lunes, 8 de enero de 2018

La mediocridad daña al ser humano

Por: Ramón Antonio Veras.

I.-Rasgos de un mediocre

1.- En cualquier lugar del planeta tierra donde existen  sociedades humanas, compuestas por personas que ocupan lugares diferentes en el proceso de producción, por  la ubicación clasista, formación familiar y educativa, están presentes  entes sociales que se comportan de distintas formas. La conducta exhibida hace posible identificar a los actores en un determinado medio, de donde resulta que  por el hecho de vivir en sociedad estamos llamados a compartir con individuos de buen proceder, lo mismo que con incorregibles que al conducirse se definen claramente como  recalcitrantes antisociales.

2.- Los incurables, por sus actuaciones, tienen diferentes denominaciones, por lo que  son  bautizados con las designaciones más variadas, sin que puedan sentirse denostados, porque al nombrarlos no se hace más que ponerles el título que bien les corresponde. Hacer ostensible lo que bien le cuadra a una persona no le causa molestia porque lo perceptible no es invento. Así, por ejemplo, en el ambiente dominicano  es fehaciente  la existencia del mediocre.

3.- Por lo degradada que está la sociedad dominicana, y lo poco que reclama en el buen actuar de las personas, en ella nos encontramos con especímenes de las más variadas inconductas, llegando hasta el punto de algunos hacer alarde de su degeneración. Una muestra cualquiera de los sinvergüenzas nos permite comprender que, lamentablemente, nos estamos moviendo en un terreno propicio para el que sirve de modelo de lo que es la mediocridad. El indecente cree que se porta de maravilla, que es la preciosidad hecha persona, cuando más enseña su condición de indeseable. Mientras más horrible se presenta el mediocre, más excelente se cree como figura social.

4.- El ser humano que por la razón que sea es un nada y lleva una vida a la sombra de los demás, busca la forma de sobresalir y para lograrlo ejecuta toda clase de maniobras, sin importarle los daños que con ellas pueda causar. La perversidad es una de las armas preferidas para el insignificante llamar la atención y ganar puntos de los cuales no es acreedor por méritos propios. El  individuo  mediano de conducta disfruta  perturbando las relaciones armoniosas de quienes se tienen confianza plena. Hacer de activista enredador deleita al que carece de escrúpulos y está  huérfano de miramientos.

5.- Ese que se mueve lleno de malicia, depravación e insidia, es el insignificante que no resiste a los hombres y mujeres eminentes. Es el mismo que sabe que en la  sociedad donde vive forma parte del montón, por lo que revela su insignificancia lanzando vulgaridad a diestra y siniestra contra todo lo que significa bondad, excelencia y correcto proceder. El adocenado se mantiene de mal humor cuantas veces tiene posibilidad de compartir con exitosos que deben su alegría a su esfuerzo material o intelectual. Mientras más observa el progreso de los que salen adelante por su decisión emprendedora, mucho más desdichado se siente el que en nada ha descollado por su limitación mental y apego a la dejadez.

6.-  Si el mediocre hace acto de presencia donde se encuentran departiendo personas que por su laboriosidad progresan y se mantienen alegres, de inmediato se muestra abrupto, belicoso y taimado con el objetivo de amargar el ambiente porque no resiste sentir animados a los que disfrutan el fruto de su esfuerzo. Si se examina con detenimiento la conducta de quien hace de la mediocridad una norma de vida, es fácil comprobar que su accionar es la suma de desolación, molestia, mortificación, tristeza, resentimiento, en fin, una mezcolanza  de lo que guía a las personas a la frustración, al fiasco y a desazonarse.

7.- No resulta difícil conocer al mediocre porque su proceder lo tiene tan arraigado que ejecuta sus taras con normalidad, con la especial característica de que de la misma forma que actúa con docilidad, ejecuta con rigidez, es algo así como una combinación de elasticidad y dureza. Por la misma razón, a veces se porta como un ejemplo de persona rebelde,  y en otras ocasiones lo que se ve es a una sumisa porquería que obedece a cualquiera que le imponga la mansedumbre. No cabe la menor duda de que el mediocre es un ser que de tan maleado hace de corrompido.

