Por: Ramón Antonio Veras
I.- Mi madre y la formación de mi comportamiento
1.- Nací
un día domingo 25 de diciembre de 1938,
bajo un ordenamiento económico y social atrasado, y modelado en lo político por una tiranía despiadada. Me
desarrollé como persona en un ambiente familiar alineado con una rígida disciplina materna que sentó la base de la configuración de mi comportamiento, el cual he asumido como
ente social en todo el curso de mi vida.
2.- El
círculo familiar de mi niñez fue de suma estrechez económica, pero en un
ambiente de alegría; jovialidad y camaradería. La tristeza nunca se reflejó en
mi hogar, la aflicción no marchitó
mi deseo de salir adelante.
3.- De
los primeros años de mi vida recuerdo el cariño que mi madre transmitía a
sus hijos, la ternura como nos trataba,
el querer que envolvía cada una de sus
palabras.
4.-
Mamá, con su consuelo, dulzura y trato grato me hacia liviana la existencia.
Las dificultades que conocí en el curso de mis primeros años, mi progenitora
procuró que los aceptara con sentido placentero, sin quejas ni lamentos,
gemidos ni resentimientos; ella hizo de sus hijos hombres y mujeres sin
traumas.
5.- Después
de haber vivido 76 años, puedo decir
que, como persona, en mi comportamiento,
en mi actitud ante la vida soy, fundamentalmente, hechura de mi madre;
confeccionado en el hogar que ella dirigió; factura de su disciplina; conformación
de su práctica y prédica.
II.- El medio
social en el cual vivo y sus taras
6.- Así
como tuve la dicha de recibir las sanas orientaciones de mi mamá, también fui
premiado por levantarme, compartir los primeros años de mi vida con amigas
y amigos formados en hogares de padres ejemplares, trabajadores, honestos y
solidarios.
7.- Hoy, con muchas canas en mi cabeza e infinidad de
arrugas en mi cara, y luego de haber
compartido con hombres y mujeres de todo
el globo terráqueo, afirmo que puedo distinguir lo que en mi país fue el ser
humano de ayer y el que es hoy en su trato, en las relaciones mutuas, porque
aquí se ha producido una diferencia total de comportamiento entre la generación
del dominicano y la dominicana de ayer, y la de hoy.
8.- El
paisano nuestro de antes demostraba sensibilidad y ternura, el de hoy se manifiesta duro y frío; el
de ayer se conmovía ante la desgracia, el de ahora demuestra indiferencia; en el pasado
compartimos con mujeres y hombres afectuosos y compasivos, en el presente nos encontramos con entes sociales que reflejan sañas, encono, rencores
e ira.
9.- Me
formé compartiendo con personas leales, francas y sinceras, pero ahora abundan
los desleales, falsos y traidores; los simuladores, hipócritas y solapados.
10.-
El ser humano delicado, de trato exquisito y tierno, ha cedido su espacio al
vulgar, tosco y grosero; la elegancia desapareció en la forma de tratar a
nuestros semejantes, su lugar lo ocupa la aspereza.
11.-
El anterior hombre o mujer de trato espontáneo y directo está en extinción, se
ha transformado en ostentoso, en algo sofisticado y
solemne; ha desaparecido la persona ingenua, para su lugar ocuparlo la astuta, maliciosa y
taimada.
12.- El colega bueno y bondadoso está en minoría; abunda el
canalla e infame; el decente no ha resistido la investida del granuja,
malandrín, habilidoso y ladino.
13.- La generosidad escasea en nuestro medio, el ambiente lo
domina la codicia; el afán de lucro está
predominando sobre el desinterés y la prodigalidad. La ambición de poseer cosas materiales sin
esfuerzo, se práctica con
valoración ilimitada.
14.- La envidia parece no tener límites en la conciencia de muchos
de nuestros conciudadanos; el codicioso abunda, mientras escasea el hombre o la mujer caritativa; se ha impuesto la mezquindad sobre la
esplendidez. Aquí se envidia hasta los méritos bien ganados.
15.- Escasean las expresiones de dulzura para hacer sentir
bien a los demás;
ellas han sido sustituidas
por manifestaciones cargadas de amargura en busca de sembrar
mortificaciones, desconsuelo y tribulaciones.
