotear se hace indispensable.

28.- En las organizaciones politiqueras del sistema sobresale quien mejor maneja la intriga, poniendo de por medio  comentarios malintencionados para reducir a los contrarios, es decir,  el chismerío como arma para generar divisionismo.

29.- El intrigante, con sus truchimanerias  se mueve con agilidad cuando procura obtener un cargo en el gobierno;  pone a circular rumores con relación a quien ocupa el puesto que desea; merodea hasta por el Palacio Nacional, huroneando informaciones; si no le da resultado rumorear, se inventa la emisión de un Decreto supuestamente  emitido por el Poder Ejecutivo.

30.-  El   intrigante,  sus  estratagemas en el mundo político dominicano las utiliza  para lograr algún beneficio económico; dirige su mente a majaretear algo del presupuesto nacional, sin importarle que lo califiquen de trasechador vulgar, o un muérgano  indecente.

31.- Cualquier persona decente debe sentirse asqueada del accionar politiquero dominicano que descansa en el intrigante, porque este es chismoso, insidioso, perverso, disociador, confabulador,  maniobrero,  pura y simplemente, es una afrenta para toda organización política que lo acoja en su seno, o gobierno que lo nombra en  un cargo.

32.- Con todo pesar hay que reconocer que el intrigante se ha convertido en una gran  pieza dentro del tablero político dominicano, porque  el medio social actual  hace posible su permanencia y desarrollo.  Apoyarse en el que intriga para lograr objetivos politiqueros convierte  al patrocinador en un sujeto de  orilla, de baja estofa.

 Reflexiones finales

a.- El nivel de descomposición de una sociedad puede medirse por la aceptación o rechazo que tenga el intrigante; acoger a quien se ocupa de intrigar, desdice mucho de quien  lo admite. Donde la intriga tiene espacio las personas de bien nada buscan, porque el intrigante, como el fraude, lo corrompe todo.

b.-  Son muchos los vínculos de amistad que se han roto por la labor de zapa de un intrigante. Por tanto,  la experiencia nos debe enseñar que el que intriga, el  disociador no es persona de fiar;   de su garganta solo salen palabras preñadas de veneno para indisponer, malquistar, generar desavenencia donde imperaba cariño, amistad y unión.

c.- Debemos mantenernos en tensión, con plena lucidez y agilidad mental para no llegar a ser víctima de las  maniobras del intrigante. Con el más mínimo descuido, el que intriga aguijonea, motiva la separación, el rompimiento de  relaciones cordiales y sinceras.

d.- Si el intrigante se dispone poner en tensión para sacar algún provecho personal por  medio de la insidia, lo logra, aunque para tal fin se convierta en un majaretero impenitente, con sus malas mañas indispone, y logra insoportables inquinas.

e.- Nadie puede  esperar que el intrigante va a actuar en forma arrogante o con guapeza. El  se presenta gracioso, garboso y con apariencia de agraciado, pero en ese estudiado comedimiento está envuelta su cualidad esencial de zorro para hacer función de escisión;   cuantas veces la intriga, procede con  sigilo, mayor interés tiene de indisponer. El disimulo, la  cautela  en el disociador entraña peligrosidad en su actuación ponzoñosa.

f.- Aunque el intrigante se presenta haciéndose el loco, aparentemente desentendido, en el fondo de su alma subyace el fin  que persigue con su actitud,  simula que es un guanajo, cuando en realidad es tremendo avivato, listo y altamente sagaz como promotor del divisionismo, de la discordia entre personas.

g.- De las diabluras de los intrigantes deben cuidarse las personas que practican la lealtad, porque están expuestas a ser sorprendidas ingenuamente por los instigadores lambisqueros,  que adulando confunden al más avispado. El más despabilado cae ante el disociador  que se vende como zángano.

h.- El que maquina, el intrigante acciona para obtener algo para sí, o lesionar a otro. En  su conjura siempre está de por medio el interés de sorprender la buena fe mediante el enredo, haciendo trapisondas.
i.- La hostilidad lograda por el intrigante,  entre  quienes se profesaban total afecto y mantenían afinidad, satisface al disociador, conseguir rivalidad entre los que sólo había mutua adhesión.

 j.- Ninguna persona con mente limpia y sana tiene espacio en su cerebro para maquinar; urdir  alegremente acciones para sembrar cizaña entre individuos que han mantenido vínculos fraternos; maniobrar para alcanzar la desunión y el odio, es obra de perversos.

k.- La niñez dominicana debe ser orientada, en hogares y centros educativos, en el sentido de que es algo nefasto para su correcta formación cívica y ciudadana, anidar las ideas del intrigante, entre ellos embaucar, disociar, enemistar, intrincar, urdir, tramar, tergiversar y maquinar, y otras que sólo sirven para crear enigma, desconfianza, duda, desunión, odio, desavenencia y todo lo que entraña mala cizaña.

l.- Para comenzar a higienizar la sociedad dominicana se impone que mujeres y hombres de bien unan voluntades orientadas  a marginar  por completo a los  intrigantes de toda actividad;  en la medida que se arrincona a los  disociadores, la confianza mutua se mantiene libre de intrigas, tramas y artimañas.

ll.- Por último,  en lo que a mí respecta, por el  hecho de haber tratado a muchos intrigantes   me siento curado de sus diabluras; ellos  contribuyeron a hacer  mía para siempre esta idea: En lo que me queda de vida procuraré continuar hablando q.- con franqueza ilimitada, pero sólo  con el sincero, no con el falso; quiero comentar, explicar posiciones,  pero  con el que  me escucha con sentido de seriedad, no con el perverso; aspiro a razonar  con el que es leal, no con el farsante; busco mediante el lenguaje decir lo que creo es la verdad, no la mentira; platicar sin perder el tiempo que me queda de existencia, que quisiera que  sea largo y fructífero.

Santiago de los  Caballeros,
29 de agosto de 2015.


martes, 25 de agosto de 2015

La presencia aquí del sinvergüenza


Dedico este artículo solamente a mis amigas y amigos que no  se han doblado ni se doblan.

Por: Ramón Antonio Veras.
Lo que es el  sinvergüenza: un nada

1.- Algunas  veces no resulta fácil referirse por escrito a un tema determinado, porque el asunto a tratar requiere de esfuerzo para explicar lo que se le quiere transmitir a los lectores y lectoras; pero  este trabajo es de cómoda exposición y comprensión  porque nos vamos  a referir a una figura sumamente conocida en  el medio social dominicano: el sinvergüenza.