8.-  El que hace de la mediocridad su razón de ser, dependiendo de su conveniencia material o espiritual, se hace el tonto por entero, pero también de un momento a otro se presenta ágil, despierto, sumamente espabilado. De ahí que debe ser observado con mucha atención porque, además, suele tener una actitud encogida, hacerse el opacado, un pusilánime cualquiera, pero teniendo reservada la actuación  del atrevido. En un santiamén cambia de cobarde a valiente, de descarado a respetuoso, y de descomedido a deferente.

9.- Como es natural, el mediocre es sinuoso. Es un individuo que siempre anda con recovecos para con su actitud hipócrita confundir a quienes trata; ser abierto, sincero, no está en su código de vida; por momentos  se muestra muy recto, pero en un abrir y cerrar de ojos se nos presenta retorcido. La vida culebreante de los practicantes de la mediocridad nos impone tratarlos siendo observantes, como mirones profesionales  con sentido de guardianes, porque cualquier inobservancia nos lleva a caer en sus maquinaciones.

10.- Para tratar al mediocre hay que mantenerse alerta por sus especiales condiciones de supervivencia, que lo hacen un individuo muy particular en el medio donde vive. Cuando quiere obtener algo de su interés actúa en forma honesta, muy recatado, como un ser  humano muy puro. Pero en el fondo de su alma es deshonesto, indecente, en sí, es un porno. La indecencia le hace sentir muy bien porque al practicarla pone en juego su cultura procaz.

11.- El momento más amargo para el mediocre es cuando aquel a quien le simula ser amigo, es objeto de un merecido reconocimiento por sus méritos bien  ganados. Se siente lesionado, ofendido; considera que se le ha hecho tomar la cicuta o hacerle pasar por las horcas caudinas. El mediocre está formado para ser un envidiosillo caprichoso. Desde el momento que el encomiable y laudable resulta altamente valorado, el que carece de méritos siente fuego en su corazón y su alma permanece torturada.

12.- Aquel que le hace un favor al mediocre debe estar preparado para recibir como recompensa un perjuicio  porque, como malvado que es, el bien que recibe lo devuelve causándole un contratiempo a su protector. Lo malévolo, infame, inicuo y fatal  siempre está en la mente de quien ama la mediocridad.

II.- Debemos liberarnos de la  mediocridad

13.- En nuestro país es necesario formar seres humanos de sentimientos basados en sinceridad, comprensión, afinidad, simpatía, bondad, honradez, cooperación, solidaridad, optimismo y esplendidez. El hogar y la escuela deben convertirse en los centros donde padres y maestros comiencen a proyectar a quienes serán en el mañana ejemplares ciudadanos y ciudadanas. Moldear, darle forma al pensamiento se alcanza con una educación doméstica y escolar de calidad, las que darán lugar a crear personas libres, veraces y espontáneos; sin nada de prejuicios, resentimientos, rencores, hipocresía y mediocridad.

14.- A nuestros niños y niñas hay que convencerles de que abracen ideas que se constituyan en la doctrina que les acompañará de por vida como la suma de sus sanas convicciones. La buena orientación a las personas les da seguridad, certeza en su proceder, a la vez que las lleva a ser útil a la sociedad donde  desarrollan sus actividades. Se hace necesario motivar a los nuestros a que sean ejemplos de ciudadanos; empujarlos para que den demostración de honestidad; animarlos a los fines de en el futuro el país esté liberado de aquellos que por ser mediocres agravian, denigran, ultrajan, ofenden e insultan.

15.- Debemos ir plasmando, puliendo en nuestros coterráneos el ideal de que necesitamos contar en el porvenir con seres humanos maravillosos, excelentes; que sirvan como ejemplo de munícipes estupendos, que identifiquen  a la persona que simboliza principios éticos y morales. Conviene enseñarles  a los nuestros de que hay que luchar para llegar a tener un medio social en el cual no esté presente el mediocre que solo sirve para quitarnos la alegría; estropearnos la dicha y el buen deseo de no aceptar la desdicha, el infortunio y la infelicidad.

16.- Como país no podemos seguir fomentando mediocridad, vulgaridad, insignificancia y ramplonería. Hay que llevar a la conciencia de lo mejor de nuestro pueblo la idea de que necesitamos y merecemos contar con el ser humano agradable, decente, honesto e íntegro, para salir de los farsantes, palabreros, embaucadores y mediocres. El ambiente dominicano debe ser higienizado, ponerlo pulcro para que las futuras generaciones disfruten de un medio limpio, adecentado.