16.- Resulta casi imposible escuchar palabras de elogio hacia
otro; siempre se busca el pero, los reparos, las murmuraciones ácidas y la
detracción alegre y despiadada. La tacha se ha convertido en una diversión, un encanto.
17.- Para que impere la mediocridad se aplica la descalificación contra todo aquel que sobresale por su
talento y virtudes de integridad, honorabilidad y honestidad. Se busca colocar
al disoluto y crapuloso en el mismo plano que el honesto y decente.
18.- Es duro decirlo pero, al parecer, en lugar de una sociedad humana,
nos estamos moviendo en algo así como en un nido de ratas, una cueva de
cacatas, en un ambiente de fieras indomables.
III.- La falsedad de algunos amigos
19.- Debo decirlo abiertamente, aunque con mucho pesar; personas
en las cuales durante muchos años confié en su amistad, me han decepcionado, me
han resultado tremendo fiasco; demostraron que me habían fingido amistad;
su trato para conmigo fue artificial, se
armaron de la apariencia para encubrir la realidad de su deslealtad.
20.- La traición de algunos
amigos solapados me han motivado para
querer más profundamente a mis
amigas y amigos sinceros; me he formado
la idea de que los amigos puros hay que mimarlos
sin condiciones y olvidarse de
aquellos de conducta hueca, gelatinosa.
21.- Pero por encima de los momentos aciagos que los traidores me
han hecho pasar me siento afortunado porque he tenido a mi lado a los que
sirven, a los sinceros, aquellos que me transmiten calor humano, solidaridad
plena.
22.- En una sociedad como la nuestra, dominada por la mercancía
dinero, con una moral de cafres, resulta muy difícil hacer comprender a los
livianos e inconstantes, que no todos somos mercaderes de los actos de nuestras
vidas.
23.- Lamentablemente, los simuladores llegan a confundir hasta a
los más sabihondos, porque cuando son descubiertos como desechos sociales ya se
han hecho ganar el aprecio que nunca merecieron.
24.- Al cumplir mis 76 años, seguiré aferrado a mi forma de ser,
nada ni nadie me hará cambiar en mi
comportamiento; el material del cual me formó
mi madre no se dobla; estoy
hecho de una sola pieza; el medio
no va a modificar mis sentimientos.
25.- En lo que me queda de vida, la traición de los farsantes no
modificará mi configuración conceptual
ni perturbará mi espíritu. Las perversidades que salen de las mentes
enfermas y pequeñas no me harán variar en mi decisión de seguir identificado
con todo aquello que vaya en la línea de satisfacer las aspiraciones más
sentidas de la especie humana, sin distinción de color, raza, concepción religiosa, política
o ideológica.
26.- La creencia que tenía cuando cumplí mis 14 años de edad, la
tengo hoy al llegar a los 76, en el sentido de que están totalmente equivocados
aquellos que creen que nuestro país puede seguir viviendo como hasta ahora;
esto tiene que cambiar para bien por necesidad; pero esta no es una necesidad
surgida de la voluntad de uno u otro grupo social, sino una necesidad
dialéctica, fruto de las contradicciones existentes en el seno de la misma
sociedad dominicana actual.
III.- Mis aspiraciones futuras
27.- No escapa a mi conocimiento que los vicios que genera el medio social bajo el
cual estoy viviendo hoy al cumplir mis 76 años de vida, resulta de una
podredumbre tal que muchos que se formaron
en otra época histórica del país,
han sido contaminados, lo que se evidencia al demostrar que en su forma
de ser han cambiado de actitud,
se han vuelto personas de dobleces; son
simuladores y falaces; han perdido el
don de la franqueza para abrazar el disimulo.
28.- Con 76 años encima,
anhelo permanecer abrazado a mis
convicciones políticas e ideológicas, y que las mismas me sigan sirviendo de sostén y guía para mi accionar en la vida
familiar, social, privada y pública.
29.- Aspiro, en lo adelante, para mí y mis seres queridos,
disfrutar de buena salud; aportar, dentro de mis posibilidades, a la lucha
social para que la vida de lo que en verdad se llama pueblo dominicano se haga
menos pesada en lo material y espiritual.
30.- Deseo continuar siendo un ser humano libre; sin odio,
rencores ni resentimientos; queriendo a los demás con sentido de solidaridad,
sin despreciar a nadie, y nunca anidar
enconos en mi corazón.
Santiago de los Caballeros,
diciembre de 2014