2.- No hay que romperse la cabeza para identificar al sinvergüenza porque lo tenemos presente en todos los escenarios; él es una cosa a la que cada quien tiene la posibilidad de colocarle el marbete que considere más adecuado.

3.- Al sinvergüenza le cuadra ser  rotulado como porquería, basura, bazofia, cochambre; pero también puede ser etiquetado  grosero, pamplina y, para no ir  muy lejos, basta pensar en él  como  algo de  poco valor, una chuchería.

4.- Para no hacer esfuerzos, ni entrar en consideraciones  en torno al sinvergüenza, lo más atinado es formarse la idea  de que es nada, que no existe, y que a lo sumo es algo sin importancia, una nadería, una nonada humana reducida a la insignificancia.

5.-Aunque el sinvergüenza debe ser visto  como un nada,  esto no quiere decir que no haga daño; debe ser tomado en cuenta  porque  impide  la tranquilidad espiritual, ser un estorbo social, complica el medio donde se mueve y dificulta la convivencia civilizada.

II.- El proceder del sinvergüenza
6.- Se equivoca quien espera ver en el sinvergüenza a una persona formal, recatada. Él es,  en esencia, un descarado, ausente de vergüenza; no disimula ser desvergonzado en extremo; es un atrevido incontrolable; grosero y audaz, fresco e imprudente.

7.- El sinvergüenza no conoce la decencia; le da lo mismo ser considerado afortunado que calificado de descarado, tratado como educado, gamberro o impúdico; no se molesta si le da un trato de insolente o de respetuoso porque nada le preocupa y siempre está acompañado  de la desfachatez, el sinvergüenza se cree inmunizado, protegido contra cualquier crítica; la censura a sus  acciones desvergonzadas las recibe convencido  de que es invulnerable a sus sentimientos indecorosos.

8.-  Por estar dominado por la ausencia de honorabilidad, el sinvergüenza está liberado de adoptar posiciones de respeto a su persona; es un privilegiado del descaro; está dispensado de exigir respeto y consideración; está excusado de hacer exigencia con autoridad, sólo puede hacerse el dócil o indiferente.

9.- En lugar de seriedad, en el sinvergüenza encontramos vileza; la ruindad lo hace sentir tomado  en cuenta;  le da lo mismo creerse enaltecido que rebajado, ennoblecido que denigrado; para él carece de importancia ser acreedor de valoración personal.

10.- El sinvergüenza se adapta a las  circunstancias, vive sin dilema, porque  le da lo mismo vivir de pie que arrodillado; no tiene  conflictos de ninguna clase porque posee el don de la adaptación para adecuarse a lo bueno y a lo malo, a lo limpio y a lo sucio.

III.- El sinvergüenza en nuestra sociedad

11.- Para la sociedad dominicana llegar al estado de descomposición ético y moral  que  se encuentra ahora, el sinvergüenza tenía que descollar, ser el primero de todas  las cochinas situaciones; destacarse como modelo de la depravación en el orden político y social y, además, ser tomado en cuenta.

12.-  El medio social dominicano no  descendió de un día para otro; ha sido todo un proceso de declive porque el sinvergüenza ha incidido  en la vida pública nacional paulatinamente; la caída no ha sido estrepitosa,  porque todavía  lo mejor del país no se ha aclimatado, familiarizado con la conducta vulgar del sinvergüenza.

13.- Aunque aún no hemos tocado el fondo de la podredumbre social, hacia ella vamos a llegar, por la  frecuencia como es asimilada la inconducta del sinvergüenza; cada día resulta más usual la forma de  proceder  los subproductos sociales, entre los cuales el sinvergüenza es insigne.

14.- En nuestro país, en lugar de hacer labor de profilaxis social para  cuidarnos de alimañas  como el sinvergüenza, lo que se práctica es su preservación y desarrollo; pululan por todas  partes como figuras relevantes.

15.- Al sinvergüenza aquí se le da un trato de  relieve, como la fruta más exquisita, el postre  del sistema; es un ciudadano prohijado, recibido como un prócer;  el magnate del círculo donde se mueve; es todo un personaje resaltado por sus iguales inservibles.

16.- En razón de sus habilidades y ausencia de escrúpulos, el sinvergüenza ha logrado ocupar  espacios que en cualquier otro país son reservados para personas de valía por su comportamiento; pero como aquí no hay código de buena conducta, quien no sirve, como el desvergonzado, nunca recibe repulsa, sino aprobación.

17.- Sin hacer mucho esfuerzo comprobamos que el sinvergüenza llegó para quedarse, lo que se evidencia cuando  personas decentes transigen con vagabundos  una vez estos  las  lisonjean; el desprestigio se olvida por  halagos sociales convencionales;  el crédito, la reputación  y la fama está cuestionadas, hechas hilachas, un fleco cualquiera.

18.- La influencia del sinvergüenza es tan fuerte en el medio social dominicano,  que la separación que existía ayer entre  el descalificado  por acciones  delincuenciales y el honrado, ya están limadas, superadas, coinciden en todos los escenarios; no tienen divergencia, disconformidad ni desemejanza; la concordia en inconductas unifica a los separados, a los que tenían  discrepancias aparentemente insuperables.

19.- Cuando decimos que no hay disyunción en el ambiente dominicano es porque la realidad así lo demuestra.  Las criticas de ayer al sinvergüenza, hoy son elogios exagerados; ya no se censura al que hizo fortuna económica robando al erario, sino que  se alaba, su persona es digna de encomio, ensalzamiento cargado de adulonería.

20.- Para tener una idea somera del agrietamiento de la sociedad bajo la  cual vivimos, basta con  saber que la astucia, la taimería y bellaquería del sinvergüenza su socarronería, es aplaudida por los sectores que han inclinado lo cerviz para  reverenciar a quienes hacen vida de bribón, fullería y pitorreo.

21.- Un medio tenía que aceptar tranquilamente en su seno con afabilidad, como ha ocurrido aquí con el sinvergüenza, para que la sociabilidad, la distinción y la llaneza se le dispensara al hosco, irritable, despreciable y descalificado.