17.- La porquería social que es el mediocre no debe estar presente en la sociedad que las dominicanas y los dominicanos decentes, honestos y laboriosos aspiramos tener y disfrutar. El esfuerzo que hacemos para cambiar el país para bien tiene que ser coronado liberándonos de todo lo que representa mediocridad, desfachatez, impudor, descaro, insolencia, procacidad y canallada.

18.- El futuro luminoso que queremos para nuestro país no puede ser  ensuciado con la presencia de individuos que solo sirven para manchar. El mediocre no cuadra en el ambiente adecuado para los sensibles que se afanan para vivir en un medio de personas decididas, amorosas, resolutivas, que accionan para que se imponga la solidaridad y no el individualismo, la laboriosidad y no la vagancia, la honestidad y no la corrupción.

19.- Necesitamos contar con mujeres y hombres que generen cariño, ternura, amor y toda clase de afectos, para liberarnos de aquellos que solo saben motivar aversión, desamor, desprecio, encono y resentimientos. Debemos quitarnos  de encima a ese mediocre que impulsa afrenta, ultraje, agravios, molestias, furia, aflicciones y envidia. Merecemos escuchar palabras bonitas, encantadoras, las que nos alegran el alma; y no las que salen de la garganta del mediocre que se tornan mortificantes, angustiosas, lacerantes, humillantes y nos traen pena.

20.- El pueblo dominicano no merece tener en su seno a seres humanos que con sus inconductas lo lleven a la ruina y le causen desolación, infortunio y decadencia. Por el contrario, la comunidad dominicana es merecedora de contar con aquellos hombres y mujeres que la impulsan a mejorar, a desarrollarse como nación integrada por entes sociales animados; inclinados al bien y no al mal, al progreso y no al atraso, a la honestidad y no a lo impúdico, a la excelencia y no a la mediocridad.

21.- Por último, a mis nietas y nietos les digo que no olviden esta idea: “Una de las mayores pruebas de mediocridad consiste en no saber reconocer la superioridad donde quiera que ella se encuentre”.


Santiago de los Caballeros,

7 de enero de 2018.

En el nuevo año derrotemos el pesimismo

Por: Ramón Antonio Veras.


I.- Al llegar el año nuevo
  
1.- Lo nuevo hay que recibirlo con la firme esperanza de que nos trae algo diferente a lo que dejó lo viejo. Lo flamante, con el brillo que le da la frescura, hay que verlo con mirada distinta, novedosa, para probar que estamos contentos porque aplaudimos todo lo que significa lo fresco que llega como rompedor de lo antiguo.

2.- Lo que llega debe impulsarnos a la reflexión para al revisarlo saber la decisión que más nos conviene, tomando en consideración que lo pasado no ha sido lo más provechoso a los fines renovadores a que aspiramos. En la medida que evitamos actuar a la ligera nos preparamos para proceder con todo detalle, minuciosamente.

3.- La desesperación es mala consejera,  y para no reincidir en errores conviene no ilusionarse con la llegada de un nuevo año, evitando actuar con precipitación, sin detenernos a pensar que ser sosegado contribuye a ejecutar fuera de toda inexactitud. Proceder como los irreflexivos nos impide  alcanzar los fines que perseguimos aunque sean muy legítimos y loables.

4.- Pensar con detenimiento nos permite recapacitar sin darle vueltas a la cabeza y sin necesidad de consultar la almohada. Al decidir lo que podemos hacer o no hacer con motivo de la llegada de un nuevo año, debemos actuar examinando cada situación para que al ejecutarla el resultado sea fruto de una consideración consultada consigo mismo. Concentrarse con el fin de accionar certeramente es propio de quienes desean obrar para que lo realizado responda a lo que es bueno para la mayoría de la comunidad humana.

II.- Pensar en triunfar, no en la derrota

5.- Las dominicanas y los dominicanos que creemos que es posible construir un nuevo y mejor país, estamos en el deber de mantenernos llenos de entusiasmo, rebozados de optimismo; con los ánimos encendidos y abrazados a lo positivo. Nunca, en ningún momento el pesimismo nos debe colocar en estado de frustración, de fracaso y desacierto. Hay que pensar en realizar y triunfar que es lo que nos ha caracterizado como pueblo emprendedor y triunfador.