22.- La adulonería hacia el sinvergüenza ha llegado hasta el punto de que gente que se suponía era de bien, decente, ahora es la más cofrade, aliada del desvergonzado, se ven como socios en las sinvergüencerías,  han hecho alianza de sucios.

23.- Ante las acciones bochornosas del sinvergüenza, en lugar de actitud de firmeza, dureza y rigurosidad, lo que se le demuestra es dulzura, tolerancia, flexibilidad y cordialidad; se le santifican, glorifican y justifican sus desmanes, todo porque al falto de vergüenza se le trata como un sujeto de consideración y admiración.

24.- Las groserías, plebeyez y chabacanerías del sinvergüenza ocurren como algo cultural; se toleran como diciendo que esa es la forma normal del comportamiento; que da lo mismo la elegancia, la  finura y la cortesía del pasado, que la inelegancia, la banalidad y la perogrullada del presente.

25.- Resulta muy difícil en el ambiente dominicano escuchar una  censura a las inconductas del sinvergüenza;  en sus La presencia aquí del sinvergüenza el desvergonzado cuenta con secuaces que aplauden, celebran los actos desvergonzados de su compinche.

26.- En  nuestro  país, al igual que en otro donde se ha mutilado, estropeado la honra, el sinvergüenza es una figura distinguida, porque está adornada con lo que hace al ser humano infecto, asqueante  y  aborrecible: la ausencia de dignidad.

IV.- El sinvergüenza en la politiquería
27.- Estamos en la época de mayor ascendencia del sinvergüenza; ocupa espacio en todas las áreas, órganos e instituciones; su existencia es una realidad, su estampa asoma por todas partes, es un testigo que se registra en los distintos ambientes.

28.- En los medios políticos el sinvergüenza constituye una pieza sobresaliente; su preeminencia se considera necesaria para darle vida a la politiquería;  él luce dominante en la generalidad de los partidos del sistema porque con su comportamiento señala  la línea politiquera  a seguir.

29.- La incidencia que tiene el sinvergüenza en los partidos tradicionales se  extiende a los gobiernos en los cuales, por la consideración que se le tiene,  llega a tener hegemonía; la influencia que ejerce en las instituciones del Estado le lleva a comportarse con  prepotencia; su  dominio,  el sinvergüenza lo traduce  en preeminencia; su pujanza lo lleva a ser de los dueños del poder.

30.- La presencia necesaria del sinvergüenza en el accionar politiquero del país responde a su conducta, a su práctica normal de la sinvergüencería; mientras más descarado es el desvergonzado, más imprescindible es en el mundo politiquero dominicano. Su existencia es esencial, ineludible.

31.- Poco importa lo nefasto que sea el sinvergüenza a la vista del pueblo; su actitud despótica cae bien a quien sirve políticamente; aquel que carece de vergüenza no está en la politiquería para ser decoroso, honorable ni respetable; para los fines da lo mismo que sea deshonesto, que recatado.

32.- En el  medio político dominicano todo vale, el sinvergüenza y el decente, el insobornable y el corrupto, el insípido o el sabroso; de ahí  que el desvergonzado tiene siempre un espacio especial guardado en el aparato burocrático, porque si no sirve como insociable, lo hace bien como bufón.

33.- Si el comportamiento del sinvergüenza es analizado con detenimiento observamos que como persona no es buena ni mala, depende para la que utilice su sinvergüencería; algunas veces hace uso de ella para su provecho personal, otras para dañar a terceros,  y algunas veces su indecencia la usa en forma inofensiva.

Reflexiones finales
a.- Para la sociedad dominicana llegar al estado de descomposición ético y moral en que  ahora se encuentra, el sinvergüenza tenía que descollar, ser el primero de todas  las cochinas situaciones; destacarse como modelo de la depravación en el orden político y social y, además, ser tomado en cuenta.

b.- En un abrir y cerrar de ojos somos testigos de que la presencia del sinvergüenza es una cotidianidad, porque le vemos en el círculo familiar, laboral  y de amigos; en los gremios, asociaciones, partidos e instituciones del Estado; está esparcido por todo el país; no hay espacio o escenario donde no ha sembrado reales el sinvergüenza.

c.- La sociedad dominicana está podrida, pero todavía en su seno quedan personas, en los distintos estratos sociales, que no han abrazado la desvergüenza, aunque se  sienten asqueadas por  los aires pestilentes  que  respiran, fruto de la contaminación que ha contagiado el ambiente nacional, principalmente por la preponderancia de los sinvergüenzas en todas las esferas de la vida nacional.

d.-  La moral de cafre ha sido aquí bien  recibida porque el sinvergüenza la ha asumido  como norma de comportamiento habitual; la cáfila de vagabundos que señorea a los desvergonzados se siente bien protegiéndolos.

e.- En cualquier lugar estamos expuestos a encontrarnos con el sinvergüenza; su figura aumenta en la misma proporción que se corroe el orden  social  dominicano; es uno de los artífices que ha minado la base sobre la cual descansa nuestra sociedad.

f.- Para el medio social dominicano llegar al estado corrompido que padece hoy, en su seno tiene que predominar un ente pervertidor como el sinvergüenza, que haya influenciado en forma   preponderante a la depravación presente y que cada día se agrava más.

g.- Los sinvergüenzas abundan,  han proliferado con el transcurso de los años; su abundancia en número guarda proporción con la acogida que reciben; su multiplicación está garantizada por el sistema dominante que es su caldo de cultivo.

h.- El sinvergüenza es insoportable, porque irrita a cualquier persona que no tolera el “tigueraje”,  algo muy común en la forma de actuar el descarado; las  acciones indecentes hacen del desvergonzado un sujeto  irritante, solo grato a sus iguales inservibles.

i.- Por las críticas de que ha sido objeto el sinvergüenza, de parte de una minoría de dominicanos y dominicanas, en los últimos años se ha  interesado en pagar vocingleros en medio de comunicación, para que vociferen  propagando la idea de que ser desvergonzado no es inconducta, que aquí todos tenemos igual proceder sinvergüenza,  sembrando así la confusión.

j.- El sinvergüenza procura establecer similitud entre él y quienes censuran sus sinvergüencerías, con el fin de crear la falsa  idea de los iguales, donde sólo hay desigualdad;  no hay analogía entre quien tiene como línea de vida la sinvergüencería, y aquel que la  crítica como nefasta.