6.- Por encima de las calamidades y las desgracias, debemos colocar los éxitos, olvidando por completo todo aquello que representa lamento y desdicha. No hay que pensar en que todo está perdido, que nos acompaña lo lastimoso, catastrófico y funesto. Para nada hay que poner como obstáculo para triunfar el infortunio, lo adverso y fatídico. La desventura no está en los proyectos de los exitosos y afortunados.

7.- Todos aquellos que en este país han dado y siguen dando lo mejor de sí en procura de la felicidad de nuestro pueblo, están obligados a continuar con el convencimiento de que el bienestar material y espiritual ha de ser la obra de los que aquí desarrollan actividades políticas y sociales para que la situación de pobreza desaparezca y surja la abundancia. Las carencias de todo tipo que golpean a los más necesitados, han de desaparecer por la participación decidida de los que no escatimamos esfuerzos para seguir adelante y acabar con lo que significa necesidades, mendicidad y desamparo.

8.- El nuevo año ha de servir de gran estímulo para llevar a la conciencia de las grandes mayorías nacionales la idea de que hay que construir, ser fuertes, influyentes, eficientes y con objetivos liberadores, para que el pobrismo, la estrechez y el desamparo no sigan presentes en el medio social dominicano. La desgracia hay que convertirla en felicidad, y la fatalidad en dicha.

9.- Hay que hacer del nuevo año la continuación del deseo que aquí, mujeres y hombres, han mantenido para que lo negativo que nos ha acompañado y dañado como pueblo, sea derribado, hundido en lo más profundo para que no se levante jamás. Debemos derrotar lo que representa una traba para avanzar hacia nuevas metas, y entorpece los cambios sociales, políticos e institucionales.

10.- El trayecto a tomar en el nuevo año es el que ha de llevar a lo mejor de nuestro pueblo por un camino diferente al que hasta ahora ha transitado, que no lo ha sacado del atraso que se encuentra. La dirección tiene que ser señalada por aquellos que no están aferrados al derrotismo enfermizo y al pesimismo sin sentido. El rumbo que necesita el pueblo dominicano solo puede ser certeramente orientado por quienes están interesados en echar por tierra, reducir a escombros la base que genera las injusticias, las desigualdades y las lacras que repugnan a todo lo sano de la comunidad dominicana.

11.- Todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que seriamente creen que es posible cambiar lo malo por lo bueno en el orden social y político, están en el deber de convertirse en triunfadores con el pensamiento fijo en que para cantar victoria e imponerse a los enemigos del progreso, hay que estar accionando permanentemente. Sin minimizar a los contrarios, menospreciando ni subestimando posibilidades. Para guiar al pueblo al triunfo hay que saber en cada momento el escenario donde conviene dar la batalla con éxito. En la brega política no se puede empequeñecer ni destacar a los oponentes, infravalorar ni ponerlos de relieve.

12.- Se impone hacer caso omiso a los que creen que haciendo politiquería barata sin sentido ni contenido social es que vamos a romper los moldes que han hecho posible conformar el modelo económico y social vigente que solo ha servido para hundirnos en el atraso y la degradación ética y moral. A los pesimistas hay que dejarlos atrás para que sigan rumiando penas; hechos una lástima, motivando compasión con la falsa creencia de que exhibiendo misericordia es que el ser humano se eleva. La flojedad no hace otra cosa que generar decaimiento en el estado de ánimo de las masas populares, que en lugar de catastrofismo hay que inyectarles triunfalismo basado en su propia confianza.

 13.- Al llegar el nuevo año hay que estimular, acicatear a los mejores hombres y mujeres de la nación dominicana para que mantengan su espíritu de desarrollar el país para alcanzar un ambiente de justicia, libertad plena, en sí, para llegar a ser dueños de nuestro propio destino que ha de descansar en la laboriosidad, en el esfuerzo colectivo. Debemos hacer conciencia de que fomentar la educación, el amor al trabajo y una ejemplar conducta, va a desmontar la falsa percepción, deshacer todo aquello que se ha creado para hacer creer que aquí todo está perdido, que no hay que luchar para cambiar el statu quo que nos afea, desluce y hace objeto de vituperio, recriminación y tacha.

14.- El material humano sano, que constituye la mayoría del pueblo dominicano, está en el deber de continuar dando ejemplo positivo de que un mundo mejor es necesario y que, por muy agrietada que está la sociedad actual, es posible levantar un orden social nuevo en el cual sean eliminadas las lacras que ahora nos dañan como país. Los sinvergüenzas, desfachatados, procaces y corrompidos no pueden continuar sobresaliendo y siendo aceptados como paradigmas de buenos ciudadanos y ciudadanas.

15.- El nuevo año debe llenarnos de alegría, cargarnos de esperanza e impulsarnos a romper con la desconfianza que se ha apoderado de amplios sectores de la sociedad. Los pueblos ejecutan las grandes transformaciones, realizan las jornadas democráticas que marcan su historia progresista, cuando se apoyan en el ejemplo de aquellos que han dejado como herencia sus arraigadas convicciones, que luego son el sustrato de las venideras generaciones. Lo positivo trasciende cuando sirve para hacer avanzar, nunca para hacer retroceder el progreso social.

16.- Si queremos que el nuevo año sea fructífero estamos en el deber de no voltear la cara para así no tener que ver lo que nos indigna; y solamente ver hacia adelante para saber que nuestro país puede cambiar para bien porque: a) cuenta con José Pérez, el triciclero que en la ciudad de Santiago de los Caballeros, desde un barrio marginado, se levanta diariamente, a las cuatro de la madrugada, a vender frutas para así poder formar a sus cinco hijos; b) porque tiene a empresarios como Manuel Castillo Pimentel, que confiando en el trabajo, desde las rocas calizas de Calimete, Provincia Elías Piña, hace parir aguacates; c) porque contamos con mujeres como Ana E. Peña, la laboriosa mujer del barrio Cienfuegos, que siendo madre soltera y desempeñándose como trabajadora doméstica, mantiene y educa a sus tres niñas.

III.- Es mi anhelo

17.- En lo que a mí respecta, espero el nuevo año con mucho entusiasmo, alegría y confiando poder continuar luchando por un futuro mejor. Nadie sacará de mi mente mantenerme contento para accionar en los espacios donde pueda aportar para que las aspiraciones de las fuerzas democráticas del país se materialicen.

18.- En el nuevo año quiero seguir, como hasta ahora, ocupando un espacio en la lucha política y social; disfrutar de salud para dentro de mis posibilidades incidir llevando orientación a los diferentes sectores que precisan de la colaboración sana para hacer conciencia, formarse sólidos conocimientos, con sentido democrático, de sus derechos y la forma de materializarlos para darles contenido político y alcance de liberación.

19.- Quiero, en el nuevo año, sin pretensión personal de ninguna índole, darle apoyo a todo lo que en mi país represente contribución para avanzar sin politiquería, a los fines de distanciar a las masas populares de aquellos que las han utilizado para satisfacer apetencias individuales. Sin sectarismo alguno colaboraré con todo sector interesado en que nuestro país salga del atraso y tome conciencia para construir una real y verdadera democracia.

20.- Es mi deseo que el nuevo año sea de felicidad para lo que en verdad se llama pueblo dominicano, y que con la brega tesonera de sus mejores hombres y mujeres logre continuar trillando el camino que lo ha de llevar a romper las cadenas de la opresión; a eliminar el disgusto, los sinsabores, las contrariedades y todo lo que significa malignidad, perversidad, vileza, discriminación, desigualdad y degradación ética y moral.

21.- Cada uno de los dominicanos y las dominicanas que en este país desean vivir en un ambiente de dignidad, decoro, honradez, laboriosidad y decencia, están en el deber, al llegar el nuevo año, de motivar, animar e impulsar a las grandes mayorías nacionales para sobre las cenizas de este orden social injusto levantar la sociedad por la que hemos luchado y merecemos.  

22.- El nuevo año debemos recibirlo contentos, debidamente motivados, llenos de buenas esperanzas, con el convencimiento de que como pueblo contamos con las potencialidades necesarias para eliminar todo aquello que en años anteriores nos ha llevado a vivir como si no confiáramos en que somos emprendedores y sabemos derrotar el pesimismo para que triunfe el optimismo.


Santiago de los Caballeros,

31 de diciembre de 2017.