k.- En interés de minimizar su sinvergüencería, el sinvergüenza  trata de que  se vea como algo que lleva a cabo todo el mundo, para así sentir  que su proceder está generalizado, que este es un país de desvergonzados. Y en ocasiones parecería tener razón, porque esa mala hierba se ha diseminado tanto en nuestra sociedad, que a veces el que denuncia al sinvergüenza, es tan indigno como el denunciado.

l- El sinverguenzón no se limita a hacer sus bribonadas, sino que también se las acumula a las personas de bien, que en nuestro país no son muchos, pero las hay, y han resistido  las facilidades que tiene aquí quien disfruta las sinvergüencerías.

ll.-  En nuestro país cada quien tiene su  sinvergüenza preferido, al que le tolera y celebra sus sinvergüencerías;  el predilecto siempre resulta ser un servidor de su protector, ya sea como cómplice de acciones corruptas, su bufón o celestino. Al elegido nunca se le reprocha su desvergüenza.

m.-  El cariño, preferencia y aguante al desvergonzado ha creado en el medio social dominicano una especie de asociación de bombo mutuo entre el patrocinador y su protegido, la cual se extiende a toda clase de apañamiento recíproco.

n.- El descarado y el desvergonzado, andan de la mano, hasta el punto de que no resulta fácil de individualizar, razón por la cual hay que darles igual trato, como atrevidos, vulgares y groseros de esencia antisocial; son insolentes, carecen de franqueza, sentido de sinceridad y les acompaña siempre la doble cara y el cinismo.

ñ.- En la presente coyuntura se eleva al sinvergüenza y canalla que practica la vagabundería; se santifica a los pillos y al granuja, que se burlan de los hombres y mujeres decentes.

o.- Debemos esforzarnos para hacer comprender a nuestras niñas y niños, que hagan conciencia de que ellos serán los artífices de las futuras generaciones, comprometidas con la erradicación de todo lo que significa desigualdad, discriminación,  miseria y sinvergüencería.

p.- Por último,  en lo que a mí respecta, por el  hecho de haber tratado a muchos sinvergüenzas  me siento curado de sus diabluras; ellos  contribuyeron a hacer  mía para siempre esta idea: En lo que me queda de vida procuraré continuar hablando.
q.- con franqueza ilimitada, pero sólo  con el sincero, no con el falso; quiero comentar, explicar posiciones,  pero  con el que  me escucha con sentido de seriedad, no con el perverso; aspiro a razonar  con el que es leal, no con el farsante; busco mediante el lenguaje decir lo que creo es la verdad, no la mentira; platicar sin perder el tiempo que me queda de existencia, que quisiera que  sea largo y fructífero.

Santiago de los Caballeros,

23 de agosto de 2015.

El ingrato y su presencia en nuestro medio


Por: Ramón Antonio Veras.

Introducción
1.- La práctica de la vida es lo que más enseña; la experiencia adquirida en el duro batallar nos prepara para enfrentar situaciones que sólo  la rutina permite su comprensión; la habitualidad hace posible que desarrollemos destreza para descubrir las minucias y los asuntos de transcendencia que se anidan en el cerebro de los seres humanos.

2.- En un santiamén no llegamos a tener el dominio, la sapiencia necesaria para darnos cuenta de los defectos y las virtudes de aquellos con los cuales compartimos y establecemos estrechos vínculos. El tiempo nos da sabiduría, aunque  muchas veces la misma no basta para descubrir  los vicios ocultos que dañan a los débiles de espíritu.

3.- La comunicación con los demás sería sumamente fácil, llevadera, si en el medio social todos  tuviéramos igual conducta, idéntica forma de comportamiento; pero resulta que en el ambiente que nos movemos existen diferentes formas de actuar, de intervenir, operar unos y otros.

4.-   Si todos los integrantes de la sociedad actuaran en igual  sentido y las relaciones  se guiaran por una especie de código único; si la sorpresa no existiera, todo sería armonía, comprensión, concordancia y cordialidad. Pero no resulta así.

5.- Por la variedad de actitudes entre los miembros  de una misma sociedad,  al lado de la armonía está la discordia, la avenencia  y la desavenencia, el odio y la simpatía, el acuerdo y la discrepancia, conciliación  y antagonismo; en verdad,  están presentes pluralidad de formas de actuar.

I.- Características de un ingrato
6.- Precisamente, por las diversas formas de proceder los dominicanos y dominicanas, observamos que en los últimos tiempos, acorde con el  deterioro social, se hace más notoria la presencia de un  espécimen, un modelo de persona que con su  manera de portarse lesiona las buenas relaciones y angustia a sus víctimas: el ingrato.

7.- No toda persona reúne condiciones para ser ingrata, porque la ingratitud es la suma de taras que  sólo pueden acumularse en cerebros letrinos preparados para ser receptores de ideas, concepciones, estigmas y maculas  repugnantes.

8.- El ingrato es para su favorecedor, un mimado; el elegido de todas las ocasiones, el distinguido predilecto, el privilegiado de su benefactor. En su momento el hoy lesionado por la traición, agració a su favorito.

9.- El ingrato, como calculador maligno, acciona siempre con alevosía, es sumamente cauto en la ejecución de su proceder venenoso, a los fines de que  su maldad sea  fruto de una maquinación meditada.

10.- Más que inteligente, el ingrato es taimado; desarrolla su bellaquería con mucha astucia, lo que impide adivinar sus infames  actuaciones. La ingratitud para alcanzar los fines perseguidos por el traidor tiene que  emperrarse con absoluta obstinación en la voluntad de un traicionero ladino.

11.- El ingrato, por su cercana familiaridad con el traicionado, no afecta a cualquier víctima; escoge entre varias personas a la que más le ha servido, la que  lo ha protegido y  auxiliado en momentos difíciles a él y a los suyos. En sí, golpea a quien lo convirtió de zarrapastroso en limpio, elegante.

12.- La acción ingrata para que cumpla sus efectos y satisfaga las pretensiones del ingrato debe  ser ejecutada  luego de que el  protector del ingrato ha hecho en provecho de este,  durante un largo tiempo innumerables acciones,   convirtiéndole en un protegido, un favorecido, algo así como un adoptado.

13.-  El ingrato no valora; le da lo mismo recibir un trato gentil que rudo, ser idolatrado que despreciado, favorecido que desamparado. El autor a la hora de llevar a cabo la ingratitud no cree en amores ni sinsabores, consuelo  ni desconsuelo, alegría ni pena.

14.- Por la sinuosidad que caracteriza al ingrato, éste  confunde al más inteligente; es sumamente escabroso; disimula para penetrar y ser favorecido; se comporta ondulado y se hace el gracioso, no es demostrativo ante quien lo favorece; es un compendio, la síntesis del hipócrita y el solapado.

15.- El ingrato para  hacerle honor a su desfachatez,  cultiva el olvido, desprecia recordar; procura no tener presente en su mente nada que recuerde positivamente a su víctima; es un desmemoriado  por conveniencia; busca no acordarse de ningún favor; las añoranzas le molestan  cuando se encuentra con su protector; el ingrato se siente dominado por una amnesia selectiva.

16.- En el curso de una conversación cualquiera, el ingrato se molesta si su interlocutor hace uso de las palabras lealtad, hidalguía, fidelidad y rectitud; él se da por aludido, supone que se le quiere identificar como desleal, traidor y falso.

17.- El ingrato no valora gestos de atención  a su persona  ni a los suyos; se hace el loco para no tomar en cuenta deferencia, cortesía o atención; la hidalguía la considera una necedad social y la  caballerosidad una porquería,  la franqueza y la hipocresía las tiene en el mismo espacio.

18.- El ingrato carece de miramiento; está dominado por la desatención y la imprudencia; no cree en la delicadeza hacia quien le demostró solidaridad; tiene el descomedimiento como línea general de proceder ante  su protector.

19.- Al ingrato le da lo mismo comenzar o sumarse a acciones  deleznables contra aquel de quien fue favorecido o protegido; no se compadece con nadie; a quien le dio  la caridad, le paga con la crueldad; al que le  aportó compasión, le devuelve  impiedad.

II.- La sociedad dominicana, adecuada para el ingrato. Su actitud en la politiquería.

20.- La ingratitud se desarrolla más rápida y ampliamente en la medida que el orden social se va haciendo cada vez más degradante en el orden ético y moral. En un ambiente podrido, sin valores de dignidad y decoro, el ingrato se siente sumamente bien, cómodo.
21.- No hay que hacer mucho esfuerzo para comprender que la forma como está funcionando la sociedad dominicana de hoy,  es la ideal  para quien abraza la ingratitud. Las relaciones que ayer se tenían  como sagradas, han sido contaminadas porque el ingrato no respeta hermandad, afinidad, ni la compenetración; para él la desunión, antipatía y la felonía es lo mismo que unión fraterna, simpatía y compañerismo.

22.- Al ingrato le da lo mismo iniciar una campaña difamatoria contra quien lo elevó hasta el último peldaño social y estatal,  que subirse en la ola que mueven los adversarios declarados de su pasado protector.

23.-  Estamos viviendo una etapa de dobleces en la cual el ingrato sobresale; en vista de la podredumbre que se observa en todo el tejido social de nuestro país, la acción del ingrato es aceptada tranquilamente; su actitud desleal se ve formando parte de la cultura,  como algo propio que nos individualiza como país.

24.- La situación de deterioro social aquí  llega a un grado tal que se santifica la conducta del ingrato, confundiéndole con neutralidad, ecuanimidad, imparcialidad y libertad de pensamiento.

25.- Por el hecho de que el accionar político dominicano descansa, fundamentalmente, en relaciones personales, no ideológicas ni de principios, la ingratitud se destaca sacando sus garras, poniendo en evidencia la doblez, el disimulo y la falsedad de muchos politiqueros.

26.- Con frecuencia, hilachentos llevados a ocupar altos cargos burocráticos por la influencia política que ejercen en el mandamás de turno, y  a quienes  juran lealtad, luego los vemos muy pulidos; transformados  de desharrapados a perfumados, y vistiendo a la última moda.

27.- El ingrato, una vez el jefote que  le favoreció sale del poder, comienza a  censurar su administración, la misma de la cual formó parte y diseñó; se convierte en un crítico  impenitente, zarandeando la figura política que lo había favorecido,  sacándolo de  menesteroso a opulento, de incoloro a brillante, de bajo  a descollante y de desconocido a célebre.

28.- No se pretende que la ayuda, el servicio prestado y el auxilio al ingrato, tengan como contra partida la sumisión, la entrega, la deprecación ni la incondicionalidad, lo único que se espera de él es que sea consecuente; que no sea lisonjero, ni perverso;  adulador ni canalla; cobero ni ofensivo hacia su servidor.

29.-  La persona ingrata no surge del espacio sideral, sino que es un producto terrenal que ha asimilado uno de los tantos vicios que sociedades enfermas  como  la nuestra generan; la expresión práctica del ingrato, la ingratitud, lo define claramente por sus afines.
Reflexiones finales
a- Por ser un desalmado, el ingrato carece de sensibilidad, no tiene conciencia; a su guardián  lo ve como su  protector bondadoso y humanitario, pero una vez cae en desgracia  se convierte en pérfido, lo pisotea, deja de ser el compasivo que decía ser.

b.- Para el ingrato, el hecho de haber recibido el sentir humanitario de quien ahora es su víctima, lo tiene en el olvido. La ingratitud es el presente, la buena obra hacia el ingrato es cosa del pasado, no cuenta. El desleal escribe las buenas obras hacia él y los suyos sobre un pedazo de hielo.

c.- La ingratitud no es estática, se mueve por todas partes; se aloja en la cabeza del ingrato aguijoneando contra aquel a quien debía lealtad; provoca e incita a lo maléfico; es perniciosa y disfruta ejecutando sin límites la malevolencia.

d.-  El objetivo del ingrato es dañar en forma dirigida a quien lo había favorecido; si no puede eliminarlo físicamente, procura desacreditarlo, desprestigiarlo, hacer de su pasado protector una persona malmirada, desacreditada, reducirla a la absoluta animadversión pública.

e.- Como venenoso al fin, el ingrato atropella sin cesar, ultraja hasta lograr el menoscabo de aquel a quien debía gratitud; trata, por todos los medios, de no estar solo en su  accionar, por lo que lucha por lograr malquistar, encizañar hasta que indispone a aquel que le extendió  la mano solidaria en momentos de dificultad.

f.- El ingrato  se mueve sigilosamente;  le vemos en  círculos  de amigos, familiares  y políticos; penetra con el fin de perjudicar, lastimar a quien lo había protegido;  su labor funesta contamina  los ambientes, sin importar lo sano que sean; es un apostata que paga la gratitud generando daños morales y materiales.

g- Por ser una cuestión de sentimientos y por su propia formación,  con el ingrato no hay nada que hacer para salvarlo, porque es incorregible; se mantiene empecinado en la traición  y de ahí nadie  lo mueve; es un  testarudo insoportable, con su mente puesta en la falsía; es un obcecado persiguiendo a quien lo favoreció; es   un malagradecido contumaz.  Por tanto, es perder el tiempo tratar de que razone en el sentido de que deje de ser nocivo, pernicioso, perjudicial, desleal, traidor, nefasto, infame y perturbador.

h.- El ingrato,  mientras es  favorecido, es sumamente empalagoso y liviano con su protector; le falta tiempo para elogiar, magnificar y alabar a quien  luego maldice, censura, vitupera y  rebaja; de indigestar con sus exaltaciones, pasa luego a  ser un  crítico mordaz, virulento y acérrimo contra su patrocinador. Con  la misma fuerza que el farsante defiende, ataca; como alaba, vilipendia; pondera, para luego insultar.

i.- De seguro que cada quien recuerda un  ingrato que se caracterizó por dicharachero  y célebre, hasta llegar a la bufonería; pero también lo tiene presente  como triste, aburrido y apagado. Mientras está siendo protegido, el desleal es híbrido, mixto, una mezcla de persona que se comporta, cuando quiere ser beneficiado, como le agrada o convenga a quien lo apoya y beneficia. Tiene condiciones para llamar a hilaridad y diversión, como también  amargura y fastidio.
j.- El ingrato hay que mantenerlo lo más alejado posible; encierra en su persona las cualidades más despreciables del ser humano, entre las que se destacan la deslealtad y el egoísmo; también hay que identificarlo como malagradecido, infiel y taimado.

 k.- Por experiencia propia puedo decir que ninguna persona de nobles sentimientos  debe romperse la cabeza analizando cómo identificar a un  ingrato, porque este es un individuo que por su comportamiento sinuoso resulta difícil de individualizar; tiene un carácter no original, un estilo de vida oportunista; temperamento voluble y temple indefinido. Pura y simplemente, el ingrato es un engendro que tiene una personalidad sibilina.

l.- Por último,  en lo que a mí respecta, por el  hecho de haber tratado a muchos ingratos me siento curado de sus diabluras; ellos  contribuyeron a hacer  mía para siempre esta idea: En lo que me queda de vida procuraré continuar hablando con franqueza ilimitada, pero sólo  con el sincero, no con el falso; quiero comentar, explicar posiciones,  pero  con el que  me escucha con sentido de seriedad, no con el perverso; aspiro a razonar  con el que es leal, no con el farsante; busco mediante el lenguaje decir lo que creo es la verdad, no la mentira; platicar sin perder el tiempo que me queda de existencia, que quisiera que  sea largo y fructífero.

                                                                                                                                                          Santiago de los Caballeros,

                                                                                                                                                          19 de agosto de 2015.

miércoles, 12 de agosto de 2015

El trepador social aquí y algunos de sus rasgos


Por: Ramón Antonio Veras.

Introducción
Es legitima la aspiración de todo ser humano desarrollarse  en el orden material y espiritual, en base a su esfuerzo; acrecentar  siguiendo el normal desenvolvimiento  es algo muy natural, y hay que aceptarlo como resultado del esfuerzo por alcanzar el progreso.
Es bien visto el empeño de una persona por ocupar un lugar de respeto  y consideración en el medio social, tomando como base el trabajo manual o intelectual, pero resulta penoso tratar de escalar socialmente en forma precipitada reduciéndose como persona en su dignidad.
En este escrito  vamos a referirnos  a algunos  rasgos que caracterizan a aquellos individuos que procuran ocupar un lugar que no les corresponde en los marcos del sistema económico predominante en el país.

I.-  Comportamiento de un segmento de la clase media
1.-  Las clases sociales, esos grupos humanos que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social, y  se determinan por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo, tienen una actitud distinta ante los fenómenos sociales y la forma de enfrentarlos. De ahí que dependiendo de su ubicación social, en las sociedades humanas las personas que las componen reaccionan en forma diferente en procura de alcanzar sus objetivos.
2.- Al margen de las clases fundamentales de cada sistema, está la clase media, la cual por su propia naturaleza es inestable, se mueve entre los de abajo y los de arriba; se comporta cambiante e  insegura, a la vez que arrastra muchos vicios sociales.
3.- En el segmento de la clase media encontramos   todo tipo de conductas, sentimientos y aspiraciones; algunos de sus fragmentos se interesan por ocupar  el o los lugares de las clases altas; procuran  subir,   no por su desarrollo normal en la producción social, sino mediante   formas  variables de inconductas.
4.- Algunos grupos sociales están dispuestos a ejecutar las acciones más deleznables en interés de escalar  para ocupar un alto peldaño en la pirámide social y exhibir atributos exteriores pecuniarios  que  no pueden justificar. Para actuar en semejante forma  parten del falso razonamiento de que como en el medio social donde viven el pastel económico está ya muy repartido, si llegan tarde a la repartición  les tocará muy poco o nada y,  por tanto, tienen  que darle riendas sueltas a sus ambiciones.

I.- El afán del  trepador social por escalar
5.- La desesperación se apodera de los que buscan trepar socialmente; se la ingenian  para escalar; su objetivo es subir aunque sea eliminando a los que llegaron más temprano y se encaramaron primero en la escalera del sistema.
6.- La impaciencia de aquel  que se siente  muy alejado  del pastel que ofrece el ordenamiento vigente y cree que  se agota a medida que el tiempo avanza y no logra colocarse junto  o por  encima de los que  están sirviéndose del dulce desde hace tiempo, se muestra en estado exasperante, dominado por el tormento.
7.-  Los deseos excesivos  del  trepador social le dañan mentalmente; su apetito pecuniario lo traduce en  codicia ilimitada, su ansiedad por estar  un escalón  más alto en la escala social, la convierte en avidez, en un avaricioso enfermizo.
8.- Aquel que se mueve a velocidad exagerada por llegar al peldaño social que ambiciona, poco le importa como le llamen, el apodo o mote que le coloquen; acepta ser llamado burgués sin costumbres y buenos modales, o ricachón o ricacho; todo lo tiene sin cuidado, para él da lo mismo que lo tilden de advenedizo, plebeyo o villano, opulento o rico al vapor.
9.- En  su afán por llegar al tope de la escalinata social, el  trepador  acepta  hacer   de ridículo; servirle de diversión a los que llegaron primero a disfrutar el pastel; no le quita el  sueño ser identificado como bufón o pelele.
10.- La inquietud lleva al desesperado social a moverse en círculos sociales que están  en la cima de la  grada; busca destacar su presencia  convirtiéndose en empalagoso, aunque explorando el empalme social encuentra con su conversación repugnante el desprecio  desconcertante.
11.- El  trepador comienza trepando  con acciones normales, inofensivas en los marcos del sistema, sin lesionar a terceros; pero una vez comprueba que los métodos utilizados no le han dado los resultados  ambicionados, entonces cambia y se dedica a hacer diabluras.
12.- Si por la mente del  trepador pasa la idea de que para ponerse en el espacio social donde están los que primero se sirvieron del  bollo,  tiene  que jugar con  malas artes, hacer travesuras, diabluras, todas clases de trastadas, en lo adelante actuará sin miramiento alguno.
13.- Convencido el  trepador social de que está muy distante del lugar donde está lo que queda del bizcocho  que brinda el sistema, entonces hace una pausa, analiza la longitud y se dispone avanzar para no seguir alejado.

II.- El  trepador social acepta cualquier trato
14- Al  trepador le es indiferente sentirse deshonrado o respetado, odiado o estimado, lo que persigue es notoriedad social, aunque sea injuriado, vituperado  o  pongan  mala cara por su presencia; lo que procura es facilitar su penetración social aunque sea a puntapié.
15.- El  trepador no busca afecto sincero o aversión, amor o desamor, aflicción o repulsión; acepta todo  hacia su persona en nombre de llegar  al pináculo social. Le da lo  mismo recibir un trato de patán que de educado, refinado o tosco; de comprensivo que de intransigente.
16.- El  trepador, para formar parte de círculos sociales elevados, no se siente mal si es considerado un estúpido; acepta que  como  forma de burla se le hable disparates, majaderías y cuantas sandeces sirven  para zaherir a una persona en su inteligencia, sentido común y sano juicio;  no da demostración de sentirse ofendido, vejado, si  es con el fin de ascender.
17.- El  trepador, en su alucinación por estar en la altura social, se cree descollante, aunque sea tratado como ordinario, un corriente cualquiera. En nombre de estar encumbrado acepta ser humillado, menguado en su persona, un minúsculo humano, una minucia hecha persona
18.- Poco le importa al  trepador social que se le dé un trato de jefe o asistente, criado o amo, de señor o servidor; para él lo que cuenta es moverse en un ambiente en el cual tiene futuro para subir socialmente. La cortesía o deferencia  no la toma en cuenta, el tratamiento de desprecio,     amable o adusto  le es  indiferente  al  trepador.

III.- El  trepador social: un desenfrenado
19.- El  trepador social, como competidor desenfrenado no tiene límites; rivaliza con cualquiera sin importar el terreno ni los medios; no respeta contrincantes en su desesperada carrera por llegar a donde está la mesa que contiene lo que queda del pastel; lo que le interesa es que le corresponda algo.
20.- Los juegos sucios del  trepador social dan grima y generan inquietud, a la vez que repugnan; pero le da lo mismo con su proceder causar  sonrisa o llanto, ser visto como delicado o grosero, generar asco o gusto, aceptación o rechazo, ser visto como atento o despreciable .
21.- En su  alocada carrera hacia la cima, y en disposición de avasallar para satisfacer su apetencia de escala  social, el  trepador hace caso omiso a que le califiquen de probo o perverso; la virtud la coloca a un lado en nombre de trepar; se sube  al lomo de la inmoralidad; se encarama hasta en el espinazo de un lisiado para ascender socialmente.
22.- La suma de escalones  que el  trepador tiene que subir no le  importa. Su finalidad es ser de la alta escala social, ser un empingorotado; que se le considere un encopetado; pero nunca un pobrete desclasado.
23.- Quien busca la movilidad social a pura leña, no tiene reparo en nada; no persigue honra, estima ni distinción; no le importa ser despreciado, le basta estar al lado de los que legítimamente llegaron a la cúspide del ordenamiento social.
24.- Estar en el peldaño alto de la  sociedad, habiendo llegado sin esfuerzo alguno, da satisfacción al  trepador, aunque ocupe el lugar sabiendo que  es una persona de vida porqueriza.
25.- Todo aquel que se fija la idea de trepar en el medio social, es posible que llegue, aunque  sea arrastrándose como una culebra; lo que cuenta es el resultado; lo del  trepador es emprender la marcha hacia  la parte más alta de la escalera social; parte con el fin  de llegar; sale aunque tenga de por medio una muralla de acero, un paredón, una fortificación o una pared de concreto armado.
26.- Aunque el  trepador  es un chiflado social, un deschavetado, también es propenso a ilusionarse; en sus planes por escalar se comporta incoherente, moviéndose entre ser un soñador y un práctico, un fanático realista.
27.- El  trepador no toma en cuenta la altura de la escalera social; la altitud lo tiene sin cuidado; lo que le  importa es estar allá, en el pico clasista; la elevación carece de relevancia, a ella ha de llegar aunque sea como réptil o cucaracha; se ha propuesto estar a distancia de la llanura, en la cumbre, en lo más alto, en el vértice, pero jamás en el pie,  en la base social.
28.- En la mente del  trepador está sentirse socialmente aumentado, un  crecido social, considerarse un  prominente del medio, pero nunca un bajo o de abajo; el acrecentamiento en el medio social divierte  al  trepador,   sentirse que ha aumentado socialmente, en excelsitud.
29.- El sentido de la oportunidad lo demuestra el  trepador cuando se le requiere que adopte una posición de sinceridad; de inmediato  saca una  de sus armas favoritas: la simulación. Finge con una naturalidad asombrosa, combinando lo espontáneo con el disimulo, la naturalidad con la doblez,  la franqueza con la hipocresía, y lo de pérfido con leal.
30.- El escalador, el  trepador, en su actitud de indiferente ante lo que no es de su conveniencia para escalar socialmente, no se enfrenta con nadie; no choca ni con la brisa. Es un  apático  circunstancial; su despreocupación lo hace un individuo frio, aunque se pone caliente cuando se le presenta  la ocasión para escalar; está preparado para comportarse impasible o apasionado, participativo   o neutral.
31.- Resulta difícil adivinar la posición que ha de adoptar el  trepador  ante un  conflicto  en el cual se impugna  el sistema social; por su proceder ondulado puede optar entre tomar una decisión  flexuosa,  con la que no dice ni que sí,  ni que no. También puede ser   rígida,  si visualiza que en el curso de la crisis hay una brecha para subir    peldaños.
32.- Un momento difícil para el  trepador social es cuando uno  del grupo donde hace de bufón  le pide una acción  que entraña valentía. En ese momento el escalador se espanta;  trastabilla,   pero como es un naco, pusilánime y medroso, le sale a relucir el susto y escurre el bulto, diciéndole a su interlocutor: “después nos vemos”.

Reflexiones finales
a.- En la  medida que las sociedades humanas se van resquebrajando, como está ocurriendo ahora con la dominicana,  se reproducen en forma abundante los  trepadores sociales; ellos abundan en el sector  de los profesionales, intelectuales, pequeños empresarios y comerciantes y, fundamentalmente, entre los politiqueros corrompidos del sistema.
b.- Conviene precisar que no todos los sectores de la clase media se comportan de igual  forma que el  trepador social. En el seno de las capas medias  hay segmentos que adoptan posiciones consecuentes  como aliados de las fuerzas más democráticas y progresistas de la sociedad.
c.- El  trepador es un ser humano que  tiene un contorno especifico;  puede ser individualizado por su perfil, su  silueta le  ubica; sus aspectos, combinados con su accionar en el medio,  hacen de él una figura pintoresca.
d.- El  trepador no es una persona de cualquier edad; su ambición de escalar socialmente oscila entre los  veintiocho  (28) y cincuenta (50) años;  no es un niño ni un anciano; es un joven con todos los bríos, por lo regular jovial, de temperamento divertido, bullicioso. Tiene definidos sus objetivos para escalar;  no es un despistado, un desorientado cualquiera; sabe hacia donde dirige sus pasos;  su intención la encamina hacia la cúspide donde está el poder, las clases dominantes.
e.- El  trepador,  para hacerse sentir, ganar fama  y convertirse en una celebridad en los  ambientes donde se mueve, se comporta con servilismo;  un adulador descarado, lisonjero desvergonzado; se deleita haciendo de  pelotillero, de perfecto ridículo, extravagante, en sí, es  un  excéntrico.
f.- El  trepador calcula, hace una evaluación del lugar que le ha de  servir  como centro  de operaciones para su ascenso social de carajo a la vela, a persona de la alta sociedad.  Siempre se ubica  en los clubes de servicios, como directivo de gremios, asociaciones y entidades caritativas. Sobresalir en estos organismos catapulta, promociona, encumbra al  trepador;  por lo regular está en ellos como el  arroz en la dieta dominicana, en todas  las mesas y platos.
g.- El  trepador social no es difícil   de tratar,  se siente halagado con suma facilidad;  no le importa ser festejado o despreciado, agasajado o desdeñado.  Lo que le interesa es estar  infiltrado en el ambiente donde puede sobresalir, aunque tenga que adular; no se molesta si se le da un trato de ignorado o conocido,  mesurado o descomedido.
h.- Sobre la tierra no hay una figura que se comporte más sabrosona que el  trepador social; se muestra campechano, tierno y empalagoso con  el fin de medrar, y así acrecentarse socialmente; en busca de  ascender se convierte en un inspirador de sonrisas destinadas  a motivar simpatía en los todopoderosos del poder social, económico y político. Al actuar  así el  trepador se presenta como lo que más excita al cariño burlesco. 
i.- Para lograr algo del  trepador social no hay que coger  lucha,  porque cede con suma facilidad,  por su formación clasista blanda;  se comporta esponjoso en  interés de escalar;   se muestra fofo. Si estima  que está  compartiendo con un grupo que  considera le puede facilitar  ascender,  se  exhibe  como un lacayo; un ser humano manso,  servil,    entregado por entero  a quien cree le facilita el ascenso.
j.- La ascensión constituye para el  trepador un asunto de mucha significación personal; el avance le motiva, la promoción le hace un ser   de avanzada. Nunca aceptará el descenso, el declive social, sentirse un atrasado. En   los últimos años en el medio social dominicano es fácil  encontrarse con el  trepador, porque la suciedad está predominando y   la cochinada sobresale, se asimila la marranada  a  la exquisitez.
k.- La persona del  trepador social es la que más se asemeja a la ficción. Su proceder ante los demás es un simulacro; es un apócrifo en el medio social, un ser humano supuesto, inventado  de un autentico, con la particularidad  de que el verdadero  trepador es inverosímil. Con el  objetivo  de ubicarse en la sociedad en  una posición social más alta de la que ocupa, el  trepador busca encumbrarse aunque sea impulsado por un cañón del narcotráfico o del sicariato.
l.- En su preocupación por llegar, el tiempo es muy importante para el  trepador; está en condiciones de actuar en forma perturbada o reflexiva, con cordura o desatino, como un chiflado o equilibrado. Mientras más avanzan los días  sin el desesperado social trepar hasta lo  último, mayor es su privación de la razón, cae en la demencia.
ll.- Al  trepador no le quita el sueño la opinión que se formen de él los demás; le resbala que le llamen  sociable o huraño, expansivo o intratable, educado o mal educado. Su vida gira alrededor de escalar, estar allá, en la cumbre social, aunque se le considere una rata.
m.- La palabra escrúpulo no está en el  diccionario de conducta del  trepador social;  como atrevido que es, el que   busca escalar socialmente es un zafio;  aunque es un patán se vende como un refinado social; se ufana de ser culto, aunque es un ignorante que tiene una gran biblioteca  con libros que no lee ni  por  el forro.
n.- De los vicios sociales que acompañan al  trepador social el más característico en  él es el oportunismo; adaptarse a lo que le conviene, concilia con  los buenos y con los malos, colabora con los  de abajo y con los  de arriba. Se mantiene ligado indisolublemente con quienes hacen posible su marcha ascendente, hasta que llega a su destino, a  lo más alto de la estructura clasista.

Santiago de los Caballeros,

7 de agosto de 2015.